Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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DÍA VIII
LA BIBLIA Y LA TEOLOGÍA MÍSTICA

EL LIBRO DE JOB

Es un maravilloso poema escrito en la edad de oro de la literatura hebrea, probablemente en tiempos de Salomón.
El libro nos presenta a un piadosísimo Job, víctima de desgracias tremendas, a quien visitan tres amigos que enmudecen de terror. Rompe este silencio un grito angustioso de Job, que sus amigos interpretan como blasfemo y que plantea un problema tan difícil como el del dolor. Los amigos le dicen a Job que sus desgracias son un castigo merecido por sus culpas. Job se declara inocente y, al no creerle sus amigos e incluso debiendo soportar sus insultos, apela a Dios.
Los amigos intervienen tres veces, siempre en el mismo orden; al final, el segundo balbucea unas breves palabras y el tercero se queda en silencio. Tras conseguir que se callen, nuevamente Job se declara inocente y dice que su castigo es desproporcionado en relación con sus pecados. Interviene entonces un nuevo personaje, Elifaz, que explica el fin del dolor y exalta la sabiduría divina. Finalmente interviene Dios para hablar de la audacia de los hombres cuando pretenden investigar los designios divinos.
Como se ve, este libro intenta resolver, con un hecho concreto, una de las cuestiones más difíciles: por qué alguna vez debe el justo verse oprimido por los males. La enseñanza derivada de este libro es que el dolor no solamente hace que expiemos pecados cometidos, sino que nos purifica y nos hace virtuosos, y que el hombre, en lugar de escudriñar los caminos de la divina Providencia, debe someterse y pensar que Dios lo hace todo con sabiduría, justicia y bondad.
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REFLEXIÓN VIII

La Biblia y la teología mística


«Cuánto amo tu ley: todo el día estoy pensando en ella»
(Sal 118/119,97).


También la teología mística, al igual que la dogmática, la moral, la ascética y la pastoral, tiene en la Biblia su fuente.
¿Qué es la teología mística?
Es la parte de la teología que trata de la unión del alma con Dios conseguida por caminos extraordinarios. Su fin consiste, por tanto, en instruir y guiar a las almas a la más alta perfección.1
Es una ciencia sublime y difícil que pocas almas conocen y practican. No obstante, tiene un fundamento y unos principios claros y seguros, dado que su base se encuentra en la Biblia y la Tradición, fuentes seguras e infalibles.
Son materia de la mística todas las cosas extraordinarias que podemos leer en la vida de algunos santos, como el éxtasis, las apariciones, revelaciones, estigmas, transfiguraciones, bilocaciones y otros fenómenos místicos.
La vida de la B. Gemma Galgani2 es una vida mística. Esta joven virgen llegó al matrimonio espiritual, el grado más alto de la mística. Conocía las cosas
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ocultas y futuras, llevaba en sus manos y sus pies los estigmas sagrados y se dice que su ángel se le aparecía con frecuencia y hablaba con ella.
Las almas que gozan de estos dones sobrenaturales no tienen motivos para gloriarse, porque estas gracias, totalmente gratuitas, que el Señor les concede son, según la doctrina de san Pablo, para edificación de todos: «A cada cual se le da la manifestación del Espíritu para el bien común...» (1Cor 12,7).
El Señor otorga estos dones a quien quiere y como quiere: «Spiritus... dividens singulis prout vult» (1Cor 12,11). Por consiguiente, quien se vea favorecido con ellos no tiene motivos para gloriarse, pues los ha recibido del Señor.

* * *

Las relaciones entre la teología mística y la sagrada Escritura son muy estrechas. De hecho, la acción de los hagiógrafos que escriben bajo la inspiración y la asistencia del Espíritu Santo pertenece a la mística.
¿Quién podría predecir cientos y cientos de años antes, sólo con las luces naturales, los detalles de la vida del Redentor, como hizo Isaías? ¿Quién podría decir, leyendo el Evangelio y el Apocalipsis de san Juan, que estos libros fueron escritos por un hombre común, sin intervención divina? Nadie, evidentemente, porque todos los hombres juntos no podrían nunca comprender, y menos aún describir, las cosas altísimas contenidas en ellos.
Toda la sagrada Escritura es un don3 místico. Muchas verdades contenidas en ella fueron conocidas milagrosamente
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por los hagiógrafos, bien en visión, como en el caso de san Juan, o bien oyéndoselas directamente a Dios, como Moisés.
La ciencia mística, por tanto, no es una cosa incierta o abstracta, sino una ciencia verdadera, y la mejor prueba de esto es la Biblia, escrita enteramente por inspiración divina.

* * *

Otro de los motivos por los que se ha dicho que entre la teología mística y la sagrada Escritura hay una relación muy estrecha, es que la ciencia mística se extrae de la sagrada Escritura. Hay algunos libros, como el Salterio de David y los de los Profetas, que contienen oraciones sublimes, plegarias que elevan el alma hasta Dios y la hacen entrar en la más íntima comunicación con la santísima Trinidad.
El precioso poema del Cantar de los Cantares ha sido llamado Cántico de los místicos. Es una conversación íntima entre el alma amante y el Esposo celestial. Tiene la finalidad de conducir al alma hasta lo más alto, hasta el Altísimo, hasta la cumbre de la mística, que es el desposorio del alma amante con Cristo.
Fue el libro preferido de todas las almas místicas, todas ellas precedidas por la santísima Virgen, quien seguramente lo leía con gran profundidad y emoción. Fue también el libro preferido de san Pablo, quien asimiló de tal modo la altísima doctrina del Cantar de los Cantares, que las catorce cartas escritas por él forman a su vez tratados de teología mística y son fuentes inagotables a las que acuden todas las almas sedientas de amor de Dios.
San Pablo es un gran maestro de teología mística, no sólo porque nos dejó el tesoro precioso de sus cartas, sino porque él mismo nos dio ejemplos
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de un grado altísimo de unión con Dios.
Así pues, la ciencia mística no es una ciencia humana que el hombre pueda entender solamente con la luz de la razón, sino una ciencia divina y sobrenatural, que se encuentra entre el cielo y la tierra, superior por tanto a todas las ciencias humanas no sólo por su origen, sino también por su contenido.
¿De dónde sacaron los santos Padres y los Doctores de la mística su doctrina? De la Biblia.
A vosotros, almas sedientas del amor divino, debería deciros que leyerais los libros de san Francisco de Sales, de san Alfonso, de san Bernardo, de san Juan de la Cruz, conocido como el Doctor de la Mística. Pero ¿qué son estos libros si los comparamos con la Biblia? Son sólo riachuelos que se derivan de ella.
Tomad la Biblia y leedla. En ella encontraréis el agua viva que apagará vuestra sed ardiente, el modo de amar por encima de todas las cosas a vuestro Esposo celestial. Encontraréis también las conversaciones que podéis mantener con Él. En una palabra, vuestra alma encontrará el modo de saciarse totalmente.4*
Hace casi tres años que el P. Vitti, S. J., comenzó a publicar en la «Civiltà Cattolica» una serie de artículos sobre la teología mística de san Pablo, tratando de conducir a las almas a la fuente verdadera de la mística, es decir, a la sagrada Escritura y de presentar
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a las almas uno de los ejemplos más hermosos de unión mística.
El docto jesuita escribía en el número del 17 de octubre de 1931: «Quien quiera gustar a san Pablo debe verle en su íntima unión con el corazón de Jesucristo, en su divino fuego de amor; debe tratar de percibir la armonía que su humanidad derrama, casi sin dejarse sentir, al contacto con la belleza inefable de la divinidad. Sólo así podrán entreverse las sublimidades y sondearse los abismos de los conceptos de la doctrina del Apóstol».
Quien desee elevarse en la ciencia mística debe contemplar esos ejemplos y recurrir a la fuente inagotable, la Biblia, como hicieron todas las almas místicas.
Santo Tomás de Aquino conocía tan bien el Cantar de los Cantares que, en una de las últimas noches de su vida, sintiéndose más encendido que nunca de amor a su Dios, dictó el comentario de este libro. La muerte de este gran doctor fue solo un paso de la tierra al cielo.
Lo mismo le sucederá a quien lea habitualmente la Biblia. El lector asiduo de la sagrada Escritura se inflamará de tal modo de amor a Dios y al prójimo, que la muerte será para él un paso decidido hacia el paraíso, que consiste esencialmente en el amor. El alma amante será admitida de inmediato a la unión íntima con el Esposo divino.

EJEMPLO. S. Buenaventura. Entre la luminosa serie de los doctores de la Iglesia, brilla con luz especial san Buenaventura, compañero íntimo de santo Tomás de Aquino y uno de los primeros discípulos de san Francisco.
Deseoso de perfección, siendo muy joven ingresó en la orden franciscana, donde aprendió de su padre Francisco, además del amor a la Eucaristía y a la santísima Virgen, el amor a la sagrada
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Escritura, que convirtió en la base de sus estudios y de su perfeccionamiento espiritual.
De ella recibió la fuerza para no ser negligente en el camino del bien, sino decidido y magnánimo, y para emprender, en nombre de Dios, las obras más grandiosas, como la lucha contra sí mismo.
El ejemplo del joven David, quien en nombre de Dios avanzó contra el gigante Goliat y le derrotó, así como el de Judit y de tantos otros, eran para Buenaventura una fuerte invitación a luchar denodadamente, en nombre de Dios, contra todos sus enemigos. Y no sólo consiguió dominar perfectamente sus pasiones, sino que voló tan alto en santidad que fue llamado Doctor Seráfico.
El corazón del dignísimo hijo de san Francisco alcanzó la plenitud de las virtudes hasta el punto de sentir la necesidad de hacer algo grande. El santo se subía entonces al púlpito con el rostro inflamado de amor y hablaba durante horas y horas sin que los oyentes se cansaran.
Pero el número de los oyentes era muy escaso para Buenaventura, quien nunca se sentía satisfecho por grande que fuera. Quería hablar a todos los hombres y salvarles, porque había leído en el Evangelio: «Id y predicad el Evangelio a todas las criaturas». ¿Qué hizo entonces san Buenaventura? Tomar la pluma y escribir. Sus escritos parecen, efectivamente, de un serafín.
Además de numerosas obras exegéticas, como el comentario sobre el Eclesiastés, la Sabiduría, el Evangelio de san Lucas y de san Juan, nos dejó escritas 79 conferencias sobre el Evangelio. Pero su obra principal es el «Itinerarium mentis ad Deum», en la que el santo demuestra su gran altura en teología mística, de la que es uno de los doctores principales.
Él mismo nos dijo de dónde había sacado tanta sabiduría: del Crucifijo y de la sagrada Escritura, únicos objetos que constantemente tenía sobre su mesa de trabajo.
La enseñanza que debemos aprender nos la sugiere el propio san Buenaventura: «Quien no ama la sagrada Escritura, nunca llegará a entender su verdadero significado».

FLORECILLA. Recitaré un misterio del rosario para que la Biblia sea leída, meditada y vivida.
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CÁNTICO DE EZEQUÍAS [#]

Pío como la golondrina, gimo como la paloma.
Se consumen mis ojos de mirar a lo alto.
Señor, en angustia estoy; sé tú mi valedor.
¿Qué diré? ¿De qué le voy a hablar?
Es él quien actúa.
Terminaré el curso de mis años,
pasada la amargura de mi alma.
Señor, por ti vive mi corazón, vive mi espíritu;
dame la salud, devuélveme la vida.
Oh, sí, en salud se cambia mi amargura.
Tú has salvado mi vida de la fosa vacía,
te has echado a las espaldas todos mis pecados.
Porque el abismo no te alaba ni te ensalza la muerte;
no esperan los que bajan a la fosa tu fidelidad.
El que vive, el que vive, te alaba como yo en este día.
El padre da a conocer a sus hijos tu fidelidad.
Señor, puesto que me has salvado,
haremos resonar nuestros instrumentos
todos los días de nuestra vida en el templo del Señor.

(Is 38,14-20).


LECTURA

Grandeza de los dones que Dios concedió a san Pablo

¿Hay que seguir presumiendo? Aunque no está bien, hablaré de las visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre, un cristiano, que hace catorce años -en cuerpo o en espíritu, no lo sé, Dios lo sabe- fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre -en cuerpo o en espíritu, no lo sé, Dios lo sabe- fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre no puede expresar.

De ese hombre presumiré, pero de mí no presumiré sino de mis flaquezas. Si intentase presumir, no sería ninguna tontería, pues diría la verdad; pero no lo hago, para que nadie me considere sobre lo que ve en mí y oye de mí. Y para que no sea orgulloso por la sublimidad de las revelaciones, me han clavado una espina en el cuerpo, un ángel de Satanás, que me abofetea para que no me haga un soberbio. Tres veces he pedido al Señor que me saque
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esa espina, y las tres me ha respondido: «Te basta mi gracia, pues mi poder triunfa en la flaqueza». Con gusto, pues, presumiré de mis flaquezas para que se muestre en mí el poder de Cristo. Por esto me alegro de mis flaquezas, de los insultos, de las dificultades, de las persecuciones, de todo lo que sufro por Cristo; pues cuando me siento débil, es cuando soy más fuerte.

(2Cor 12,1-10).


ORACIÓN DE JUDIT

Cantad a mi Dios un cántico nuevo.
Eres grande, Señor, y glorioso,
admirable por tu fortaleza e invencible.
Que te sirvan todas las criaturas,
pues hablaste, y fueron creadas;
enviaste tu espíritu, y existieron;
y no hay nada que se resista a tu voz.
Las aguas desquiciarán los cimientos de los montes;
las rocas, ante ti, se derretirán como la cera;
pero tú serás siempre propicio con tus fieles.
Poca cosa son los sacrificios de olor agradable
y es menos que nada la grasa de los holocaustos,
pero es grande sobremanera el que te teme.
¡Ay de las naciones que se enfrentan a mi raza!
El Señor omnipotente las castigará en el día del juicio,
pondrá fuego y gusanos en sus cuerpos
y llorarán atormentados para siempre.

(Jdt 16,13-17).5


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1 Para el P. Alberione, la ascética y la mística son las fuentes intrínsecas del apostolado por ser expresiones de la auténtica espiritualidad cristiana y paulina: «Nuestra devoción a Cristo y nuestra incorporación a él es el principio, el fin y la esencia misma de nuestra vida sobrenatural. En esto consiste la ascética y la mística» (Carissimi in San Paolo, p. 1379; cf. Donec formetur Christus in vobis, n. 95).

2 Es la primera mujer mística y estigmatizada del siglo XX, en quien el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús grabó su inconfundible fisonomía de “víctima” y de “esposa de un rey crucificado”. Nació cerca de Lucca (Italia) el 12 de marzo de 1878 y allí murió el 11 de abril de 1903. Fue canonizada por Pío XII el 2 de mayo de 1940. Cuando se publicó LS (1933) era “beata”.

3 La Biblia nos viene de Dios y debe ser recibida como don místico.

4* «Imagínese un sentimiento de perfección; pues bien, se le encuentra en el Evangelio; sublímense los deseos del alma más pura de pasiones personales hasta el ideal sumo de la belleza moral; pues bien, tales deseos no superan la región del Evangelio» (Alessandro Manzoni).
[Con pocas vicisitudes externas, la vida de Alessandro Manzoni (Milán 1785-1873) se concentra en una historia interior de búsqueda, de estudio y de profunda religiosidad. Crecido en el ambiente de la cultura de la Ilustración, retornó a la fe en 1810. Amigo fraterno de Antonio Rosmini, compartió su espiritualidad y su visión político-social. Autor de Los novios (1821-1873) y de Observaciones sobre la moral católica, concibió el proyecto de un ciclo de “Himnos sagrados” inspirados en las fiestas principales del año litúrgico].

5 LS se refiere a la Vulgata e indica “Judit XVI, 16-21”, que en las traducciones actuales corresponde a 16,13-17.