Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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[RSP P. 96]
A JESÚS CRUCIFICADO1

La adoración de hoy va dirigida al crucifijo. Acompañemos hasta el Calvario al Salvador, con su Madre dolorosa. ¡Miremos a Jesús crucificado! La cruz era entonces una ignominia; ahora en cambio se eleva sobre las cimas de los montes, se expone en las escuelas y en las aulas de los tribunales. Después que Jesús murió en ella, la cruz ha pasado a ser un signo de victoria.

PRIMERA PARTE

Jesús fue crucificado porque vino a dar testimonio a la verdad. Murió por la verdad: «Desde ahora vais a ver al Hombre sentado a la derecha de la Potencia y llegar sobre las nubes del cielo» (Mt 26,64); «Luego ¿tú eres rey? -le dijo Pilato-. Contestó Jesús: Tú lo estás diciendo, yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a favor de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz» (cf. Jn 18,37). Jesús dio testimonio explícito a la verdad, proclamándose claramente rey, y diciendo haber venido justo para esto, «para dar testimonio a favor de la verdad». Los falsos testigos acusaban a Jesús de ser un seductor de las muchedumbres; pero un día ellos mismos habían dicho: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas como se debe, sin tener en cuenta lo que cada uno sea» [Lc 20,21]. Pilato condena a Jesús porque se proclama rey y dice la verdad. Nosotros en cambio le glorificamos por eso.
Jesús fue víctima de la verdad, como lo fueron también sus seguidores, los mártires de todos los tiempos: desde los primeros hasta los de hoy en día. Hemos de estar firmes en la verdad, profesar nuestra fe con sinceridad. Hoy la fe es demasiado débil, en general. Si nos mantenemos firmes en la verdad, poco a poco nuestra fe se orienta hacia Dios y el cielo.
[RSP P. 97] (Canto del himno a Jesús Maestro Verdad: «Lux una, Christe...»).2
Ante el crucifijo confesamos la divinidad de Jesucristo que pende de ese duro madero y confesamos también su realeza.
(Rezo del credo).
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SEGUNDA PARTE

«Y cargando él mismo con la cruz, salió para el que llamaban lugar de la Calavera (que en la lengua del país, se dice Gólgota); allí le crucificaron y, con él, a otros dos, a un lado y a otro; en medio, a Jesús. Pilato escribió además un letrero y lo fijó en la cruz; estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. Este letrero lo leyeron muchos judíos, porque estaba cerca de la ciudad el lugar donde fue crucificado Jesús. Y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Dijeron entonces a Pilato los sumos sacerdotes de los judíos: No dejes escrito: 'el rey de los judíos', sino: Este dijo: Soy rey de los judíos. Replicó Pilato: Lo que he escrito, escrito lo dejo. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado; además, la túnica. La túnica no tenía costura, estaba tejida toda entera desde arriba» (Jn 19,17-23).
Aquí tenemos a nuestro modelo, Jesús nuestro Camino. Él es ejemplo de misericordia: implora al Padre el perdón para quienes le clavaron en la cruz. Para el buen ladrón arrepentido tiene una promesa, que nos parece misteriosa: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» [Lc 23,43]. Tiene sed de almas: «Sitio» [Jn 19,28]. Lo ha concluido todo: «Consummatum est»! [Jn 19,30].
Ahora se comprende mejor la frase de Jesús: «Si quis vult post me venire ábneget semetipsum, tollat crucem suam».3 Se llegará como él incluso al Calvario, pero luego se llegará también a la ascensión al cielo. Si este es el camino de la gloria, ¡animémonos! Tenemos que beber también nosotros el cáliz del Salvador: «Cálicem meum quidem bibetis»,4 pero asimismo seremos glorificados con él.
(Canto del himno | [RSP P. 98] a Jesús Camino: «Tu certa, Christe...»5 y rezo del acto de caridad).
Examen de conciencia sobre las virtudes de las que Jesús nos da ejemplo en la cruz: la benignidad, la misericordia, la pobreza, la obediencia, la mortificación. Cada uno diga de corazón:
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«Acuérdate, oh Jesús, de mí cuando vengas como rey, y ten piedad de mí y de todos los pecadores» [cf. Lc 23,42]; «Oh Jesús encendido de amor...»;6 Confíteor.

TERCERA PARTE

Jesús, dando su vida por nosotros, nos salvó de la muerte. Y así como por el pecado de un solo hombre, todos nacemos con el pecado, así por la muerte de un solo hombre, que es también Dios, todos somos redimidos, justificados, rehabilitados [cf. Rom 5,12-21]. Somos de nuevo hijos de Dios y, como tales, también sus herederos, coherederos de Cristo [cf. Rom 8,17].
La Cruz es el estandarte de victoria; y asimismo símbolo de resurrección. Del costado abierto de Jesucristo «salió sangre y agua» [Jn 19,34]. Salió la Iglesia. El agua recuerda la del bautismo; la sangre recuerda el sacramento del cuerpo y sangre de Jesucristo, que nutre nuestra alma.
Jesucristo es nuestra Vida. Debemos desear que esta vida se comunique a todos los hombres, del polo norte al polo sur. Debemos pedir sobre todo la gracia de que podamos siempre alimentar esta vida sobrenatural en nosotros, mediante el sacramento de la Eucaristía y de la confesión, ¡que hagamos siempre bien nuestras confesiones! A veces, pasando por las calles de la ciudad, el corazón se nos encoge: se ve un gran movimiento, parece haber la máxima vitalidad, y sin embargo son «cadáveres ambulantes»; muchas de esas personas que caminan, no tienen la vida de Jesucristo en ellas, son almas muertas.
Con nuestro apostolado, debemos llevar la vida a estas almas; debemos llevar las almas a Jesucristo. Entendamos la naturaleza del apostolado: no estamos aquí para divertirnos; hemos de llevar las almas a los sacramentos, a la confesión y a la comunión; | [RSP P. 99] escribir sobre los sacramentos, medios de vida; ordenar a ellos todo nuestro apostolado; mientras no hayamos llevado las almas al confesionario, no hemos hecho nada, aunque las hayamos conmovido hasta las lágrimas. A estas lágrimas es
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necesario unir la Sangre de Jesucristo, para que obtengan el perdón de los pecados.
(Canto del himno a Jesús Camino: «Fons Christe...»7).
Jesús es llevado al sepulcro acompañado por María. Presentemos a Jesús, por medio de María, nuestras peticiones. Cada uno piense en las gracias que desea pedir, las que más le interesan, acerca de la piedad, el estudio, la pobreza, el apostolado.
(Padrenuestro, Salve Regina, Himno al divino Maestro: «Unus est Magíster vester...»8).
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1 Meditación dictada la tarde del domingo 2 de marzo de 1952.

2 «Oh sola luz, oh Cristo».

3 Mt 16,24: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga».

4 Mc 10,39: «El trago que voy a pasar yo, lo pasaréis».

5 «Tú, Cristo, eres el único Camino».

6 La invocación completa muy usada en Italia sonaría así: «Jesús, de amor encendido, ¡nunca te hubiese ofendido! Oh Jesús bueno y clemente, ¡no quiero más ofenderte!».

7 «Oh Cristo, fuente de vida...».

8 «Uno solo es vuestro Maestro».