Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN III
LAS VOCACIONES, CRUZ Y PATERNIDAD

La comprensión de la cruz

Se ha dicho: «Morimos porque hemos nacido; Jesús nació para morir». El religioso tiene una doble misión, común a la de todos los hombres: negarse a sí mismo y seguir a Jesucristo. Sólo que esta misión es para el religioso más personal y plena. San Pablo, pensando en los de su nación, los obstinados hebreos, escribía: «Tristitia mihi magna est et continuus dolor cordi meo: optabam enim ego ipse anathema esse a Christo pro fratribus meis».1 Debemos mortificarnos por la salvación de los hermanos. Una mortificación fácil y adecuada en tiempo de Ejercicios espirituales es el silencio, un silencio pleno y ordenado a hablar con Dios. Además, la puntualidad. Todo sacrificio, por muy pequeño que sea, tendrá alguna gracia como premio. Confiemos en que Dios nos concederá también la comprensión de la cruz y el amor a ella, una ciencia y una práctica siempre necesarias al apóstol. El apóstol debe hacer suyo este texto de san Pablo: «Adimpleo ea quae desunt passionum Christi in corpore meo, pro corpore eius, quod est Ecclesia».2 Completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo místico, es decir, la Iglesia. ¿Qué puede faltar a las tribulaciones de Cristo? ¿Acaso es insuficiente su redención? No,
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pues es copiosa y superabundante. Sí falta la aplicación, y la aplicación lo es todo para nosotros, para los dos mil novecientos millones de hombres. ¡Que llegue esa redención! Ante este problema, pasan a segunda línea todos los demás, pues lo que importa es salvarse y salvar.

Oración y humildad

Un aviso que suele darse en las casas de Ejercicios espirituales es que, ya que los sacerdotes se ayudan unos a otros al celebrar la misa, se corrijan mutuamente de los defectos que pudieran descubrir en la celebración. Es algo fácil entre nosotros. Además, procúrese leer bien el breviario, digne, attente ac devote.3 Un padre que había dado centenares de cursos de Ejercicios al clero decía que se cometen muchos errores en el rezo del breviario. Quería que se rezara en común para descubrir mejor tales errores. Como tenemos breviarios cuya traducción no coincide y como los discípulos deben recitar el Oficio de la B. V. María, no podemos hacerlo en común. No obstante, en la calma y el recogimiento de estos santos días, cada uno lo recitará despacio y tratará de mejorar esta gran oración. Somos personas consagradas y destinadas a representar las necesidades de la Iglesia y de las almas uniéndonos a la corte celestial que proclama: Santo, santo, santo es el Señor; llenos están el cielo y la tierra de su gloria, obras de su poder y de su amor.
Cuando hace algunos días me presenté al Papa, que me acogió con signos de paterna benevolencia, le dije:
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«Santidad, hasta ahora no me había presentado porque debía ceder el paso a los mayores; nosotros somos los más pequeños de la Iglesia de Dios». «Sed siempre los más pequeños -me respondió-. Así llenaréis el mundo con vuestra palabra».
Es lo más justo y correcto. Debemos estar en nuestro sitio. «Non plus sapere quam oportet sapere, sed sapere ad sobrietatem»;4 «no considerarse más de lo que somos». Nuestro honor es ser cristianos, católicos y paulinos, pero siempre debemos situarnos en el último lugar: «Ego sum minimus apostolorum».5
Dios es grande y nosotros somos hijos pequeños de su sabiduría y de su misericordia: «Misericordia Domini quia non sumus consumpti».6 Sólo a Él el honor y la gloria, como lo exigen la justicia, la verdad y el orden. Por eso, que el «ut sint minores»7 sea también nuestro pensamiento. Cada uno de nosotros puede y debe considerarse el más pequeño si quiere ser santo y eficaz en el apostolado. ¡Ninguna humildad rara! El maestro no puede ponerse en el banco y decir al alumno que explique la lección. Nuestra humildad debe ser la que señala el Maestro: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» [Mt 11,29]. «Si no os hacéis como un niño, no entraréis en el reino de los cielos» [Mt 18,3].

Admisiones en la Congregación

Los artículos 17 al 29 de las Constituciones nos hablan de las admisiones en la Sociedad.
Art. 17. Puede ser admitido en la Sociedad cualquier católico que sea juzgado apto para sobrellevar las cargas de la Sociedad y ejercitar sus obras animado de
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recta intención y no impedido por obstáculo de ningún género. Sean, pues, excluidos todos los que pidan la admisión llevados de otra intención que no sea la propia santificación y el bien de la Iglesia a los que deben consagrarse según las presentes Constituciones.
Art. 18. No pueden ser admitidos válidamente al noviciado: 1. Los que desertaron de la fe católica y se adhirieron a una secta acatólica. - 2. Los que aún no han cumplido los 15 años. - 3. Los que entran en religión por violencia, miedo grave o engaño, o aquellos que recibe el Superior inducido por semejantes motivos. - 4. Un casado, durante su matrimonio. - 5. Los que están ligados o lo estuvieron por el vínculo de la profesión religiosa. - 6. Aquellos a quienes amenaza un castigo por un delito grave cometido, del cual han sido o pueden ser acusados. - 7. Un obispo residencial o titular, aunque hubiere sido designado solamente por el romano Pontífice. - 8. Los clérigos que por institución de la santa Sede están obligados por juramento a dedicar su trabajo para bien de su diócesis o de las misiones, mientras perdura la obligación de su juramento.
Art. 19. Ilícita, aunque válidamente, son admitidos al noviciado: - 1. Los clérigos ordenados in sacris, que se presentan sin habérselo notificado a su Ordinario, o contra su voluntad por el hecho de que su partida pudiera ocasionar grave detrimento a las almas, detrimento que de otro modo no pudiera evitarse. - 2. Los gravados con cargas ajenas que no logran pagar. - 3. Los obligados a dar cuentas,
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o implicados en negocios del siglo de los que la Sociedad podría temer luchas y molestias. - 4. Los hijos que tienen la obligación de ayudar a sus padres, esto es, al padre o la madre, al abuelo o la abuela, que se hallen en grave necesidad, y los padres, cuya obligación fuera alimentar o educar a sus hijos. - 5. Los destinados al sacerdocio en la Sociedad, del cual no obstante les separa una irregularidad u otro canónico impedimento, según la norma de los cánones 984-987 del Código de derecho canónico. - 6. Los que pertenecen a un rito oriental, sin la autorización dada por escrito por la sagrada Congregación para la Iglesia Oriental.
Art. 20. De los impedimentos del artículo 18 y del 19 sólo puede dispensar la Sede apostólica.
Art. 21. Puesto que es intención de la Sociedad formar a sus futuros miembros clérigos según se determina en el artículo 183, no deben admitirse normalmente los aspirantes ya ordenados; y esto, sin abolir lo prescrito en los artículos 18,8 y 19,1.
Art. 22. Sólo por graves causas y tras pensar bien el caso, pueden ser admitidos al noviciado por el Superior general y con el consentimiento de su Consejo: - 1. Los ilegítimos y los anteriormente ligados por el matrimonio, firme lo prescrito en el artículo 19,5. - 2. Los que tienen más de veintitrés años. - 3. Los expulsados del seminario o de un colegio.
Art. 23. Antes de ser recibidos los aspirantes, deben presentar el certificado de bautismo y confirmación. Deben además presentar cartas testimoniales ya del Ordinario
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de origen, ya de aquel en cuyo lugar han permanecido durante más de un año moralmente continuo, después de haber cumplido los catorce años de edad.
Art. 24. Si se trata de admitir a aquellos que estuvieron en un seminario, colegio, postulantado o noviciado de otra religión, se exigen además cartas testimoniales, que han de ser enviadas directamente a los Superiores de la Sociedad, debidamente firmadas con juramento por el Rector del seminario o del colegio, consultando el Ordinario del lugar o por el Superior mayor de la religión, según la diversidad de los casos.
Art. 25. Para admitir a los clérigos, además del certificado de la ordenación, bastan las cartas testimoniales de los Ordinarios en cuyas diócesis han vivido al menos durante un año moralmente continuo después de su ordenación, firme lo prescrito en el art. 24.
Art. 26. Finalmente, para un religioso profeso de otra religión y admitido en nuestra Sociedad con indulto apostólico, basta el testimonio del Superior mayor de la religión de la que hace el traslado.
Art. 27. Además de los testimonios prescritos en los artículos precedentes, los Superiores busquen según la oportunidad también otros informes, con el fin de conocer mejor la índole de los aspirantes, sus dotes y su voluntad.
Art. 28. Los Superiores que recibieren los predichos informes, tienen la estricta obligación de guardar
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el secreto acerca de las noticias obtenidas por estos medios y de las personas que se las dieron.
Art. 29. Los Superiores que recibieren un candidato no apto contra lo prescrito en el canon 542 o sin las cartas testimoniales requeridas, contra lo prescrito en el canon 544, o le admitiesen al noviciado o a la profesión contra lo prescrito en el canon 571, § 2, sean castigados según la gravedad de la culpa, incluso con la privación del oficio.

Adviértase que, como disposición particular nuestra, «para la admisión al noviciado, el aspirante debe haber ya cumplido diecisiete años de edad».

Empeño vocacional y santidad

En primer lugar, necesitamos un empeño decidido por las vocaciones, por su reclutamiento y formación. Es algo que no depende exclusivamente del Superior, sino que interesa y obliga a todos y depende de todos. Quiero recordar aquí a un discípulo que ha reclutado 25 vocaciones que han hecho ya la profesión y se encuentran en el campo del apostolado. Depende mucho de la gracia del Señor, pero también en buena medida de nuestro celo, y es una de las señales más claras de amor a la Congregación.
Si formar a un cristiano es muy necesario, ¡cuánto más lo será formar un alma consagrada a Dios! Promoverá mejor la gloria de Dios y la salvación de las almas.
Dárselo todo a Dios: en esto consiste la santidad: «Euge, serve bone et fidelis, quia in pauca fuisti fidelis, super multa te constituam».8 El Maestro divino elogió a la mujer que había dado dos moneditas, porque dio de lo que le hacía falta, mientras otros daban
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grandes sumas pero de lo que les sobraba. Por lo demás, ¿se siente o no la paternidad? Pues bien, la paternidad queda inmensamente sublimada dando almas a Dios. ¡No por nada nos llaman padres! Hemos de llevar en nuestro corazón muchas personas a las que Dios llama y espera, pero que a menudo encuentran muchas dificultades. Vocaciones asediadas, la mayor parte de las cuales se ven ahogadas en el ambiente social y escolar y con frecuencia en el familiar. Se trata de la lucha del diablo por arrancar a Jesús estas almas elegidas: «Expetivit vos ut cribaret sicut triticum...».9 Tengamos compasión de estas almas, a las que alguna vez podemos ofrecer nuestra ayuda con la oración o la acción.
Entre las obras de celo apostólico, el problema vocacional hay que ponerlo en primer plano. Jesús no comenzó el ministerio público predicando, sino formando discípulos. Les buscó a la orilla del lago, les invitó y vinieron Santiago, Juan, Andrés, Pedro, Felipe, etc. Así, cuando éstos vieron el prodigio en la bodas de Caná, el agua convertida en vino, creyeron: «crediderunt in eum discipuli eius».10
Si de veras amamos al prójimo como a nosotros mismos, querremos que a muchos otros les llegue el gran bien que nosotros ya poseemos: la vocación. Si estamos contentos con la gracia recibida, desearemos que de ella participen muchísimos otros. Si nuestro ideal está fijo en la santidad, desearemos que los demás vivan también de él.
En el número del San Paolo de diciembre de 195811 escribí: «El problema fundamental es el vocacional». Y presentaba el cuadro siguiente, que detalla la aportación que cabía esperar de cada una de las casas.
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APORTACIONES ANUALES DE PERSONAL PROFESO
PREVISTO POR LAS CASAS-VOCACIONARIOS
PARA EL AÑO 1963

ITALIA:
Roma N. 20 por 5 años = 100
Alba N. 20 por 5 años = 100
Milán N. 10 por 5 años = 50
Catania N. 8 por 5 años = 40
Bari N. 6 por 5 años = 30
Módena N. 6 por 5 años = 30
Pescara N. 4 por 5 años = 20
Vicenza N. 8 por 5 años = 40
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Total: N. 82 por 5 años = 410

EXTRANJERO:
Australia N. 2 por 5 años = 10
Colombia N. 6 por 5 años = 30
Francia N. 2 por 5 años = 10
Alemania N. 1 por 5 años = 5
Inglaterra N. 3 por 5 años = 15
Irlanda N. 3 por 5 años = 15
Venezuela N. 2 por 5 años = 10
Argentina N. 4 por 5 años = 20
Chile N. 1 por 5 años = 5
Brasil N. 15 por 5 años = 75
Japón N. 6 por 5 años = 30
Portugal N. 4 por 5 años = 20
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España N. 20 por 5 años = 100
USA N. 8 por 5 años = 40
Canadá N. 3 por 5 años = 15
India N. 4 por 5 años = 20
Filipinas N. 4 por 5 años = 20
México N. 4 por 5 años = 20
------------------
Total: N. 92 por 5 años = 460

Italia: 82 cada año + Extranjero: 92 cada año. Total en cinco años: 870. Que las casas que no son vocacionarios den por lo menos tres profesos cada una en cinco años.
Hay mejores posibilidades respecto a 1915 y 1935:12 más casas y más ordenadas, y más profesos que pueden dedicarse al reclutamiento y la formación, aunque todavía pocos para las necesidades que tenemos.
Durante mis cursos de bachillerato oía hablar de la obra de san Juan Bosco en estos términos: «Es un puerto de mar. Siempre hay alguien que entra o sale». No debe sorprendernos, pues ningún Instituto en los comienzos ha manifestado totalmente su carácter y ni los jóvenes ni los padres están totalmente persuadidos de su solidez. Así fue para la Pía Sociedad de San Pablo. Ahora, sin embargo, ha adquirido su propia fisonomía y sus características bien determinadas en varias naciones, y por eso el porcentaje de los éxitos debe crecer, del mismo modo que creció entre los Salesianos.

Sólo los llamados

Nuestros vocacionarios, a los que sería más exacto llamar escuelas apostólicas, deben aceptar solamente aspirantes auténticos,
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es decir, que aspiran a la vida religiosa, en conformidad con su edad. No se trata de ningún asilo ni seminario diocesano, de centro que inicia a una profesión o de colegio. De ninguna manera. Es sólo y siempre un vocacionario de la Pía Sociedad de San Pablo. Y cuando se descubre que la intención de los jóvenes o de sus padres es otra, despídaseles. Hay que hablar con toda claridad en el reclutamiento.
En cuanto a la edad, hay mucha disparidad a la hora de la aceptación. Hay prevocacionarios en los que se aceptan a niños de 8 a 9 años, generalmente a cargo de religiosas, y a los 15 se les envía a los Institutos religiosos o a los seminarios. En algunos países tienen éxito. Un prevocacionario de Roma ha dado 40 sacerdotes en pocos decenios.
En otros sitios, debido a circunstancias peculiares o a leyes civiles que obligan a los chicos a asistir a las escuelas estatales durante varios años, se acepta a los jóvenes hacia los 17-18 años, e incluso a una edad mayor. Institutos religiosos y obispos tienen casas para la formación de vocaciones tardías, y también en estos casos se consiguen resultados consoladores.
La Pía Sociedad de San Pablo tiene un artículo donde se dice que pretende formar a los religiosos desde la edad juvenil, porque quiere acostumbrarles mejor a su vida característica, que requiere una mentalidad, unas costumbres y un espíritu propios. Así la elección del estado de vida será más consciente.
La Sociedad de San Pablo, no obstante, se adapta a circunstancias particulares, y por eso aceptó desde el principio vocaciones tardías con algunas condiciones, como las de ser muy dóciles y flexibles, para que con el paso de los años mantengan
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la sencillez, el fervor, el espíritu de sacrificio y una entrega total. Aunque adultos, tienen quizá el ánimo dúctil del niño. Si el joven ha resuelto el problema de la vida, cuenta con una gran ventaja.
En el San Paolo de noviembre-diciembre de 1959 aparecieron estas líneas:

«Las Constituciones, art. 22, dicen: Sólo por graves causas y tras pensar bien el caso, pueden ser admitidos al noviciado por el Superior general y con el consentimiento de su Consejo... (n. 2) los que tienen más de 23 años.
Orientación paulina para nuestros vocacionarios: queramos mucho a las vocaciones tardías hasta la edad de 23 años, y busquemos aún aspirantes más jóvenes cuando manifiestan signos sinceros de la llamada divina.
Las Constituciones exigen motivos graves y el consentimiento del Consejo general (no sólo el parecer) para la aceptación de alguien con más de 23 años, de lo que se deduce que deberá haber motivos gravísimos para admitir a alguien con más de 30 años. Por consiguiente, como norma general, es mejor no solicitar tal permiso».

Hay casos actualmente para los que se pueden aconsejar Institutos seculares, cuyos miembros ejercitarán desde fuera nuestro apostolado. Más raramente se podrá aconsejar la vida contemplativa.
Los que quieran ingresar en los Institutos seculares, han de tener solucionado el problema de la vida y contar con un futuro económico seguro de cara a las eventualidades de las enfermedades o la vejez.
¡No aceptemos viejos que han empleado en otro sitio sus mejores energías! Para nuestras actividades y batallas se requieren reclutas frescos e intactos de mente, de corazón y de fuerzas materiales y espirituales. ¡Que hayan
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adorado a un solo Dios! ¿Que los hay como Agustín? Sin duda, pero son una excepción, y nosotros tenemos que contar con lo ordinario. Naturalmente, si se encuentra a alguien que es un verdadero Agustín, le acogemos con los brazos abiertos. Quien ha disfrutado plenamente de la mujer, que permanezca en la vida seglar. Quien se ha acostumbrado a pecados contra natura, con personas del mismo sexo, que siga en la vida seglar, pues no se corregiría fácilmente. Quien está cerca de la profesión o de la ordenación y tiene caídas solitarias, que elija otra clase de vida.
La redención se llevó a cabo y fue acompañada por tres lirios: Jesús, José y María, y su aplicación total la hacen «apostoli vel virgines, vel post nuptias continentes».13 Del mismo modo, ampliadas o iguales, estas normas valen también para las aceptaciones en los Institutos seculares.

Ayudar a Dios y dejarse ayudar

Es laudable ciertamente el deseo de que aumente el número de los miembros del Instituto, pero al mismo tiempo es necesario que se les guíe con un criterio adecuado, pues por encima del amor a cada uno está el amor a la comunidad. El ejercicio de la caridad en este sentido se concreta primeramente en el Instituto y luego en el aspirante.
En favor de una buena elección de aspirantes, léase también el San Paolo de febrero-marzo de 1959:14 «Los problemas psicológicos y neuropsiquiátricos que pueden presentarse en la formación». Se necesitan condiciones intelectuales, morales, espirituales y físicas, y debe tenerse también en cuenta la herencia y el estado de la familia. Hay que
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considerar todas las circunstancias, algo que han de tener en cuenta los Superiores, los maestros de grupo, los confesores y los directores espirituales, que no son únicamente maestros de disciplina, sino sobre todo responsables de la formación moral.
Que el Señor nos conceda su sabiduría. No se pretende que no tengan ningún defecto. Todos los tenemos, y en mayor número que virtudes, pero hay que exigir una voluntad buena y eficaz para enmendarse y perfeccionarse, verdadero ideal del religioso.
Lo primero que hay que hacer es buscar vocaciones, que deben ser muchas para poder elegir. Si el primer curso de los aspirantes cuenta con diez alumnos, ¿cuántos llegarán a la profesión y la ordenación? Jesús eligió entre muchos seguidores a doce apóstoles, «ut essent cum illo»,15 para que vivieran con Él y aprendieran lo que enseñaba e imitaran sus santísimos ejemplos, para que narraran lo que habían visto y oído: «eritis mihi testes».16
Invoquemos al Maestro divino, que es camino también en esto.
Invocaciones para el vocacionista:
¡Oh Jesús, nuestra luz, indícanos a quién has elegido entre éstos!
¡Oh Jesús, nuestra esperanza, haz que nuestros elegidos sientan tu «confortare et esto robustus»!17
¡Oh Jesús, derrama tu gracia para que responda, «relictis omnibus et patre secuti sunt eum»!18
¡Oh Jesús, Maestro divino, tú que dijiste: «La mies es mucha pero los obreros pocos», enséñanos a acoger con
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amor esta invitación tuya: «Rogad al Padre celestial que envíe obreros a su mies»!
¡Suscita una cruzada vocacional: «Todos los fieles por todas las vocaciones»! ¡Más sacerdotes que sean sal de la tierra, luz del mundo, la ciudad situada en el monte para salvación de la humanidad redimida con tu sangre! ¡Más religiosos y religiosas que llenen la tierra de Institutos y casas que acojan a vuestros hijos predilectos y sean hogares de luz y de calor, fuentes de piedad y jardines de santos, para cantar «gloria a Dios y paz a los hombres de buena voluntad»!
¡Oh María, «elegida de Dios», madre y guardiana de las vocaciones santas, ruega con nosotros, por nosotros y por todos a los que Dios llama!
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1 «Tengo una tristeza inmensa y un continuo y profundo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos» (Rom 9,3).

2 «Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24).

3 «De manera digna, atenta y devota».

4 Nadie «se tenga en más de lo que debe tenerse, sino que procure pensar siempre de sí con sencillez» (Rom 12,3)

5 «Yo soy el menor de los apóstoles» (1Cor 15,9).

6 «Sólo la misericordia de Dios nos ha salvado de la destrucción» (cf. Lam 3,22).

7 «Para ser los más pequeños».

8 «Muy bien, empleado fiel y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho» (Mt 25,23).

9 «Ha pedido poder cribaros como el trigo» (Lc 22,31).

10 «Sus discípulos creyeron en él»(Jn 2,11).

11 Cf. CISP 735-738.

12 1915 y 1935. El P. Alberione alude a estas dos fechas probablemente porque marcan respectivamente la primera y la segunda expansión de su fundación. Por otra parte, en 1915 aparecen también dos libros importantes para las futuras instituciones paulinas, pues contienen sus premisas: ALBERIONE G., Appunti di teologia pastorale (Pratica del ministero sacerdotale per il giovane clero) 2ª edición revisada, corregida y ampliada, Turín, Pietro Marietti, 1915, y ALBERIONE G., La donna associata allo zelo sacerdotale (Per il Clero e per la Donna), Alba, Scuola Tipografica «Piccolo Operaio», 1915. - El día 5 de mayo de 1915, la pequeña comunidad de la plaza Cherasca se trasladó a la localidad denominada «Regione Monfreddo Solano e Moncaretto», en la periferia de la ciudad de Alba. La Tipografía de la calle Baluardi, entre marzo de 1915 y marzo de 1916, siguió imprimiendo algunos libros, boletines parroquiales, L'Avvisatore Ecclesiastico y Foglio dei Giovani y comenzó también a imprimir catecismos para la escuela preparados por el teólogo José Priero. - El canónigo Chiesa era también el director espiritual de Angela María Boffi, la cual, viendo en el deseo del párroco una invitación del Señor, aceptó la dirección del Laboratorio Femenino que el P. Alberione quería abrir. El Laboratorio (de las futuras Hijas de San Pablo) se puso en marcha el 15 de junio de 1915, y como Italia estaba en guerra desde el 24 de mayo de 1915, las primeras alumnas tuvieron que dedicarse a la confección de uniformes para los soldados. Terminada la guerra de 1915-1918, la localidad San Cassiano pasó a llamarse Borgo Piave. El P. Alberione pidió al obispo permiso para construir allí una iglesia. No se pudo bendecir y abrir al culto hasta el 25 de octubre de 1936 esta iglesia de las Hijas de San Pablo de Borgo Piave dedicada a Jesús Divino Maestro. - La segunda expansión de la Sociedad de San Pablo tuvo lugar en los años 1934-1935. La primera fundación en Japón se remonta a 1934; la de China, a 1934 también, la de India y la de Filipinas a 1935. De 1931 son las primeras casas de América: Argentina, Brasil y Estados Unidos. La fundación en Francia es de 1932, y las de España y Polonia de 1934. La tentativa de fundar en Bélgica fracasó. En 1938 las casas paulinas en Italia eran las siguientes: Alba (1914), Roma (1926), Sanfrè (Cúneo) (1930), Milán (1935), Mesina (1931) -esta última pasa en 1936 a Catania-, Roma, parroquia de Jesús Buen Pastor (1937).

13 «Apóstoles o vírgenes, o capaces de continencia después de casados».

14 Lapsus. Se trata en realidad del San Paolo de febrero-marzo 1960 (cf. CISP 763-771).

15 «Para que estuvieran con él» (Mc 3,14).

16 «Seréis mis testigos» (He 1,8).

17 «Sé fuerte y ten ánimo» (Dt 31,7).

18 «Dejaron todo y a su padre y lo siguieron» (cf. Mt 4,22).