LA REPARACIÓN1
Evangelio del domingo de Quincuagésima: «Jesús se llevó consigo a los Doce y les dijo: Vamos a subir a Jerusalén y va a cumplirse todo lo que escribieron los profetas acerca del Hombre | [RSp p. 44] Le entregarán a los paganos,2 se burlarán de él, le insultarán, le escupirán; después de azotarle, le matarán, pero al tercer día resucitará. Ellos no entendieron nada de este lenguaje...». Sigue el relato de la curación de un ciego cerca de Jericó (cf. Lc 18,31-43).
Los apóstoles no entendieron..., el sentido de las palabras de Jesús les estaba escondido... A menudo somos como los apóstoles. Se necesita mucha luz y gracia; pero también un corazón abierto y buena voluntad para entender y hacer lo que el Señor desea.
Hoy, último domingo de carnaval, en muchas parroquias suele hacerse la jornada reparadora. Nuestra reparación debe entonarse a nuestro espíritu: reparar los pecados que se cometen con la mala prensa, el cine inmoral, la radio mala.
Estos pecados son los más numerosos. Algunos diarios tiran hasta 6 ó 7 millones de ejemplares. ¿Y cuántos son los espectadores del cine y del cine inmoral? ¿Y cuántas son las transmisiones no buenas?
Estos pecados son los más graves, van directamente contra Jesucristo: cátedra contra cátedra. Y son los pecados de | [RSp p. 45] consecuencias más dañinas. ¿Quién podría decir el mal que se deriva de estos pecados? El espíritu del mal se sirve de todas las invenciones modernas para difundir lo que es contrario a la doctrina católica, lo que es contrario a la moral católica y al culto católico.
Hemos de reparar:
1° con la diligencia en el apostolado;
2° con funciones hermosas, devotas;
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3° con la aplicación al estudio.
Reparación vital significa reparar con el amor a la Congregación. El Señor nos ofrece los medios más eficaces, más fecundos para hacer el bien: ¡debemos asumirlos!
No hemos de tocar nunca una publicación mala; ni asistir nunca a cines no buenos; ni escuchar nunca la radio cuando transmite cosas no buenas, no aptas para nosotros o que están fuera de tiempo.
Estas cosas están ya reguladas por la legislación eclesiástica. Y de todos modos, para regularlas está siempre la ley natural.
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