Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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EL SANTO ROSARIO1

Para llegar a la santidad a que estamos llamados y cumplir bien nuestro apostolado, nos es necesaria la piedad, como nos es necesario el estudio, como nos es necesario alimentarnos y descansar en medida adecuada. Así es para cada uno de nosotros, y así es para el Instituto en su conjunto. Si hay suficiente piedad, habrá bendiciones del Señor en el estudio y en el apostolado; habrá una administración recta y regular, y el Señor no dejará faltar a los apóstoles el pan necesario; él, que provee a los pájaros, se cuidará de sus hijos amadísimos [cf. Mt 6,26].
La devoción a la Virgen en nuestra piedad ha de ocupar un puesto particular. Esta devoción tiene manifestaciones especiales. Ciertamente ninguno de vosotros olvidará las tres avemarías por la mañana y por la noche. Ninguno se olvidará de consagrar a la Virgen el sábado, el mes de octubre y el mes de mayo.
Esta mañana vamos a hablar del Rosario, del que tanto han escrito y dicho los sumos Pontífices, interpretando los deseos de Jesucristo y de la Virgen. En Lourdes y en Fátima, María ha exhortado al rezo del rosario.
La devoción al rosario es devoción fácil, eficaz, adecuada a todos los tiempos, lugares y personas. Hay que implorar la gracia de saber rezar bien el rosario, de saber meditar bien los misterios, de pedir en cada uno de ellos una gracia particular.
Cada misterio nos | [RSp p. 43] propone una enseñanza que sacar, una virtud que practicar, una gracia que pedir, tal como se enuncian los misterios en el Libro de las Oraciones.2 A medida que uno crece en la devoción, encuentra muchos otros modos para meditar los misterios, según las disposiciones, inclinaciones y necesidades propias, además de los puntos de meditación señalados en el citado Libro de las Oraciones.
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Es preciso que el rezo del rosario no sea monótono, sino inteligente. Quienes aman a la Virgen intensamente y comprenden la bondad y eficacia de la devoción a ella, llegan pronto a la práctica del rosario entero.
Conviene llenar los vacíos del día con misterios del rosario.
Si se reza bien el rosario, tendremos a lo largo de nuestra vida, las gracias necesarias para nosotros y para nuestro apostolado. Y cuando hayamos de emprender iniciativas o hacer algún sacrificio, tendremos a la Madre con nosotros. ¿Entendemos qué significa tener, ayudándonos, una tal Madre?
En el momento de la muerte, la Virgen, tantas veces invocada, vendrá a asistirnos; hará con nosotros como hizo con Jesús: cuando supo que había sido condenado a muerte, corrió a su encuentro para asistirle. Y será dulce reponer nuestro espíritu en las manos de María.
Propósito sobre el rosario: rezarlo, rezarlo abundantemente, rezarlo bien, con fruto.3
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1 Meditación dictada el sábado 23 de febrero de 1952.

2 Alude obviamente al manualito Las Oraciones de la Familia Paulina (o bien Oraciones de la Pía Sociedad de San Pablo, ed. 1952; ed. esp. 1993, p. 95-102). En él, a cada enunciación del misterio sigue una serie de puntos de meditación: Jesús en el rosario, María en el rosario, Fruto, Intención, Palabras, Eucaristía, Amor puro.

3 En el “Diario”, la meditación queda sintetizada así: «Para ser bendecidos por Dios en el estudio, apostolado, educación, pobreza, etc., es preciso tener una piedad justa y atinada. Y bien, con una devoción tierna y filial a María Sma. iremos adelante bien en todo. Por María se va a Jesús, como Jesús vino a nosotros por medio de María. - En 1916 quise contar todas las encíclicas y artículos que los Papas han escrito sobre el rosario de la Virgen; me salieron unas cuarenta. - Hagamos el examen de conciencia y escrutémonos para ver si conocemos bien a María, si la imitamos, si la damos a conocer. ¿Cuántos libros y artículos hemos leído sobre ella? ¡Han salido tantos! Preguntémonos si rezamos cada día el santo rosario, si meditamos los misterios (¡y cada uno de ellos nos lleva a meditar sobre tantas cosas de nuestra vida!) y si el rosario lo rezamos entero. - Si rezamos el rosario entero cada día, recibiremos muchas gracias. Serán 150 “avemarías” y en cada una recordaremos a la Virgen que ruegue por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”; y entonces ¿cómo podrá la Virgen abandonarnos?».