Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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EL INFIERNO1

¡Hay que fortalecer la piedad! Y en esto entra también la selección de los cantos, entonando los que están repletos de verdad, de espíritu, de sentimiento religioso, es decir los que expresan nuestra fe, nuestra voluntad de servir fielmente a Dios, y nuestro amor a él.
Cantemos cosas hermosas, llenas de sentido, de devoción, | [RSp p. 39] de modo que resulten bien las funciones, y no se saquen a colación cantos extraños.2 La Familia Paulina debe también ser maestra de «piedad».
Consideremos ahora lo que vendrá después de la muerte, los tres estados en que podrá encontrarse el alma. Conviene a este respecto leer las descripciones de las penas del infierno que hace santa Teresa en sus Obras, muy bien traducidas.3
Si se considerasen estos sufrimientos, y los del purgatorio, ¡ah, con qué atención se evitaría el pecado! ¡Ánimo, hijos, que nos aguarda el premio eterno!
Al haceros religiosos, no aspiráis a una vida de ocio, de placeres, de honores, sino a la vida eterna, al paraíso. Hemos de orientarnos siempre más hacia el cielo, la meta a que debemos tender, y liberarnos de cuanto nos impide el camino. ¿Es que, cuando se hace un viaje, uno se carga de equipaje inútil? Tomamos sólo todo lo que puede hacernos más seguro el trayecto. Viajaremos en un cuatrimotor, es decir: Eucaristía, María, Vida religiosa atenta, Apostolado; el [vehículo] más amplio que pueda imaginarse.4 Así se tiene la seguridad de hacer un buen viaje y de llegar a la meta.
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Conviene considerar a menudo la parábola del rico epulón y de Lázaro [cf. Lc 16,19-31]. ¡Qué contraste entre ambos! ¿Pero fue siempre así? No, en la otra vida hubo justicia, y el rico epulón tuvo que pedir un poco de alivio a Lázaro, sin poder recibirlo. Un abismo se había abierto entre los dos. Y tampoco pudo obtener, el rico epulón, que Lázaro fuese a regañar a sus hermanos. «Tienen a Moisés y a los Profetas, que los escuchen» (Lc 16,29).
Estemos con el Evangelio. No vayamos buscando teorías nuevas, bajo el pretexto de la modernidad (¡son modernas como Adán y Eva, que ya probaron la gula; como Caín, que era ya envidioso!). Los vicios capitales son siempre de gran actualidad, aunque se remontan a la más lejana antigüedad.
Nos toca ordenarnos, saber vivir: «age quod agis»,5 «attende tibi»;6 mira bien lo que haces.
[RSp p. 40] A medida que se va adelante, hay que adquirir el espíritu de libertad frente a la gula, la pereza, el orgullo. Aspiremos a la libertad de los hijos de Dios. Si no sabemos regularnos en cuanto a comida y descanso, nunca seremos libres con auténtica libertad. Cuando uno sabe regularse en la comida y el descanso, adquiere salud (el exceso de alimento y de reposo no ayuda a la salud, la perjudica). ¡Cuántos se debilitan por no saber regularse!
Hay que adquirir energía, dominio de sí, agilidad en todo. Cuando se ve a los jugadores, piénsese lo que dice san Pablo [cf. 1Cor 9,24-27].
¡Agilidad y energía!, para vivir de veras como hombres, como cristianos, como religiosos; para de veras santificarnos; para gozar de mayores consolaciones divinas; para dar mayor gloria a Dios; para tener mejor salud y ligereza; para dar más buen ejemplo; para llevar una vida más serena; para vencer más fácilmente cualquier mala tendencia; para emplear mejor a gloria de Dios todas las fuerzas.7
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1 Meditación dictada el jueves 21 de febrero de 1952.

2 Este es el juicio al respecto registrado en el “Diario”: «No salir, cada tanto, con himnos y cantos nuevos que en vez de fomentar la piedad causan distracción. Hace unos años se tuvo la triste ocurrencia de reunir en un libro (¿“Lauda Síon”?) estos cantos; pero si a alguien le viniera aún la idea de reimprimirlo, yo le diría que más bien lo quemara». No menos drásticas, en este campo, fueron algunas intervenciones, como cuando, la tarde del 20 de marzo de 1952 y en noviembre de 1954 (en el Santuario, la víspera de la Dedicación), el P. Alberione se levantó del banco y subió al presbiterio para imponer la interrupción de unos cantos, nada más entonados, considerados inapropiados a la circunstancia, y hacerlos sustituir con cantos “nuestros”.

3 Las obras de santa Teresa de Ávila (Teresa de Cepeda y Ahumada, 1515-1582) -El Libro de mi Vida, El Castillo interior, Camino de perfección, Fundaciones, etc.- fueron traducidas en italiano por la Maestra Nazarena Morando FSP (1904-1984) y publicadas en la colección “Maestros espirituales”.

4 Es original esta metáfora aeronáutica, usada aquí quizás por primera vez. Pero no resulta inesperada, por parte de un hombre que había hecho ya el periplo del planeta, a bordo de los “Superconstellation” de Air France y de la TWA (cf. “Por vía aérea, contactos con los cinco continentes”, en Carissimi in San Paolo, pp. 1007-1048).

5 «Haz bien lo que haces»: proverbio latino.

6 «Preocúpate de ti»: advertencia frecuente en la Biblia: cf. Tob 4,13; Si 29,27; 1Tim 4,16.

7 Del “Diario”: «Al final de la meditación hizo rezar la oración ofertorial: “Señor, te ofrezco con todos lo sacerdotes, etc.” y después mandó entonar un canto apropiado, indicando él mismo la página».