Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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NUESTRA VOCACIÓN1

Esta mañana agradecemos al Señor, con María, el don de la vocación a la vida religiosa. Después del bautismo, la vocación a la vida religiosa es la mayor de las gracias. María es la más perfecta religiosa: castísima, obedientísima, amantísima de la pobreza. Y después de ella, san José, perfecto religioso: castísimo, obedientísimo, amantísimo también él de la pobreza y del trabajo.
El Señor ha querido entre sus fidelísimos formarse una elite, es decir una selección de almas que estuviesen con él, le siguieran también por el camino de los consejos, para subir a los más altos grados de santidad, y consiguientemente a los mejores lugares en el paraíso. De veras el Señor, así como llama más cerca de sí en esta tierra, así llama más cerca de sí en el paraíso a las almas que quieren seguirle.
Hay que fijar la vista en ese puesto escogido que nos aguarda; tratar de acercarse cada vez más a los querubines, a los apóstoles Pedro y Pablo, a la Virgen, a Jesús: ¡que el corazón esté siempre allá arriba en un puesto muy distinguido!
Jesús, para formarse esta elite de almas, les habla en la intimidad, con la palabra y con el ejemplo, de la castidad, de la obediencia y de la pobreza: «Si quieres ser un hombre logrado...» [Mt 19,21]. ¡Esta es la elite, los perfectos! No es que lo seamos ya, pero queremos serlo, y nos esforzamos para ello.
Entre las varias formas de vida religiosa, está la nuestra, la paulina, que por una parte, es la búsqueda de una gran santidad, a la que nos invita nuestro Padre y protector san Pablo; y por otra, es el apostolado con los medios más eficaces y rápidos.
Si los demás Institutos deben actualizarse por consejo, nosotros debemos estar actualizados por mandato, para amoldarnos a las Constituciones, | [RSp p. 33] para no dejarnos dominar por el entumecimiento espiritual, por la anemia del cristianismo, la indiferencia.
Aquí se imprime el Evangelio, allí los santos Padres; en otra parte se imprimen vidas de santos, libros de cultura; es una carrera
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a porfía de actividades: ¡adelante en esta línea! La fidelidad a las gracias de hoy nos asegura las gracias mayores de mañana. Los comienzos son siempre muy humildes; pero, si se corresponde, «majora facient».2
La puntualidad, la costumbre a la puntualidad, a la rapidez, [nos asocia] a María, ella que fue «a toda prisa» a visitar a santa Isabel [cf. Lc 1,39]. La piedad es ciertamente el gran medio para corresponder a nuestra vocación. ¡Nada de monotonía ni prolijidades, que son la tumba de la piedad, sino ser puntuales en comenzar y puntuales en acabar!
La devoción es la prontitud a cumplir en el servicio de Dios. Si no os establecéis bien en los pensamientos contenidos en el Secreto del éxito, no tendréis frutos; y, en cambio, nosotros queremos recabar el mayor fruto en la piedad, en el estudio, en el apostolado, en la pobreza, porque nuestros apostolados son costosísimos.
Hay que rezar con recogimiento el Pacto.
Entre lo que hemos de valorar en nuestra vida está esto: tenemos muchas misas. Hemos de unirnos a todas, aunque debamos atender a otras cosas necesarias. Sí, hemos de unirnos a todas las misas celebradas por nuestros sacerdotes, en todas las naciones, y por los sacerdotes de todo el mundo.
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1 Meditación dictada el sábado 16 de febrero de 1952.

2 Cf. Jn 1,50: «Harán cosas más grandes», referido a los llamados por Jesús.