Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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DÍA IX
LA BIBLIA ES LA VERDAD PARA EL APÓSTOL DE LA PRENSA

DAVID

La mayor parte de los Salmos se atribuye a David, profeta regio.
La vida de este santo rey, tan ampliamente descrita en los libros 1, 2 y 3 de los Reyes, es la vida del hombre justo, del rey sabio, del penitente.
Se le recuerda por vez primera en la sagrada Escritura cuando se describe la reprobación del rey Saúl: David1 fue designado por el Señor para ser consagrado como sucesor de Saúl. Su padre era Jesé, un betlemita.
Cuando Saúl, por castigo divino, fue víctima de un espíritu malo, el joven David fue llamado a la corte para que calmara con la armonía de su arpa el furor que embargaba al rey. Poco después le vemos en la batalla contra los filisteos, donde el inerme israelita, en nombre de Dios, se enfrentó al soberbio Goliat y le mató. El pueblo entero lo celebró exultante. Pero Saúl, envidioso por el afecto popular de que gozaba David, sentía celos cada vez mayores. Primeramente le impidió casarse con su hija Merab, y si más tarde consintió el matrimonio con su hija Mical, fue porque David había vencido a los filisteos, de quienes Saúl esperaba que le mataran.
David había hecho una estrecha amistad con su cuñado Jonatán, quien en varias ocasiones le salvó de la lanza del rey enfurecido. Viendo que su presencia en la corte hacía peligrar su vida, huyó. Anduvo errante por desiertos y ciudades, perseguido siempre por Saúl, al que generosamente perdonó la vida dos veces. Mientras tanto iban aumentando sus partidarios.
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Un día Saúl pereció en una batalla con los filisteos y David fue consagrado rey de Judá.
Su reino glorioso y feliz fue turbado por la rebelión de su hijo Absalón. El Señor quiso castigarle por un grave pecado. Más tarde volvió a pecar gravemente de soberbia y Dios castigó duramente al pueblo con una peste de tres días, de la que fueron víctimas setenta mil personas. El santo rey lloró sin cesar sus pecados. Dios había querido enseñarle con el castigo la gravedad de la ofensa. David pensó edificar al Señor un templo digno de su grandeza, pero fue gloria de su sucesor la realización de este proyecto.
Sintiendo próximo el final de sus días, eligió como sucesor a su hijo Salomón. Murió plácidamente a la edad de 70 años, tras 40 de reinado.

LOS SALMOS

Son una colección de cantos religiosos del pueblo de Israel. Se llama Salterio de David por ser éste el poeta que escribió la mayor parte.
Formaban el libro de oraciones de la sinagoga, de la que los heredó la Iglesia. La colección de los 150 salmos se formó a lo largo de varias etapas desde los tiempos de David hasta los de Esdras.
No todos los salmos son de David. En los títulos figuran los nombres de diversos personajes, desde Moisés hasta Nehemías.2 Parece que fue Esdras quien, reuniendo los salmos del destierro y los de la restauración, dio la última mano al Salterio.
Los salmos ennoblecen casi todos los géneros de la lírica. Son himnos, acción de gracias, oraciones, meditaciones piadosas, poemas históricos, didácticos, penitenciales. Son especialmente famosos los salmos mesiánicos, que hablan de Cristo y constituyen grandiosas profecías.
El texto en uso en la Iglesia es el Salterio galicano, corregido por san Jerónimo sobre la Héxapla de Orígenes, y por eso forma parte de la Vulgata.
El Salterio, que es el alma del breviario y el breviario del Antiguo Testamento, es también el jardín de la verdadera devoción y debe convertirse en el libro de oración del pueblo, como lo era en tiempos de los mártires y de los Padres, cuando los aradores, los segadores, los viticultores, los pastores
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y la gente en general santificaban su trabajo cantando salmos. En el Salterio encontramos las alabanzas y oraciones de todas las almas; basta que cada uno las haga suyas y las diga de corazón.

REFLEXIÓN IX

La Biblia es la verdad para el apóstol de la prensa


«Tu promesa es a toda prueba
y tu siervo la ama»

(Sal 118/119,140)


La Biblia, o libro por excelencia, es el conjunto de los 72 libros que el concilio de Trento definió como sagrados e inspirados por Dios. Forman la única carta que Dios ha dirigido a los hombres para invitarles al cielo y enseñarles el camino.
En el apostolado de la prensa es tan esencial, que basta ella para disponer de sus elementos fundamentales. Sin ella, el apostolado de la prensa carece enteramente de vida,3 aunque alguna vez se haga algo que se le parezca.
Dios, en efecto, escribe a los hombres; vienen después los Apóstoles y los Papas como representantes de Dios, y el sacerdote como la pluma, la boca y la mano del Papa. El apostolado de la prensa es la continuación de la obra de Dios. ¿Puede existir una planta sin su raíz, un arroyo sin su fuente, los sacramentos sin la Cruz, la continuación de una obra sin su principio? Sería como el sarmiento que no está unido a la vid, con las mismas consecuencias que padece quien en la Iglesia se separa
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de Jesús: pierde autoridad, fuerza, mérito, lectores. Sería como un sacerdocio sin misión.

* * *

En el apostolado de la prensa se expresan las verdades bíblicas. Dios ordenó a Moisés que escribiera; los hagiógrafos siguientes tomaron de Moisés y abundaron en sus aplicaciones; los escritores del Nuevo Testamento nos describieron como verificadas4 las profecías y nos revelaron los misterios de verdad y de gracia traídos por el Hijo de Dios; la Iglesia es la continuación de la Encarnación y la vida mística de Jesucristo, que permaneciendo entre los hombres hasta la consumación de los siglos, continúa su obra de santificador, de maestro único, universal, indefectible. Los sacerdotes reflejan estas enseñanzas, las comunican, las potencian con la prensa.
Lo que ellos nos dan, por tanto, son las verdades bíblicas; también cuando nos las dan por medio de hechos históricos, porque la religión tiene un fondo histórico sobre el que se escriben los dogmas, la moral y las prácticas de culto que deben honrar a Dios. La historia es una tela inmensa que va extendiéndose, sobre la que Dios ha escrito y sigue escribiendo, y los escritores leen e invitan a los hombres a meditar, leer, descubrir, aprender, vivir, salvarse.

* * *

1) Efectivamente, el objeto principal del apostolado de la prensa es la Biblia: las verdades que se refieren a Dios y al alma; en una palabra, lo que es espiritual. Se predican y revelan la obra de Dios Padre, la obra de Dios Hijo, la obra de Dios Espíritu Santo. Asimismo, los deberes que se refieren al alma: desde los santos mandamientos a los consejos evangélicos,
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a las virtudes más altas. Y también los demás medios de santificación, de los que está henchida la revelación y de los que la Iglesia, madre de los santos, es maestra cualificada.
2) El mismo fin: que Dios sea glorificado, que las almas consigan la salvación eterna. No las ganancias humanas, porque el apóstol de la prensa pretende un único tesoro: el eterno, que quiere asegurarse para sí y facilitar a los demás. Ama a las almas, como las ama el Corazón de Jesús, que dio su vida por ellas.
3) El mismo medio: la sagrada Escritura y el apostolado de la prensa se sirven de la misma voz: lo escrito. En una oficina de redacción el mejor adorno es un cuadro de los Evangelistas y el mejor signo y objeto de culto un Evangelio abierto en la página que dice: «Semen est verbum Dei...» (Lc 8,11),5 una parte de la cual cayó en tierra fértil y produjo el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno; y que quien tenga oídos que oiga.

* * *

De ahí se sigue la necesidad de la lectura devota y cotidiana de la Biblia. Los papas León XIII, Pío X y Benedicto XV han recomendado muchísimo esta piadosa práctica.
Oigamos lo que el mansísimo Pío X escribía al cardenal Cassetta:
«Leer y meditar el santo Evangelio es una acción muy saludable, porque nos pone en contacto con narraciones de una fuerza totalmente divina, es decir, con el relato de la vida de Jesucristo, y nada puede concebirse tan eficaz como ella para llevarnos a la santidad».
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Todos deben leer la sagrada Escritura, pero el apóstol de la prensa más que nadie, antes que nadie y más constantemente que nadie, para no ser, como dice san Agustín, ciego ni guía de ciegos.
Quien lee el Libro divino adopta el lenguaje divino, habla el lenguaje divino y adquiere la eficacia divina.
Muchos sermones, muchos libros y muchas exhortaciones tendrían más eficacia si en lugar del hombre hablaran de Dios: «La palabra de Dios es viva y eficaz y más aguda que espada de dos filos; ella penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y es capaz de juzgar los sentimientos y los pensamientos. Y no hay criatura alguna que esté oculta ante ella, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos dar cuenta» (Heb 4,12-13).
Quien lee cotidianamente la Biblia consigue hablar la palabra de Dios realmente.
Pero debe leerse piadosamente, es decir, con el mismo espíritu con el que se escribió: con corazón de hijos que quieren oír y seguir con todo el corazón a su Padre celestial. Debe tomarse como lectura espiritual, como medio de recogimiento y elevación en la visita al santísimo Sacramento, como libro principal de meditación, como el oráculo divino que debe consultarse en todas las necesidades espirituales, apostólicas y sociales.

EJEMPLO. Luis Veuillot. Luis Veuillot es la gloria del periodismo católico de Francia, el defensor indomable de los derechos de la Iglesia, el mártir del papado.
Dirigió varios años «L'Univers», periódico católico combativo, suspendido por el Gobierno por mantenerse devotamente fiel al Papa.
Después de haber leído y meditado los santos Evangelios varias veces, escribió una Vida de Jesús, fruto de sus piadosas lecturas y meditaciones,
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una de las vidas de más intenso amor al Maestro divino.
Llevaba siempre consigo los santos Evangelios. Dispuso en su testamento que tras su muerte pusieran sobre su cadáver la vida de Jesús escrita por él.
Este es su testamento, que figuró como epitafio en la tumba del insigne periodista católico.

Una pluma poned en mi mano,
y en mi corazón a Cristo, mi único orgullo.
Bajo los pies poned este libro y cerrad
después en paz, amigos, mi ataúd.

Una vez terminada la última oración,
plantad una cruz sobre mi tumba.
Y si alguien quiere poner una lápida,
que grabe sobre ella: «Creí y al cielo ahora voy».

Decid entre vosotros: «Duerme, por fin terminó
su duro y honrado trabajo».
Y aún mejor: «Se ha despertado
y está viendo lo que tanto un día soñó».

Espero en mi Jesús: nada en la tierra
hizo que me avergonzara de mi fe.
En el último día, delante del Padre,
tampoco él se avergonzará de mí.

Tan hermoso le pareció a Gounod6 este testamento, que quiso ponerle música y compuso su célebre «Ultima oración».

FLORECILLA. Recitar las letanías de los escritores sagrados que figuran al final del libro, para que la prensa se inspire más en las enseñanzas divinas de la Biblia.

CÁNTICO DE ANA [#]

Tengo el corazón alegre gracias al Señor,
la frente alta gracias a Dios
y la boca abierta contra mis enemigos;
yo me regocijo en tu victoria.
Nadie como el Señor es santo
-fuera de ti no hay otros-,
no hay roca como nuestro Dios.
No repitáis tanto palabras altaneras,
no pronunciéis palabras arrogantes,
porque el Señor
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es un Dios lleno de saber,
un Dios que pesa las acciones.
El arco de los valientes se ha roto,
mientras que los cobardes se ciñen de valor.
Los hartos se contratan por un poco de pan,
mientras que los hambrientos ya no se fatigan.
La mujer estéril tiene siete hijos,
y la madre fecunda se marchita.
El Señor da la muerte y da la vida,
hace bajar al abismo y hace subir de él.
El Señor empobrece y enriquece,
el Señor humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al miserable,
él saca al mendigo del estiércol
para hacer que se siente con los nobles
y asignarle un trono glorioso;
porque suyos son los pilares de la tierra,
y sobre ellos ha puesto él el orbe.
Él guarda los pasos de sus fieles,
mientras que los malvados perecerán en las tinieblas,
pues no es por la fuerza como vence el hombre.
El Señor aniquila a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo;
el Señor juzga los confines de la tierra,
dará fuerza a su rey
y levantará la frente de su ungido.

(1Sam 2,1-10).7


LECTURA

Sinceridad y franqueza del ministerio apostólico

Por eso, teniendo este ministerio por la misericordia de Dios, no nos desanimamos. Rechazamos la desvergüenza y la hipocresía, no procedemos con astucia ni falsificamos la palabra de Dios. Decimos siempre la verdad, y esto es nuestra recomendación a toda conciencia humana delante de Dios. Si todavía queda encubierto nuestro Evangelio, lo es para los que se pierden, para los incrédulos, cuyas inteligencias cegó el dios de este siglo para que no brille el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor; nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús. Pues el mismo Dios, que dijo: Brille la luz de entre las tinieblas, iluminó nuestros corazones para que
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brille el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo.
Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que aparezca claro que esta pujanza extraordinaria viene de Dios y no de nosotros. Estamos acosados por todas partes, pero no derrotados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; desechados, pero no aniquilados; llevamos siempre y por doquier en el cuerpo los sufrimientos de muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nosotros. Porque, viviendo, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal. Así que la muerte actúa en nosotros, pero en vosotros la vida.

(2Cor 4,1-12).


ORACIÓN

En el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por él y sin él nada se hizo. Cuanto ha sido hecho en él es vida, y la vida es la luz de los hombres; la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron. Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. No era él la luz, sino testigo de la luz. Existía la luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre. Estaba en el mundo; el mundo fue hecho por él, y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron.
A todos los que le reciben, a los que creen en su nombre, les da el ser hijos de Dios; él, que no nació ni de sangre ni de carne, ni por deseo de hombre sino de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad.

(Jn 1,1-14).


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1 David: la grafía de este nombre no es uniforme, quizá debido a las diferentes fuentes.

2 Neemías o Nehemías, grafía variable (cf. nota precedente).

3 La íntima relación entre apostolado de la edición y estudio de la Biblia es uno de los temas fundamentales de LS (cf. pp. 72s; 98s, 191-193, 289-294, 306, 317s) así como del precedente El Apostolado de Edición, y está en la línea de la enseñanza del Concilio Vaticano II: «La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura para alimentar constantemente a sus hijos con la palabra de Dios»; por eso «los exegetas católicos y los demás teólogos... deben investigar con medios oportunos las Escrituras, de modo que se multipliquen los ministros de la palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre su entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en el amor a Dios» (Dei Verbum, n. 23).

4 Aquí se habla de “sentido pleno” o sensus plenior. Cf. p. 40, nota 7, n. 3.

5 «La semilla es la palabra de Dios». LS indica erróneamente “Lucas XVII, 11”.

6 Charles Gounod (París 1818 - St. Cloud 1893), ex seminarista, además de música había estudiado letras y filosofía. Ganador del Grand prix de Rome, donde permaneció en 1840 y 1841, se entusiasmó por las interpretaciones polifónicas de Palestrina, hasta el punto de que él mismo compuso una misa que le valió el título de maestro de capilla en la iglesia romana de San Luis de los Franceses. En su brillante carrera operística alcanzó éxitos triunfales en Viena y en Leipzig, además de París. Es muy popular su Ave Maria, adaptada a un preludio de J.S. Bach.

7 LS indica 1Re por 1Sam.