Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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DÍA XXVI
LA BIBLIA Y LA SAGRADA LITURGIA

SANTIAGO EL MENOR

A Santiago el Menor se le llama así para distinguirlo del otro Santiago, el Mayor, hermano de san Juan, a quien hizo degollar Herodes entre los años 42-44 en Jerusalén.
Hijo de Cleofás y de María, pariente de la santísima Virgen, era, como sus hermanos Judas, Simón y José,1 primo de Jesús, pues en el Evangelio se le llama varias veces hermano del Señor, y sabemos que la santísima Virgen no tuvo más hijos que Jesús y que la palabra hermano se usa en el Evangelio para designar tanto a los hermanos como a los primos.
Fue uno de los doce apóstoles. Jesús le distinguió con una aparición después de la resurrección. Probablemente fue elegido obispo de Jerusalén.
Vivió casi treinta años en Jerusalén, y demostró tanta prudencia y santidad que hasta los judíos, adversarios suyos, le admiraban. San Pablo le considera una de las columnas de la Iglesia y le visitaba cuando pasaba por Jerusalén.
Fue martirizado del 62 al 64, bajo el pontificado de Ananías, en una revuelta popular provocada por los escribas y fariseos. Su fiesta se celebra el 1° de mayo juntamente con el apóstol san Felipe.
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LA CARTA DE SANTIAGO

La carta de Santiago está dirigida a los judeo-cristianos dispersos en diversos países para animarles durante las persecuciones, invitarles a conformar su vida con la fe cristiana y ponerles en guardia contra algunos (simonitas,2 nicolaítas3) que interpretaban erróneamente algunas palabras de san Pablo, como que no eran necesarias las obras buenas y bastaba la fe.
Santiago combate esta nefasta idea y, aunque habla de muchas otras virtudes, insiste en la justicia y la caridad y dice claramente que la fe sin las obras es vana, que no hay salvación exhibiendo solo doctrina y ciencia, que son necesarias las virtudes cristianas. Se trata de una carta que tiene forma de exhortación moral más que de carta.
Al breve prólogo le siguen las exhortaciones a la constancia y a la fe viva acompañada de las obras. A continuación reprueba a quien se las da de maestro y se detiene a hablar de la verdadera y la falsa sabiduría. Tras recomendar la paz y la concordia, amenaza a los ricos de corazón duro, habla de la paciencia y de los juramentos y dice lo que los cristianos deben hacer en diversas circunstancias, especialmente cuando están enfermos, para terminar recomendando orar por los pecadores.
Esta carta, escrita en Jerusalén hacia el año 60, parece suponer la carta a los Romanos, pues explica las ideas de san Pablo a quienes las habían entendido mal, diciendo que la fe exige las buenas obras y explicando que la justificación no viene de las obras de la ley, sino de las obras cristianas.
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REFLEXIÓN XXVI

La Biblia y la sagrada liturgia


«Tus decretos son maravillosos,
por eso yo los guardo»

(Sal 118/119,129)


Hemos dicho ya varias veces que la Biblia no es solamente luz para nuestra mente y camino para nuestra voluntad, sino también fuerza y gracia para nuestro corazón. Y como es este el fin principal de la liturgia, es decir, conseguirnos, por medio de los santos sacramentos y de los sacramentales, toda la gracia necesaria para santificarnos, trataremos de ella en esta tercera parte del mes, dado que intenta indicar cómo se pueden conseguir las gracias.
Veremos pues qué es la liturgia, la importancia que tiene y qué relación hay entre ella y la Biblia.

* * *

La liturgia puede definirse como el conjunto de actos del culto público ordenados por la autoridad eclesiástica.
La liturgia incluye todo lo que se refiere a estos actos del culto público, es decir, multitud de elementos, como son las personas del culto, las acciones y las cosas, los lugares y los tiempos litúrgicos.
Personas litúrgicas son, por ejemplo, todos los ministros inferiores que sirven en la santa Misa al ministro superior, es decir, el diácono, que a su
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vez sirve al sacerdote. Aunque el sacerdote tiene la facultad de celebrar la santa Misa, no la tiene para conferir esta facultad a otros; por encima de él está el obispo, que detenta el grado supremo de la sagrada jerarquía del Orden.
Personal litúrgico también son todos los que intervienen, por ejemplo, en una procesión.
Acciones litúrgicas son la celebración de la santa Misa, con el conjunto de sus ceremonias; el canto, las bendiciones, las consagraciones, la administración de los sacramentos y de los sacramentales; el rezo del Breviario, las procesiones, etc.
Cosas litúrgicas son todos los objetos que sirven para las diversas funciones sagradas. Algunos objetos son consagrados, como el cáliz y la patena; otros están simplemente bendecidos, como cruces, imágenes, cuadros, ornamentos, agua, incienso, etc.
Lugares litúrgicos son todas las basílicas, las iglesias, los santuarios, las capillas, los oratorios, los monasterios, los cementerios, etc.
Tiempos litúrgicos, en primer lugar el año litúrgico, que siguiendo un ciclo preciso hace desfilar ante nuestros ojos la vida de Jesús, de la Virgen María y las fiestas de los diversos santos, las horas en que debe recitarse el Breviario, celebrarse el santo sacrificio, etc.
Todo esto lleva a formar la liturgia, en la que puede decirse que todos los cristianos viven continuamente y de la que pueden obtener tesoros espirituales inestimables, pues la liturgia comprende cuanto de hermoso, de devoto y de santo, a lo largo de veinte siglos, ha podido concentrar en sus ritos la Iglesia, inspirada y guiada por el Espíritu Santo.
Millones y millones de fieles de todo el mundo
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se han saciado y santificado en esas fuentes cristalinas y abundantes.
De una sola fórmula litúrgica, bien meditada, puede brotar una fuente más abundante de agua viva de devoción que de centenares de páginas de ciertos libros de piedad.
¿Cómo se explica esto? Se explica por el hecho de que la Iglesia, muy sabia, ha sacado toda su liturgia de la santa Biblia, lo que quiere decir que la liturgia participa de la fuerza y eficacia que tienen los Libros sagrados.
1. La liturgia, como acabamos de ver, tiene muchas palabras, como podemos constatar en el breviario, los misales, los rituales, los ceremoniales, los pontificales, etc. Dos tercios de las palabras que componen estos libros están tomadas de la Biblia.
Oís decir muchas cosas a vuestros sacerdotes, y leéis quizá numerosos libros escritos por ellos. Pues bien, buena parte de las cosas que oís o leéis las encontraréis, si abrís la Biblia, en la multitud de sus páginas.
2. La mayor parte de las numerosas y bellas ceremonias que hay en la liturgia están tomadas de la Biblia. Es verdad que muchas ceremonias del Antiguo Testamento no se reflejan al pie de la letra, por haber sido abrogadas o, más exactamente, perfeccionadas, como la circuncisión de los hebreos, sustituida por el Bautismo. Otras, en cambio, se han tomado al pie de la letra. La Iglesia ha tomado de la Biblia la distribución de las horas según las cuales recitan los sacerdotes el Breviario. Sustancialmente, pues, toda la liturgia viene de la Biblia. Muchas funciones y actos de culto de la liturgia romana podemos encontrarlos en las páginas del santo Evangelio o de los Hechos de los Apóstoles.
3. La Iglesia toma también de la sagrada Escritura el espíritu y el alma de su liturgia, por lo que ésta podría llamarse liturgia evangélica.
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* * *

Es necesario comprender el espíritu de la liturgia en sus palabras, ceremonias y cosas. Es un error reducir la liturgia a los simples objetos que vemos o a las cosas que oímos, como las ceremonias o el canto. Un cristiano, y especialmente un llamado al sacerdocio, debe penetrar mucho más en las cosas. Su forma de ver no debe quedarse en la exterioridad, en los actos y las palabras litúrgicas, sino que, con la ayuda de libros y traducciones, debemos tratar de penetrar en el espíritu de toda ceremonia y palabra litúrgica.
Lamentablemente, hace algunos años la liturgia era como el famoso libro apocalíptico, cerrado con siete sellos. Hoy, gracias a Dios, ya no es así. Ahora, multitud de traducciones, libros y revistas litúrgicas han abierto el camino al conocimiento de los secretos y las bellezas inefables de la liturgia.
Y es consolador constatar cómo en muchísimas parroquias los fieles asisten a la santa Misa, a vísperas y a todas las funciones litúrgicas, especialmente a las de Semana Santa, con un libro en las manos y siguen, paso a paso, al sacerdote en las acciones litúrgicas con provecho inmenso para sus alma.
Pidamos a Dios que se extienda aún más esta laudable costumbre y que todos, leyendo la sagrada Escritura, aprendan a descubrir en ella el espíritu y el fin de toda la liturgia, que no son otros que la gloria de Dios y la paz de los hombres.

EJEMPLO. - Esdras lee la Ley al pueblo. En el mes séptimo, cuando ya todos los israelitas estaban instalados en sus ciudades, el pueblo entero se congregó como un solo hombre en la plaza de la puerta del Agua y dijo al escriba Esdras que trajese el libro de la ley de Moisés, dada por el Señor a Israel. El día primero del séptimo mes, el sacerdote Esdras presentó la ley ante la comunidad, integrada por hombres y mujeres y cuantos tenían uso de razón. La estuvo leyendo en la plaza de la puerta del Agua desde por la mañana temprano hasta el mediodía ante los hombres, las mujeres y los que tenían
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uso de razón. Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tribuna de madera levantada al efecto; y junto a él estaban, a su derecha, Matitías, Semá, Ananías, Urías, Jelcías y Maasías; y a su izquierda, Pedayas, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -porque dominaba a toda la multitud- y, al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios, y todo el pueblo, con las manos levantadas, respondió: «Amén, amén», al tiempo que se inclinaban y adoraban al Señor, rostro en tierra. Los levitas Josué, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabtay, Hodiyías, Maasías, Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán y Pelayas explicaban la ley al pueblo mientras el pueblo permanecía en pie. Y Esdras leyó el libro de la ley de Dios, traduciendo y explicando el sentido. Así se pudo entender lo que se leía.
Entonces Nehemías, el gobernador; Esdras, el sacerdote-escriba, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios; no estéis tristes, no lloréis». Porque todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley. Nehemías les dijo: «Id y comed buenos platos, bebed buenos vinos e invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!». Y los levitas tranquilizaban a todo el pueblo, diciendo: «¡Callad, no os entristezcáis, porque este día es santo!». Y el pueblo entero se fue a comer y beber, a invitar a los demás y a celebrar la fiesta, porque habían comprendido lo que les habían enseñado.

(Neh 8,1-12).


FLORECILLA. Procuraré hablar con alguien de las bellezas de la Biblia y le aconsejaré que la lea.

CÁNTICO DE DAVID [#]

En el Señor he puesto toda mi esperanza,
él se inclinó hacia mí y escuchó mi grito;
me sacó de la fosa mortal, del fango cenagoso;
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puso mis pies sobre la roca, aseguró mis pasos;
puso en mi boca un cantar nuevo,
una alabanza para nuestro Dios.
Muchos, al verlo, temerán y confiarán en el Señor.
Dichoso el hombre que en el Señor ha puesto su esperanza
y no se ha ido con los arrogantes
ni con los que se pierden en engaños.
¡Qué grandes son, Señor, Dios mío,
los proyectos y los milagros que hiciste por nosotros!:
eres incomparable.
Yo quisiera decirlos, proclamarlos;
pero son tantos, que no pueden contarse.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
no pides holocaustos ni sacrificios por el pecado;
en cambio, me has abierto el oído,
por lo que entonces dije:
«Aquí estoy, en el libro está escrito de mí:
Dios mío, yo quiero hacer tu voluntad,
tu ley está en el fondo de mi alma».
Pregoné tu justicia a la gran asamblea,
no he cerrado mis labios; tú lo sabes, Señor.
No he dejado de hablar de tu justicia,
he proclamado tu lealtad y tu salvación,
no he ocultado tu amor
y tu fidelidad ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no retires de mí tu misericordia,
que tu amor y tu fidelidad me guarden siempre;
me asaltan desgracias incontables,
me asedian mis culpas y ya no puedo ver;
son más que los pelos de mi cabeza,
y el corazón me falla.
Por favor, Señor, ven a socorrerme,
ven corriendo a ayudarme;
que queden confundidos y cubiertos de vergüenza
los que tratan de quitarme la vida,
que huyan afrentados los que pretenden mi ruina;
que queden aturdidos de vergüenza
los que me dicen: «¡Ja, ja!».
Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan;
que no dejen de decir: «Dios es grande»,
los que anhelan tu salvación.
Yo soy un pobre desgraciado,
pero el Señor se preocupa de mí;
tú eres mi auxilio y mi libertador;
Dios mío, no tardes.

(Sal 39/40,2-18).


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LECTURA

Institución de la santísima Eucaristía

Llegó el día de los panes sin levadura, cuando había que sacrificar el cordero pascual, y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: «Id y preparad la cena de la pascua». Ellos le dijeron: «¿Dónde quieres que la preparemos?». Él les dijo: «Al entrar en la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entre, y diréis al dueño de la casa: El maestro manda decirte: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer con mis discípulos la cena de la pascua? Él os mostrará en el piso de arriba una habitación grande y alfombrada; preparadla allí». Fueron y encontraron todo como les había dicho, y prepararon la cena de la pascua.
A la hora determinada se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: «He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios». Tomó una copa, dio gracias y dijo: «Tomad y repartidla entre vosotros, pues os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios». Luego tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío». Y de la misma manera el cáliz, después de la cena, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros. Pero ved que la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. Porque el hijo del hombre se va, según lo decretado; pero ¡ay del hombre que le entrega!».
Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el que iba a cometer tal acción.

(Lc 22,7-23).


ORACIÓN

Señor, Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti, ni arriba en los cielos, ni abajo en la tierra. Tú guardas la alianza y la fidelidad con tus siervos que siguen tus caminos de todo corazón. Tú has cumplido la promesa que hiciste a tu siervo David, mi padre; tus manos han realizado lo que tus labios habían prometido, como hoy se ve. Ahora, Señor, Dios de Israel, cumple también lo que prometiste a tu siervo David, mi padre: No te faltará nunca en mi presencia un varón que se siente sobre el trono de Israel, con tal que tus hijos se porten bien y sigan
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mis caminos como lo has hecho tú. Así, pues, Dios de Israel, que se cumpla la promesa que hiciste a tu siervo David, mi padre.
Pero, ¿será posible que Dios pueda habitar sobre la tierra? Si los cielos en toda su inmensidad no te pueden contener; ¿cuánto menos este templo que yo he construido! Atiende, Señor, Dios mío, la oración y la súplica que tu siervo eleva hoy a ti; ten tus ojos noche y día fijos sobre este templo, sobre este lugar del que dijiste: Mi nombre estará aquí; y escucha la plegaria que tu siervo haga en este lugar. Escucha la plegaria que tu siervo y tu pueblo Israel te hagan en este lugar; escúchala desde tu morada en los cielos; escúchalos y perdona.

(1Re 8,23-30).


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1 Cf. Mt 13,55; Mc 6,3.

2 He 8,9-24: la historia de Simón y el origen de la simonía. Los simonitas no existen; probablemente el P. Alberione se refiere a los “simoníacos”, como en la p. 270, donde los cita con los nicolaítas.

3 Gnósticos pertenecientes por lo menos a dos sectas diferentes, una de los tiempos apostólicos, cuyo nombre se derivaba del diácono Nicolás de Antioquía (He 6,5), y otra relacionada con los barbelognósticos, que floreció en el I-II siglo d.C. La primera, denunciada en el Apocalipsis (Ap 2,6.14-15), defendía el compromiso con la idolatría y las libertades sexuales; la segunda, en la que parece que confluyó la primera, volvía a la gnosis egipcia y daba también una gran importancia al elemento sexual.