Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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EL APOSTOLADO1

La intención de la meditación de hoy es esta: obtener de Jesús Maestro una mayor inteligencia para el apostolado, un deseo ardiente de ayudar a las almas a salvarse y por tanto una dedicación generosa al apostolado del sufrimiento, de la oración, de la edición.2
El segundo fin de nuestra Congregación3 es dar a conocer la doctrina de Jesucristo con los medios más rápidos y eficaces: la prensa, el cine, la radio, etc. Un solo amor: Jesucristo, que vive en el sagrario; por tanto, servicio diligente al altar, oración abundante y fervorosa, que alimente el espíritu. De esta nutrición brota el apostolado de la edición. Ciertamente si san Pablo viviera ahora, usaría los medios más eficaces y más rápidos para llegar a todos, como en sus días, para llegar a todos, escribió catorce inmortales Cartas4 inspiradas por el Espíritu Santo.
Jesús es el Apóstol del Padre. Él, tras haber pasado una noche en oración, escogió a los doce para hacerles partícipes de su apostolado [cf. Lc 6,12-13]. Luego eligió a los discípulos y les mandó por las ciudades para preparar los ánimos a recibir su palabra [cf. Lc 10,1]. Lo que entonces hizo Jesucristo, se repitió en los siglos, siguiendo su mandato: «Id y | [RSp p. 26] haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enseñadles a guardar todo lo que os mandé: mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad» (Mt 28,20).
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No crea el apóstol acabar su vida entre aplausos. «Mirad que os envío como corderos entre lobos» (Lc 10,3). Si uno desempeñase su apostolado en medio de aplausos, buscando la aprobación de los hombres, habría anulado e impedido el fruto de su palabra. Sólo por Jesucristo debe obrar el apóstol, llamado a difundir la divina palabra.
Santidad y apostolado: ¡oh, la divina vocación que tenemos! ¡Oh, la confusión de no saber aún ejercitar convenientemente nuestro apostolado! No es el trabajo lo que mancha las manos; ¡sólo el pecado las mancha! La cosa mejor es «arder e iluminar»5 dice un santo Padre. San Pablo se preparó a su misión con el estudio y el apostolado; en Antioquía, entre los apóstoles y los fieles, se mantenía humilde, en el último puesto, silencioso, buscando únicamente la gloria de Dios. Se necesitó la palabra directa de Dios para ponerle sobre el candelero [cf. He 13,1-2]. Se requiere preparación al apostolado, con el estudio y la piedad sincera; todo debemos recabarlo del sagrario. Jesús escogió a sus apóstoles «ut essent cum illo», para que estuvieran con él [Mc 3,14] y aprendieran a rezar y hacer como hacía él.
Esta meditación profunda, esta piedad honda, este estudio intenso son necesarios para una buena preparación al apostolado; si no, quien está vacío ¿qué dirá? «Demasiadas almas viven entumecidas», lamenta el Papa, y añade: «Es hora de dar otros pasos, es hora de sacudir este funesto letargo».6
Hay personas que tras meses y años de haber entrado en la
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San Pablo,7 saben aún poquísimo. ¿Pero por qué no aprendéis? ¡Es hora de despertaros del sueño! [cf. Rom 13,11].
«Es necesario rehacer todo un mundo | [RSp p. 27] desde sus fundamentos». Yo estoy persuadido de que no todos comprenden la gravedad de esta frase, pero muchos sí la comprenden. Sesenta millones de organizados estaban representados este otoño en el Congreso del Apostolado de los Laicos: éstos sí comprenden la urgencia y la gravedad de la obra que realizar.8
Si amáis a ese Jesús que habéis apenas recibido en vuestro corazón, escuchad su invitación: «Proclamad la buena noticia a toda la humanidad» [Mc 16,15].
¡Vocaciones! Rogad a María que suscite apóstoles que en todas partes prediquen a su Hijo. Se busca la verdad, la felicidad, y en cambio se ofrece a los hombres algo que se resuelve en tormento y desilusión.
¿Cómo se hace el apostolado? ¿Hay buena voluntad? ¿Hay esfuerzo por aprender? ¿Hay estima hacia quienes desempeñan el apostolado en la redacción, en la técnica o en la propaganda?
Nadie debe estar mirando. Quien está mirando, juzgando, ya es culpable. Quien no hace está fallando continuamente. Dios nos pedirá cuenta de cómo hemos hecho nuestro apostolado.
Preparémonos a presentarnos a él con gavillas abundantes de almas, y concluyamos con la oración: «Para quien tiene sed de almas como Jesús».9
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1 Meditación dictada el martes 12 de febrero de 1952.

2 El “Diario” compendia el comienzo en estos términos: «La meditación de esta mañana tiene esta finalidad: obtener del divino Maestro la gracia de mayor inteligencia en nuestro apostolado. Apostolado de las Ediciones, que debe ser alimentado por la oración y por el servicio litúrgico».

3 El “segundo fin”, o fin apostólico, suponía como primero la “gloria de Dios” unida a la santificación de los miembros (cf. Constituciones 1949, art. 1).

4 Sobre el número de las Cartas paulinas los biblistas de hoy tienen sus reservas, distinguiendo las de indudable atribución de las consideradas como de la “tradición paulina”.

5 La expresión sale en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, referida a profetas, a Juan Bautista y, en la liturgia, a varios santos. Es notable la cita y el comentario de una convertida, la doctora Pía Scandiani (1903-1951), que tomó esa expresión como programa de vida: «Contemplar a Dios. Sumergirse en él, trámite Jesucristo. Donar a los demás el Dios contemplado. Enamorar de él a los demás. Arder e iluminar. Estar en la escuela de Jesús, única Verdad, para dar a Jesús, única Verdad» (Convertida del Hebraísmo, Autobiografía, Ed. Pro Sanctitate, Roma 1979).

6 Del “Diario”: «[El Primer Maestro] termina la meditación leyéndonos algunas líneas del radiomensaje que el Papa dirigió el domingo pasado a los fieles. Se trata de una exhortación en la que Pío XII anhela una acción regeneradora y salvadora especialmente por parte de los hombres de buena voluntad. He aquí algunas palabras que subrayó: “Es necesario rehacer todo un mundo desde sus fundamentos, es necesario trasformarlo de salvaje en humano”».

7 Se entiende: en la Pía Sociedad de San Pablo.

8 Sobre este tema el P. Alberione volverá con más insistencia en 1958, al exponer las finalidades de los institutos San Gabriel Arcángel y Virgen de la Anunciación (cf. San Paolo, mayo 1958).

9 Cf. Las Oraciones de la Familia Paulina, en varias ediciones [it.: 1952, pp. 28-30; 1985, pp. 40-41] y formulaciones (Ofertorio paulino).