23. APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
Esta mañana en la S. Misa hemos leído y repetido: Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan penitencia1.
Recojamos confiadas estas divinas palabras consoladoras unidas a aquellas otras: En el cielo se hará más fiesta por un pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que habrán perseverado2. ¿Tendría por esto que alegrarse el que está en pecado mortal? El Señor es bueno, muy bueno, pero muy bueno. Y cuando un alma ha caído en pecado él quiere hacerle sacar un gran bien, elevarla más que antes. La humildad es lo que atrae las bendiciones y las gracias divinas.
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El Hijo de Dios se encarnó, ha venido a la tierra para los pecadores. Por esto, cuando obtiene la conversión de un pecador, le aplica los frutos de su redención. Él ha venido a la tierra para usar misericordia. Quiero misericordia y no sacrificio3. Jesús entregó su sangre por nosotros pecadores; su sangre de valor infinito. Locura de amor, digna de un Dios. Y es un misterio su expresión se hace más fiesta por un pecador arrepentido que por noventa y nueve justos...4. Parecería una injusticia; tanto que el hermano del hijo pródigo se queja de esto; ¡mira, para él las preferencias!5.
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No deseéis ser almas pecadoras, pero sabed serviros de los pecados para los fines siguientes:
1. Para estableceros y caminar siempre en la humildad. Si hubiéramos cometido incluso un solo pecado, ¡cuánto motivo
tendríamos para humillarnos! Con eso hemos ofendido al Señor.
2. Para ser agradecidas por el perdón y amar a Dios tanto más cuanto más le hemos ofendido; tanto más, cuanto más Jesús nos ha perdonado.
3. Para sacar experiencia, y así evitar las ocasiones, usar los medios de vigilancia y oración.
Pedro y los Apóstoles habían sido avisados repetidas veces por Jesús: Vigilad y orad para no caer en la tentación6. Pedro no quiso creer y cayó. Después de la culpa, encontrándose con Jesús que lo miró con una mirada llena de amor, Pedro comprendió...7. También con nosotros Jesús hace así, también a vosotras esta mañana él os dio una mirada de amor y os pidió: hazme habitar en tu alma.
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Para quien tiene un apostolado como el vuestro, hay todavía un medio para sacar provecho de las faltas: amar a los pecadores. Tener piedad de los pecadores. El mundo está sumergido en el pecado. ¡Cuántas almas en desgracia de Dios! ¡Cuántas que no le conocen y no le sirven! Tened piedad de aquellas almas que están encaminadas hacia el infierno. A los videntes de Fátima, la Virgen les dijo: Muchas almas se pierden porque no hay nadie que rece y haga penitencia por ellas.
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Vosotras, ¿queréis rezar? ¿Queréis daros a la penitencia por los pecadores y consolar así el Corazón del Maestro Divino? La vida religiosa tiene sus sacrificios, sean ofrecidos por los pecadores. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores8, respondía el Maestro Divino a quien lo acusaba de estar siempre con los publicanos.
¡Qué bueno fue con el ladrón arrepentido9, con Pedro10, con María Magdalena! Nosotros sabemos que tenemos que tratar con un Jesús tan bueno, por consiguiente, nunca más desalientos, faltas de confianza, tristeza. Jesús es bueno, bueno, bueno y escuchará la oración que vosotras hagáis por todos aquellos que están lejos de él.
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El apostolado de la oración. Es apostolado de la oración consagrarse a orar para la mayor gloria de Dios y para obtener la salud del mundo.
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La oración puede ser privada y organizada. Quien reza por particulares intenciones, por ejemplo por los Sacerdotes, los cismáticos, o por otros, hace oración privada; quien, en cambio, entra a formar parte del apostolado de la oración hace oración organizada.
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¿Qué hacía María en la cuna, en la casa de Nazaret, en el templo, en el Cenáculo? El apostolado de la oración. ¿Qué hacía Jesús en Belén en sus primeros años, en su vida escondida? El apostolado de la oración. De aquella casita de Nazaret, ¡qué oraciones, qué súplicas subían al Padre celestial! El Divino Maestro en la vida pública estaba tan ocupado que no tenía tiempo ni para comer, pero encontraba tiempo siempre para rezar, y a las jornadas llenas de trabajo, les hacía seguir noches de oración: pasando la noche en oración a Dios11.
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Dios quiere que todas las almas se salven12, pero que se salven mediante el ministerio de los hombres. El apostolado de la oración precede al Bautismo, a las conversiones y las obtiene. Todos tenemos el deber de hacer este apostolado; nadie queda excluido de él. Todos podemos rezar por la conversión del mundo. Nuestra palabra puede ser muerta, si no está la gracia que le da vida.
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Dice Roschini13 que la Santísima Virgen seguía a Jesús en sus viajes apostólicos y lo servía junto con los Apóstoles. Ella estaba en cabeza de las Piadosas Mujeres que la ayudaban. Seguía a Jesús para servirlo, pero también ya antes, porque mientras Jesús predicaba ella rezaba. María era la Discípula más atenta en escuchar la palabra del Maestro Divino, pero era también la orante más ferviente.
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En la Iglesia está la gran asociación del Apostolado de la Oración14, que comprende unos cuarenta millones de asociados que ofrecen al Señor, en unión con el Corazón inmaculado de María, las oraciones, las acciones, todo el trabajo y el conjunto de ocupaciones a las que se dedican, los sufrimientos; Jesús ha ofrecido al Padre Celestial: sufrimientos, espinas, cruz, lanza. Ofrecemos también nosotros nuestras penas internas y externas, ¡todo! El valor meritorio es siempre nuestro para el aumento de la gracia y del mérito; éste no se cede y da derecho a la gloria. Para las almas del Purgatorio se puede ceder el valor satisfactorio.
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En el Apostolado de la oración se ofrece el valor impetratorio, con las intenciones por las que Jesús murió en la cruz y se inmola sobre nuestros altares. Intenciones mejores no existen: éstas son las más bellas, las más íntimas, las más universales, las más meritorias que se puedan pensar. ¡Qué meritorio es que esas intenciones sustituyan a las nuestras! ¡Oh, si pudiésemos descubrir las intenciones que tiene Jesús en la Hostia sagrada! Sentiríamos estos latidos: gloria de Dios, bien de las almas. Las mismas intenciones cantadas por los Angeles en la gruta de Belén15.
Tú, de esta manera te unes al Corazón de Jesús, participas de sus deseos y de sus aspiraciones. La verdadera esposa hace suyos los intereses del Esposo, siente en sí lo que siente, busca, ama, quiere Jesús. ¡Oh, entonces cómo se hace uno íntimo con el divino Salvador! Toda la vida se gasta en unión con él.
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En Oriente las religiosas son llamadas las María, porque el pueblo comprende que cada religiosa tiene que continuar y cumplir aquí abajo la misión de la Virgen SS. María tuvo sólo las miras de Jesús.
Vuestra misión os une a la misión de María. Por consiguiente, estáis puestas en la condición más hermosa, más meritoria que se pueda desear en esta vida. ¡Vosotras sois otras María! Entrad siempre más en este espíritu.
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Nosotros rezamos con frecuencia la oración: Corazón divino de Jesús16 para recordar y repetir que, con el Corazón inmaculado de María, ofrecemos todo al Señor. Son muy bellas las estampas que muestran los dos Corazones unidos en uno solo.
Cuando Jesús iba al Calvario, llevando la cruz, se encontró con su Madre. ¡Qué dolor! Jesús, mártir en el cuerpo, María, mártir en el alma. En el Calvario dos víctimas, dos altares, un sola ofrenda, consumada en el altar de la Cruz y en el altar del Corazón inmaculado de la Virgen.
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Tú te llamas María y te glorías de llevar este nombre17, ¿eres digna de llevarlo? ¿Eres verdaderamente una María? A vosotras, precisamente a vosotras, se os dio la gracia de continuar la misión de la Virgen, en su mismo espíritu, en unión con ella. Os toca a vosotras hablar al Padre celestial de los intereses de Jesús, a vosotras comprender los latidos del Corazón divino. ¡Oh, si fuerais no sólo cuatrocientas, sino cuatro mil, cuarenta mil, cuatrocientas mil!
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Una invitación: en el mundo hay cuatrocientos mil Sacerdotes18, lo que quiere decir que en cada minuto hay en la tierra de cuatro a cinco consagraciones. ¡Qué tesoro uniros a divino, degollado y viviente!19 ¡Oh! Si comprendierais esto, ¡qué alegre sería vuestra vida, qué piadosa, eficaz, meritoria! ¡Qué ayuda daría a las almas, al mundo entero!
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1 Lc 15, 10 y 7.
2 Ibidem.
3 Mt 9, 13.
4 Lc 15, 10 y 7.
5 Cf Lc 15, 29-30.
6 Mt 26, 41.
7 Cf Lc 22, 61.
8 Mt 9, 13.
9 Cf Lc 23, 43.
10 Cf Jn 21, 15-17.
11 Lc 6, 12.
12 Cf 1Tim 2, 4.
13 ROSCHINI GABRIEL MARÍA, de los Siervos de María (1900-1977), Mariálogo.
14 Asociación “Apostolado de la oración”.
15 Cf Lc 2, 14.
16 Cf Libro de las Oraciones de la Familia Paulina.
17 En marzo de 1940, con la primera profesión se introdujo en el rito y en la práctica cuanto expresa el actual art. 126 del Directorio: “Con la emisión de los Votos, las Pías Discípulas, anteponen al nombre de Profesión el de la Virgen: María”.
18 Estas estadísticas se remontan a 1947.
19 Cf Ap 5, 12.