Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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[RSp p. 30]

LA VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO1

Pidamos a los ángeles custodios que nos obtengan esta gracia de Jesús eucarístico: saber adorarle como ellos le adoran. Los ángeles recogen en sus manos nuestras plegarias y las presentan al Señor junto a sus propias adoraciones, agradecimientos y súplicas inefables.
Nuestras visitas sean luz para nuestra mente, es decir ejercicio de fe, pues Jesús es Verdad; examen y propósitos, pues Jesús es Camino; oraciones y súplicas para obtener gracias, todas las gracias necesarias al espíritu, al estudio, al apostolado, a la pobreza, pues Jesús es Vida. Y luego el santo rosario, en el que pedimos las gracias necesarias por medio de María.
Es cierto que quien hace bien la visita, hará bien asimismo la meditación, la comunión, oirá bien la misa2 y se nutrirá en su espíritu. Hay que dar el primer puesto a la visita, a la oración: nuestro primer fin es nuestra santificación. El bien viene de Dios: ¡metérselo bien en la cabeza!3
El medio más eficaz para encontrar buenas salidas en nuestras dificultades es siempre la oración. Puede suceder que se busque durante meses y meses una solución y no se logre encontrarla: ¡vete al sagrario! «No sé ya dónde meter la cabeza»,
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decía una persona que se encontraba en muchas dificultades internas y externas. «Date de cabezadas en el sagrario». Otra persona no sabía cómo resolver una situación, pero no rezaba: pedía consejo a todos y no a Dios. Se encontró con uno que venía de la adoración y le preguntó qué le había dado a entender Dios mientras oraba, y le respondió: «Que se piden, tal vez, consejos y auxilios a todos | [RSp p. 31] excepto a él. - Pero yo esto no lo entiendo». Respondió la otra persona: «¡Lo entiendo yo!».
Cuando no hacemos bien la visita, no sentimos la necesidad de Dios, no sacamos provecho, ¿debemos por eso abandonarla? No, sino hacerla mejor.
Nuestro primer trabajo es la santificación, luego viene el apostolado. Pero todo ello, al ser sobrenatural, ha de venir de Dios. ¿Creemos quizás que baste nuestra inteligencia, nuestra salud, los consejos recibidos a derecha e izquierda (y no siempre de Dios)? No, no bastará todo esto. Se requiere la luz, la gracia que viene de Dios.
«¡Pero yo tengo tantas cosas que hacer!». Pero la primera que debes hacer es salvar el alma; se necesita, pues, la oración.
El abandono de la oración significa querer ir por nuestra cuenta; se dice prácticamente: «No necesito a Dios». ¿Y creemos que, yendo por nuestra cuenta, podremos hacer algo bueno?
Lo que toca a nuestra santificación y a nuestro apostolado, ¡viene de Dios, de Dios!
Así pues, esta mañana hagamos el propósito sobre la oración, y particularmente sobre la visita.
Una cosa es la oración del niño y otra la del adulto. Al llegar a una cierta edad, se siente más necesidad de Dios. Se comprende mejor cómo hay que rezar: nuestra oración tiene que ser más sensata.
Cuando la oración no es suficiente, o no se hace bien, entonces nos convertimos en menos caritativos, menos pacientes, menos obedientes..., porque falta Dios.
¿Rezamos suficientemente, en cuanto a tiempo? ¿Y rezamos suficientemente bien, con las debidas disposiciones de fe, humildad y perseverancia?
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1 Meditación dictada el jueves 14 de febrero de 1952.

2 Para comprender esta distinción entre la comunión y la misa (como si fueran realidades distintas) y el acostumbrado verbo “oír” la misa, debe recordarse que antes de la reforma litúrgica posconciliar, la celebración eucarística concedía una reducida participación activa de los fieles, y además éstos no siempre se acercaban a la comunión.

3 Del “Diario”: «El primer trabajo que aprender en nuestra Congregación, y en la Familia Paulina, es la oración. Es el medio de los medios. Con él se recaba el agua de la fuente, de la fuente de toda gracia... Cuando falta Dios, falta toda virtud: obediencia, pobreza, castidad, etc. Cuando está Dios, está todo... Ha habido algunos católicos que se han pasado a la parte protestante; y bien, leyendo un artículo escrito por un escritor protestante que decía: “La Iglesia Católica ha limpiado su jardín y ha tirado las malas hierbas en el nuestro”, yo he pensado que las malas hierbas, para ese escritor, son quienes ya no rezan y que no son buenos ni en una parte ni en la otra».