Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN XI
PROMOCIÓN Y GUÍA DE LAS VOCACIONES

Obras por las vocaciones

Desde el comienzo de la Familia Paulina, la mayor parte de los aspirantes han ingresado en ella gracias a Vida Pastoral y a Cooperador Paolino.
Debemos añadir que, entre los medios principales para el ingreso de vocaciones, hay que contar con la propaganda de nuestros propios aspirantes, algo que pueden hacer cuando escriben a sus familias, a los párrocos, a sus ex compañeros de escuela o a otros chicos de su familia, así como con cartas en las que manifiestan su satisfacción e invitan a venir con ellos. Es un medio muy eficaz para persuadir a otros.
Hay dos Obras Pontificias para las vocaciones, una para el clero secular y otra para los religiosos, que vale también para los Institutos seculares.
Nuestro Instituto Regina Apostolorum tiene el compromiso de orar y trabajar por todas las vocaciones y por todos los apostolados. Su espíritu se encuentra en la oración que las religiosas recitan todos los días:

Oración de las Apostolinas por las vocaciones

«Padre nuestro, que estás en el cielo, te ofrezco con todos los sacerdotes a Jesús Hostia y a mí misma, pequeña ofrenda:
1. En adoración y acción de gracias porque en tu Hijo
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eres el autor del sacerdocio, del estado religioso y de toda vocación.
2. En reparación a tu corazón paterno por las vocaciones descuidadas, obstaculizadas o traicionadas.
3. Para devolverte por Jesucristo lo que los llamados han quitado a tu gloria, a las almas y a sí mismos.
4. Para que todos comprendan la llamada de Jesucristo: La mies es mucha pero los obreros son pocos; rogad para que haya obreros que trabajen en la mies.
5. Para que por todas partes se forme un clima familiar, religioso y social apto para la fidelidad y correspondencia de las vocaciones.
6. Para que los padres, los sacerdotes y los educadores abran el camino a los llamados con la palabra y las ayudas materiales y espirituales.
7. Para que se siga a Jesús Maestro, camino, verdad y vida en la búsqueda y formación de las vocaciones.
8. Para que los llamados sean santos, luz del mundo y sal de la tierra.
9. Para que se forme en todos una profunda conciencia vocacional: todos los católicos, con todos los medios, por todas las vocaciones y apostolados.
10. Para que todos nosotros reconozcamos nuestra ignorancia y miseria y la necesidad que tenemos de estar siempre humildemente ante el sagrario para invocar luz, piedad y gracia».
El Instituto es todavía adolescente, pero cuenta ya con algunos frutos: el Curso de orientación en la vida por correspondencia, el libro Y tú ¿qué harás?, propaganda
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variada, la revista vocacional Ven y sígueme, y todos han tenido buena acogida.
Si sabe corresponder a los designios de Dios, contribuirá mucho a resolver el máximo problema de la Iglesia: las vocaciones.
* * *

Art. 64. El novicio que se hallare en peligro de muerte, para consuelo de su alma, puede ser admitido por el Superior mayor, o por el de la casa de noviciado o su delegado, a emitir la profesión, aunque aún no hubiere terminado el tiempo del noviciado, con la fórmula ordinaria de la profesión, en cuanto sea posible, y sin limitación de tiempo.
Art. 65. El novicio que emite la profesión en esta forma gana indulgencia plenaria, por modo de jubileo y se hace partícipe de todas las indulgencias, sufragios y gracias, que tienen los religiosos verdaderamente profesos que mueren en la Sociedad; pero esta profesión no tiene otros efectos jurídicos.
Art. 66. Por lo cual, si el novicio convaleciere, se encuentra completamente en la misma situación que si no hubiere emitido ninguna profesión; por tanto, puede libremente, si quiere, volver al siglo; los Superiores pueden despedirle; está obligado a cumplir todo el tiempo del noviciado, y, terminado el tiempo del noviciado, si perseverare, debe emitir la verdadera profesión.
Art. 67. Un novicio puede libremente abandonar el noviciado,
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o ser despedido por el Superior mayor, oído su Consejo, por cualquier causa, sin que éste tenga obligación de manifestar al novicio el motivo de su despedida. Y las cosas que llevó el novicio a la religión y no han sido consumidas por el uso deben restituírsele, si saliere de la religión antes de emitir la profesión, firme siempre lo determinado en los artículos 35 y 36.
Art. 68. El novicio, terminado su noviciado, si es juzgado apto, sea admitido a la profesión, según la norma del artículo 76; de lo contrario sea despedido. Mas si queda duda si es o no apto, el Superior mayor, puede, consultado su Consejo, prorrogar el tiempo de la prueba, pero no más de seis meses.
Art. 69. Antes de la emisión de los votos, debe el novicio ceder la administración de sus bienes en tiempo oportuno y para todo el tiempo que estuviere ligado con ellos, a quien mejor le pareciere y disponer del mismo modo de su uso y usufructo. Mas esta cesión y disposición no tiene valor en caso de salida de la Sociedad.
Art. 70. La cesión y disposición de que se trata en el artículo 69, debe hacerse por acta pública o privada, pero siempre del mejor modo para obviar eficazmente las dificultades, y siempre puede ser revocada.
Art. 71. El novicio, antes de la profesión de los votos, puede hacer testamento también de los bienes presentes y de los que quizá pudieran sobrevenirle.
rt. 72. Los novicios destinados al sacerdocio, antes de la
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profesión de sus votos, presenten una petición por escrito al Superior, en el cual den expresamente testimonio de su vocación al estado religioso y clerical, y a la vez manifiesten su firme propósito de adscribirse a perpetuidad a la milicia clerical en el estado religioso, en cuanto de ellos dependa; esta petición y declaración consérvese en el archivo de la Sociedad.

La dirección espiritual

La dirección espiritual es parte del ministerio pastoral. El cuidado individual de las almas se desprende de la misión encomendada y ejercida por el divino Maestro: «Enseñadles a practicar lo que yo os he enseñado». Se trata del arte pastoral de conducir a las almas desde el principio de la vida espiritual hasta la cima de la perfección, según la vocación y los dones y gracias de cada uno.
En el proyecto de catecismo propuesto por la Iglesia universal se encuentran estas preguntas y respuestas:
1. ¿Qué es la dirección espiritual?
Se llama dirección espiritual la acción de dar y recibir normas de conducta concretas y aptas para el estado de ánimo de aquel a quien se dirigen.
2. ¿Qué diferencia hay entre confesión y dirección espiritual?
Entre confesión y dirección espiritual existe la diferencia de que la confesión sólo se refiere a la acusación
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de los pecados, mientras que la dirección espiritual se centra en la causa de los pecados y en dar con los remedios que ayuden al progreso espiritual.
3. ¿Es útil la dirección espiritual?
La dirección espiritual es muy útil para progresar con seguridad en las virtudes y para no caer fácilmente en ilusiones sobre el propio estado sin un guía espiritual.
4. ¿Quién es el director espiritual?
El director espiritual es un sacerdote que ayuda a las almas a progresar en el camino de la perfección y al que con este fin se le confían los secretos buenos y malos de la conciencia.
5. ¿Qué debe hacer el director espiritual?
El director espiritual debe conocer íntimamente el alma de quien se confía a su cuidado para dirigirla según los designios de Dios.
6. ¿Qué debe conocer de nuestra alma el director espiritual?
El director espiritual debe conocer las inclinaciones, el temperamento, el carácter, los hábitos contraídos, las tentaciones, las imprudencias y especialmente el grado de voluntad.
7. ¿A quién debemos elegir como director espiritual?
Como director espiritual debemos elegir a un sacerdote de vida interior, prudente y experimentado en la dirección de las almas.
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8. ¿Es oportuno que el director espiritual sea el propio confesor?
Es muy oportuno que el director espiritual sea el propio confesor, pues puede conocernos y dirigirnos mejor.
9. ¿Qué deber tenemos con el director espiritual?
Con el director espiritual tenemos el deber de abrirle sinceramente nuestra alma, de orar al Señor para que le ilumine y de seguir dócilmente sus consejos.

Necesidad. Dice la sagrada Escritura: «Consilium semper a sapiente require» (Tob 4,19), «Sigue siempre el consejo del sabio y no te arrepentirás». «Fili, sine consilio nihil facias; et post factum non pœnitebis»1 (Sir 32,24).
La razón es obvia. Cuando alguien viaja por primera vez a un lugar, pide información a quien lo ha hecho antes y que a su vez ha consultado quizá a otros que le han precedido. Ahora bien, ¿qué viaje habrá más difícil que el siempre asediado de la perfección cristiana?
Jesucristo fundó la Iglesia como sociedad jerárquica. Hay en ella quien guía y gobierna, por lo que tendremos que dirigirnos siempre a los representantes de Dios, a quienes acompañan las gracias de su cargo. Dios no habla ordinariamente a cada una de las almas, sino que se manifiesta a través de sus ministros. Cuando san Pablo fue derribado del caballo en el camino de Damasco, preguntó: «Señor, ¿qué quieres que haga?», y Jesucristo le respondió: «Levántate, entra en la ciudad y allí se te
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dirá lo que tienes que hacer». El Señor le envió allí a Ananías, quien les instruyó y le bautizó [cf. He 22,6-16].
León XIII insistía en una carta al cardenal Gibbons sobre la utilidad de la dirección espiritual y afirmaba que se practicó siempre en la Iglesia. En todos los Institutos religiosos está establecida y se practica, y aún más en los seminarios, donde existe la obligación de tener un director espiritual siempre a disposición de los aspirantes.
El maestro de espíritu o prefecto tendrá que decir en el momento oportuno su palabra sobre la vocación, y en la religión es necesario conocer íntimamente al aspirante.
La dirección espiritual es necesaria especialmente en algunos períodos de la vida: en el momento crítico de la adolescencia, en el primer ejercicio del ministerio, cuando más tarde se comiencen nuevas obras y de especial empeño. Según la historia, junto a las almas más perfectas hubo siempre un sensato director espiritual.

Las dotes del director espiritual

En el director espiritual se requiere:
a) Ciencia teológica, moral, ascética y mística.
b) Discreción de espíritus,
algo que entraña mucha prudencia en las decisiones, claridad en los consejos y firmeza al exigir. Es muy importante el don de consejo y la virtud de la prudencia.
c) Experiencia de almas. Si sabe desconfiar, orar y examinar, esta experiencia madurará pronto. Hay casos, sin embargo, en los que se necesita una luz especial del Espíritu Santo.
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d) Piedad intensa. Es la dote principal. No se puede dar lo que no se tiene. Una piedad cristocéntrica mediante la reflexión en Jesucristo camino, verdad y vida, que debemos vivir dentro de nosotros, facilita la dirección.
e) Celo. Hacerse todo para todos. No hay un alma enteramente igual a otra. Hay que saber adaptarse. Una buena dirección es un trabajo fatigoso.
f) Bondad. La verdadera bondad no quiebra la caña hendida y aprecia a las almas piadosas que aspiran a la perfección. «Se consigue más con una gota de miel que con un barril de vinagre», decía san Francisco de Sales.
g) Humildad profunda, desinterés, desapego en las relaciones con las almas. Cuando entra lo humano, no se deja sitio al Espíritu Santo. San Lorenzo Giustiniani decía que no se debía cometer un robo sacrílego, es decir, que le quieran a uno en lugar de llevar las almas al Señor.
h) Debe tener especialmente un gran amor a la Congregación, un amor sobrenatural e iluminado.
Acción del director: a) Conocer al alma; b) instruirla en la doctrina con paciencia; c) controlar su vida espiritual; d) corregir los defectos; e) proceder progresivamente; f) mantener los secretos; g) estimular al verdadero trabajo espiritual.
El dirigido. a) Elección de un santo director «entre diez mil», dice san Francisco de Sales; b) apertura plena y sincera de la conciencia; c) docilidad plena y constante; d) oración, discreción, confianza y amor sobrenatural.

Particularidades. Raramente la dirección espiritual se hará por carta y sólo en los casos en que se conoce previamente al dirigido por contacto directo. Casi nunca con mujeres, y nunca con monjas.
Cuando al director espiritual se le pregunta por alguna razón particular,
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responderá con un monosílabo o una sola palabra.
Cometería un grave error el director espiritual que pretendiera imponer a todas las almas sus puntos de vista, por buenos que fueran; peor aún sería que exigiera que todas sigan un género de vida que él considera el mejor.
El verdadero director de almas descubre los dones de naturaleza y de gracia, los designios de Dios, las circunstancias, etc.; sabe que el verdadero director es el Espíritu Santo; a nosotros nos corresponde acompañar su acción iluminando, recordando, exigiendo fidelidad a la gracia, a la vocación y a los deberes cotidianos. Ni el médico ni la medicina crean la naturaleza, pero sí la ayudan. Lo mismo vale para el médico de las almas.
¿Es necesario que el confesor y el director sean la misma persona?
No es necesario, pues se trata de dos funciones diferentes. Menos aún en los Institutos religiosos, donde el maestro de novicios no puede ser confesor.
Excepto en este caso, es muy conveniente que el confesor y el director espiritual sea una misma persona. Así será más fácil y más eficaz la dirección por parte del sacerdote y por parte de la persona dirigida.
Una dificultad. Se dice: Entre nosotros se cambia frecuentemente de maestro de espíritu o prefecto, lo que crea desorientación en el aspirante por la variedad de direcciones.
Si hacen bien la dirección el director y el dirigido, más que desorientación habrá estímulo.
El director tiene en principio una parte que puede ser negativa:
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oír los propósitos del aspirante, los consejos ya recibidos, etc.; luego, pasando a la parte activa, le estimula, le recuerda los propósitos y avisos recibidos, etc., con el fin de afianzarle, infundirle seguridad, darle un nuevo sello, con lo que el dirigido se formará más fácilmente un carácter y una personalidad decidida mediante la continuidad en un trabajo constante y parejo.

Santidad y ambigüedad de la amistad

Un buen director espiritual es el ideal de un verdadero amigo, lo que podría llamarse «verdadero tesoro». Aquí conviene decir una palabra para distinguir.

Las amistades santas y las perversas

Está escrito que la verdadera amistad es cosa santa y divina, la señal de un alma noble y una de las recompensas visibles que comporta la virtud.
«Un amigo fiel es escudo poderoso; el que lo encuentra halla un tesoro. Un amigo fiel no se paga con nada, no hay precio para él. Un amigo fiel es bálsamo de vida, los que temen al Señor lo encontrarán». Así habla el Espíritu Santo en el libro del Eclesiástico (Sir 6,14-16).
La experiencia confirma todos los días esta verdad. El estímulo de un verdadero amigo es uno de los más eficaces para el dominio de sí mismos y para la práctica del bien. Efectivamente, la verdadera amistad, como dice Bossuet, es «una alianza entre dos almas que se unen para hacer el bien». La verdadera amistad es desinteresada, paciente hasta el heroísmo, sincera y transparente. No conoce la doblez ni la hipocresía y alaba al amigo por sus buenas cualidades, pero
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le hace ver con santa libertad sus defectos y debilidades con el fin de corregirle. No tiene nada de sensual. Una amistad así aprecia y ama únicamente el valor moral del amigo. «La amistad -dice también Bossuet- es la perfección de la caridad». De ahí que no pueda haber verdadera amistad que no se apoye en la virtud. Escribe Lacordaire: «No puedo amar a alguien sin que el alma vaya tras el corazón y por medio pase Jesús. No me parecen íntimas las comunicaciones que no sean sobrenaturales. ¿Qué intimidad puede haber si no se ven hasta lo más profundo los pensamientos y afectos que llenan el alma de Dios?». Aristóteles distinguía tres clases de amistad: una fundada en el placer (sensual), otra en el interés (utilitarista) y otra en la virtud (honesta). Sólo la última es verdadera amistad.
Tres son las principales ventajas de una amistad verdadera y santa: encontrar en el amigo un consejero íntimo al que se confían los problemas de nuestra alma para que nos ayude a resolverlos; un corrector prudente que nos diga la verdad sobre nuestros defectos e impida que cometamos numerosas imprudencias, y un consolador que escuche bondadosamente nuestras penas y que encuentre en su corazón las palabras oportunas para endulzarlas. Así actúa un buen director espiritual.

Cómo evitar las desviaciones

Dado que en el mundo se encuentran desviaciones peligrosas, es necesario estar atentos para que la amistad se mantenga dentro de sus límites y no se salga del cauce de la virtud. No hay fuerza
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destructora del bien tan grande como una mala amistad.
«Uno comienza -escribe san Francisco de Sales- con amor virtuoso, pero si no está bien atento se introducirá el amor vacuo, luego el amor sensible y finalmente el carnal».
Los signos característicos para darse cuenta de que el corazón comienza a desviarse hacia la sensualidad son los siguientes:
a) buscarse mutuamente sin verdadera necesidad y prolongar con diversos pretextos la conversación;
b) intensificar los contactos y la correspondencia, apartarse y hablar secretamente. A veces el amigo aparece en el sueño porque falta el control de la mente y de la voluntad. Finalmente se manifiesta la pasión con toda su fuerza.
Conducta práctica:
a)
Cuando comienza con cierta insistencia el primer movimiento, interrúmpasele con energía. Todavía se está a tiempo. No permanecer con aquella persona ni un solo instante. Si es necesario, hágase sobre ello el examen particular.
b) Si se ha llegado a un punto grave, quizá no convenga interrumpir bruscamente esta tendencia, pues podría abrirse una brecha en el corazón y provocar una alteración psicológica peor que la propia enfermedad. Es mejor extinguirlo paulatinamente impidiendo nuevas manifestaciones con una vigilancia constante y una lucha tenaz hasta su total extinción.
La acción de director debe ser paciente y necesaria al mismo tiempo.
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Cabe notar que en las comunidades estos peligros son frecuentes entre coetáneos, especialmente cuando viven juntos pequeños y adultos. Son muy difíciles de corregir, frecuentemente se impone una ruptura, y por lo menos hay que alejar siempre las ocasiones.
Considero que son muy peligrosos, bajo pretexto espiritual, los intercambios de oraciones, los pequeños regalos, las fotografías; [es necesario] orar siempre por todos en general, excepto en casos de necesidades muy especiales. Entre religiosos y personas de diverso sexo, aunque piadosas y religiosas, no debe haber pactos como los de «madre espiritual, hermana espiritual, hijo o hermano espiritual, etc.».
Los Superiores tienen en esto un deber muy ingrato, pero es un deber.
«¡Que entre los dos haya siempre un ángel de la guarda!», decía un director espiritual sabio y experimentado.
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1 «No hagas nada precipitadamente, si no quieres tener que arrepentirte».