Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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SEGUNDA SEMANA

El segundo volumen (Segunda Semana) se imprimió en la tipografía paulina de Ostia (Roma) en enero de 1962, con el Imprimátur de Antonio Bergamaschi, obispo de San Marino-Montefeltro, fechado el 25 de enero de 1962.

INSTRUCCIÓN I
CONOCIMIENTO Y PRÁCTICA DE LA ORACIÓN

El ambiente formativo

El noviciado es el año principal de la vida, el año central y decisivo de la formación.
Algunas advertencias:
1. Es necesaria una buena preparación, que comprende todo el tiempo del aspirantado. Conviene designar a los jóvenes con el nombre de aspirantes, no de colegiales, estudiantes, etc. La preparación comprende el espíritu, el estudio, el apostolado y la parte humana.
2. No se admitan al noviciado aspirantes demasiado dudosos. Si están preparados, hacen realmente el año entero; si no, dedicarán meses a estudiar la vocación.
3. Después de la primera profesión, deben vivir en un ambiente recogido, que sea una continuación del noviciado. Ayúdeseles a continuar la formación en una vida nueva que signifique una buena observancia de las Constituciones.
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Art. 102. En caso de grave escándalo exterior o de un daño grave inminente para la comunidad, el religioso, aun profeso de votos perpetuos, despojado al punto de su hábito religioso puede ser inmediatamente enviado al siglo por el Superior mayor con el consentimiento de su Consejo, o si hay peligro en la demora y no hay tiempo de recurrir al Superior mayor, por el Superior local con el consentimiento de su Consejo y la aquiescencia del Ordinario del lugar; mas el asunto entero ha de ser sometido sin tardanza al juicio de la santa Sede por medio del Ordinario del lugar o del Superior mayor, si está presente.
Art. 103. Ipso facto han de considerarse como despedidos legítimamente los individuos que cometieron alguno de los delitos enumerados en el canon 646. En estos casos basta que el Superior mayor con su Consejo haga una declaración exacta del hecho, procurando que las pruebas recogidas con este fin se guarden celosamente en el archivo de la Sociedad. Y sepan los que faltaren de este modo, que la Sociedad no está obligada a recibirlos de nuevo, aunque den señales de penitencia.

Piedad y vida consagrada paulina

La palabra piedad tiene un sentido amplio, pero aquí quiero tratarla como conocimiento, amor y práctica de la oración.
a) Es el primer elemento de la vida religiosa.
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Al religioso se le llama así porque practica actos de religión más abundantes y perfectos. La oración es justamente el acto de culto interno y externo que ofrecemos a Dios: la adoración, la alabanza, la reparación, la súplica, el ofrecimientos de nosotros mismos a Dios.
No merece el nombre de religioso, y de hecho no lo es, quien no pone la oración en primerísimo lugar.
b) Es el fundamento de la vida religiosa. Es religioso quien desea alcanzar la perfección y ha elegido el estado de perfección. Pobreza, castidad, obediencia y vida común exigen mayores fuerzas, pero la abundancia de gracias depende de la abundancia de la oración.
Por eso san Pablo, después de recordar a un discípulo a quien constituyó obispo de Éfeso los graves deberes de su cargo, le recomienda: «Exerce teipsum ad pietatem... pietas autem ad omnia utilis est, promissionem habens vitae, quae nunc est, et futurae».1
Si una casa carece de fundamentos, pronto se viene abajo. Lo mismo le sucede al religioso.
Dejar la oración para realizar más obras es un retroceso ruinoso. El trabajo realizado en detrimento de la oración no nos ayuda a nosotros ni a los demás, pues quita a Dios lo que se le debe.
Por eso dicen las Constituciones: «Nadie sea admitido a la profesión si no conoce suficientemente, según su condición e inteligencia, el espíritu de la Sociedad, el método de hacer el examen de conciencia, la oración mental, la visita eucarística, la lectura de la sagrada Escritura y demás ejercicios de piedad, y si no es asiduo en cumplirlos».
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Hay pérdidas de vocaciones y hechos lamentables para los que se aducen pretextos, explicaciones, razonamientos... En el fondo la causa es única: descuido y abandono de la piedad. Que se diga esto con claridad.
c) La hora de adoración cotidiana en la Familia Paulina es necesaria especialmente por su apostolado. Sería una tremenda responsabilidad que no se la hubiera prescrito, porque el religioso paulino no tendría el alimento suficiente para la vida espiritual y para su apostolado. Pero quien la omite asume esa misma responsabilidad, como la asumirían los Superiores que no la hicieran practicar.
Nuestra piedad es en primer lugar eucarística. Todo nace del Maestro eucarístico como de su fuente vital.
Así nació, del sagrario, la Familia Paulina; así se alimenta, así vive, así actúa y así se santifica. De la misa, de la comunión y de la visita eucarística procede todo: santidad y apostolado.

Piedad y formación integral

«Lo primero que se verifica en la piedad es el proceso de formación personal. Cada uno va a Cristo con el gran problema de sí mismo; un problema urgente e imprescindible siempre: tomar el camino justo, situarse correctamente en la verdad para un desarrollo seguro y pleno de la vida. Cada uno va al Maestro disponiendo de un potencial notable, que sólo pide que se le despliegue plenamente: mente, voluntad y corazón individuales deben desplegarse para que todo el hombre consiga, en el contacto formativo con el Maestro, el proceso evolutivo intenso y completo que hay en la aspiración profunda de toda vida.
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En este intento de perfección se inspira cada acto de la piedad paulina. Prescindiendo de un elenco de actos, diferentes por su forma y duración, distribuidos a lo largo del día, de la semana, del mes y del año, y que obviamente se atienen a las formas tradicionales usadas en la Iglesia universal, debemos simplemente destacar este dato entendido y subrayado constantemente en las prácticas de piedad: el empeño de todas las potencias del alma en favor del desarrollo total de la persona.
En la misa y en la visita al Santísimo, que están en el centro de nuestra vida espiritual, el método camino-verdad-vida, al que corresponde bien el empeño de la mente, de la voluntad y del corazón, tiene que ser clarificado y profundizado cada vez más por todos. En estas prácticas predomina el uso del libro (misalito o Evangelio) para una participación mental en las grandes lecciones que nos ofrecen la liturgia y el Nuevo Testamento. La piedad es en primer lugar un profundo acto de fe, que parte de una participación viva de la mente humana: actus rationis,2 dice santo Tomás de una oración hecha de la forma debida. La mente del hombre precede a cada uno de sus actos, y una configuración cotidiana de la mente sobre las grandes verdades reveladas es de una importancia absoluta en el desarrollo seguro de la persona.
No obstante, el conocimiento o la visión de lo verdadero resultaría estéril si no le siguiera el acto de la voluntad, que determina nuestro movimiento hacia lo mejor. Del mismo modo que la mente se pone en relación con el magisterio de Cristo-Verdad, la voluntad debe comprometerse en el movimiento con Cristo-Camino. Santo Tomás advierte también que una buena oración viene a ser una explicatio propriae voluntatis.3 La voluntad se pondrá
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en movimiento bajo el impulso de la gracia y bajo el atractivo del magisterio de Cristo, camino de toda perfección humana.
Debe haber, finalmente, esa profunda adhesión vital que arrastra al hombre entero a la relación con Dios: Cor meum et caro mea exultaverunt in Deum vivum;4 es decir, se debe promover el indispensable calor vital que justamente se define con el término corazón y que da lugar al movimiento profundo de la vida, puesto que una piedad que implica al hombre entero, lo realiza y da forma a un seguro proceso educativo: importat exitum de potentia in actum.5
Decíamos anteriormente que en las prácticas de piedad paulinas, además de a la formación integral de la persona, se mira a la configuración social de sí mismos en el apostolado, es decir, en el magisterio. Se tiende, pues, a colocarse más que nunca in consortio veri Magistri6 para asumir claramente su forma y transmitirla cada vez más precisa a los hombres. Se va, por tanto, al encuentro de un ideal preciso adhiriéndose a una llamada superior y comprometiéndonos en el logro de la fisonomía social acuñada sobre un modelo de actividad y de vida nueva en la Iglesia» (Mi protendo in avanti, E.P. 1954, pp. 276, 277 y 280).

El don de la piedad

Cuando se abandona la oración, todo el edificio espiritual se derrumba y se convierte en un montón de escombros, como un hermoso castillo derruido.
Demos un paso más: donum gratiae et precum.7
La piedad considerada como don del Espíritu Santo. Don que produce en el corazón un afecto filial a Dios y una tierna devoción a las personas y a las cosas divinas, para que
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cumplamos con santo anhelo nuestros deberes religiosos.
Este don nos presenta a Dios no sólo como Señor y Juez supremo, sino como Padre buenísimo y amoroso: «Accepistis spiritum adoptionis filiorum, in quo clamamus: Abba, Pater»8 (san Pablo). Hace que el corazón se dilate de amor y de confianza, sin excluir la reverencia que se le debe, y el propio temor se hace filial: «Ut filii Dei nominemur et sumus».9
También amigo.10 «Dios se nos entrega también a nosotros como amigo. El amigo añade a las relaciones de padre y de hijo cierta igualdad: amicitia aequales accipit aut facit,11 una cierta intimidad, un intercambio de afecto y de dones que comporta la comunicación más dulce. Son esas las relaciones que la gracia de Dios establece entre Él y nosotros. Es verdad que cuando se trata de Dios y del hombre no se puede hablar de verdadera igualdad, sino sólo de cierta similitud, pero es suficiente para establecer una verdadera intimidad. Dios, en efecto, nos descubre sus secretos; nos habla no sólo por medio de la Iglesia, sino también interiormente por medio de su Espíritu: Ille vos docebit omnia et suggeret vobis omnia quaecumque dixero vobis.12 Por eso Jesús en la última cena declara a los Apóstoles que ya no serán siervos, sino amigos, pues no tendrá ya secretos con ellos: Iam non dicam vos servos, quia servus nescit quid faciat dominus eius; vos autem dixi amicos, quia omnia quaecumque audivi a Patre meo, nota feci vobis.13 Será, pues, una dulce familiaridad la que guíe sus relaciones, la familiaridad que anima a amigos que se sientan a la misma mesa: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo:
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Ecce sto ad ostium et pulso; si quis audierit vocem meam et aperuerit mihi januam, intrabo ad illum et cœnabo cum illo, et ipse mecum [Ap 3,20]. Admirable intimidad que nunca hubiéramos soñado si el Amigo divino no se nos hubiera adelantado. Y esa amistad se ha verificado y se verificará cada día no sólo entre los santos, sino también en las almas interiores que acceden a abrir sus puertas al huésped divino. Es lo que afirma el autor de la Imitación cuando describe las frecuentes visitas del Espíritu Santo a las almas interiores, sus dulces conversaciones con ellas, los consuelos y las caricias con que las colma, la paz que hace reinar en ellas, la maravillosa familiaridad con que las trata: Frequens illi visitatio cum homine interno, dulcis sermocinatio, grata consolatio, multa pax, familiaritas stupenda nimis.14 Por lo demás, la vida de los místicos contemporáneos, de santa Teresa del Niño Jesús, de sor Isabel de la Trinidad, de santa Gema Galgani y de muchos otros nos demuestra que las palabras de la Imitación se verifican todos los días» (Tanquerey).

Un corazón nuevo

El amor a Jesucristo, al Crucifijo y a la Hostia santa se hace más sensible; el amor al Espíritu Santo llega hasta a sentirse activo en el alma; el amor a nuestra Madre se inspira en el «o clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria»;15 el amor a san Pablo se hace tierno y fuerte a la vez; el amor al ángel de la guarda nos lo hace considerar hermano y compañero de viaje; el amor a san José conforta cada paso de la vida; el amor a las almas del purgatorio es todo compasión y diligente caridad.
Por el don de caridad, la sagrada Escritura será la lectura más querida, la carta del Señor para invitarnos
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al cielo, la comunicación de los secretos de Dios, de las verdades más amables, de los designios de Dios sobre nosotros.
La santa Iglesia es la esposa de Jesucristo, nacida de su costado, que prolonga su misión en la tierra como Cuerpo místico suyo; la institución más sublime del mundo, provista de fecundidad, autoridad e infalibilidad; madre nuestra que nos engendró a la vida sobrenatural y que la alimenta con los sacramentos; sociedad de la que somos miembros, por cuya razón participamos en sus dolores y alegrías, colaboramos en sus iniciativas y seguimos los deseos del Papa con amor filial y fidelidad gozosa, como a Jesucristo que vive en ella, como al Pastor supremo de las ovejas y de los corderos.
Por el don de la piedad amamos con los sentimientos del corazón de Jesús a los Superiores, que representan a Dios; a los hermanos, que son imágenes de Dios; a los desventurados, a las vocaciones y a las almas que se nos han confiado. Y amamos el culto, las misas, las bellas funciones, la iglesia y las imágenes sagradas.
De esto se derivan tres afectos:16 1) Respeto filial a Dios, por el que le adoramos con santo anhelo como a Padre amorosísimo, y con esto los ejercicios de piedad se convierten en una necesidad del alma, en un vuelo hacia Dios. 2) Un amor tierno y generoso que nos mueve a sacrificarnos por Dios y por su gloria para complacerle: «Quae placita sunt ei facio semper».17 Excluye la piedad egoísta, inerte, sentimental y extravagante. 3) Una obediencia afectuosa, que mira los mandamientos y los consejos como sapientísima y paternal declaración de Dios para guiar a sus hijos al cielo.
Don necesario si se quiere llegar a realizar gozosa y prontamente los deberes con Dios, la obediencia
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a los Superiores y la condescendencia con los inferiores. Quien no lo posee trata con Dios como con un amo o un juez, la oración le resulta pesada, las pruebas resultan más bien castigos y se considera al prójimo sólo bajo perfiles humanos. La piedad hace que todo se vea y sienta con luz nueva.

Piedad sacerdotal y religiosa

El don de la piedad es aún más necesario para los sacerdotes, los religiosos y las personas consagradas a Dios en general.
1. Dado que la trama de su vida está hecha de prácticas de devoción, sería un yugo pesado seguirla mucho tiempo sin ese don. Sólo él la transforma en un suave coloquio con Jesús Maestro: «ubi amatur, non laboratur».18
2. Con el don de la piedad, una bondad fraterna, paterna y casi materna se derrama en el corazón para realizar las propias tareas. La bondad de Jesús con todos, la ternura de san Pablo hacia sus hijos espirituales: «Filioli mei, quos iterum parturio donec iterum formetur Christus in vobis».19
Medios: Para conseguir y corresponder a este don ayudan mucho la lectura de la Biblia y el seguimiento de la liturgia.
La sagrada Escritura nos describe la bondad de Dios, su misericordia paterna. La liturgia nos ofrece las expresiones más hermosas y emotivas para conversar con el Padre celestial, con Jesús Maestro y con el Espíritu Santo, expresiones que están tomadas de la Biblia o han sido formuladas por la Iglesia.
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Además, acostumbrarse a las jaculatorias, al pensamiento de que el justo lleva en su corazón al Espíritu Santo, a renovar a menudo el ofrecimiento de las acciones al Corazón de Jesús.

La piedad, fuente de alegría

La piedad regocija al religioso.
Quien quiera gustar los bienes del alma consagrada al Señor, debe sentir un íntimo espíritu de piedad. No hay nada mejor.
La paz del alma, el júbilo de la buena conciencia, el consuelo de estar unidos a Dios, de sentir su amor y progresar en Él y de establecer una unión con el Señor cada vez más intensa.
Esas son algunas de las recompensas que Dios concede incluso en esta vida a sus siervos fieles, especialmente a los mejores, con la esperanza gozosa de la felicidad eterna. Incluso en medio de las pruebas de la vida. Y puede que hasta esas mismas pruebas acrecienten la confianza de que el Señor conduce al alma hacia la santidad y el gozo, por ser sacrificios que nos asemejan más a Jesús crucificado. «Superabundo gaudio in omni tribulatione»,20 dice san Pablo. Cuando el corazón entero y los sentimientos están fundados en Dios y en las cosas de Dios, el religioso siente tal satisfacción en su vida que ninguna cosa le atrae ni le gusta, e incluso le produce náuseas el mundo, el placer, la estima. Dice san Pablo: «omnia arbitror ut stercora, ut Christum lucrifaciam»21 (Flp 3,8).
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1 «Ejercítate en la piedad... la piedad es útil para todo, pues tiene promesas para la vida presente y para la futura» (1Tim 4,7s).

2 «Acto de la razón».

3 «Declaración de la propia voluntad» (Summa Theologica, III, q. XXI, a. 1, co.).

4 «Mi corazón y mi carne se entusiasman en busca del Dios vivo» (Sal 84[83],3).

5 «Realiza el paso de la potencia al acto».

6 «En comunión con el verdadero Maestro».

7 “Don de la gracia y de las oraciones».

8 «Recibisteis el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abba! ¡Padre!» (Rom 8,15).

9 «Al hacer que nos llamemos hijos de Dios y que lo seamos de verdad» (1Jn 3,1).

10 Para la extensa cita siguiente, cf. A. TANQUEREY, Compendio de Teología Ascética y Mística, 1930, Desclée, París, n. 95B.

11 «La amistad encuentra iguales o hace iguales».

12 «Él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14,26).

13 «Ya no os llamaré siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe qué hace su señor; os he llamado amigos porque todo lo que oí al Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15).

14 «Quien tiene espíritu de interioridad, recibe con frecuencia la visita de Cristo, y con ella, una dulce conversación, un consuelo grato, una gran paz y una familiaridad extraordinariamente hermosa» (De Imit. Ch., Lib. II, Cap. I).

15 «Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María» (Salve Regina).

16 Para las páginas siguientes, cf. A. TANQUEREY, o.c., nn. 1325-1329.

17 «Yo hago siempre lo que le agrada a él» (Jn 8,29).

18 «Donde hay amor no hay cansancio».

19 «Hijos míos, sufro por vosotros como si os estuviera de nuevo dando a luz hasta que Cristo sea formado en vosotros» (Gál 4,19).

20 «Estoy lleno de consuelo y de alegría en medio de todas mis penalidades» (2Cor 7,4).

21 «Todas las cosas las tengo por basura con tal de ganar a Cristo».