BENEFICIOS QUE SE RECABAN DE LEER LA SAGRADA ESCRITURA1
Muchos beneficios nos vienen de la lectura de la sagrada Escritura; recordaremos particularmente tres.
1. En primer lugar, aumento de fe: los milagros que en ella se narran y las profecías que van cumpliéndose en el curso de los siglos producen aumento de fe.
2. Aumento de esperanza: la esperanza cristiana de tener en esta vida las gracias necesarias para nuestra salvación y el paraíso en la otra; la bondad del Padre, la muerte de Jesucristo en cruz, su presencia en la Eucaristía, constituyen nuestra confianza.
3. Aumento de caridad: se considera el amor del Padre: «Sic Deus dilexit mundum ut Filium suum Unigénitum daret»;2 el amor del Hijo «qui dilexit me | [RSp p. 87] et trádidit semetipsum pro me»,3 y la caridad del Espíritu Santo, el espíritu del amor.
En la Biblia hay una referencia a todas las virtudes individuales y al sacerdocio de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. En el Evangelio tenemos la referencia a todas las virtudes sociales. Todo cuanto de bien se va practicando, incluso a favor de los pobres, los obreros... todo está ya contenido en la Biblia; así como también se contiene en ella, particularmente en el Evangelio, cuanto se refiere al estado religioso.
En la Biblia está todo; la Biblia es camino, verdad y vida para el apóstol de la Edición.
Ahora, a conclusión de esta fiesta hagamos nuestras promesas; promesas que cada cual llevará con él y tratará de practicar.
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Si llevamos siempre el Evangelio con nosotros y lo practicamos, nuestro progreso individual será evidente; entonces el Instituto dará grandes pasos; entonces cumpliremos la misión que Dios nos ha confiado por medio de la Iglesia.
En el Evangelio se apoya la pluma que hemos ofrecido a Jesús Maestro,4 como signo de la promesa que hemos hecho de esforzarnos, de comprometernos en la redacción, la promesa de escribir en conformidad al espíritu de la Iglesia, la promesa de rezar por los escritores, de apreciar y hacer apreciar sus fatigas.
Estas son las promesas que deben hacer los apóstoles de la edición, particularmente quienes se dedican a la redacción.5
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1 Meditación dictada por la tarde del mismo domingo 16 de marzo de 1952, después de la procesión, la bendición y la entronización del Evangelio. - Del “Diario”: «La procesión con la estatua del divino Maestro y con el sagrado texto del Evangelio fue a las 16 de la tarde, transcurriendo desde la Cripta por los patios que rodean nuestras casas y las de las Hijas de San Pablo. Al final de la procesión, el Primer Maestro, que hizo de celebrante principal, puso el sacro Texto en el nuevo reclinatorio entre dos velas, y después, desde el altar central, tuvo el sermón, concluyendo con la lectura de las “promesas” que hemos reproducido más arriba».
2 Jn 3,16: «Así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único».
3 Gál 2,20: «...me amó y se entregó por mí».
4 Esa pluma, de oro, con la tradicional forma de pluma de oca, estuvo en el facistol-reclinatorio de la Cripta hasta los años 70.
5 Sobre esta celebración véase el artículo “Fiesta del divino Maestro” publicado en el San Paolo de marzo de 1952, donde se da también el ritual de la bendición del evangelio.