34. APOSTOLADO LITÚRGICO (II)
Pedir al Señor la gracia de poseer el espíritu litúrgico significa pedir la gracia de poseer el espíritu de la Iglesia. Usad siempre la expresión: en Cristo y en la Iglesia1. Cristo, considerado individualmente, en su vida terrena, en su vida eucarística, en su vida gloriosa; Cristo, considerado socialmente en su Cuerpo místico que es la Iglesia. La Iglesia se divide en: militante, purgante y triunfante. La Iglesia militante prepara para la Iglesia triunfante; la Liturgia de la tierra es preparación para la Liturgia del cielo. He aquí el camino que tenéis que seguir.
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La Liturgia nos presenta los tres medios de santificación: sacramentos, sacramentales y oración.
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Sacramentos. Son la parte más noble. Centro de ellos es la Santa Misa, como Jesús es centro de todo, y lo que está en torno a él son como sus rayos.
La liturgia nos ofrece medios de santificación con los Sacramentos y sobre todo con el sacramento que contiene no sólo la gracia, sino al autor mismo de la gracia: Jesucristo.
En los Sacramentos actúa Jesucristo mismo, el Sacerdote es solamente su boca, su mano. Dice San Agustín: ¿Bautiza Pedro? Es Jesús. ¿Bautiza Judas? Es todavía Jesús quien bautiza2. El sacramento vale siempre porque es acción de Jesucristo. Gran atención, pues, a los sacramentos. Es bueno celebrar los aniversarios del Bautismo, de la Confirmación, de la Primera comunión, etc.
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Sacramentales. Son el segundo medio de santificación. Los sacramentales son institución de la Iglesia y obran por medio de ella. Son sacramentales las ceremonias descritas en el Ritual: las funciones, las procesiones, las consagraciones, las bendiciones. Se bendicen los campos, los barcos, la simiente, los hábitos sagrados, las imágenes, las personas, etc.
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Oración. Es el tercer medio de santificación ofrecido por la Liturgia. Meditación, lectura de la Biblia, Rosario, oraciones en general. Llevar medallas bendecidas, ganar indulgencias, besar el Crucifijo.
En la oración hay una graduación, y tiene valor según la piedad de los fieles.
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Todos estos medios unidos forman el riquísimo tesoro del Espíritu Santo. Todo está incluido y la parte esencial es siempre la Santa Misa.
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Penetrar los dogmas, prepararse para la visión beatífica, para la contemplación en el cielo.
Hay almas que poseen el don del entendimiento, por el que penetran la verdad, sienten vivir en sí las doctrinas más sublimes, como la de la Santísima Trinidad; tienen frecuentes rayos de luz celestial. Cuanto más penetréis en la tierra la sagrada Liturgia, tanto más gozaréis en el cielo de la visión beatífica.
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La Liturgia prepara para la posesión de Dios, que es Amor. Atesorad para el cielo3. Buscad primero el reino de Dios y su justicia4.
¡Oh, la riqueza infinita! El Esposo que posee a la esposa, la esposa que pertenece totalmente al Esposo. Yo soy de mi Amado y mi Amado es mío, él que se apacienta entre los lirios5.
El alma litúrgica, poco a poco, se desprende de la tierra y aprecia los verdaderos bienes, los espirituales. Prepara a Jesús hermosas moradas; desea los ornamentos más bonitos para él, y ante todo lleva a cabo en su alma un gran trabajo de purificación y de inocencia, para agradarle al Esposo de belleza singular que ha elegido para sí. Pero es él quien ha conquistado vuestro corazón, es él quien antes que ningún otro ha querido poseeros y que ha impreso en vosotras su sello6. El lugar más apto para la Virgen Esposa amante es la Iglesia. En ella encuentra de manera especial a su Amado. Por él busca cuanto de más bello pueda poseer y tener, ya sea en el alma, como en los ornamentos externos que tienen que adornar la casa de su Dios. En el cielo lo verá cara a cara así como él es7.
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La Liturgia de aquí abajo prepara a la Liturgia eterna, que es todavía gozo.
El alma que se ha desprendido de la tierra, goza de Dios y de las cosas de Dios. Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos, mi alma anhela los atrios del Señor8. He preferido el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados9. Yo me he alejado del mundo, de las tinieblas, de las consolaciones de aquí abajo, para encontrar en Jesús toda mi luz y mi alegría. Iré en busca de mi Amado, decidme dónde está...10. Y desprendiéndose gradualmente de aquí abajo y de las cosas de la tierra, el alma saborea las dulzuras de Dios y goza de su presencia.
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La Liturgia crea en nosotros el gusto por las cosas celestiales y nos introduce en la realización de la divina promesa: entra en el gozo de tu Señor11.
Pero quien no hubiese aprovechado suficientemente en la tierra esta gracia, quien no haya seguido bien la Liturgia, tiene que pasar al Purgatorio para purificarse y para encender el deseo de la liturgia del cielo.
¿Amáis la liturgia y la amáis tanto que podáis evitar el purgatorio? ¿Cómo usáis los medios que nos ofrece? ¿Cómo profundizáis en sus verdades?
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Toda la doctrina ascética y mística, además de la dogmática y la moral, están contenidas en la Liturgia.
La Liturgia es camino para la posesión de Dios, es camino y preparación para la visión eterna y el gozo sin fin.
Allá arriba habrá bellezas nunca supuestas y nunca vistas; dulzuras nunca saboreadas; gracias y gloria inagotables.
Elevaos como águilas que fijan su mirada en el sol y morad en las bellezas eternas.
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1 Ef 5, 32.
2 S.AGUSTÍN, in Joannis evangelium tractans, 6 Ml 35, 1428.
3 Cf Mt 6, 20.
4 Mt 6, 33.
5 Ct 2, 16.
6 Cf Ct 8, 6.
7 Cf 1Cor 13, 12.
8 Sal 83, 2. 3.
9 Sal 83, 11.
10 Cf Ct 3, 1-4.
11 Mt 25, 21. 23.