Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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SANTO TOMÁS DE AQUINO1

Hoy damos gracias al Maestro divino, que por medio de santo Tomás de Aquino2 ha otorgado muchos beneficios a la Iglesia, tanto que el oremus de la misa dice: «Oh Dios, que iluminas a tu Iglesia con la admirable doctrina del bienaventurado Tomás, tu confesor, y la fecundas con sus santas obras: concédenos, te rogamos, comprender sus enseñanzas e imitar su vida». Él hizo fecunda a la Iglesia con su apostolado y la ilustró con su doctrina.
La Iglesia, en la liturgia de hoy, nos hace notar que santo Tomás fue un modelo de inocencia y tuvo ciencia altísima. Pidamos al Señor el amor a la inocencia, a la pureza, a la ciencia.
Quienes aman la ciencia hablan noblemente, viven en una atmósfera elevada, no se pierden en chismorreos o en murmuraciones contra los hermanos.
Quienes aman la inocencia y viven en ella, aman la sensatez, tienen el don del consejo, aspiraciones elevadas; no se rebajan a groserías, a mundanerías o a bromas, ni de palabra ni de hecho. Estas mundanerías degradan el espíritu, y entonces es difícil que en un alma entre la sabiduría divina.
Santo Tomás desde niño mostró su tierno afecto a María Sma. Tuvo que luchar mucho por su vocación, contra las pésimas astucias que le tendieron los de su casa. A las hermanas, que fueron a convencerle de volver con la familia, él las convenció a dedicarse al servicio de Dios y a consagrarse al Señor.
Entrado en la Orden dominica, se dio sin tasa al estudio; nunca abrió un libro ni tomó la pluma en su mano sin antes haber rezado (esto sirve tanto para | [RSp p. 62] quien estudia, como para quien se dedica a la redacción).
En determinado momento, tras haber escrito tanto, tuvo alguna duda sobre sus libros, pero el Crucifijo se las disipó, diciéndole:
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«Bene scripsisti de me, Thoma».3 Y ante la pregunta: «¿Qué premio quieres?», él respondió: «Non aliam nisi Te».4 Pidió ver al Señor en el paraíso, la máxima recompensa que hubiera podido desear.
Estudió a los Padres, predicó mucho, se le llamó el ángel de las escuelas; y se le ha puesto como modelo para los estudiantes. De él debemos aprender la inocencia de la vida y el amor a la pureza, a la virtud. Formemos un ambiente elevado.
¿Qué pretendemos? ¿Que el mundo no sea como es? ¿Que el Señor, después de haber creado el mundo, nos construya también los puentes? ¿Que nos asfalte las carreteras? ¿Que nos haga el pan? ¡Consideremos la vida tal cual es: un medio para alcanzar la eternidad! Creamos ahora; en el cielo veremos.
¿Cómo estamos en el amor al estudio? ¿Se toman en cuenta las conferencias? En clase y en el salón del estudio ¿se ocupa bien el tiempo? ¿Hay en nuestras casas un ambiente elevado, que espira perfume de azucena, o están manchados los muros de pecados de pensamientos, de palabras o de actos?
¡Elevarse! Llamados a ser ciudadanos del cielo, hemos de procurar vivir ya desde ahora en la atmósfera que respiran, por decirlo así, los querubines y los serafines en el cielo. Se requiere esfuerzo: el aeroplano no despega por sí solo hacia el cielo, se necesitan algunos medios; así es también para nosotros: se requiere esfuerzo para levantarnos hacia el cielo.
Pidamos, por intercesión de santo Tomás, el amor a la ciencia y a la virtud.
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1 Meditación dictada el viernes 7 de marzo de 1952. - En la liturgia preconciliar ese día caía la memoria de santo Tomás de Aquino.

2 Tomás de Aquino (1225-1274), nativo de la Campania (Italia); sacerdote dominico, estudió en París y Colonia. Sus obras más célebres son la Summa Teológica y la Summa contra gentiles. Canonizado en 1323; declarado doctor de la Iglesia y patrón de las universidades católicas en 1880.

3 «Has escrito bien de mí, Tomás».

4 «Ningún otro [premio] fuera de ti».