Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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CONCLUSIÓN

Como colofón a las treinta1 reflexiones que hemos hecho sobre la sagrada Escritura, consideremos también cómo usar la Biblia provechosamente para nosotros. Veremos de manera especial:
1. Cuándo leerla; 2. Dónde leerla; 3. Cómo difundirla y hacer que se lea.

Cuándo leer la sagrada Escritura


Cada cristiano debería proponerse una norma: hacer cotidianamente la santa comunión y leer la Biblia. Incluso deberían ser más a lo largo del año las lecturas de la Biblia que las comuniones sacramentales, porque la sacramental sólo podemos hacerla una vez al día, mientras que tenemos a nuestra disposición la Biblia y podemos leerla a lo largo del día las veces que queramos.
Hay institutos religiosos, por ejemplo los salesianos, que lo hacen así no sólo como una práctica piadosa, sino como norma establecida en sus constituciones. El beato2 Don Bosco, glorioso fundador de los religiosos citados, afirmaba que no conocía un método mejor para ser buenos predicadores
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que la lectura de la Biblia. Y en otra ocasión confesaba que él, deseando ser un buen director de jóvenes y clérigos, como lo fue, no supo hacer nada mejor que leer la santa Biblia. Cuando sus misioneros se disponían a surcar el océano, les aconsejaba que llevaran consigo el libro de los santos Evangelios.
¿Ha sido eficaz la obra de los misioneros salesianos? Los hijos del beato Don Bosco realizan un bien inmenso en todo el mundo, especialmente entre los jóvenes.
La Imitación de Cristo pone el Evangelio a la misma altura que la comunión sacramental. No debe sorprendernos, pues ya el IV concilio ecuménico de Calcedonia se atrevió a más y dijo que al santo Evangelio se le debe el mismo acto de adoración que se da a la cruz de nuestro Salvador, Jesucristo: «Decretamos que el libro del santo Evangelio sea adorado con el mismo honor con que se adora la imagen de N. S. Jesucristo, liberador y salvador de todos».
Debemos llegar hasta el punto de sentir pena el día en que, por el motivo que sea, no hemos podido hacer la habitual lectura de la Biblia, sentir la pena íntima que embarga a las almas devotas cuando no pueden comulgar: les parece un día perdido, no se sienten felices, tienen una sed y un apetito misteriosos.
¡La Biblia! Llevémosla con nosotros, por lo menos algún capítulo, como viático para nuestra vida, y como lámpara encendida en nuestras manos, para que alumbre nuestra vida y diluya las tinieblas del maligno infernal.
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Dónde leer la sagrada Escritura


La santa Biblia se puede leer en las escuelas antes de comenzar la lección. Quien esté más adelantado en los cursos escolares, debe leer la Biblia todos los días. Es una lámpara en sus manos: Lucerna in manibus vestris.
¡Cuántas veces nos sentimos consolados, iluminados y guiados en nuestras aflicciones, dudas y dificultades de la vida cuando tomamos la Biblia y leemos al azar! Tras echarlo a suerte, el Señor hace que nuestros ojos se detenga en el versículo adecuado a nuestro caso.
Se narra que el muy docto san Alfonso, no consiguiendo resolver una cuestión difícil, tomó la sagrada Escritura, la abrió al acaso y encontró resuelta la cuestión.
En nuestros días se han multiplicado los libros de piedad y de devoción, pero no encontraremos ninguno tan práctico y universal como la santa Biblia, porque es para todo tipo de personas y sirve en cualquier tiempo de la vida.
Quien opte por el apostolado de la prensa y prescinda de la Biblia, no entenderá este divino apostolado, será como un sacerdote sin preparación. ¿Qué puede hacer un sacerdote que no esté preparado? ¿Cómo va a transmitir a las almas luz y fuerza si no las posee?
El llamado al apostolado de la prensa que no lee y no asimila las verdades divinas de la Biblia, y se desvía de lo que constituye su vocación. Podrá hacer alguna obra de apostolado, pero no infundirá vida en las almas. Podrá exhibir alguna exterioridad, pero nada de provecho.
¡Qué fácil es para quien ama y lee la Biblia comprender y llegar inmediatamente a las almas
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al núcleo de las cosas! En cambio, quien no ama la Biblia, busca con el apostolado de la prensa libros accesorios, títulos ruidosos, pero nada que llegue al fondo. Se le podría comparar a las personas inconsistentes que tienen mil devociones, que veneran a tal santo o santa y hacen reverencias, inclinaciones y genuflexiones, pero del santísimo Sacramento, el Santo de los Santos, que debería ser el primero en ser saludado y obsequiado, ni se acuerdan.
Que esas almas encuentren su camino, que es la Iglesia; que encuentren la verdad, que está en la Biblia; que encuentren su vida, que está en el Evangelio.

Cómo difundir la Biblia y hacer que se lea


La Biblia debe leerse en las escuelas, en las familias y por todas las personas. Es esto lo que debemos conseguir: que la Biblia entre en esos lugares. Para ello necesitamos armarnos de santo valor. En primer lugar es necesario componerla, imprimirla y encuadernarla con manos y corazón puros: «Innocens manibus et mundo corde».3
También necesitamos recta intención. Si no la tenemos, los sermones y las hojas impresas tendrán algún efecto, pero no harán el bien, no salvarán a las almas.
Si el apóstol quiere que esta gracia llegue a las almas, debe conseguir que previamente habite en él para que sus escritos sean benéficos y las almas se santifiquen.
No creáis que para realizar el apostolado de la prensa baste con iluminar e instruir a las almas; es necesario mover su voluntad, excitar su corazón y hacer que se enamoren de la virtud. Para eso se necesita
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la gracia, que únicamente se obtiene con la oración, las mortificaciones y los sacrificios. Sin éstos, la gracia no podrá pasar del apóstol de la prensa a las almas.
Otra cosa que necesitamos para ser eficaces es que practiquemos lo que queremos enseñar a los demás. Debemos precederles.
Imaginemos ahora el maravilloso espectáculo de la Virgen María leyendo con amor infinito, recogida y devota, la sagrada Escritura: cada palabra es para ella una saeta de amor y un impulso hacia Dios.
Imaginemos otro cuadro en el que se ve al Maestro divino leyendo, interpretando y meditando la sagrada Escritura en la sinagoga un sábado. Y terminemos dando gracias al Señor con el canto del Magnificat por habernos regalado este Libro divino en el que tenemos la verdad, el camino y la vida.
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1 Estas primeras líneas y quizá toda la conclusión parecen escritas por el compilador, B. Ghiglione, y aprobadas luego por el P. Alberione. A las treinta consideraciones se añade un capítulo de Apostolado de la Prensa, en las páginas 306-314 del texto original.

2 San Juan Bosco, entonces beato. Ver nota 4 de la p. 147.

3 Sal 23/24,4.