Opera Omnia

6. EL APOSTOLADO MAS BELLO

Roma, 9 de enero de 1947

En 1908 muchas de vosotras todavía no existían. Un día de aquel año, dando yo clase de Historia Eclesiástica a los clérigos, les había hecho considerar la situación religiosa del mundo. El Salvador Jesús vino a traernos la gracia, la salvación; sin la gracia no se llega al Paraíso. Pero, ¿cómo se encuentra el mundo después de 1900 años desde que vino Jesucristo? Viven unos dos mil millones de hombres; y de éstos, mil millones doscientos mil no conocen todavía a Jesucristo. Cuatrocientos millones son herejes y cismáticos, es decir fuera de la Iglesia católica, fuera de la institución que Jesucristo estableció para la salvación, o porque niegan verdades de fe, o porque no reconocen la autoridad del Papa; por lo tanto, por falta de fe o de obediencia.
Y los otros millones son todos católicos. Pero entre aquellos que se dicen católicos, ¿cuántos lo son de veras?¹. En Italia, nación que se dice católica, en las últimas elecciones han ganado los enemigos de la Iglesia.

Impresionados entonces, los clérigos se pusieron de pie para preguntarme: ¿qué tenemos que hacer para obtener la salvación a tantas almas? ¡Díganoslo! Les respondí: ante todo rezar. Y se rezó, para que fuese instituida en la Iglesia una Familia religiosa que se dedicase a la oración para obtener que la humanidad acoja, escuche, ame a Jesús Maestro y Salvador. Desde aquel día nació vuestra Familia en mi mente y en mi corazón. Rezar por el Papa, por la Iglesia, para que sean santos los Sacerdotes, los Religiosos, las Religiosas; especialmente los que estén más cerca de vosotras. La oración más viva y eficaz: La eucarístico-litúrgica; con la cooperación al Sacerdocio, siguiendo el ejemplo de la Virgen santísima.

Vuestro apostolado es insuperable, el más bello; porque es el más bello tiene que ser combatido por el diablo. Porque son las cosas bellas y valiosas las que se intenta falsificar.
Realizad el oficio de la Virgen; sed las centinelas del Sagrario, elevad las manos puras, unidas a Jesús-Hostia.

En la llanura combatía el pueblo de Dios; y Moisés subió al monte a orar. Desde el monte él divisaba a los suyos y rezaba. Rezaba con los brazos levantados hacia el cielo. Cuando bajaba los brazos, el pueblo retrocedía, cuando los tenía levantados, el pueblo ganaba. Porque estaba cansado, dos lo ayudaban sosteniéndole los brazos; y el pueblo de Dios venció².

Vuestro apostolado es bello; por esto, el diablo la tiene contra vosotras; por esto, muchas tentaciones y dificultades de fuera y de vuestro interior.

Con vuestro fin de oración, vosotras tenéis que completar a las Hijas (de San Pablo). Esto se puede conseguir de dos maneras: o con una unión canónica y orgánica; o como Familia unida sólo espiritualmente. Pedimos separación canónica, en la unión espiritual.
Con vuestro apostolado sostened a las Hijas de San Pablo; orad siempre y ofreced sacrificios por ellas. Amaos mucho, mucho.

Escribía un Obispo del Japón: Mandadnos a los Trapenses, no para que prediquen, sino para que recen y hagan penitencia. Que recen día y noche y que, con su silencio, den frutos de salvación a esta tierra mientras nosotros predicamos³.

Vuestro cometido es semejante; y es la parte mejor. Hay alguna cabecilla que se cree humillada y se pierde. Tenéis un apostolado elegido, realizadlo en el recogimiento. Esclavas, centinelas del Sagrario. Dar un paso hacia adelante, como tenéis que dar ahora, no quiere decir retroceder. No empequeñezcáis vuestra vocación, estimadla, haceos dignas de ella. El apostolado es precioso; hacedlo en silencio. A lo mejor, si hubierais hecho más silencio, no os habría caído encima la cruz⁴. Mereced para todas nuestras Familias religiosas; también en las necesidades que vendrán más tarde.
Tenéis que obtener gracias para los Religiosos, las Religiosas, el Clero, el Papa, los Obispos, tenéis que obtenerlas con la oración, la humillación, el dolor, el sacrificio. ¿Habéis hecho sacrificios? Algunos sí, en el trabajo sí, incluso superiores a vuestras fuerzas. En cambio, otros sacrificios, como el silencio, las mortificaciones, no tanto. Aquí tenéis que llegar.
La Discípulas están en el Corazón de Jesús; pero temo que no interpretéis bien. Avanzad, avanzad en la piedad eucarística: haceos santas.

Desde 1908 he tenido sobre vosotras la misma intención, he rezado y no sólo yo; ha habido quien ha ofrecido su vida por vosotras, por vuestro apostolado⁵. Vuestro apostolado es fundamental⁶; si Satanás hace sus esfuerzos para combatirlo, recurrid a la Inmaculada, nuestra Madre. Luego, ¡buenas y bellas Adoraciones!

Serenas, tranquilas, silenciosas.
Haced vuestros votos para prepararos a lo mejor; pero antes de que llegue lo mejor, es necesario que esté lo bueno.
Piedad, fidelidad; en lo demás, pensará el Señor.

¡Tened fe y no dudéis! ¿Qué dice Jesús? Si tuvierais fe como un grano de mostaza y dijerais a este monte: trasládate, el monte se trasladaría⁷. ¿Existe esta fe? ¿Tenéis por lo menos lo que un grano de mostaza? Muchas veces se tiene fe para creer en el dogma; pero en las cosas de la vida cotidiana, con frecuencia la fe es escasa. ¡Creed sin titubear!

Moisés, el gran caudillo, hombre de Dios, cuando en el desierto faltó el agua, y las bestias morían, los hombres estaban en las últimas, golpeó la roca por orden de Dios, pero primero titubeó un instante. Por esta duda suya, el Señor lo castigó, no haciéndolo entrar en la tierra prometida⁸.
Estad tranquilas, serenas, y esperad las gracias como si ya las hubierais obtenido.