32. APOSTOLADO SACERDOTAL EN EL ESPÍRITU DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
Sobre las relaciones que tiene que haber entre el Sacerdote y el Instituto de las Pías Discípulas es útil recordar algo que aclarará la verdadera posición de uno frente al otro.
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Los Jesuitas tienen como regla no ocuparse de Institutos femeninos, excepto con dispensa. Es, por otra parte, un hecho el que haya leyes canónicas, disposiciones, de las que una es sustancial: el gobierno de los Institutos femeninos tiene que ser libre e independiente, por cuanto se refiere a la administración y dirección.
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El Instituto de las Pías Discípulas tiene que tener su propio gobierno, con administración y dirección propia. El Sacerdote podrá entrar como consejero, como confesor, pero todo lo que se refiere al funcionamiento del Instituto no le atañe. Os corresponde a vosotras interesaros de vuestras aceptaciones, admisiones, dimisiones, disposiciones sobre las personas, los oficios, las casas. Cuanto más os gobernéis solas en la caridad y, sobre todo, cuanto más dependáis en la obediencia, tanto más seréis fuertes, numerosas y caminaréis libres por vuestro camino. Es gran peligro el que una haga referencia a un Sacerdote, otra a otro Sacerdote. Tenéis que hacer referencia a la Madre Maestra y a su Consejo. Esto por muchos motivos y entre otros: quien tiene el encargo de guiaros representa a Dios, los otros no. Quien tiene autoridad para mandaros tiene las gracias de oficio, los otros no. Es sabiduría el vivir íntimamente unidas, considerando en quien guía a Dios mismo; creyendo que es a través de este medio y por este camino que el Señor hace pasar sus gracias.
En todo caso, el Sacerdote podrá aconsejar, ayudar a realizar lo que ha sido dicho. Si entráis en discusiones sobre lo que las Madres han dispuesto, faltáis a vuestro deber. El consejo no es sustitución.
Si el Consejo ha tomado una decisión en la luz de Dios, con su gracia se lleve a cabo. En la disposición no tienen que entrar otros para examinar si la disposición se ha dado bien, si es justa. Si las Pías Discípulas se creasen la costumbre de recurrir y comunicar al Sacerdote tantas cosas inútiles, perderían gracias, tiempo y fuerzas. Caminad conforme al espíritu de la Iglesia, Madre sacratísima. Ella tiene autoridad y facultad para guiarnos y mandarnos.
Cuando un hijo ha llegado a los 21 años de edad, sale de casa y constituye una familia propia, se gobierna por sí solo, se pone al frente de la nueva familia que forma y que tiene que regirse por sí misma. El hijo se hace independiente, aún pidiendo siempre parecer y consejo, cuando sea necesario, a los padres.
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Después de haber considerado la verdad, el camino a seguir en vuestro ministerio al servicio del Sacerdote, veamos ahora la tercera parte1.
Dios ha dispuesto que su divino Hijo tuviese con María su Madre relaciones especiales. María entró en su oficio cuando dijo: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra2. Esclava del Señor, esta palabra lo incluye todo. Vosotras no servís a uno o a otro, a este individuo, a aquella persona; vosotras servís a Dios. En cualquier caso del que os ocupéis, a cualquier Sacerdote que sirváis, vosotras servís a Dios, y sois las esclavas del Señor.
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El Sacerdote tiene una misión altísima.
La Discípula tiene una misión altísima.
María sirvió al gran Sacerdote: ordenó el pesebre, preparó los pañales, se postró a adorar al Hijo de Dios; fue la primera sacristana que preparó a Jesús el primer Sagrario.
María nutrió al Niño Jesús con su leche, lo vistió, tuvo cuidado de él, cumplió los oficios que una madre realiza hacia su hijito. Jesús no los hubiese necesitado, pero quiso hacerse en todo semejante a nosotros.
Podéis imaginar a María en la cocina, en la habitación donde confeccionaba los vestidos; podéis imaginarla cuando instruía a Jesús, lo guiaba en la oración, cuando se recreaba con él, cuando caminaban juntos por los caminos de Palestina.
María continuó su oficio materno mientras Jesús crecía. Pensadlo en sus 12, 15, 20, 30 años, cuando entra en la vida pública, cuando comienza y consuma la Pasión, en la Resurrección, en la Ascensión.
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Vosotras, después de haber obtenido con vuestra oración y sacrificios los Sacerdotes, los acompañaréis en vuestro oficio piadoso hasta la muerte, hasta el sepulcro, hasta que su alma haya entrado en la eternidad.
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No es nunca un servicio pagado, compensado en la manera humana. Aunque haya mutuo intercambio de dinero, y tiene que haberlo, puesto que cada uno tiene que vivir de su trabajo. Muchas cosas están en la condición de la naturaleza humana; seguir la Providencia que así lo ha querido y establecido.
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Cuando llegue el día del juicio, Jesús os dirá: Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; estuve desnudo y me vestiste; fui peregrino y me hospedaste; estuve enfermo y me visitaste; estuve enfermo y me curaste; estuve afligido y me consolaste.... Responderéis: ¿Cuándo hice esto, Jesús? Y él os dirá: Todas las veces que lo hiciste al Sacerdote me lo hiciste a mí3. Mi Madre fue puesta a mi derecha, y vosotras, puesto que la habéis imitado, habéis continuado su oficio, tendréis parte en su misma gloria y en su premio.
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Sacerdote hay sólo uno: Jesucristo. Los otros son en él y por él. Tendréis un premio especial, inefable, altísimo.
Quien entiende mal las cosas es bajo en sus pensamientos, vulgar en su sentir, y podrá entender al revés, despreciar e incluso calumniar; podrá decir que se trata de cosas raras, pero el que tiene el espíritu de Dios no razona así.
Hacerlo con espíritu sobrenatural, por consiguiente, con devoción. El que sirve al pobre, sirve a Cristo sufriente; el que sirve al Sacerdote, sirve a Cristo Sacerdote. Aquí vuestro apostolado puede extenderse en obras que por ahora no es necesario que os diga. La Familia es pequeña, pero pensad si pudierais ser numerosas y hacer que vuestro apostolado se extendiese a toda la Iglesia, a todas las necesidades. Pensad cuándo podáis abrir hospitales y casas de reposo para los Sacerdotes enfermos, ancianos y pobres. Cuántos mueren en la miseria, abandonados de todos. Que esté al lado de ellos la Discípula, como junto a Jesús en la cruz, abandonado por todos, estuvo la primera Discípula, la Santísima Virgen.
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Si en el mundo debería haber al menos dos millones de Sacerdotes, junto a ellos tendría que haber por lo menos seis millones de religiosas.
Necesitan a la Pía Discípula los chiquillos que dan sus primeros pasos en la vocación; los clérigos que se preparan para hacerse Sacerdotes; los Sacerdotes que cumplen su ministerio.
Durante la predicación de Jesús, María lo seguía, pero estaba en la sombra. Vosotras tenéis que hacer también así.
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Las Discípulas no sean nunca caprichosas, nunca charlatanas, para poder corresponder bien a su vocación. Si vosotras estáis en vuestro lugar, si seguís bien la voluntad de Dios, os multiplicaréis inmensamente, pero si tenéis siempre necesidad de quien os consuele, de quien tenga compasión de vosotras, de quien os vaya detrás con la toalla para enjugaros las lágrimas, perderéis el espíritu, después de haberlo debilitado y no os multiplicaréis.
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María fue la más tierna de las madres, pero trató a Jesús con firmeza. En el templo, encontrando a Jesús, lo trató casi duramente: Hijo, ¿por qué nos hiciste esto?4. ¿No sabíais que yo tengo que ocuparme en las cosas que se refieren a mi Padre?5. Y todo acabó así. Él buscó ante todo la voluntad del Padre, dio un ensayo de su vocación y misión, y después regresó a Nazaret y estuvo sometido a María y a José6.
Breves en las conversaciones, en las cartas, en el confesionario, siempre y en todo lugar. Ésta es vuestra fuerza. Yo os abro solamente un poco el horizonte, pero vosotras en la Visita consideraréis más profundamente las cosas.
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María fue concebida sin pecado, fue Inmaculada por los méritos de Jesucristo. Así vosotras, por el ministerio del Sacerdote sois purificadas del pecado y santificadas en la gracia.
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María tomó ejemplo de Jesús, estando con él creció inmensamente en la amistad divina; participó de manera inefable en el ministerio del Verbo de Dios; participó en el sacrificio de la cruz como no pudo participar ningún otro.
Así la Discípula tiene una participación tan íntima en el sacrificio de la Misa, en el ministerio y en el mérito del Sacerdote, como ninguna otra religiosa podrá participar.
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El Sacerdote bautiza, administra los Sacramentos, predica, enseña, celebra, escribe, obra; dirige y gobierna la grey de Cristo, cumple en sustancia los mismos oficios de Jesús. La Discípula toma parte, si ha contribuido en la formación y en el mantenimiento del Sacerdote, no sólo a través de las becas, sino con la oración, el servicio humilde y el sacrificio escondido.
María tuvo una participación inefable en el ministerio y en el mérito de Jesús, la Discípula tendrá una parte proporcional según la medida de la recta intención, del amor y de su entrega.
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Entre los Apóstoles, por desgracia, hubo un Judas. También entre los Sacerdotes existe el peligro de la infidelidad a la vocación y al ministerio, como, por otra parte, existe el mismo peligro para las religiosas. Es preciso vigilar y orar7.
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Después de su muerte, la Discípula tiene derecho a recibir la caridad del Sacerdote al que ha servido, ayudado, y aunque éste se olvidase, no se olvidará Dios y él pensará en recompensarla seguramente.
Los Sacerdotes que ayudáis os ayudan también a obtener la gracia y a brindaros la manera de haceros pronto santas. Hay intercambio de grandes bienes entre Jesús y María.
María asistía a su Jesús crucificado y recibía los frutos de su preciosísima Sangre.
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Caminad en la luz de estos principios, sin desviaciones, sin deformaciones.
Estad contentas y agradecidas a Dios y haced de modo que vuestras relaciones con el Sacerdote sean dignas de vuestra delicadísima y sublime misión, vivida en el espíritu de la Virgen María.
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Forma parte del apostolado de una Pía Discípula el sufragar al Sacerdote difunto, contribuir a ofrecerle la entrada en el Paraíso.
1. Muchos Sacerdotes bien pronto son olvidados después de la muerte. Algunos lo hacen por falta de reflexión o falta de fe; otros porque piensan que el Sacerdote no necesita sufragios.
El Sacerdote tiene una suma grandísima de deberes y de gracias. Tiene que dar cuenta de ello. Todos fallamos en muchas cosas. Es acto de agradecimiento recordar al Sacerdote pasado a la eternidad. Es también con frecuencia deber por los bienes espirituales recibidos de él. Es sentimiento de piedad hacia Dios y hacia el Sacerdote difunto.
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2. La Santísima Virgen no se abandonó a un dolor de sentimentalismo vacío respecto a Jesús muerto en el Calvario. Su dolor fue profundo, operativo y constante.
a) Después de haber recogido el extremo suspiro de Jesús en la cruz, ella esperó en profundo luto, oración y esperanza acompañar al Hijo al sepulcro. Lo asistió hasta el extremo desgarro: la lanza que abrió el Corazón de Jesús, y al Corazón de Jesús le ofreció el primer obsequio y la primera reparación.
b) Recibió con inmenso dolor y amor el cuerpo de Jesús bajado de la cruz. Lo limpió de los esputos, de la sangre y del sudor, lo embalsamó y lo envolvió con José de Arimatea, Nicodemo, Juan y las Piadosas Mujeres en el lienzo y en las vendas; la acompañó al sepulcro y asistió a la inhumación, o a la operación de cierre rodando la gran piedra contra su apertura.
c) Se retiró en Jerusalén, rezando y esperando la resurrección con fe.
d) Durante los cuarenta días que siguieron a la resurrección, María estuvo llena de alegría, se piensa que haya sido visitada por el Hijo visiblemente; y ciertamente ella lo acompañó al monte de la Ascensión, lo vio elevarse, con el corazón lo entregó y ofreció al Padre; lo contempló en su espíritu sentado a su derecha, en el esplendor de su reino, como lo había visto ignominiosamente vestido de un trapo de púrpura, coronado de espinas, escarnio de la plebe.
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3. La Pía Discípula, después de haber rezado por el Sacerdote y haberlo socorrido enfermo, sufraga su alma.
a) Asistiendo a las Santas Misas celebradas por él, posiblemente acercándose a la Comunión.
b) Ofrece por él Rosarios, pequeños sufrimientos y obras buenas.
c) Recuerda y practica sus enseñanzas; imita sus ejemplos; habla de él con respeto y amor.
d) Invita a otros a cumplir los mismos actos de caridad y de sufragio.
e) En ciertos casos, cuida y visita su tumba, los objetos que él dejó y las disposiciones dadas.
Estos oficios de caridad por los Sacerdotes difuntos son entre los más meritorios y los más queridos, premiados también en la vida presente.
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1 Cf las meditaciones nn. 29 y 31.
2 Lc 1, 38.
3 Cf Mt 25, 35-40.
4 Lc 2, 48.
5 Cf Lc 2, 49.
6 Cf Lc 2, 51.
7 Cf Mt 26, 41.