Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN IV
LA PROPAGANDA-DIFUSIÓN

Nota sobre los temperamentos y santidad

Se habla generalmente de cuatro clases de temperamentos: sanguíneo, nervioso, colérico y flemático.
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Hay santos de temperamento sanguíneo, como san Pedro, san Agustín, santa Teresa de Avila, san Francisco Javier.
Los hay de temperamento nervioso, como san Juan apóstol y evangelista, san Bernardo, san Luis Gonzaga, santa Teresa del Niño Jesús, Pascal.
De temperamento colérico son el apóstol san Pablo, san Jerónimo, san Ignacio de Loyola, san Francisco de Sales.
De temperamento flemático es santo Tomás de Aquino.
Consiguientemente, sea cual sea el carácter que se tenga por naturaleza, siempre es posible hacerse santos, con la oración que garantiza la gracia y con una voluntad constante en el trabajo espiritual. Se elimina lo que se tiene en exceso y se adquiere lo que falta: «In patientia vestra possidebitis animas vestras».1

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Art. 249. Toda publicación, o ha de tratar expresamente acerca de las cosas de la fe, buenas costumbres y culto; o predisponga a esas materias; o al menos contenga algo útil para la salvación.
Art. 250. En relación con la propaganda que se haga desde casa, obsérvense diligentemente las reglas de la prudencia y adóptense las debidas precauciones para alejar todo peligro. Aunque es un ministerio de nuestro apostolado, es necesario no obstante que cada cual vele por sí mismo; sobre esto vigilen los Superiores con toda solicitud.
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Art. 251. En las casas desígnese una parte para centro de propaganda; este lugar sea de fácil acceso a los fieles, guarde un carácter religioso y esté abierto a horas fijas y convenientes, para que no sea obstáculo a la regularidad de la vida común.

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La propaganda2 es la tercera parte del apostolado de la prensa, a la que se ordenan las dos primeras, es decir, la redacción y la técnica.
Debemos comprender su naturaleza, importancia y medios.

Naturaleza de la propaganda

Para el apóstol, la propaganda es la extensión en el espacio y la prolongación en el tiempo de la obra del divino Maestro.
Jesucristo vino del cielo como apóstol del Padre para indicar el camino de la salvación a los hijos extraviados. Concluida su misión, volvió al Padre después de haber confiado a la Iglesia la misión de proseguir su obra.
Por tanto, dado que en la Iglesia se perpetúa la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y su autoridad en los ministros sagrados, se perpetúa también la difusión de su doctrina.
Se comprende fácilmente que la propaganda, considerada en este sentido, se diferencia esencialmente del comercio librero.
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No es comercio, pues no es asunto de mercancía y dinero, ni mira al lucro, sino a la gloria de Dios y al bien de los hombres.
El apóstol estudia las mayores necesidades espirituales y morales de las almas y de las poblaciones y luego escribe y difunde desde el púlpito técnico, como el predicador desde el púlpito de la iglesia.

El espíritu de la propaganda

El apóstol ofrece gratuitamente lo que ha recibido de Dios gratuitamente.
La oferta que pide es para el sostenimiento del apostolado. Es una colaboración con la divina Providencia, parecida a la de la misa, que no paga el sacrificio de Jesucristo pero contribuye al sostenimiento de los ministros del culto.
La oferta-precio sirve para el sostenimiento del apostolado, cubre los gastos del apostolado, procura la caridad de la verdad a los ignorantes en materia de fe y especialmente ofrece el pan espiritual a los indigentes que viven lejos de Dios.

Llegar a todos

La propaganda, por tanto, debe llegar a todas las almas, pero de manera especial a las más necesitadas. El apóstol será como el buen pastor que, tras dejar al seguro al rebaño fiel, se expone al peligro en favor de la oveja extraviada.
El apóstol, por consiguiente, deberá tener preferencia por los
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abandonados, los adversarios, los pobres vergonzantes que no se atreven a alimentarse con el pan que se ofrece desde el púlpito a las masas de los fieles, por los infieles que ignoran al Dios verdadero, la redención y el Evangelio; por aquellos a quienes asedian en su fe los emisarios de Satanás a través de la escuela, la prensa, las máximas mundanas, el cine, la radio y toda forma de propaganda...; por los que dudan, por los que están abstraídos en los afanes de gobierno, cargo o trabajo.
Será el ángel que recuerda a todos el destino eterno y los caminos de la salvación; el ángel que habla del cielo a los hijos de Dios que sólo se preocupan de la tierra.

Importancia y necesidad

La propaganda constituye el gran problema del apostolado de la prensa. A él se ordena la redacción y la técnica. Puede considerarse como el canal a través del cual las verdades que brotan del corazón del apóstol llegan a la gente.
La acción apostólica del propagandista es como la de un suministrador: toma de la Iglesia los tesoros y los distribuye a las personas: «Que se nos considere servidores de Cristo y encargados de anunciar los secretos de Dios» (1Cor 4,1).
Suministrador que no limita su acción a unos pocos necesitados, sino que la extiende a todos los hombres, pues los tesoros que la Iglesia posee son para todos. ¡Y basta dar una ojeada para comprender la enorme necesidad de esta distribución!
Actualmente hay en la tierra casi tres mil millones de hombres. Sólo una sexta parte profesa la religión
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católica y recibe la luz, el alimento y el calor del sol de las gentes: Roma.
Esto es así no porque Roma haya decaído en su fe, pues se mantiene firme y segura en ella por la palabra de Jesucristo: «Rogavi pro te, Petre, ut non deficiat fides tua»3 (Lc 22,32); ni porque se haya corrompido su moral.
La causa verdadera es la falta de suministradores, la falta de apóstoles que, convertidos en voz de Dios, llamen a las ovejas al rebaño de Jesucristo y apresuren el cumplimiento de la profecía del Redentor: «Que haya un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16).
A estas ovejas se puede llegar por medio de la propaganda.

¡Manos a la obra!

Los libros y periódicos se preparan más fácilmente. El catecismo, por lo demás, incluso en la edición de los primeros elementos, es suficiente para la mayor parte de la humanidad, pero es necesario llevarlo, hacer que se conozca, hacer que llegue.
Por tanto, que se movilicen todos los medios de difusión y de propaganda.
El apostolado de la prensa sin difusión se puede comparar a una familia sin hijos.
Y así como una familia numerosa es señal de la vitalidad de los padres y garantía de un largo futuro, así una propaganda amplia es señal de un ánimo realmente apostólico y garantía de frutos copiosos.
El error capital de hoy es éste: que el gran tesoro de la verdad, que las riquezas de la fe, de los
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Padres y de la Iglesia permanecen sepultados, mientras que los enemigos de Dios y de las almas, aplaudidos y pagados, siembran cizaña a manos llenas.

Modos de propaganda

Los modos principales de propaganda para el apóstol son los que Jesús y la Iglesia han enseñado y los que las necesidades exigen.
Jesucristo no enseñó a esperar a los hombres, sino a buscarles.
Como el Maestro, el apóstol debe propagar la divina palabra en las ciudades, en los pueblos y en las casas, hasta en las más remotas. Debe superar los montes, saltar los océanos, acercarse a todos los hombres «ut luceat omnibus».4 Debe interesarse de cada alma, de cada familia, de cada parroquia. Debe organizar librerías, formar colaboradores, entrar en todas las asociaciones, convencer a los jefes de sección, a los directores de colegio, a personas autorizadas... Todo un trabajo capilar, luego colectivo, racional, para que gradualmente se llegue a todos.
Naturalmente, todo esto comporta dificultades, sacrificios y peligros. Requiere la prudencia de la serpiente y la sencillez de la paloma, la fidelidad del mártir.
Pero el apóstol debe saber olvidarse de sí mismo para entregarse a las almas y a Dios.

Los animadores

La Iglesia enseña por su parte la forma práctica de ejercer la propaganda. El apostolado de la prensa es el complemento
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y la prolongación del apostolado de los pastores, y por eso debe recibir de ellos, por derecho y por deber, el mayor impulso.
Esta es la razón de que la Iglesia enseñe que son los sacerdotes en primer lugar los que deben ejercerlo.
La propaganda de los laicos depende de ellos y de ellos recibe ayuda, del mismo modo que el catequista y la catequista parroquiales enseñan bajo la guía del párroco y le deben obediencia, confianza y cooperación.
Las circunstancias y necesidades de los tiempos y la urgencia de luchar contra adversarios organizados exigen almas ardientes que se consagren explícita y exclusivamente a la propaganda; un ejército numeroso y organizado que tenga continuidad en el tiempo y que actúe ampliamente, superando los límites del espacio; que sirva a la Iglesia, a las diócesis, a las parroquias y a las misiones, y que se movilice con decisión para llevar la lámpara de la verdad allá donde haya tinieblas y sombra de muerte.

Tres pasos en la propaganda

1. Capilar. Es la que se hace de casa en casa, de persona a persona, ofreciendo el libro, el periódico, la imagen, etc.
Tiene aspectos muy positivos gracias al contacto personal.
2. Colectiva. Es la que se hace a una colectividad, por ejemplo a una escuela, o cuando se ofrece un conjunto de libros, periódicos, películas.
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3. Racional. En ésta prevalece el trabajo intelectual:
a) El estudio de lo que se quiere dar.
b) El estudio de las personas y de las necesidades a las que se quiere proveer.
c) El estudio de los medios más rápidos y eficaces para hacer que llegue y para que llegue útilmente.

Jornadas y semanas del Evangelio5

Dieron comienzo tímidamente en los primeros años del Instituto y actualmente son muy numerosas en Italia y en el extranjero.
Son las jornadas del divino Maestro y de la doctrina cristiana: «Vosotros me llamáis el maestro, y decís bien» (Jn 13,13), y con ellas se honra al Verbo del Padre, a la Sabiduría eterna y al Hijo amado a quien los hombres deben escuchar.
Hay una lucha entre la verdad que es Jesucristo y la mentira que es el demonio. El mundo se divide en dos escuelas, la de Jesús y la del demonio; Cristo envía a sus apóstoles, pero el diablo tiene numerosos emisarios.
Con estas semanas y jornadas se quiere constituir un solemne auditorio alrededor del Maestro divino y hacer una solemne promesa de escucharle porque él, sólo él, tiene palabras de vida: «Tú solo tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,69).
Las enseñanzas de Jesús Maestro se pueden divulgar con la palabra y con la prensa, el cine, la radio, la televisión, etc. Son medios poderosos y eficaces, pero
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frecuentemente han sido desviados y dirigidos contra Dios, su autor, por la malicia de los hombres.
Es necesario que el apostolado de la prensa, como el apostolado de la palabra, sean reconducidos en torno al altar y el sagrario, que se les aproxime a la misa y la comunión. El sacerdote lee y besa el Evangelio en la misa y comulga; la Iglesia quiere que se predique y se distribuya la comunión en la misa. ¡Volvamos a las fuentes! ¡Sólo así tenemos un culto completo y un cristiano perfecto! Sólo así se puede amar realmente al Señor con todo el corazón, con todas las fuerzas y con toda la mente.
Estas semanas o jornadas consisten en uno o más días de oración, de estudio y de difusión del santo Evangelio para honrar a Jesucristo, el Maestro divino. Con este fin se quiere hacer entrar el Evangelio en todas las familias para que se le lea y viva.
Prácticamente se procede según el programa establecido por las autoridades eclesiásticas locales.
No obstante, si alguien desea una guía detallada para una organización práctica, sugerimos la siguiente.
Supongamos que se celebra un triduo.

1. Preparación

a) Remota, que tendrá que ser oral, impresa, espiritual y organizativa.
Oral: se anuncie repetidamente al pueblo algunas semanas antes.
Impresa: se difundan libros, opúsculos, carteles u hojas aptos para tal fin.
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Espiritual: se dirija una invitación especial a orar por su éxito; se pida la colaboración de las almas piadosas, de los enfermos, de los que sufren, de los niños; se sugiera la frecuencia de los sacramentos.
Organizativa: se puede formar un comité bajo la dependencia de la autoridad eclesiástica. Este comité tendrá especialmente el cometido de hacer entrar el Evangelio en todas las familias, de recoger y destruir en honor de la verdad los libros, periódicos y toda clase de impresos malos. El propio párroco podrá hacer esto en los centros pequeños.
b) Próxima, que consiste en un triduo de predicación que podrá hacerse del modo siguiente:
Por la mañana: exposición solemne del santísimo Sacramento y del santo Evangelio (en el altar in cornu Evangelii6) y meditación sobre las verdades eternas.
Por la tarde: instrucción y bendición del santísimo Sacramento. La adoración debe ser continua y se alternarán hombres, mujeres, jóvenes y niños.

Temas de catequesis

Los temas de meditación pueden ser la Eucaristía, el viático, el juicio, la eternidad; o bien que el hombre, creado para el cielo, ha perdido el camino y que Jesucristo se hizo para los hombres verdad-camino-vida para señalar nuevamente el cielo, enseñando cómo recorrerlo y mereciendo la gracia que da la capacidad de conseguir la gloria eterna; Jesucristo vendrá al final del mundo a juzgar a los buenos y los malos, introducirá a los buenos en la gloria eterna y arrojará a los malos al fuego eterno.
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En las instrucciones de la tarde se pueden exponer estos temas: el deber de todo cristiano de escuchar la doctrina de Jesucristo, de seguir los ejemplos y de vivir de su vida.
En lugar de esos temas, pueden tratarse los siguientes:
1. Jesucristo es el único Maestro, Maestro por naturaleza, por voluntad del Padre y porque en su vida terrena se manifestó realmente así. La Iglesia perpetúa en el tiempo y extiende en el espacio la enseñanza de Jesucristo, pero se ve obstaculizada por el «inimicus homo»7 que siembra cizaña por medio de impresos, discursos, escuelas y tendencias contrarias al Evangelio. Los efectos de la enseñanza de Jesucristo y de la Iglesia se verifican en el mundo (conversiones y cultura), en las almas (salvación y santidad), en la eternidad (paraíso para quien escucha, infierno para quien no escucha).
2. Las dos banderas. Los hombres se dividen en relación con la enseñanza de Jesucristo en dos grandes grupos: los discípulos de Jesucristo y los discípulos de Satanás.
¿Qué bandera seguimos? Examen práctico sobre la doctrina de Jesucristo, el sentir de la Iglesia, la instrucción religiosa, las buenas lecturas. Necesidad de aborrecer la escuela de Satanás para adherirse fuertemente a la de Jesucristo: «No podemos servir al mismo tiempo a dos señores» [cf. Mt 6,24].
3. Cómo pertenecer a la escuela de Jesucristo: Declina a malo,8 cómo conocer a los emisarios de Satanás, cómo defenderse de los que le han seguido y cómo evitarlos en
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el futuro. Fac bonum:9 debemos conocer, amar y vivir el Evangelio. Debemos elegir propósitos y medios de perseverancia: vigilancia, oración (misa, confesión y comunión).

Iniciativas complementarias

No hemos de presentar la palabra sagrada a una categoría especial de personas, sino a todo el pueblo. No obstante, puede haber reuniones especiales destinadas a los miembros de la Acción Católica, a las asociaciones piadosas o categorías especiales de personas, hombres, mujeres, personas cultas, obreros, jóvenes y niños, a quienes se atenderá de manera muy especial.
Puede unirse a la palabra de los sacerdotes la de los laicos bien preparados, pero asumiendo no un tono de maestros, sino de verdaderos discípulos del único Maestro, Jesucristo.
Que se rece en las horas de adoración por el reconocimiento del magisterio de Jesucristo y de su vicario el Papa; que se rece por el apostolado de la palabra y por el apostolado de la prensa y de las técnicas audiovisuales.
Las funciones deben ser sugestivas; la iglesia y el altar deben tener un aspecto festivo y los fieles disponer de las mayores facilidades para acercarse a los sacramentos de la confesión y de la comunión.

2. Jornada final

Preparados los ánimos con el triduo, resultará fácil organizar la jornada final.
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a) Por la mañana: misa con exhortación que preceda a la comunión general; misa solemne con sermón para la ocasión; exposición del santísimo Sacramento y del Evangelio.
b) Por la tarde: hora de adoración solemne que terminará con el propósito sincero de entrar en la escuela de Cristo, unirse a sus discípulos, estrechar la unión íntima con el divino Maestro mediante la veneración, la lectura y difusión del Evangelio y la frecuencia de la confesión y la comunión.
Se puede terminar la jornada con la bendición de tantos ejemplares del Evangelio cuantas sean las familias de la parroquia, con la distribución de los mismos a los jefes de familia, con el beso del Evangelio expuesto o con la protesta solemne de:
- querer reconocer, amar y seguir a Jesucristo y a la Iglesia, guardiana de su doctrina;
- rechazar toda enseñanza contraria al Evangelio;
- leer el Evangelio y conservarlo en lugar de honor;
- participar en la instrucción religiosa parroquial;
- cuidar la instrucción religiosa de los hijos y los familiares; - propagar de múltiples modos la prensa católica;
- abstenerse de proyecciones cinematográficas inmorales.
Concluirá todo con la bendición del santísimo Sacramento.
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Además de lo señalado, pueden promoverse estas iniciativas:
a) distribución del Evangelio a las familias que no lo hubieran recibido en la iglesia;
b) inscripción de los participantes en la «Liga de la lectura cotidiana del Evangelio»;
c) formación del grupo o sección de cooperadores del apostolado de la prensa, es decir, de un grupo organizado de laicos que se comprometan a cooperar con su párroco en la difusión de la buena prensa;
d) colecta de ofertas para regalar el Evangelio a los pobres y para ayudar al apostolado de la prensa.
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1 «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas» (Lc 21,19).

2 Para esta instrucción, cf. San Paolo, octubre 1961.

3 «He rogado por ti, Pedro, para que no desfallezca tu fe».

4 «Para que ilumine a todos» (Mt 5,15).

5 Cf. San Paolo, noviembre 1952 (CISP 563-567).

6 «Al lado del Evangelio».

7 «El enemigo» (Mt 13,28).

8 «Aléjate del mal» (Sal 37[36],27).

9 «Haz el bien» (ibid.).