[RSP P. 110]
SOBRE LA CARIDAD1
PRIMERA PARTE
La primera parte de esta Hora de adoración debe llevarnos a hacer un buen acto de fe, en relación con la caridad.
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y le asaltaron unos bandidos; le desnudaron, le molieron a palos y se marcharon dejándole medio muerto. Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verle, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio: al verle, dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, al verle, se conmovió, se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego le montó en su propia cabalgadura, le llevó a una posada y le cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios de plata y, dándoselos al posadero, le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres -preguntó Jesús- se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Y el jurista contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues anda, haz tú lo mismo» (Lc 10,30-37).
En este paso estamos justo en el corazón del Evangelio. Puede decirse que el resumen de todo el Evangelio está precisamente aquí: caridad hacia Dios y caridad hacia el prójimo.
¿Por qué amar al prójimo? Porque es imagen de Dios. Hemos de pasar ante el hermano con la reverencia con que pasamos ante la imagen de la Sma. Trinidad. El prójimo, el hermano representa | [RSP P. 111] a Jesucristo y cuanto hagamos a nuestro prójimo, Jesús lo considera como hecho a él mismo.
¡Oh Jesús!, medito tus palabras, las que pronunciarás en el juicio universal: «Venid, benditos de mi Padre a recibir el premio que os estaba preparado. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis...» (Mt 25,34-36).
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Deseo oír esta palabra en el gran día. ¡Oh Jesús!, todo cuanto hacemos, por ti lo hacemos. Pero ¿cuántas veces te hemos ofendido, ofendiendo a nuestro prójimo? Tiene que darse entre nosotros un vínculo más estrecho, ¡más amor! ¿Qué nos diría san Pablo, él que es nuestro Padre?
La caridad entre nosotros es más valiosa, pero también más difícil. La caridad fraterna requiere lo que dice san Pablo en su himno a la caridad: que sea paciente, benigna, capaz de soportar y de excusar [cf. 1Cor 13,1-13].
La caridad no se conocía en la tierra, y Jesús la trajo del cielo: «Amaos como yo os he amado» (Jn 13,34). ¡Hasta qué punto nos has amado, oh Jesús! Lo dijiste tú mismo: «Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que entrega su vida por ellos» (Jn 15,13). Y tú has dado la vida por nosotros, oh Jesús. Amémonos y adoremos la caridad del Corazón de Jesús. Examen: ¿creemos en el amor de Jesús? Si creemos, cantemos el credo.
Recemos un avemaría al Corazón inmaculado de María, para que forme en nosotros un corazón conforme al Corazón sacratísimo de Jesús, todo henchido de bondad en pensamientos, palabras, acciones, sentimientos y comportamiento.
SEGUNDA PARTE
En la segunda parte de la Hora de adoración, hagamos el examen de conciencia sobre la caridad. Invoquemos el auxilio del Corazón sacratísimo de Jesús, | [RSP P. 112] de la Virgen y del ángel custodio, para que nos hagan entrar en el fondo de nuestros pensamientos y sentimientos.
Caridad en los pensamientos. ¿Pensamos bien de todos? ¿Ha habido tal vez sospechas temerarias, juicios temerarios, orgullo y desprecio hacia alguno, superior o igual o inferior? ¿He reflexionado lo suficiente de que incluso un niño puede ser grande, más que yo, ante Dios, y que aquellos a quienes a veces desestimo puede que un día los vea mucho más en alto en el paraíso?
Caridad en los sentimientos. ¿Amo a todos? ¿Amo el Instituto, sus obras, sus iniciativas? ¿Amo el apostolado? ¿Amo las vocaciones? ¿Hay tal vez envidias en mi corazón? ¿Hay frialdad o rencor? ¿Me complazco del bien de los demás y de las gracias de Dios en ellos?
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¿Rezo por todos, especialmente por quienes me hacen bien, material o espiritual o intelectual? ¿Deseo la salvación, la buena muerte para todos? ¿Deseo la liberación de las almas del purgatorio? Cuando digo el padrenuestro, ¿ruego por todos?
Caridad en las palabras. Examinémonos cómo observamos la caridad en las palabras, cómo hablamos de los otros. ¿Sabemos cubrir los defectos? ¿Sabemos excusarlos? ¿Evitamos toda murmuración? ¿Salen siempre de nuestra boca palabras que siembran gozo, aportan paz, infunden ánimos y amor a la virtud y a los deberes?
Caridad en las acciones. La caridad requiere que, en lo posible, hagamos el bien a todos, especialmente con el buen ejemplo, que es la gran caridad.
Buen ejemplo en la puntualidad, buen ejemplo en el apostolado, en la piedad, en el estudio, en la observancia de la obediencia, de la castidad, de la pobreza: ¡nuestra vida puede ser una continua gran caridad!
El apostolado es el gran bien que aportamos a los hombres, como Jesús, que «propter nos hómines et propter nostram salutem, descendit de cœlis».2 ¿Hacemos | [RSP P. 113] el apostolado con recta intención, con aplicación? ¿Cómo hacemos la redacción, la parte técnica y la propaganda? Es el tiempo de sembrar esta caridad, ahora cuando tantos errores hay diseminados en el mundo.
«Caritatem facientes in veritate».3 Declarémonos confundidos ante Jesús: ¡qué lejos estamos de la caridad demostrada por él con todos: pecadores, enfermos, afligidos!
Oh Jesús, ¡cuánto hemos de avergonzarnos ante ti, nosotros que tantas veces no sabemos molestarnos por el hermano!
Señor, estamos todos reunidos ante ti, conscientes de tener que reparar las faltas de caridad individuales y las faltas colectivas, de todo el Instituto, contra esta virtud.
No nos hemos amado suficientemente en pensamientos, en sentimientos, en palabras, en obras, en el buen ejemplo, en el apostolado. Te rogamos aceptes en reparación de nuestros fallos
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tu propia Sangre ofreciéndola al Padre. A tu corazón le desagradan sobre todo las faltas contra esta virtud, porque el centro del Evangelio está aquí: ¡caridad, caridad!
En nombre de todo el Instituto, yo te pido perdón.
Recemos ahora todos el «Miserere».
TERCERA PARTE
Propósitos sobre la caridad.
El segundo precepto es semejante al primero: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22,39). «Anda, haz tú lo mismo» (Lc 10,37)
Rezaremos una parte del rosario: los misterios dolorosos.
Con el primer misterio doloroso pedimos la gracia de no faltar a la caridad en los pensamientos. Reflexionemos cómo Jesús se dispuso a ir a morir por los hombres.
Con el segundo misterio doloroso pedimos la caridad en los pensamientos, en los sentimientos, en el interior.
[RSp. p. 114] Con el tercer misterio doloroso pedimos la gracia de grabar aún más en nuestra mente que el segundo precepto es semejante al primero y pedimos la caridad en las palabras.
Con el cuarto misterio doloroso pedimos comprender cada vez más el «amarás a tu prójimo como a ti mismo» y pedimos la caridad en las obras.
Con el quinto misterio doloroso pedimos la perfección de la caridad que llega al sacrificio. De cada visita al Smo. Sacramento hay que salir con un propósito fijo, bien determinado (no muchos propósitos). Y hoy nos lo dan las palabras de Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
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1 Meditación dictada el jueves 13 de marzo de 1952. - Del “Diario”: «Hacia las 15 va a la “Villa S. Giuseppe” para una instrucción a los novicios; entreteniéndose por casi una hora. A la vuelta se prepara para la Hora de adoración en la Cripta, predicada sobre la caridad como medio de reparación».
2 «Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo», artículo del credo niceno-costantinopolitano.
3 Ef 4,15: «Siendo auténticos en el amor». El texto bíblico latino es: «Veritatem facientes in caritate», pero el significado sustancial no cambia.