Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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COMENZAR BIEN LA JORNADA1

La Cripta está dispuesta de modo que por una parte se representa la unidad de espíritu de las varias Familias Paulinas y por otra haya la debida separación.
Comenzar bien la jornada. Comenzar bien la jornada significa disponerse a pasarla como si fuera la última de la vida. Disponerse luego al descanso como si de noche hubiera que morir. Si la jornada se comienza bien, se tiene la garantía de que estará llena de méritos; pero si la jornada no se comienza bien, tampoco se
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tendrá luego la fuerza necesaria para pasarla bien. Nuestra vida | [RSp p. 5] está toda dirigida al cielo; estamos sólo de viaje aquí abajo.
Pensemos en la eternidad. Eternidad: palabra que se pronuncia en un instante y que significa una duración sin fin.
Nadie puede vivir de fantasía. Vivamos en la realidad de la vida. La vida está toda ella ordenada a la eternidad. Es como para llorar al ver la necedad o la malicia o la debilidad de quien no ordena la vida a la eternidad. Preguntémonos: «¿Y si esta jornada fuera la última de mi vida?».
Cada mañana nos ponemos al seguimiento de Jesús. El camino del cielo es uno solo; Jesús nos lo repite, especialmente después de la comunión: «Yo soy el camino, quien quiera venirse conmigo, reniegue de sí mismo, cargue con su cruz y me siga» (Mt 16,24). Responderé a la invitación de Jesús: «Heme aquí, estoy dispuesto, a tu servicio, te seguiré donde quieras».
Hay que agradecerle al Señor por la buena noche pasada.
Al asearse, hacedlo como se limpiaría el cáliz o el copón que luego contendrán la Hostia, Jesús; reverencia hacia el cuerpo como se tiene al cáliz y al copón (así enseñaba el P. Giaccardo). Pero si uno comienza la jornada con un acto de desobediencia o de pereza, no la empieza del modo mejor...
Hay que correr enseguida a la iglesia, a la fuente de las gracias, como la cierva corre a la fuente de agua viva [cf. Sal 42/41,2]. «Dadles vosotros de comer..., no sea que se desmayen por el camino» (Mt 14,16; 15,32)2 dijo Jesús a los apóstoles, cuando ellos le urgían que despidiese a la multitud.
Si comenzamos la jornada haciendo bien la preparación de la mente con una buena meditación (precedida o concluida con el examen preventivo); con una buena preparación de la voluntad, asistiendo bien a la santa misa (misa entera y, posiblemente, con una breve introducción y una breve | [RSp p. 6] conclusión); con una buena preparación del corazón en la santa comunión, entonces tendremos la fuerza de pasar bien la jornada, una jornada llena de méritos, venciendo las dificultades y las tentaciones que puedan llegar, y uniéndonos cada vez más íntimamente a Jesús.
El alma que ama a Jesús, se entretiene a gusto con él, le habla de sus cosas, y en sustancia le dice: «Estoy contigo, Jesús,
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que eres el Camino, la Verdad y la Vida, que has pasado por la vía del Calvario, que has tenido también jornadas difíciles, pero luego has ascendido al cielo. Estoy contigo, que eres mi fuerza ahora y serás mi delicia en el cielo».
Comenzada bien la jornada, se pasarán asimismo bien las varias horas de estudio, de apostolado, de oración, y Dios estará con nosotros, con su fuerza, su luz y su gracia.
Empezad bien la jornada, ¡tendréis la garantía de que vuestra vida estará llena de méritos!
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1 Meditación dictada el miércoles 30 de enero de 1952. - Del “Diario”: «El Primer Maestro celebra en la Cripta hacia las 4/4,30; hace un frío que hiela los huesos. Después se queda rezando y escucha las misas que se celebran (3-4). A las 6,30 dicta a toda la comunidad la meditación».
Para confrontarla con el texto presente, he aquí la misma meditación referida por el P. A. Speciale: «La Cripta se ha hecho de modo que toda la Familia Paulina pueda encontrarse unida en oración alrededor del altar; y al mismo tiempo se ha hecho de modo que cada Congregación esté separada. Es el modo que ha parecido conveniente. Y ahora, al argumento.
Pasar bien la jornada. Quien la empieza bien está contento y es bendecido para el resto de las horas. Hay que dirigir todas las acciones a la eternidad. ¡Seamos realistas! Nos encontraremos pronto en la otra vida (para alguno quizás dentro de pocos años, para otros más tarde); de cualquier modo nos encontraremos todos o entre los bienaventurados del cielo gozando de Dios para siempre, o entre los condenados a sufrir por siempre. Nos toca elegir. Aquí está pues la importancia de ofrecer toda la jornada por Jesús. Desde la mañanita rezar el “Benedicamus Domino” y toda o en parte la coronita “Virgen María, Madre de Jesús, ¡haznos santos!”. Es una gracia que estemos aún vivos. El aseo del cuerpo ha de hacerse con el cuidado y esmero con que se limpia el copón o el cáliz consagrados que van a contener el cuerpo y la sangre de Jesús. Así se expresaba el P. Giaccardo hablando a un clérigo, ya sacerdote.
Quien por la mañana come el Pan del cielo no desfallece durante el día y por el camino.
En práctica, la jornada se pasa bien, con una buena meditación (preparación de la mente), con una buena misa (preparación de la voluntad), con una buena comunión (preparación del corazón y de todas las fuerzas). Si el sarmiento está unido a la vid, produce fruto y por tanto no muere. Y esta linfa divina se nota durante la jornada. Pasar bien la jornada es acabarla bien. Si una soga está bien tensa y fija en los dos extremos con dos buenos clavos, seguramente que no cae; pero si falla un clavo, la soga ciertamente cae. Este ejemplo o parangón sirve para darnos a entender y recordar lo que hemos dicho, que la jornada tiene que ser santificada de principio a fin».

2 La cita en el original es Mt 15,34.