LA REDACCIÓN EN EL APOSTOLADO1
Hemos cantado las letanías, o mejor las invocaciones a los santos escritores, con la intención de rezar por cuantos se ocupan de la redacción, sea que escriban libros o que se ocupen de cine o preparen programas para la radio; en sustancia por la redacción, pues el apostolado tiene siempre tres partes: redacción, técnica y divulgación.
Nuestra vocación se manifiesta especialmente con tres signos: 1° el amor a la verdad; 2° la imitación, el amor a Jesús; 3° el amor a la piedad.
1. El amor a la verdad se demuestra con el amor al catecismo, a las buenas lecturas, a los libros de los santos padres y a la sagrada teología y su divulgación. El amor | [RSp p. 46] a la verdad se demuestra asimismo con el amor a la veracidad.
2. El amor y la imitación del divino Maestro: la pureza, el espíritu de orden y de pobreza, la docilidad a la Iglesia y a los superiores.
3. El amor a la oración: el amor a la devoción; el amor a Jesucristo sacramentado, a María, al culto sacro.
La vocación es seguir más de cerca a Jesús Maestro, que es Camino, Verdad y Vida, queriendo conocer y dar a conocer la verdad; y queriendo imitar y hacer imitar las virtudes del Maestro divino; es sentir amor a la oración queriendo llevar a los demás a ella. Así vendrá el apostolado, que es fruto de la vocación, un fruto que debe derivar de una raíz buena.
Dios misericordioso, incluso tras la caída de Adán y Eva, no ha dejado al género humano sin luz. La palabra de Dios a través de los profetas, a través de Jesucristo y a través de la Iglesia, ha guiado y guiará siempre los hombres a la vida eterna. La Iglesia recaba las verdades de la Escritura y de la Tradición, las interpreta y nos las propone para creerlas.
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En las letanías, primero se pide perdón al Señor (porque para presentarnos a Dios debemos antes hacer limpieza); luego invocamos a la Sma. Trinidad y nos dirigimos en particular a Jesucristo, el Verbo del Padre, el Maestro bueno que es Camino, Verdad y Vida, la expectación de los profetas, el Maestro de los apóstoles, el Doctor de los evangelistas, la luz de los padres y de los doctores, el ejemplar de los santos. Después nos dirigimos a María, que es la Madre de Cristo y Madre nuestra, la Madre de la divina gracia, para que podamos aprender; enseguida nos dirigimos a los santos escritores, sea del Antiguo como del Nuevo Testamento; invocamos a los padres apostólicos, los doctores de la Iglesia oriental, que en los primeros siglos dio tantos santos y tantos mártires. Invocamos luego a los padres y doctores de la Iglesia occidental.
[RSp p. 47] También invocamos a dos santas escritoras: santa Teresa [de Ávila] y santa Catalina [de Siena],2 que nos han dejado libros llenos de sabiduría y de piedad.
Después pedimos a Dios que nos libre de todo mal, de la negligencia en el estudio de las cosas santas, y ello por el misterio de la encarnación de Jesucristo, por su predicación y divinísima vida, por su pasión y por su muerte.
Conclusiones prácticas: estudiar, aprender bien la ciencia sacra y las lenguas, para poder comunicarla; estudiar la literatura de las varias naciones, para poder escribir y difundir. Invocar a los escritores santos, particularmente para la redacción y luego para el apostolado en general, y para cuantos se dedican a él o se preparan.
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1 Meditación dictada el martes 26 de febrero de 1952. - Del “Diario”: «Celebra de mañanita, hacia las 4; luego se queda para la acción de gracias y escuchar otras misas y prepararse a la meditación. La noche anterior había pedido el librito con la Letanía de los Escritores. A las 6,30 comienza la meditación haciendo cantar a todos la Letanía de los Escritores. Luego explica el motivo».
2 Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica. Su doctrina mística está contenida en sus trescientas cartas además de en el Diálogo sobre la Divina Providencia. En 1939 fue proclamada patrona de Italia, en 1970 doctora de la Iglesia y en 1999 compatrona de Europa.