DÍA XXIII
EL SANTO EVANGELIO ES PROTECCIÓN
SAN PABLO
Pablo, llamado también Saulo, nació en Tarso de Cilicia (He 9,30) de una familia de judíos de la tribu de Benjamín, fariseos y ciudadanos romanos, en los primeros años de nuestra era, y fue educado en Jerusalén con el famoso Gamaliel (He 5,34), pero no tuvo ocasión de conocer personalmente a Cristo.
Fariseo ardiente, se distinguió por su odio y animosidad en contra del cristianismo naciente, guardó los vestidos de quienes lapidaban a Esteban y, tras conseguir del sumo sacerdote cartas de autorización, persiguió a los cristianos fuera de Palestina. Jesús le esperaba en el camino de Damasco para transformarle de perseguidor en fervoroso apóstol. Era hacia el año 35 y Pablo tenía unos treinta de edad.
Durante diez años de estudios, meditaciones y revelaciones se preparó a la gran obra de la conversión de los gentiles y en el 45 inauguró sus viajes misioneros, teniendo como centro de partida y regreso Antioquía, metrópoli de Oriente que se relacionaba con todos los pueblos de entonces.
Los viajes de san Pablo fueron cuatro, todos peligrosos; en ellos muchas veces recorrió regiones difíciles, sin que faltasen persecuciones de los judaizantes, que le seguían los pasos dispuestos a entorpecer su obra de evangelización.
Y fue justamente a lo largo de estos viajes cuando el Apóstol escribió sus admirables catorce epístolas, con las que se mantenía en
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contacto con las iglesias, supliendo su presencia personal con sus cartas.
Encarcelado en Pentecostés del año 58 en Jerusalén, estuvo dos años prisionero en Cesarea y a continuación fue enviado a Roma. Naufragó en Malta antes de llegar a la capital del mundo, donde estuvo dos años y fue juzgado y absuelto por Burro y Séneca, representantes de Nerón, recuperando la libertad en el 63. En estos años evangelizó a los romanos, vigiló las iglesias de Asia y escribió las cartas a los Efesios, a los Colosenses, a Filemón y a los Filipenses.
Recuperada la libertad, prosiguió sus viajes apostólicos y, según algunos, llegó a Francia y España. Luego volvió a Oriente y pasó de nuevo por Colosas, Tróade, Mileto y Creta, y a continuación se acercó a Macedonia, Corinto y Nicópolis. Nuevamente en Roma, no se sabe cómo, en el 66, y detenido con san Pedro, tras soportar una durísima prisión, fue decapitado el año 67 en la vía Ostiense (el 29 de junio según la tradición).
San Pablo es el apóstol por excelencia y de manera especial el apóstol de los gentiles. Recorrió todo el mundo romano, constantemente amenazado y acosado con furor implacable a lo largo de treinta años, odiado por los gentiles, perseguido por los judíos, acusado, calumniado, golpeado, lapidado, traicionado, siempre en peligro de muerte por la gloria de Cristo. Selló con su sangre la predicación del Evangelio en sus largos viajes misioneros y concluyó gloriosamente su vida marcando con ella la ciudad reina del mundo.
LAS EPÍSTOLAS DOGMÁTICAS
CARTA A LOS ROMANOS. No podemos clasificar rotundamente las cartas paulinas, pues cada una de ellas contiene elementos morales y dogmáticos. La división en tres grupos: dogmáticas, morales y pastorales, se hace según el elemento que prevalece en ellas.
San Pablo había deseado muchas veces visitar Roma y no lo había conseguido. Al final del tercer viaje proyectaba conquistar para Cristo todo el Occidente, teniendo así ocasión de cumplir sus sueños de visitar la Iglesia de Roma. Escribe a los romanos y les anuncia que durante el viaje que piensa hacer a España se detendrá en Roma. Esta fue la razón ocasional de la carta.
Pero la carta a los Romanos, más que una carta, es un
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tratado. San Pablo justifica en ella su apostolado entre los gentiles e insiste en los puntos fundamentales de su predicación, especialmente en la tesis básica y más combatida por los judaizantes, pero de una importancia capital para el futuro del cristianismo, y es que la gracia de la justificación ha sido merecida por Cristo para todos los hombres, tanto judíos como paganos, sin referencia a ningún mérito precedente; la justificación no depende de la observancia de la ley mosaica, sino de la fe en Cristo, que se hace viva con las buenas obras.
CARTA A LOS GÁLATAS. Esta carta está dirigida no a una iglesia determinada, sino a un grupo de iglesias de Galacia.
San Pablo llevó a esta provincia romana el Evangelio en sus dos primeros viajes misioneros. Los gálatas acogieron el Evangelio con entusiasmo, pero luego aceptaron a los judaizantes, quienes exigían la observancia de la ley mosaica y la circuncisión también a los gentiles convertidos. Cuando Pablo se enteró del peligro que encerraba la doctrina de sus adversarios, escribió para reivindicar su autoridad y restablecer la verdadera doctrina contra los seductores judaizantes.
La carta es fundamentalmente dogmática, como la de los Romanos, y defiende la tesis de que la justificación depende de la fe en Cristo y no de la ley de Moisés, cuya observancia es superflua e incluso nociva.
Esta carta es una fotografía de Pablo. Su viveza, su ardor y su celo palpitan en ella, así como su capacidad de razonamiento y su afecto de padre.
CARTA A LOS COLOSENSES. Epafras, discípulo de san Pablo y obispo de Colosas, había ido a Roma para visitar a Pablo prisionero y le había informado de los nuevos peligros que amenazaban a las iglesias de Asia, especialmente a la de Colosas. Los peligros procedían de los falsos doctores judaizantes, iniciadores ya del gnosticismo.1
San Pablo escribió esta carta cuando se enteró de aquellos peligros.
En la parte dogmática habla de los beneficios y de la dignidad de Cristo en relación con Dios, con la creación y con la Iglesia, y refuta a los falsos doctores oponiendo a sus fantasías la verdadera doctrina cristiana. Insiste con gran altura en la divinidad de Cristo, en la universalidad de la redención y en la necesidad del cristianismo para salvarse; explica la vaciedad de las observancias judaicas y de las
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prácticas ascéticas de los falsos doctores y condena su exagerado culto a los ángeles.
En la parte moral habla de los deberes cristianos, tanto generales como particulares, y de los diversos estados de vida.
Iª CARTA A LOS TESALONICENSES. San Pablo había fundado en Tesalónica una floreciente iglesia. Viéndose obligado a abandonar la ciudad por las intrigas de los judaizantes y no pudiendo volver a ella, les envió a Timoteo. Esta carta la escribió cuando este discípulo, que se encontró con él en Corinto, le dio noticias sobre aquella iglesia.
Además del prólogo y el epílogo, esta carta contiene una parte histórica en la que san Pablo justifica su conducta con los tesalonicenses y les alaba por haber respondido a sus solicitudes, y una parte dogmático-moral, con la que exhorta a la virtud, responde sobre la suerte de los que mueren antes de la venida de Cristo, trata del juicio y finalmente exhorta al cumplimiento de todos los deberes.
IIª CARTA A LOS TESALONICENSES. En la primera carta a los Tesalonicenses, Pablo había hablado de la vuelta de Cristo y los tesalonicenses interpretaron que se trataba de una vuelta inminente y del final de la historia del mundo, por lo que muchos llegaron a la conclusión de que no merecía la pena trabajar y que mejor era quedarse pasivos a la espera.
Para remediar estos desórdenes, Pablo escribe esta segunda carta, en la que, hablando de la venida de Cristo, dice que le precederá el Anticristo, por lo que los fieles no deben pensar que la parusía de Cristo esté próxima y que, no sabiendo en qué momento tendrá lugar, deben estar preparados y ser constantes en la fe. Reprende a los ociosos, les recuerda la ley del trabajo y exhorta a evitar a los desobedientes.
CARTA A LOS HEBREOS. La carta a los Hebreos está dirigida a los que habitaban en Palestina y especialmente en Jerusalén. El amor inmenso de san Pablo2 no podía olvidar a sus hermanos según la carne.
En la parte dogmática el Apóstol, sin condenar a quien todavía practica los ritos antiguos, demuestra la insensatez de quien se considera obligado a practicar la ley antigua, y muestra la superioridad del Nuevo Testamento sobre el Antiguo, porque Cristo, hijo de Dios, es el autor del Nuevo Testamento y muy superior a los ángeles y a Moisés, que trajeron la ley antigua. Luego habla del sacerdocio de Cristo y explica detalladamente su absoluta superioridad sobre el sacerdocio hebreo, concluyendo que el Antiguo Testamento era la sombra y el Nuevo Testamento la realidad.
La parte moral es la conclusión de la dogmática y reclama la necesidad de la fe y de las buenas obras.
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REFLEXIÓN XXIII
El santo Evangelio es protección«Esto ha sido mi consuelo en la miseria: tu promesa»
(Sal 118/119,50)
Veíamos ayer que el Evangelio es la salvación de nuestras almas y veremos hoy que es nuestra protección contra el demonio, contra las pasiones de la carne y contra el mundo.
I.
El santo Evangelio es protección contra el demonio. Cuando llevamos con nosotros el santo Evangelio es como si lleváramos la santísima Eucaristía, es decir, a Jesús vivo y verdadero. Del mismo modo que después de la comunión Jesús está realmente presente en nuestra alma con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, así está, con su verdad, realmente presente en quien lleva su Evangelio.
El Evangelio no es solamente una imagen, como puede serlo el crucifijo, sino algo del mismo Jesús, más aún, Jesús mismo, pues Él, siendo Dios, es sumamente simple e indivisible, y donde Él está presente como verdad, debe necesariamente estar presente con su bondad, omnipotencia, etc.
Quien lleva consigo el santo Evangelio se encuentra en la mejor compañía, porque está con Jesús.
* * *Antes de la venida de Jesús el reino del demonio era vastísimo y el Evangelio nos dice que el divino Maestro se encontró muchísimas veces con endemoniados a los que liberó de su deplorable esclavitud. Hasta la venida de
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Jesucristo el reino de Satanás había ido dilatando su campo, pero a partir del anuncio de la Buena Nueva comenzó a declinar.
Hoy son pocos los casos de endemoniados dentro de los pueblos cristianos. En cambio, los misioneros se encuentran con bastante frecuencia entre los infieles con personas poseídas por el demonio. ¿Cómo se explica esto? Es muy sencillo: el demonio, príncipe de las tinieblas, evita exponerse a la luz del Evangelio.
Es imposible conciliar al demonio con el Evangelio, porque son opuestos entre sí.
La santa Iglesia, consciente de esta verdad, ha establecido los exorcismos para que el sacerdote aleje al demonio del pobre poseído mediante la lectura de cuatro textos evangélicos y la recitación de varios salmos.
El Evangelio es un enemigo declarado de Satanás.3*
II. El Evangelio calma y atempera las pasiones de la carne.4* El corazón humano, como consecuencia del pecado original, se ha convertido en un nido de serpientes venenosas. ¡Cuántas pasiones agitan a los pobres hijos de Eva!
A los pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza) les siguen una infinidad de otros vicios, lo que hacía exclamar a san Agustín: «Los hombres son una masa perdida».5
En el ardor de las pasiones pongamos
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el Evangelio junto al corazón; sentirá en seguida un gran alivio y, como medicina misteriosa, calmará nuestro pobre corazón agitado.
Cuando el papa Alejandro VI regaló el libro de los Salmos a Cristóbal Colón, éste, que era muy fiel al Papa, sintió una emoción muy especial. Leía los salmos en tiempo de adversidad, cuando cundía el desánimo y sentía agitada su alma; afirmaba que siempre había encontrado en ellos fuerza y consuelo, especialmente en los días aciagos de su encarcelamiento.
El santo Evangelio es un calmante eficacísimo de las pasiones.6* El corazón se hace audaz en sus aspiraciones, se fortalece en las dificultades y se serena y calma en medio de las tinieblas y las luchas.
La historia eclesiástica nos cuenta que muchos cristianos llevaban siempre consigo el Evangelio, y según san Eusebio, muchos mártires fueron vistos con los escritos sagrados alrededor de sus cuellos.
El Breviario dice expresamente que la virgen Cecilia llevaba continuamente consigo el santo Evangelio: «Virgo semper in corde suo, Evangelium ferebat». Y tanta fuerza recibía esta virgen romana de él, que supo resistir con fuerza admirable a su marido, a su cuñado y al mismo emperador, quien la condenó a muerte irritado por su tenacidad.
¿Dé dónde sacó su fuerza la Virgen María en el momento dolorosísimo de la pasión y muerte de su amado Jesús? ¿Por qué se mantuvo de pie
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y no perdió el ánimo? Porque gracias a la sagrada Escritura, que aprendió a leer y amar desde niña, sabía perfectamente que el Redentor debía padecer y morir, pero también que resucitaría al tercer día, lo que le infundía fuerza y serenidad.
III. El Evangelio nos protege contra los peligros del mundo. Por mundo entendemos todo lo que no viene de Dios o no se hace como Él quiere, sino como quiere el espíritu infernal.
Un muchacho siente que el divino Maestro le llama a una vida más perfecta y quisiera responder y seguir la llamada, pero se encuentra con infinitas dificultades que le ponen los familiares y los amigos, lo que le lleva a dejarlo para más tarde, con riesgo de perder la vocación.
Los peligros del mundo acechan. Hay que ser prudentes para no encantarnos con sus máximas y terminar mal.
Es necesario oponer como antídoto las máximas evangélicas a las máximas diabólicas cuando está de por medio la salvación.
La lectura del Evangelio nos iluminará y dará fuerza contra todos los peligros y mentiras. Sus santas palabras, dice el Apóstol, son vivas y activas y más afiladas que una espada de doble filo: «Vivus est enim sermo Dei et efficax, et penetrabilior omni gladio ancipiti» (Heb 4,12).
* * *
Consecuencias: Procurar que en toda familia, en las escuelas y en toda clase de personas se encuentre el santo Evangelio,7 ya que es no una imagen, sino el mismo Jesús-Verdad.
Gracias al Evangelio que llevamos con nosotros, se alejan de nosotros muchas desgracias que mereceríamos por nuestros pecados.
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EJEMPLO. El venerable Contardo Ferrini.8 Es un modelo acreditado para los estudiantes, un profesor y apologeta que descollaba en el estudio del derecho y en la defensa de la Iglesia, un santo que vivió en el siglo enseñando en una cátedra de universidad.
Cuando Ferrini se encontraba en Milán en el Liceo Beccaria, donde hizo brillantes estudios, trató de ocupar útilmente el tiempo que sus compañeros dedicaban al recreo. Deseoso de leer la sagrada Escritura en los textos originales, manifestó al director de la Biblioteca Ambrosiana, monseñor Ceriani, su deseo de conocer la lengua hebrea. El docto prelado accedió de inmediato y se ofreció a enseñarle él mismo esa lengua y la siríaca, así como los primeros elementos de sánscrito y copto.
Un colega y amigo, el conde Paolo Mapelli, escribe acerca de la lectura que Ferrini hacía de la Biblia: «...Tenía especial predilección por el estudio de la Biblia, que leía en el texto hebreo... Sabía de memoria las cartas de san Pablo, y siendo estudiante las recitaba con entusiasmo, pues sentía gran admiración por Pablo de Tarso».
Más tarde enseñó en las universidades de Pavía, Mesina, Módena y Parma, haciendo siempre un verdadero apostolado. Vivió santamente. La Iglesia ha comenzado su causa de beatificación y le ha declarado venerable con decreto del 8 de febrero de 1931.
FLORECILLA. En las tentaciones y dificultades de hoy pondré la mano en el pecho, o donde lleve el texto evangélico, diciendo: «Per evangelica dicta, deleantur nostra delicta».
CÁNTICO DE TOBÍAS [#]
Bendito sea Dios, que vive para siempre,
y que reina por todos los siglos;
porque castiga y perdona,
lleva a la profundidad de los abismos
y saca de la gran perdición.
Nadie puede escapar de su mano.
Israelitas, bendecidlo ante las naciones,
porque él os ha dispersado entre ellas,
y os ha demostrado su grandeza.
Ensalzadlo ante todos los vivientes,
pues él es nuestro Señor y nuestro Dios,
él es nuestro padre para siempre.
Él os castiga por vuestras iniquidades
y después os perdona
y os reunirá de entre todas las naciones
en que os ha dispersado.
Considerad lo que ha hecho por vosotros
y con voz potente dadle gracias.
Bendecid al Señor de la justicia,
ensalzad al rey de los siglos.
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Ensalzaré a Dios, rey de los cielos,
y mi alma radiante de júbilo proclamará su grandeza.
Anúncienlo todos,
y todos en Jerusalén le den gracias.
Jerusalén, ciudad santa,
el Señor te castigará por las obras de tus hijos,
luego se apiadará de los hijos
que practican la justicia.
Da gracias dignamente al Señor
y bendice al rey de los siglos,
porque de nuevo su templo será con gozo construido,
y alegrará en ti a todos los cautivos
y amará en ti para siempre a todos los miserables.
(Tob 13,2-5.7.9-12)9
LECTURA
Jesús exhorta a llevar la cruz y a salvarseJesús llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. ¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina ante esta generación adúltera y pecadora, también el hijo del hombre se avergonzará de él; y si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, el hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria y con la del Padre y los santos ángeles.
Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. Os aseguro que algunos de los presentes no morirán sin haber visto al hijo del hombre venir como rey, antes que venga el reino de Dios.
(Mt 16,24-28; Mc 8,34-39; Lc 9,23-27).
ORACIÓN
Para ser liberados del pecadoSeñor, padre y dueño de mi vida,
no me abandones a los halagos de mis labios,
no permitas que caiga por ellos.
¿Quién aplicará el azote a mis pensamientos,
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y la disciplina de la sabiduría a mi corazón
sin disimular mis errores,
para que no incurra en pecados?
No sea que se multipliquen mis errores,
se acrecienten mis pecados,
caiga en manos de mis adversarios
y se regocije mi enemigo a costa mía.
Señor, padre y Dios de mi vida,
no me des mirada altanera
y aparta de mí la avaricia.
Que la sensualidad y la lujuria no se adueñen de mí,
y no me entregues a un deseo torpe.
(Sir 23,1-6).
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1 Con este término, que se deriva de la palabra griega gnosis (conocimiento o ciencia), se designa un grupo de corrientes filosófico-religiosas que se difundieron en los siglos II-III en Roma, Alejandría de Egipto y otros puntos de la cuenca mediterránea. Hasta el hallazgo en 1945, en Nag Hammadi, en el Alto Egipto, de una biblioteca gnóstica, los especialistas disponían de pocos textos, por lo que las fuentes para el estudio de las teorías gnósticas estaban constituidas por descripciones y citas contenidas en las refutaciones de autores cristianos, como Ireneo de Lyón. Testimonios gnósticos fueron algunos evangelios apócrifos como La sofía [sabiduría] de Jesucristo o el Apócrifo de Juan, que contendrían una doctrina revelada por Jesús solamente a algunos apóstoles o discípulos elegidos y destinada a unos pocos seguidores.
2 En LS, Hebreos se considera una epístola de Pablo. Los estudiosos aluden a algunos hechos que hacen problemática tal atribución. En Hebreos, a diferencia de las otras trece cartas consideradas “paulinas”, el nombre de Pablo no aparece nunca, tal vez porque se trata de un documento que carece del habitual formulario paulino de presentación. In Heb 13,23 hay una referencia directa dirigida a los destinatarios por parte del autor anónimo juntamente con Timoteo («Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido liberado; si viene pronto, os veré con él»); ello podría hacer pensar en Pablo, pues éste cita a Timoteo como colaborador suyo, como hermano o hijo espiritual en Rom 16,21; 1Cor 4,17; 16,10; 2Cor 1,1.19; Flp 1,1; 2,19; Col 1,1; 1Tes 1,1; 3,2.6; 2Tes 1,1, en las dos cartas a Timoteo y en Flm 1. Hebreos llama la atención por una presentación nueva y original del tema del sacerdocio de Cristo; mientras que las grandes ideas de Pablo en las demás cartas no aparecen aquí. Al redactor de Hebreos se le ha querido identificar en Bernabé o en Apolo, de quien nos consta la cultura de formación alejandrina (greco-helenista) y perfecto conocimiento de las Escrituras en lengua griega (la LXX). Hoy se considera que esta epístola no es de Pablo, aunque se reconozca en ella una influencia de su pensamiento.
3* «Procura leer la santa Biblia, porque cuando el antiguo enemigo (el diablo) te ve ocupado en ella, huye de ti como se huye de un enemigo armado» (San Pedro Damián).
[San Pedro Damián vivió en los años 988-1072 (según algunos: Rávena, 1007 - Faenza, 22 de febrero de 1072) y fue un hombre de gran penitencia y prolongada oración. Abandonó la amada soledad contemplativa de Fonte Avellana (que albergaría un día a Dante Alighieri) y aceptó ser obispo y cardenal para promover mejor la purificación y la renovación de la Iglesia, víctima de graves abusos. Es autor de importantes obras litúrgicas, teológicas y morales].
4* «No hay tentación, adversidad, desgracias o calamidad que no encuentre lenitivo en la sagrada Escritura y para las que no ofrezca su ayuda con el consuelo, el consejo o algún otro remedio» (Santo Tomás de Villanueva).
[Santo Tomás de Villanueva nació en Fuenllana, cerca de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real, España), en 1486. Se graduó en filosofía y entró en la Orden de los Agustinos. Ordenado sacerdote, fue superior de por vida de su comunidad. Elegido arzobispo de Valencia, envió misioneros por todo el mundo, especialmente a Perú. Muy sensible con los necesitados, llegó a fundar un orfanato en el palacio arzobispal y se preocupó de la pastoral juvenil. Defendió la diócesis de la amenaza musulmana y fundó el Colegio Seminario de la Presentación. Gran predicador, convirtió más con el ejemplo que con las palabras. Por su profundidad teológica sobre la Virgen María, se le comparó con san Bernardo. Murió en 1550].
5 Aunque la Iglesia no ha definido nada sobre el número de los que voluntariamente eligen el infierno, ya san Agustín hablaba de massa damnationis frente a un pequeño número de elegidos. También san Gregorio Magno y otros Padres y Doctores de la Iglesia afirman que son más los que se condenan que los que se salvan. Si bien defendió muchas veces el libre albedrío, san Agustín llegó a defender la predestinación, posición recuperada y llevada al extremo por Lutero, monje agustino, para quien después del pecado original el hombre forma parte de una multitud de condenados y no puede ya hacer el bien y salvarse; el único camino de salvación es la fe en que Dios no tendrá en cuenta el pecado original y salvará al creyente.
6* «El Evangelio posee una fuerza misteriosa y una eficacia indefinible que llega a las mentes y los corazones. Al meditarlo se siente lo mismo que cuando se contempla el cielo. No es un libro; es algo así como un ser vivo, dotado de un poder que no conoce obstáculos» (Napoleón I).
[Napoleón Buonaparte (o Bonaparte) nació en Ajaccio, Córcega, el 15 de agosto de 1769, en una familia de origen toscano, y murió a los 52 años, el 5 de mayo de 1821, desterrado en la isla de Santa Elena, colonia británica en el océano Atlántico meridional].
7 Léanse al respecto los nn. 136-145 de AD, donde el P. Alberione menciona el estudio obligatorio de la sagrada Escritura impuesto por Pío X a los clérigos (n. 137) y alude a una «especie de persuasión de que no se podía dar al pueblo el Evangelio, y mucho menos la Biblia. La lectura del Evangelio era casi exclusiva de los no católicos, quienes lo interpretaban según el criterio de cada uno» (n. 139). El P. Alberione descubrió que podían hacerse “tres cosas”: «Que el Evangelio penetrase en todas las familias, juntamente con el catecismo» (n. 140); «Que el libro del Evangelio fuese modelo e inspirador de todas las ediciones católicas» (n. 141); «Que se diese culto al Evangelio» (n. 142). La difusión del Evangelio podría haber sido inspirada por la actividad de la Pía Sociedad de San Jerónimo, activa desde 1902 (cf. nota 9 de la p. 203).
8 Contardo Ferrini (nacido en Milán el 4 de abril de 1859 y fallecido en 1902 en Suna, junto al lago Mayor), había sido declarado venerable en 1931. Sería beatificado por Pío XII el 13 de abril de 1947. Seglar y célibe, fue definido “astro de santidad y de ciencia”. Había sido profesor en varias universidades, como consta en LS, y sus reliquias fueron depositadas, dada la insistencia del P. Agostino Gemelli, en la cripta de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, cuyo precursor había sido Ferrini, por lo menos teniendo en cuenta su gran deseo de conciliar ciencia y fe, cultura y religión. De cultura universal (había estudiado también en Berlín), Ferrini fue considerado un modelo de profesor católico, notable por su “inagotable deseo de oración”. Había sido un colaborador muy estimado de la “Rivista Internazionale di Scienze Sociali e Discipline Ausiliarie”, que con el impulso del sociólogo Toniolo y de Talamo trataba de reunir escritores católicos y promotores de ciencias sociales. «Lo que más admiraba de Ferrini -escribía Toniolo- era su gran humildad, tanto mayor cuanto más grandes eran su bondad y sus méritos». El profesor Ferrini pensaba en la muerte sin miedo, seguro de la promesa de Cristo: «Tiene dulces ecos, Jesús, tu santa palabra: todavía un poco y me veréis».
9 La traducción no se corresponde, versículo a versículo, con el texto latino de la Vulgata de la edición original, indicado sumariamente con la referencia “Tobías capítulo 13”.