Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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DÍA XXX
QUIÉN Y DÓNDE DEBE LEER LA BIBLIA

EL APOCALIPSIS

San Juan llamó Apocalipsis a este libro misterioso porque en él anuncia las vicisitudes por las que debe pasar la Iglesia hasta su triunfo final. Lo escribió en el destierro de Patmos hacia el año 95.
«El Apocalipsis es un libro cerrado, compuesto de altísimas profecías, donde son tantos los misterios cuantas las palabras, y cada palabra tiene varios sentidos» (san Jerónimo), y puesto que la mayor parte de las profecías deben verificarse al final del mundo, por ahora es una temeridad querer interpretarlas. Es mejor leerlo adorando humildemente los misterios divinos y aprovechando los tesoros de las sublimes enseñanzas que lo adornan.
Para entender este libro, que es una obra maestra de poesía, de armonía en sus símbolos, en sus números y en sus imágenes, y que también lo es de obscuridad por ser profecía, y la profecía, más que servirnos a nosotros, debe fortalecer la fe de los cristianos que vivan en los tiempos en que se verifique lo que dicen, convendrá exponer su plan según sus armoniosas divisiones.
Además del prólogo y el epílogo, tiene tres partes:
Primera parte: Aparece Cristo y encarga a Juan que escriba su mensaje a las siete Iglesias de Asia Menor. Siguen las cartas.
Segunda parte: Contiene cinco series de visiones imaginativas:
1) Siete sellos: conquista, guerra, hambre, muerte, mártires, final del mundo, incensario de oro.
2) Siete trompetas: granizo y fuego; mar de sangre,
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el astro «ajenjo», eclipses, langostas, caballería, himno celestial.
3) Siete plagas: el diablo, la bestia del mar, la bestia de la tierra, signo de los malos, signo de los buenos, alusiones al final y al juicio.
4) Siete copas: vertidas en la tierra, en el mar, en los ríos, en el sol, en el trono de la bestia, en el Éufrates.
5) Lucha entre Cristo y el demonio: exterminio de Babilonia lamentado en la tierra, festejado en el cielo, victoria de Cristo sobre la bestia, sobre el falso profeta, lucha en los siglos y victoria final contra el demonio.
Tercera parte: el juicio final, nuevos cielos y nueva tierra, la Jerusalén celestial, gloria de los santos en el paraíso.

REFLEXIÓN XXX

Quién y dónde debe leer la Biblia


«Señor, espero que me salves,
pues tu ley hace mis delicias»

(Sal 118/119,174)


Si la Biblia ha sido dirigida a todos los hombres y si todos los hombres son hijos de Dios, todos deben leerla.
Con el fin de evitar generalidades, vayamos a lo práctico y convengamos en que la Biblia debe ser leída: 1. en las familias; 2. en las escuelas; 3. en la iglesia.

* * *

1. En las familias el Evangelio debe ocupar un lugar de honor en la casa, donde todos puedan verlo, leerlo y besarlo, de modo que cada miembro de
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la familia tenga la comodidad y la oportunidad de detenerse varias veces al día con el Maestro divino, mantener los oídos atentos y oír su voz.
Es un acto muy grato a Jesús Maestro. Recordemos cómo respondió a Marta, hermana de María y de Lázaro. «Camino adelante, llegó Jesús a una aldea; y una mujer, de nombre Marta, le recibió en su casa. Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Marta, que se afanaba en los muchos quehaceres, se paró y dijo: Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola en las faenas? Di que me ayude. El Señor le contestó: Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, y sólo es necesaria una. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará». Postrémonos también nosotros varias veces al día a los pies del divino Maestro y digámosle con humildad que nos haga oír su voz de verdad y de vida.
¡Cuánto mejorarían las familias si leyeran cotidianamente el santo Evangelio! Tendrían como referencia exclusiva a Jesucristo y no dejaría de irles todo bien en lo espiritual y lo material.
La lectura de la Biblia debe hacerla preferiblemente el padre de familia para que todos los miembros de la misma escuchen con respeto y reverencia. También es aconsejable que la haga un niño bueno e inocente. Para que las cosas divinas produzcan en las almas un fruto duradero, es indispensable hacer, antes o después de la lectura, una breve oración, y mejor aún recitarla todos a la vez. Terminada la lectura, el padre de familia, o alguien con prestigio, dirá algunas palabras como comentario que estimule
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a todos a hacer un propósito práctico para el día.
En las familias que practican lo que acabamos de decir se encuentra realmente Jesucristo y ellas no «ambulant in tenebris», no caminarán en la obscuridad, porque tienen en medio de ellas la luz, Jesús, que se proclamó a sí mismo «lux mundi», la luz del mundo.
Felices las familias que leen la Biblia, porque pertenecen a Jesús.

* * *

2. En las escuelas. También en las escuelas debe leerse la Biblia, y de manera especial en ellas, pues si hay un lugar donde es necesaria la presencia de Jesús Maestro, es justamente la escuela. Jesucristo es educador por esencia, él es el Maestro principal de la humanidad: «Unus est magister vester»,1 Jesucristo. San Pablo reprendía a los corintios porque unos presumían de tener por maestro a Pablo, otros a Cefas y otros a Apolo, diciéndoles que uno solo era su maestro, Jesucristo.
El único en el mundo digno de ser proclamado maestro y de ser elevado a la dignidad de educador de la juventud es Jesucristo. ¿Quién tiene más potestad que Él para enseñar? ¿Quién como Él conoce el corazón y la mente de los alumnos y puede satisfacerles plenamente? Nadie, nadie ama como Jesús a los niños ni sabe atraerles y educarles como él.
¡Que Jesús vuelva a todas las cátedras de nuestras escuelas y atraiga hacia sí a todos los niños para formarles según su corazón amorosísimo! Tú lo dijiste: «Dejad que los niños se acerquen a mí» (Mc 10,14). Pues bien, atráelos a todos y santifícalos a todos.
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Desgraciadamente, Jesús Maestro ha sido alejado de muchas cátedras para ser suplantado por los hijos de las tinieblas. Esas escuelas han dejado de ser templos, como dice Tommaseo,2 para convertirse en madrigueras. Pidamos a Dios que vuelva Jesucristo a todas las escuelas y que su verdad resplandezca en las mentes de todos los niños.
Que vuelva a todas las escuelas la hermosa costumbre de leer antes de las lecciones el santo Evangelio y que se le estudie. Que el Señor haga venir pronto el día en que lleguen a manos de todos los niños libros escolares, antologías, etc., inspirados en el santo Evangelio.

* * *

3. En la iglesia. Aquí no nos encontramos solamente ante un simple consejo de leer el Evangelio, sino ante el precepto explícito de la Iglesia que ordena que el sacerdote debe leerlo en alta voz en la Misa y todos los fieles escucharlo de pie con la máxima reverencia.
Está establecido que en las Misas solemnes se le inciense y cante con la máxima solemnidad entre dos cirios encendidos.
La Iglesia establece también que los párrocos deben explicar el santo Evangelio los domingos en la Misa a la que acude el mayor número de fieles.
Actualmente se recomienda a los párrocos que expliquen todos los días brevemente el santo Evangelio, especialmente en tiempo de Cuaresma. Suele hacerse ya en muchas iglesias de Piamonte, Véneto y Emilia. Pidamos en nuestras oraciones que esta costumbre, tan saludable para las almas, se extienda a todas las parroquias de Italia.
Según la Imitación de Cristo, son dos los manjares que la Iglesia debe facilitar a las almas: la Eucaristía
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y la Biblia.3 Alimentémonos con los dos para que nuestra alma sienta saciadas todas sus facultades: inteligencia, sentimiento y voluntad.4*
Pidamos que la lectura de la Biblia se universalice y propongamos hacer todo lo posible para que entre en todas las familias y sea leída, meditada y vivida. Felices nosotros si en el momento de la muerte podemos decir que hemos anunciado la Buena Nueva y que hemos proclamado la paz, porque podremos esperar justamente el premio y la corona de los evangelistas.

EJEMPLO. San Epifanio. Es otro fecundísimo escritor de los primeros siglos de la Iglesia, un apasionado de la santa Biblia. Muy joven todavía, manifestó una gran inclinación al estudio, por lo que sus piadosos padres le enviaron a estudiar. La lectura de la Biblia constituía sus delicias y era el alimento intelectual preferido. Deseando comprender cada vez mejor la sagrada Escritura en su genuinidad, se entregó al estudio de las lenguas en las que había sido escrita. Sus biógrafos afirman que todavía no tenía veinte años cuando dominaba perfectamente el griego, el hebreo, el copto, el siríaco y el latín. Fue a Egipto para visitar a los monjes eremitas y de tal manera se enamoró de aquella vida que inmediatamente decidió fundar un monasterio. Fue monje y padre de monjes, pero no por eso descuidó el ejercicio de la lectura sagrada y la tarea de escribir.
Dirigió fervorosas invitaciones a los monjes que vivían bajo sus sabias normas para que leyeran la Biblia. No dejaba pasar ninguna oportunidad para recomendarles e inculcarles su lectura y estudio, en lo que les precedía con el ejemplo. Metafrastes, uno de sus biógrafos, dice que
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vivía como un religioso perfecto: solícito, prudente en el modo de gobernar a los monjes, sin olvidar la menor de las reglas comunes, pasaba el día entero estudiando la sagrada Escritura, cumpliendo los demás deberes y dedicando buena parte de la noche al ejercicio de la oración.
En el 367 fue elegido obispo Chipre y, por más ocupado que estuviera en la defensa de su rebaño contra los numerosos lobos rapaces que se habían infiltrado entre sus ovejas y trataban de hacer estragos, nunca dejaba su Biblia, de donde obtenía fuerza y capacidad resolutivas, así como los argumentos más sólidos e irrefutables para combatir a los herejes, y lo consiguió. San Epifanio propinó un golpe moral a las posiciones de los origenistas. Defendió magníficamente contra los que la negaban la virginidad de la santísima Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, diciendo que María es la verdadera Madre de Dios.
San Epifanio no se contentó solamente con estudiar y comentar la sagrada Escritura; también hizo estudios arqueológicos y bíblicos que aún hoy son de gran utilidad para los comentaristas de la Biblia.
La Iglesia celebra la fiesta de este insigne doctor el 12 de mayo.

FLORECILLA. Recitaré el «Te Deum» como acción de gracias a Dios por habernos dado la Biblia.

CÁNTICO DE DAVID [#]

Dichosa la nación que tiene al Señor por Dios,
el pueblo que él se escogió por heredad.
El Señor se asoma desde el cielo
y contempla a todos los humanos;
desde el lugar de su morada observa
a todos los habitantes de la tierra;
él formó el corazón de cada uno
y vigila todo lo que hacen.
El rey no vence por un gran ejército,
ni se salva el héroe por su gran valor;
vana cosa es un caballo para la victoria;
a pesar de su fuerza, no puede salvar.
Pero el Señor se cuida de sus fieles,
de los que confían en su misericordia,
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para librarlos de la muerte
y sostenerlos en tiempos de hambre.
Nosotros esperamos al Señor,
él es nuestro auxilio y nuestro escudo;
en él se goza nuestro corazón,
en su nombre santo confiamos.
Que tu amor, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

(Sal 32/33,12-22).


LECTURA

Jesús envía a sus discípulos a predicar el Evangelio al mundo entero

Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús había señalado, y, al verle, le adoraron. Algunos habían dudado hasta entonces. Jesús se acercó y les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará.
A los que crean les acompañarán estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios; hablarán lenguas nuevas; agarrarán las serpientes y, aunque beban veneno, no les hará daño; pondrán sus manos sobre los enfermos y les curarán. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

[Mt 28,16-20; Mc 16,16-18].


ORACIÓN

Oh Dios, tú eres mi Dios;
desde el amanecer ya te estoy buscando,
mi alma tiene sed de ti,
en pos de ti mi ser entero desfallece
cual tierra de secano árida y falta de agua.
Así en el santuario te contemplo
para ver tu gloria y tu poder.
Tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán;
toda mi vida te bendeciré,
en tu nombre levantaré mis manos;
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me saciaré como en banquete espléndido,
mi boca te alabará con labios jubilosos.
Cuando estoy en la cama pienso en ti,
en ti medito en los insomnios de la noche,
porque tú eres mi auxilio
y a la sombra de tus alas me recreo;
me abrazo a ti con toda el alma,
y tu diestra me sostiene.
Pero aquellos que sin razón buscan mi vida
caerán en lo profundo de la tierra;
serán pasados al filo de la espada,
serán presa de chacales.
El rey en Dios se gozará,
los que juran por él se gloriarán,
mientras que los mentirosos tendrán la boca bien cerrada.

(Sal 62/63,2-12).


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1 «Uno es vuestro maestro» (Mt 23,8.10).

2 Niccolò Tommaseo (Sebenico 1802 - Florencia 1874), de familia de comerciantes, estudió en Padua, donde se encontró con Antonio Rosmini (1797-1855), a quien le unió desde entonces una gran amistad. Hombre soñador e inquieto, vivió sucesivamente en Milán, donde se relacionó con Manzoni, en Florencia y en Venecia. Fue autor de numerosas obras de carácter literario y lingüístico, entre ellas el Nuovo Dizionario de' Sinonimi della lingua italiana (1830); el Dizionario della lingua italiana (1859); un comentario a la Divina Commedia (1837); las novelas Il Duca di Atene (1837), Fede e bellezza (1841-1842) y el libro de tema político Dell'Italia (1835).

3 De estos dos manjares indispensables, Biblia y Eucaristía, libro y pan, en LS se habla con frecuencia (pp. 15-16, 136, 138, 192, 234, 267s). Si se relee la p. 20, se advierte lo mucho que el P. Alberione pensaba apostólicamente: «¡Qué bien está el libro de los Evangelios en el altar! Si en el santísimo Sacramento, bajo las especies de la cándida Hostia, está Jesucristo realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, en la sagrada Escritura está Jesús Verdad bajo las especies de blanco papel». Sobre la importancia del libro de la Biblia para toda la Iglesia, cf. Dei Verbum: «La Iglesia siempre ha venerado la sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo... Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la sagrada Escritura. En los Libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (n. 21).

4* «Os insto a que leáis (los Libros sagrados) y meditéis cada día con especial afecto las palabras de nuestro Creador: ved cómo es el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que os sintáis excitados a suspirar más ardientemente por los bienes eternos y para que nuestra alma se inflame con los deseos más ardientes de la felicidad eterna» (San Gregorio Magno).