Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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DÍA XVII
LA BIBLIA Y LAS VIRTUDES FAMILIARES

LA PROFECÍA DE NAHÚN1

Nahún, el séptimo de los profetas menores según la Vulgata, era de Elcós, pequeña aldea de Galilea, es decir, del territorio del destruido reino de Israel. Con estilo espléndido, profetiza la ruina de Nínive y de Asiria. La profecía es posterior al 665 y anterior a la caída de Nínive, que tuvo lugar, según los últimos descubrimientos, en el verano del 612, y quizá se escribió durante el encarcelamiento del rey Manasés, cuando Nínive se encontraba en el apogeo de su poderío.

LA PROFECÍA DE HABACUC

Habacuc es el octavo de los profetas menores y uno de los mayores poetas hebreos. No tenemos más noticias de él que su profecía. Parece que perteneció a la tribu de Leví y que vivió durante los primeros años del rey Josías. Es seguro que vivió antes de la invasión de los caldeos en el 609, que anuncia como próxima. La profecía de Habacuc nos habla de la invasión de los caldeos.
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LA PROFECÍA DE SOFONÍAS

Sofonías, el noveno de los profetas menores, era según algunos de sangre real y descendiente de Ezequías. Ejercitó su ministerio profético durante los primeros años del rey Josías. Se cree que vivió y predicó en Jerusalén. Sofonías es diáfano, fácil, vivo, aunque le falta algo de originalidad. El tono de su profecía, especialmente en el tercer capítulo, es mesiánico.

LA PROFECÍA DE AGEO

Ageo, el décimo de los profetas menores, es el profeta de los exiliados vueltos a la patria y del nuevo templo. Tras setenta años de destierro, el pueblo elegido, autorizado por el edicto de Ciro, estaba de nuevo en casa. El primer grupo de los llegados a Jerusalén volvió a colocar en su lugar habitual el altar de los holocaustos. El segundo año del rey Darío, Dios inspiró al profeta Ageo a despertar el celo de los judíos en la restauración inmediata del templo, labor que el profeta llevó a cabo con sus profecías, todas ellas pronunciadas el segundo año de Darío a lo largo de algunos meses. El estilo de Ageo carece de brillantez y está más próximo a la prosa que a la poesía.

LA PROFECÍA DE ZACARÍAS

Unos dos meses después de Ageo comenzó a profetizar Zacarías, hijo de Berequías, probablemente de la tribu de Leví. Su último oráculo está fechado en el cuarto año de Darío. El libro de Zacarías habla de la restauración de la teocracia y del futuro reino mesiánico. El libro de Zacarías tiene una unidad admirable y describe el reino mesiánico, primeramente con visiones, luego con discursos y finalmente con oráculos, cambiando de estilo según el tema: casi prosaico en las visiones, oratorio en los discursos, poético en los oráculos. Su obscuridad se debe a los muchos símbolos y misterios y a algunas profecías que deberán cumplirse al final de la historia.
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LA PROFECÍA DE MALAQUÍAS

De Malaquías, último de los profetas menores, no sabemos nada, ni siquiera es seguro su nombre, porque Malaquías quiere decir «ángel del Señor», título que podía tener cualquier enviado de Dios. Por los vicios que reprende este profeta, se considera que es contemporáneo de Nehemías, lo que quiere decir que profetizaría bajo Artajerjes Longimano, o sea, después del 432 antes de Cristo. El librito de Malaquías se distingue por su fuerza dialógica y su lenguaje puro, además de por su estilo claro y enérgico para reprender a los sacerdotes y al pueblo. Dice que Dios es un padre amoroso y un juez inexorable.

REFLEXIÓN XVII

La Biblia y las virtudes familiares


«Grande es la paz de los amantes de tu ley,
nada les puede hacer caer»

(Sal 118/119,165).


Sabemos todo lo que han hecho los sumos Pontífices, especialmente desde Pío IX a Pío XI, para dar el máximo esplendor a la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret y de este modo presentarla como modelo perfecto de todas las virtudes familiares.
Pío IX aprobó en 1870 los estatutos de la asociación de la Sagrada Familia. León XIII, después de su espléndida encíclica sobre el matrimonio cristiano, instituyó la fiesta de la Sagrada Familia con el fin de ofrecer a las familias, en unos tiempos
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descristianizados por las sectas liberales, un modelo que imitar. Pío X confirmó y enriqueció con nuevas indulgencias la consagración de las familias a la Sagrada Familia. Benedicto XV extendió a toda la Iglesia la Misa y el oficio de la Sagrada Familia. Pío XI, gloriosamente reinante,2 no ha descuidado ninguna ocasión para invitar a las familias cristianas a contemplar su divino modelo, que es la trinidad terrena: Jesús, María y José. Aquí recordamos dos de sus encíclicas, una sobre el matrimonio cristiano y otra sobre la educación de la juventud.
¿Por qué tantas recomendaciones y tanta premura de los vicarios de Cristo por el perfeccionamiento de las familias? Porque sabían que la familia es la célula de la sociedad, hogar de las virtudes más hermosas y necesarias, las virtudes familiares.
Si la familia, base de la sociedad, es sana y santa, lo serán también las vocaciones. Si es hogar de virtudes, lo será para bien de la Iglesia y de la sociedad.
Se explican así los desvelos de los sumos Pontífices y su insistencia en presentar a todos la Sagrada Familia como modelo perfecto de imitación.
Pero para imitar los ejemplos de una persona es necesario conocerlos. ¿Y cómo pueden conocer las familias los ejemplos sublimes de la Sagrada Familia? Leyendo la sagrada Escritura. En ella encontraremos descritos los ejemplos de todas las virtudes.
«Los padres de familia -dice León XIII- tienen en José un modelo admirable de la vigilancia y de la solicitud paternas; las madres tienen en la santísima Virgen, Madre de Dios, un ejemplo insigne de amor,
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de respeto delicado y de la sumisión de un alma de fe perfecta; los hijos tienen en Jesús, en el sometimiento a sus padres, un ejemplo divino de obediencia que admirar, honrar e imitar. Las personas de bien aprenderán de esta familia de sangre real a ser moderadas en la prosperidad y dignas en las aflicciones, del mismo modo que los ricos aprenderán en esta escuela a estimar en su justa medida las riquezas y la virtud. A los obreros, a su vez, y a cuantos sufren por las angustias del sostenimiento de una familia y de una situación de escasez, si tienen presentes a los miembros santísimos de esta sociedad doméstica, no les faltarán motivos ni ocasión para alegrarse de su suerte y para no entristecerse.
«Nada hay más saludable ni más útil para las familias cristianas que el ejemplo de la Sagrada Familia, porque reúne todas las virtudes domésticas y su perfección. Si en el seno de las familias se invoca así a Jesús, a María y a José, éstos vendrán en ayuda para conservar la caridad, ordenar las costumbres, animar a los miembros a imitar sus virtudes y dulcificarán o harán soportables las graves pruebas que amenazan por todas partes».
Estas sublimes virtudes de Jesús, María y José podemos conocerlas leyendo el Antiguo o el Nuevo Testamento, con la diferencia de que en el Antiguo Testamento se nos narran veladamente, bajo forma de símbolos y figuras, mientras en el Nuevo Testamento se nos cuentan con toda su belleza y realismo.
El apóstol san Pablo, en la carta a los Colosenses, hace una lista de las virtudes familiares:
«Dios os ama y os ha elegido para que seáis
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miembros de su pueblo. Por tanto, sed compasivos, bondadosos, humildes, pacientes y comprensivos. Soportaos unos a otros y perdonaos si alguno tiene queja contra otro. Del mismo modo que el Señor os perdonó, así también vosotros debéis perdonaros. Pero, por encima de todo, tened amor, que es el lazo de la perfección. Que reine en vuestros corazones la paz de Cristo, en la que fuisteis llamados para formar un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Que la palabra de Cristo viva entre vosotros con toda su riqueza. Enseñaos y aconsejaos unos a otros con talento. Con profundo agradecimiento cantad a Dios salmos, himnos y canciones religiosas. Y todo lo que hagáis o digáis, hacedlo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, estad sumisas a vuestros maridos, pues eso es lo que debéis hacer como creyentes. Maridos, amad a vuestras esposas y no os irritéis contra ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
Esclavos, obedeced a vuestros amos temporales; no sólo cuando os ven, como para quedar bien con ellos, sino de todo corazón y por respeto al Señor. Todo lo que hagáis, hacedlo con gusto, como si sirvieseis al Señor y no a los hombres, sabiendo que en pago recibiréis la herencia. Vosotros servís a Cristo, el Señor. Al que comete injusticia le darán la paga de sus injusticias, pues ante Dios todos somos iguales» (Col 3,12-25).
¿Verdad que el alma se siente enfervorizada y llevada a hacer propósitos de una vida más perfecta después de esa lectura?
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¡Que la sagrada Escritura entre en todas las familias para que santifique a sus miembros y las modele a ejemplo de la sagrada Familia!

* * *

La sagrada Escritura nos dice también que, además de la familia natural, hay otra familia, la familia religiosa y espiritual, cuyos miembros están unidos no por un vínculo de sangre, sino por un vínculo espiritual, que es la gracia. Y aquí deberíamos recordar la doctrina de san Pablo sobre el cuerpo místico y las vivas exhortaciones que hace para que todos los miembros contribuyan a la edificación de los demás. Pero ¿cómo podemos hacerlo? Sólo podemos invitar al lector a que tome en sus manos las cartas del Apóstol y lea especialmente las dos cartas de los Corintios y la de los Romanos.
También los miembros de nuestra familia religiosa, si deseamos ver florecer en su seno las flores más hermosas de las virtudes, deben convertir en alimento cotidiano la lectura de la Biblia.3*
Supliquemos a la Sagrada Familia para que todas las familias cristianas y religiosas aprendan a conocer y practicar con la lectura de la sagrada Escritura las virtudes familiares que deben formar en el cielo nuestra corona más hermosa.
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EJEMPLO. Una joven pagana se convierte leyendo el Evangelio según san Lucas. Calixta era todavía pagana cuando el obispo de Cartago le regaló el Evangelio de san Lucas, diciéndole: «Hija mía, acéptame este pergamino. Contiene la vida de nuestro Señor en la tierra y lo que su amor a los hombres le llevó a hacer. Lee este libro y descubrirás quién es ese a quien nosotros amamos».
Estas afectuosas palabras tocaron el corazón de Calixta. Y se dispuso a desenrollar el precioso pergamino.
El historiador evangélico, que dedica su libro a un cierto Teófilo, se lo presenta como una descripción metódica y auténtica de acontecimientos que ya otros han descrito antes que él.
Este tono sincero y sencillo de la narración impresionó a Calixta. Leyó algunos capítulos y se sintió tan interesada por su lectura que ya nunca la quiso dejar.
Aquel mundo le parecía totalmente nuevo. Isabel, Juan Bautista, José y María, Simeón y Ana le mostraban con su vida unas virtudes que ella desconocía totalmente. Pero lo que Calixta descubrió de manera especial fue la presencia de un ser absolutamente diferente a todos los demás y que superaba a la imaginación más audaz. Este ser incomparable, de una perfección realmente ideal, era Cristo, era Jesús. Lo que ella había buscado siempre y nunca había conseguido encontrar lo hallaba ahora en este libro.
«Estas no son, decía ella, las imaginaciones de un poeta, sino el retrato de un ser verdadero. Esta figura tiene tanta veracidad, autenticidad, vida y exactitud que siento la solidez de mi fe». Y cuanto más estudiaba la figura de Jesús más admiraba su perfección sin límites.
Ante este ideal de santidad encarnada que se ofrecía a sus ojos, se sentía pobre y miserable. Un vivo sentimiento de indignidad se apoderó de ella por vez primera en su vida y se sintió humillada hasta despreciarse.
Perseverando en aquella lectura, Calixta llegó al episodio del banquete en casa de Simeón, donde el divino Maestro manifiesta su inmenso amor hacia
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la pecadora que se había acercado a ungirle los pies y bañárselos con sus lágrimas.
Y fue entonces cuando los ojos de Calixta se inundaron de lágrimas. Se imaginaba ser la desgraciada pecadora a la que no rechazó el divino Maestro, sino que la acogió con un amor tan grande que la perdonó todos sus pecados.
Entrando en sí, la joven decidió cambiar de vida y desde aquel día fue una excelente cristiana.

FLORECILLA. Hoy haré tres mortificaciones en reparación por el abandono en que dejan tantas familias la sagrada Escritura.

CÁNTICO [#]
(Continuación del cántico de Moisés)

Encontró a su pueblo en el desierto,
en la soledad rugiente de la desolación.
Le abrazó y se cuidó de él;
le guardó como la niña de sus ojos.
Como el águila, que incita a su nidada
revoloteando sobre sus polluelos,
así desplegó él sus alas y les tomó,
les llevó sobre sus plumas.
El Señor solo le guiaba,
no había con él dios extranjero.
Le hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra,
le alimentó con los productos de los campos,
le dio a gustar miel de las peñas,
aceite de la dura roca.
Cuajada de vacas y leche de ovejas
con grasa de corderos y carneros,
toros de Basán y machos cabríos,
flor de harina de trigo en abundancia;
bebiste el vino, la sangre de las uvas.
Engordó Jesurún y tiró coces
-estabas gordo y corpulento-;
volvió las espaldas a Dios, su creador,
y despreció la roca de su salvación.
Le provocaron con dioses extranjeros,
le irritaron con acciones horribles.
Sacrificaron a demonios y no a Dios,
a dioses desconocidos para ellos;
dioses nuevos, recién llegados,
jamás venerados por sus padres.
Te olvidaste de la roca que te engendró,
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ya no te acuerdas del Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor y se irritó,
disgustado por sus hijos y sus hijas,
y dijo: Voy a volverles las espaldas
y veremos qué pasa en adelante,
pues es una generación pervertida,
hijos desleales.

(Dt 32,10-20).


LECTURA

Deberes de los hijos, de los padres, de los siervos y de los amos

Hijos, obedeced a vuestros padres por amor al Señor, porque esto es de justicia. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que seáis felices y tengáis larga vida sobre la tierra.
Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino educadlos en la disciplina y en la corrección como quiere el Señor.
Esclavos, obedeced a vuestros amos temporales con respeto, lealtad y de todo corazón, como si fuera a Cristo; servidles no sólo cuando os ven, como para quedar bien con ellos, sino como esclavos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad del Señor; servidles de buena gana, como si fuera al Señor y no a hombres, considerando que el Señor retribuirá a cada uno todo el bien que haga, lo mismo al esclavo que al libre.
Y vosotros, amos, haced con ellos las mismas cosas, dejándoos de amenazas, considerando que ellos y vosotros tenéis un mismo amo en el cielo, para el que todos son iguales.

(Ef 6,1-9).


ORACIÓN

Te doy gracias, Señor, rey mío,
y te alabaré, Dios, mi salvador.
Daré gracias a tu nombre,
porque tú fuiste mi protector y mi apoyo,
libraste mi cuerpo de la destrucción
y del lazo de la lengua malvada,
de labios que maquinan la falsedad,
has sido mi apoyo delante de los que me rodeaban
y me libraste, según la multitud de tu misericordia
y la grandeza de tu nombre,
del rechinar de dientes prestos a devorar,
de la mano de los que acechaban mi vida,
de las muchas tribulaciones que padecí;
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de la asfixia de las llamas que me rodeaban,
de en medio del fuego que yo no había encendido;
del seno profundo del sepulcro,
de la lengua impura, de palabra mentirosa,
calumnia de una lengua injusta contra el rey.
Mi alma ha estado al borde de la muerte,
mi vida había descendido casi al sepulcro.
Me rodeaban por todas partes,
pero ni uno había para ayudarme.
Mis ojos buscaban un socorro humano, y no lo había.
Entonces me acordé, Señor, de tu misericordia
y de tus obras desde la eternidad;
de que salvas a los que en ti esperan
y los libras de las manos de sus enemigos;
elevé mi plegaria desde la tierra
y supliqué que me librases de la muerte.
Y grité: «Señor, mi padre eres tú;
mi Dios, que no me dejará en el día de la tribulación,
en el tiempo del desamparo, frente a los orgullosos.
Alabaré tu nombre continuamente
y entonaré himnos de acción de gracias».
Mi oración fue escuchada,
porque me salvaste de la destrucción
y me libraste en el momento del peligro.
Por esto te daré gracias y te alabaré
y bendeciré el nombre del Señor.

(Sir 51,1-12).


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1 Se utiliza también la grafía “Naún”.

2 Pío XI (Ambrogio Achille Ratti, 1857-1939) fue Papa a partir de 1922; se encontraba pues “reinante” cuando LS se redactaba. La dos encíclicas que cita a continuación son respectivamente la Casti connubii (31-12-1930) y la Divini illius Magistri (31-12-1929). La segunda fue para el P. Alberione un acicate para su libro sobre la formación paulina “Donec formetur Christus in vobis” (1932).

3* «La divina Providencia nos dio dos tablas de salvación: la santísima Eucaristía y la Sagrada Escritura. Nosotros debemos amar las dos, y por eso la necesidad urgente de que, comenzando por los cristianos fervorosos, poco a poco vuelvan todos a la piadosa lectura familiar del Evangelio, para que este libro divino, como faro luminoso, pueda reverberar nuevamente luz celestial sobre el mundo entero y disipar nuevamente las tinieblas» (San Jerónimo a Eustaquio).