Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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DÍA VII
LA BIBLIA Y LA TEOLOGÍA ASCÉTICA

EL LIBRO DE JUDIT

Describe un hecho histórico, acontecido cuando Manasés, rey de Judá, estaba prisionero en Babilonia.
Nabucodonosor, después de vencer al rey de los medos, somete Asia Menor, Mesopotamia y Arabia. Todos se rinden aterrorizados. No así Israel, que animado por el sumo sacerdote Joaquín, intenta resistir. Holofernes, general de los asirios, asedia Betulia hasta conseguir que sus habitantes se rindan.
Una viuda piadosa, Judit, se dirige con una de sus doncellas al campo asirio. Llevada ante Holofernes y retenida por éste, un día corta su cabeza y la lleva a Betulia. Los asediados atacan al enemigo que huye a la desbandada y saquean su campo. Joaquín y el pueblo ensalzan a Judit e instituyen una fiesta como recuerdo de esta gran victoria.
Este librito, desbordante de confianza en Dios, demuestra que el Señor no abandona nunca a un pueblo arrepentido. La heroína es Judit, a quien admiramos como tipo excelso de virtud y fortaleza y como símbolo de la verdadera mujer fuerte, la Virgen María.
No conocemos el nombre del autor del libro.

EL LIBRO DE ESTER

Es un libro histórico. Los hechos se refieren a los hebreos que se quedaron en Persia después del edicto de Ciro. Estamos en los años 485-465, durante el reino de Jerjes I (Asuero).
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Cuenta que Asuero, durante el tercer año de su reinado, repudia a la reina Vasti por no haber querido asistir a un banquete celebrado por el rey. En sustitución de Vasti elige a Ester, sobrina de Mardoqueo, quien se acerca al palacio con frecuencia para ver cómo se encuentra su sobrina. De este modo descubre y desenmascara una conjura tramada contra el rey. Su acto queda registrado en los anales. Mientras tanto, Amán se convierte en primer ministro. Éste odia a los judíos, especialmente a Mardoqueo, que no se arrodilla ante él, y por eso intenta secretamente exterminar a los judíos. Consigue un decreto real con ese fin y señala el día de llevarlo a cabo. Las decisiones se publican y cunde la desesperación entre los judíos. Es entonces cuando Ester, animada por Mardoqueo, intenta ser recibida por el rey, a quien invita luego a cenar con ella y con Amán. Renueva la invitación para la noche siguiente, mientras Amán ordena preparar el patíbulo para ahorcar a Mardoqueo. Jerjes, que lee nuevamente los méritos de éste, ordena que se le honre. Ester acusa a Amán durante el convite y Asuero ordena que se le ahorque en el patíbulo preparado para Mardoqueo. Éste, nombrado primer ministro, obtiene del rey un nuevo decreto que anula el de Amán, se venga con dureza tremenda de sus enemigos e instituye la fiesta de los purim.
¡Admirable ejemplo el de Ester! Elevada a la más alta dignidad, no se olvida de sus hermanos perseguidos e intercede por ellos para salvarles la vida.
Este libro se atribuye al propio Mardoqueo, pero de él no sabemos nada más que lo que dice el libro.

REFLEXIÓN VII

La Biblia y la teología ascética


«Si tu ley no hubiera hecho mis delicias,
yo hubiera perecido en la miseria»

(Sal 118/119,92)


Con el fin de completar el cuadro de la teología relacionado con la sagrada Escritura, hoy consideraremos la Biblia y la teología ascética.
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La teología ascética se puede definir del modo siguiente: el arte de la perfección cristiana a través de caminos ordinarios y comunes.
Es una ciencia que los hombres, lamentablemente, estiman poco. Hoy en día se da mucho valor y se tiene gran aprecio a las ciencias naturales, por ejemplo la mecánica, la física, la química, las matemáticas, etc. Es decir, todas las artes útiles para la vida presente, mientras se concede poca importancia al arte más importante y noble: el de salvar el alma.
La ascética es una ciencia sublime y divina que tiene a Dios por autor y cuya finalidad consiste en guiar las almas al cielo.
¿Hay en el mundo ciencia más hermosa y útil que la que enseña a salvar el alma? Seguro que no. Pues esa es la tarea principal del hombre en esta tierra.
Toda la perfección del hombre está en el amor de Dios; si las ciencias no le llevan a ese amor, de nada valen. Pues bien, la ascética tiene este fin nobilísimo: conducir el alma a amar a Dios por encima de todo, a través de los caminos ordinarios de los mandamientos y de los consejos evangélicos.
Es cometido de la ascética enseñar al hombre el modo de extirpar del corazón los vicios y hacer florecer las virtudes, guiar el alma a amar a Dios con delicadeza y practicar los deberes cotidianos.
Es significativo el siguiente testimonio.
«Me permitieron tener una Biblia... Podía dedicarme a estudiar con más respeto que nunca este libro divino que siempre me había atraído, incluso cuando me sentía incrédulo. Poco a poco aprendí a meditarlo más profundamente y a gustarlo mejor.
Esta lectura no me inclinó a ninguna forma de mojigatería, esa devoción tan mal entendida que puede llegar a convertir a sus practicantes en pusilánimes o fanáticos. Al contrario, me enseñaba a amar a Dios y a los hombres, a anhelar cada vez más profundamente el reino de la justicia, a aborrecer la iniquidad y perdonar a los inicuos» (Silvio Pellico).1
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Las almas que más desean la perfección, queriendo progresar en la santidad, van en busca de libros ascéticos que les enseñen el modo de amar mejor al Señor, hacer más méritos para el cielo y salvar un mayor número de almas. Muchos son los libros espirituales que tratan estos temas. Por ejemplo, todas las obras de san Alfonso se refieren a ellos, como también las del P. Alfonso Rodríguez,2 las del P. Alvarez,3 las de san Ignacio, las de san Francisco de Sales, etc. Son autores que nunca se olvidan y cuyos escritos no pierden interés con el paso del tiempo; al contrario, durarán lo que dure la Biblia, pues son un comentario de la ésta y forman con ella una sola cosa.
Por consiguiente, la relación que hay entre teología y Biblia es muy estrecha. La ascética, en efecto, recoge todas sus altísimas verdades de la sagrada Escritura, hasta el punto de que el libro principal de ascética, por no decir el único, de los primeros siglos de la Iglesia era el santo Evangelio. Se cuenta incluso que san Serapión se convirtió gracias a su lectura y que, tras abandonar el mundo, se retiró a un desierto solo con una manta a la espalda y los santos Evangelios en una mano.
Los monjes de san Pacomio, de san Basilio y de san Benito no tenían más libros que la sagrada Escritura, y sus reglas establecían que había que leer cotidianamente un texto del santo Evangelio y de las cartas de los apóstoles.
Es verdad que la teología ascética ha sido comentada, ilustrada y animada por toda la tradición
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católica, pero su verdadera fuente es y será siempre la sagrada Escritura.
Si ahora os dijera que tomarais la Biblia como texto de ascética sin otra intermediación, me equivocaría, pues no debemos tomar las verdades de la Biblia como nos parece a nosotros, sino conforme al espíritu y la enseñanza de nuestra madre infalible, la Iglesia. Por tanto, para entender la ascética y extraerla de la Biblia es necesario leer antes un tratado sobre ella, por ejemplo Práctica de amar a Jesucristo,4 La imitación de Cristo,5 Diario espiritual,6 Teótimo7 de san Francesco di Sales, y otros parecidos; después de esa lectura, si abrimos la Biblia, descubriremos toda su belleza, todas las verdades leídas y aprendidas en el libro espiritual.
Dios, primer maestro de ascética, describe en la carta que nos envía ejemplos bellísimos de hombres ascéticos y nos inculca e incita de mil maneras a la adquisición de la perfección.
¡Cuánto bien hacen a nuestra alma los preciosos ejemplos de Abel, de José, de Jacob, de Esdras, de Rut, de Judit...! Todos los patriarcas y los profetas del Antiguo Testamento son para nosotros un ejemplo y un estímulo hacia la santidad.
Pero los aspectos más sobresalientes y hermosos de la teología ascética los tenemos en el Nuevo Testamento, pues es aquí donde, a lo largo y a lo ancho, se nos describe la vida de Jesús, nuestro divino Maestro, que es el modelo más perfecto de vida ascética. Gracias especialmente a la lectura de los cuatro evangelios sabemos que toda su vida fue un continuo acto de amor a su Padre celestial, hasta el punto de poder decir con toda verdad: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29).
Sabemos que el apóstol san Pablo, tras oír
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la voz de Jesús, se esforzó en copiar en todo a su divino Maestro, tanto que san Juan Crisóstomo no dudó en afirmar que «el corazón de Pablo era el corazón de Cristo», que quiere decir que la vida del Apóstol era la vida misma de Jesucristo. El propio san Pablo dice escribiendo a los corintios: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (1Cor 4,16).
¡Qué divino modelo de santidad y perfección! ¡Quien imita y sigue a Jesús será santo!
Y ahora debería hablaros más detalladamente sobre el modo como la sagrada Escritura es fuente de toda la ascética,8* sobre cómo es su espíritu y su alma, de qué modo nos indica el camino, los medios y los premios, cómo nos pone en guardia frente a tantos enemigos que obstaculizan nuestros pasos hacia el bien, etc. Pero ¿cómo podría hacerlo en un espacio de tiempo tan breve? Os invito a hacer solamente una cosa: que toméis el santo Evangelio en vuestras manos, lo abráis en el capítulo 5 de san Mateo y leáis el sermón de la montaña pronunciado por Jesús. En las ocho bienaventuranzas tenéis compendiada la teología ascética y se encuentra el fundamento de todos los libros espirituales. El alma, sedienta de perfección, halla aquí el agua fresquísima y clara para saciar la sed.
Para lograr una ascética viva y verdadera, no desvaída ni limitada al razonamiento y el sentimiento, es preciso, tras haber leído un tratado, leer la sagrada Escritura. De este modo, la hermosísima estatua
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de mármol adquiere vida y calor, y lo comunica al alma.
Roguemos ahora al Señor que guíe a las almas deseosas de santidad a la fuente verdadera de la vida, la Biblia.

EJEMPLO. San Hilario de Poitiers. Es uno de los campeones de la Iglesia que, con san Atanasio y otros, defendieron a la Iglesia católica del grave peligro del arrianismo.9
Nacido de una familia pagana y educado de forma pagana, como no se sentía satisfecho con las estúpidas idealizaciones de aquella religión, buscaba sinceramente la verdad. «Cuanto más reflexionaba, escribe él mismo, más me persuadía de que únicamente podía existir un solo Dios, eterno, omnipotente e inmutable. Y mientras daba vueltas en mi mente a estos pensamientos, llegaron a mis manos los libros de Moisés y de los profetas».
Sintió entonces que su mente se aclaraba meridianamente. Luego, con la lectura del Nuevo Testamento, la verdad de la fe cristiana conquistó su corazón y le puso en el camino que lleva a la Iglesia. «Los libros de los evangelistas, de los apóstoles y especialmente el comienzo del Evangelio de san Juan, me descubrieron lo que buscaba y mucho más de cuanto me había atrevido a esperar».
Entre las obras que escribió figuran muchos trabajos sobre la sagrada Escritura, como el comentario sobre san Mateo y sobre los Salmos, y sus explicaciones de las figuras del Antiguo Testamento relacionadas con el Nuevo.
La Iglesia le ha honrado con el título de doctor.

FLORECILLA. «Entre los elogios sobre los méritos y las virtudes de la gloriosa virgen Cecilia, leemos que llevaba siempre escondido en su pecho el Evangelio de Jesucristo. Os aconsejo que hagáis lo mismo, porque de todos los ejercicios de la vida espiritual, considero éste el más necesario, el más útil y el que puede llevar al más alto grado de perfección».

(San Buenaventura).



CÁNTICO DE HABACUC [#]

¡Señor, he conocido tu fama;
Señor, tengo un gran respeto por tu obra!
¡Hazla revivir en nuestro tiempo,
en nuestro tiempo dala a conocer
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y en la ira acuérdate de compadecerte!
Dios viene de Temán, el santo del monte Farán;
su majestad cubre los cielos
y de su gloria está llena la tierra.
Su esplendor es semejante al día,
rayos saltan de sus propias manos, allí se oculta su poder.
Delante de él camina la peste, la fiebre sigue tras sus pasos.
Se alza él, y hace temblar la tierra;
mira, y las naciones se estremecen;
los montes eternos se dislocan,
los collados antiguos se deshacen,
pero sus caminos son eternos.
Veo en angustias las tiendas de Cusán,
estremecidos los pabellones de Madián.
¿Es que te has enfurecido, Señor, contra los ríos;
es que te has irritado contra el mar,
para que montes en tus caballos y en tus carros victoriosos?
Tú preparas tu arco, llenas de flechas la aljaba.
Tú surcas la tierra de torrentes.
Te ven los montes y tiemblan, un diluvio de agua irrumpe,
el abismo deja oír su voz, levanta a lo alto sus manos.
El sol y la luna permanecen en su morada
a la luz de las flechas, a los fulgores de tu lanza.
Con tu furor pisas la tierra, aplastas con tu ira a las naciones.
Sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido.
Tú destruyes la casa del malvado,
pones al desnudo sus cimientos hasta la roca.
Traspasas con tus dardos la cabeza de sus guerreros,
que se lanzan como un turbión y se dispersan entre algazara,
como si fuesen a devorar al pobre en su cubil.
Tú lanzas tus caballos en el mar,
en el oleaje de las inmensas aguas.
He oído, y estoy profundamente conmovido;
a tu voz tiemblan mis labios;
estoy completamente descompuesto,
mis pasos vacilan al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia,
que ha de caer sobre el pueblo que nos asalta.
Pues la higuera no volverá a echar brotes,
ni habrá más frutos en las viñas;
los campos no darán nada que comer,
faltará la oveja en el aprisco
y en los establos no habrá vacas.
Pero yo me alegraré en el Señor;
me gozaré en Dios, mi salvador.
El Señor es mi Señor, él es mi fuerza;
él hace mis pies como los de las ciervas
y me hace caminar por las alturas.

(Hab 3,2-19).


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LECTURA

El primer mandamiento

Un maestro de la ley que había oído la discusión, viendo que les había contestado bien, se le acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?».
Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor, Dios nuestro, es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos».
El escriba le dijo: «Muy bien, maestro; con razón has dicho que él es uno solo y que no hay otro fuera de él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale mucho más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, al ver que había respondido tan sabiamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y ya nadie se atrevió a preguntarle más.

(Mc 12,28-34).


ORACIÓN DE ESDRAS

Dios mío, estoy confundido y me avergüenzo de levantar mi rostro hacia ti, porque nuestras iniquidades sobrepasan nuestra cabeza, y nuestros delitos llegan hasta el cielo. Desde los días de nuestros padres hasta hoy hemos pecado gravemente.
Por nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados a los reyes extranjeros, a la espada, a la esclavitud, al saqueo, al oprobio, como todavía ahora sucede. A pesar de todo, ahora el Señor nos ha concedido la gracia de dejarnos un resto y de darnos un asilo en su tierra santa. El Señor ha iluminado nuestros ojos y nos ha dado un respiro en medio de nuestra esclavitud. Porque somos esclavos, pero nuestro Dios no nos ha desamparado en nuestra esclavitud; antes bien, nos ha granjeado
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el favor de los reyes de Persia, nos ha dado un respiro para reconstruir el templo de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y nos ha procurado un refugio seguro en Judá y en Jerusalén.

(Esd 9,6-9).


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1 Patriota y escritor italiano, Silvio Pellico (Saluzzo 1789 - Turín 1854) es conocido especialmente por la historia de su encarcelamiento político bajo el imperio austríaco, que él describe en su libro Le mie prigioni, considerado un noble testimonio de fe y perdón cristiano.

2 Se trata de Alonso (no Alfonso) Rodríguez, jesuita español, escritor de ascética (Valladolid 1538 - Sevilla 1616). Enseñó durante muchos años teología moral en el Colegio de Monterrey y seguidamente fue tres años maestro de novicios y rector en Montilla. La obra que le dio más fama es Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, en tres volúmenes, publicados en Sevilla en 1609. Gozó de gran estima entre muchos fundadores de institutos religiosos, entre ellos el P. Alberione.

3 Diego Álvarez de Paz (Toledo 1560 - Potosí 1620) fue uno de los principales autores espirituales de la Compañía de Jesús. Misionero en Perú, profesor de Filosofía, Teología y Sagrada Escritura, debe su fama a tres volúmenes de Teología espiritual: De exterminatione mali et promotione boni (1613), De inquisitione pacis seu studio orationis (1617), De vita spirituali eiusque perfectione (1618).

4 Obra escrita por san Alfonso de Ligorio y publicada en 1768 «para utilización de las almas que desean asegurar la salvación eterna y caminar por las vías de la perfección», considerada por el santo «la más devota, la más útil de mis obras». Ha tenido no menos de 516 ediciones, cf. Bibliotheca Sanctorum I, p. 853.

5 De imitatione Christi, libro atribuido a Tomás de Kempis (cf. nota 5 de p. 226).

6 Cf. Diario spirituale. Scelta di detti e fatti di santi e di altre persone di singolare virtù, Pia Società San Paolo, Roma-Alba 1927 (reimpresión en Bari 1956-1957). El texto fue publicado como anónimo en Nápoles en 1775; dos siglos más tarde, el Dictionnaire de Spiritualité (voz Journal spirituel, París 1974), atribuye su paternidad al barnabita B. Canale, Milán 1749. La expresión del 1° de enero es de san Francisco de Sales: «Haced como si el pasado no existiera y decid con David: ahora comienzo a amar a Dios».

7 Teótimo o Tratado del amor de Dios, publicado en Lyón en 1616, puede considerarse la obra maestra de la espiritualidad de san Francisco de Sales. Sus fuentes principales son la Biblia, especialmente los Salmos, Job, Jeremías, el Cantar de los Cantares y las cartas de san Pablo; los santos Padres, especialmente san Agustín; santo Tomás de Aquino y los escritos ascéticos de Ángela de Foligno, Catalina de Siena, Catalina de Génova y Teresa de Ávila. Sobre su finalidad escribe en la introducción: «He pensado solamente en exponer con sencillez y naturalidad la historia del nacimiento, del progreso, del decaimiento, de las operaciones, de las propiedades, de las ventajas y de la excelencia del amor divino... La finalidad del tratado consiste en ayudar al alma devota a avanzar en su proyecto». El tratado fue escrito de manera especial para las hermanas de la Visitación y para las almas de vida contemplativa.

8* Pío VI escribía a monseñor Martini, célebre traductor de la Biblia: «Estás en lo cierto cuando consideras que es necesario que los cristianos se sientan muy atraídos por la lectura del santo Evangelio, pues son estas las abundantísimas fuentes a las que cada fiel debe tener abierto el camino para saciar en ellas su ansia de santidad de vida y de doctrina».
[Monseñor Antonio Martini (Prato 1720 - Florencia 1809), doctor en Letras por Pisa, fue arzobispo de Florencia. A invitación del cardenal Vittorio Amedeo delle Lanze se dedicó a la versión italiana y al comentario de la Vulgata, en conformidad con la norma del papa Benedicto XIV (breve del 13 de junio de 1757), según el cual la traducción de la Biblia en lengua moderna se permite con la condición de que esté provista de notas sacadas de los santos Padres y de los doctos autores católicos. La Biblia de monseñor Martini (Nápoles 1771-1781) fue aprobada con un breve pontificio de Pío VI del 17 de marzo de 1778].

9 Herejía que negaba la divinidad de Jesucristo en cuanto Hijo de Dios. Fue condenada por el Concilio de Nicea en el 325. Arrio, presbítero de Alejandría, murió en el 336, pero la controversia arriana ocupó gran parte del siglo IV y fue determinante para la explicitación y el desarrollo de la doctrina cristiana.