Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN IV
VOCACIONES AUTÉNTICAS

Más que sermones, lo que os dirijo son lecciones que incluyen varios temas y necesitan más tiempo.

Las tres partes de los Ejercicios

Los santos Ejercicios, según nuestro espíritu, se dividen en tres partes: verdad, es decir, credo, haciendo especial hincapié en los novísimos;
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camino, parte moral, mandamientos, virtudes, cargos y deberes; vida, es decir, oración litúrgica y personal (prácticas de piedad).
Los Ejercicios pretenden hacernos vivir mejor el cristianismo. Ahora bien, la religión cristiana es dogma, moral y culto, por lo que requiere fe, esperanza y caridad, tanto si se trata de simples cristianos como de religiosos o sacerdotes.
Debemos participar cada vez mejor de los frutos de la redención, que consta de tres elementos: redención del error por medio del magisterio de Jesucristo, que es verdad; del pecado y del vicio por medio de los ejemplos de Jesucristo y de su enseñanza moral; de la muerte y de las supersticiones por medio de la muerte de Jesucristo, que recuperó la vida de la gracia y restableció el culto digno de Dios.
Por este camino:
1. Aumenta en nosotros la fe, primera virtud, hasta que se llega al espíritu de fe: iustus ex fide vivit.1
2. Aumenta en nosotros la esperanza, segunda virtud, por la que esperamos el paraíso y las gracias para conseguirlo mediante la buenas obras (virtudes, deberes) que se deben y se quieren cumplir: quaerite primum regnum Dei.2
3. Aumenta en nosotros la caridad hacia Dios, la unión con Él de toda la mente, de todo el corazón y de toda la voluntad, y la caridad hacia el prójimo, amándolo como a nosotros mismos: Diliges Deum tuum; hoc est primum et maximum mandatum; y el segundo precepto, semejante al primero: diliges proximum tuum sicut te ipsum.3
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* * *

Art. 6. La Pía Sociedad de San Pablo Apóstol consta de clérigos y de laicos, que aunque distintos por institución divina, unidos no obstante en la unidad de la misma Sociedad, tienden al mismo fin según la propia vocación, las aptitudes y condición. Los laicos, reciben el nombre de discípulos.
Art. 7. Los discípulos deben profesar, con verdadero espíritu, reverencia y respeto a los sacerdotes; y estímenlos con fe sincera como ministros de Jesucristo. Los sacerdotes a su vez fomenten con todo fervor su estima y afecto hacia los discípulos, como hermanos carísimos que son y asociados al mismo apostolado; instrúyanlos con pródiga caridad y diríjanlos en la perfección religiosa y en el ejercicio más perfecto de las obras de apostolado que les son propias; denles solícitamente los medios de santificación; y precédanles con el ejemplo en la virtud y en la práctica del bien.
Art. 8. Todos los miembros profesan la misma vida religiosa, se rigen por las mismas Constituciones, gozan de las mismas gracias espirituales y privilegios, y deben dedicarse a las obras de la Sociedad bajo la dirección y organización de los Superiores, cada cual según sus aptitudes y condición, conforme a la norma del artículo 6.
Art. 9. Los clérigos lleven el hábito eclesiástico según las legítimas costumbres de cada lugar, ceñidos no obstante con fajín de color negro con flecos, cuando vistan el hábito talar.
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Art. 10. Los discípulos vistan hábito talar distinto del sacerdotal según la forma prescrita en la Sociedad; pero ceñidos con cinturón, del que va pendiente la corona del santo Rosario.
Art. 11. El hábito o vestido de todos los miembros de la Sociedad brille por su sencillez y modestia y corresponda con el espíritu de pobreza; no obstante, sea decente.
Art. 12. Todos los religiosos lleven el hábito propio de la Sociedad ya dentro, ya fuera de casa, a no ser que excuse de ello una causa grave, a juicio del Superior mayor, o, si urge la necesidad, del Superior local.

La llamada divina

«Nemo sumit sibi honorem nisi qui vocatur a Deo tamquam Aaron»4 Es necesaria la llamada de Dios.
No es la vida religiosa la que hace al santo, sino cumplir la voluntad de Dios. La vida religiosa establece en el estado canónico de perfección, en el que es más fácil hacerse santo.
Quien realmente es llamado, debe entrar en ella porque es voluntad de Dios; quien ha entrado, debe ser observante para cumplir la voluntad de Dios.
Dios, justo remunerador, paga sólo y siempre a quien cumple su voluntad. Descubrir la voluntad de Dios es a la vez algo sencillo y complicado, luminoso y oscuro, doloroso y suave, natural y maravilloso, según los casos. Por tanto, ¡ninguna facilonería, pero tampoco una exasperada y atormentada incertidumbre, sino prudencia, reflexión, oración, consejo y decisión tomada con fe!
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Muchas veces la voz divina resuena claramente apenas se alcanza el uso de razón, cuando hay inocencia y una atmósfera adecuada.
Otras veces es más bien la salida de una selva oscura a la luz del sol; del dolor o el desengaño a la realidad; de un nauseabundo lodazal mundano al dulce e insinuante sonido de la invitación divina: «Ven y sígueme»; de un hecho aterrador, a un horizonte inundado de esperanza; de una vida libertina, ociosa y suntuosa, a la sed de sacrificio. «Spiritus ubi vult spirat».5

Criterios de elección

¿Es que vamos a cargarnos con personas inútiles, que solamente hacen número, que comen y duermen tranquilas, que todo lo juzgan y evitan todos los trabajos?
¡Que no nos engañe la cara bonita, la piedad ingenua o la ignorancia! Es san Pablo quien los condena: «superbos, insipientes, sine affectione, sine misericordia».6
No a bulto ni con prisas; no a los egoístas y a los perpetuamente indecisos.
San Pío X decía que se necesitan signos positivos, derivados de verdaderas aptitudes y de hechos. En ningún caso bastan los signos negativos, como eso de que «no es malo», «quizá más tarde madure y ponga buena voluntad». En la mayor parte de los casos, más tarde serán menos paulinos que cuando eran aspirantes o novicios.
Por lo general, son bastante más aptos para juzgar de la vocación los Superiores que un consejero externo o casual.
Los signos genéricos de una vocación son éstos:
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a) Piedad iluminada, sentida, constante, alimentada por la fe, por la esperanza, por los sacramentos y por el amor a la Virgen María.
b) Inteligencia suficiente para aquello a lo que se aspira; mejor si esa inteligencia es alta; que vaya en busca del equilibrio y se cultive, que se utilice para aprender.
c) Atracción e inclinación a las obras, lo mismo que a la vida de apostolado y al ministerio del Instituto que se quiere abrazar.

Advertencias para maestros, vocacionistas y directores espirituales

1. Nadie pretenda crear la vocación, sino sólo descubrirla; es decir, examínense los designios divinos sobre un alma.
2. Los padres, los familiares en general y muchos pretendidos amigos son consejeros malos o incapaces: «Los enemigos del hombre son los de su propia casa» (Mt 10,36). Así pensaban san Alfonso y santo Tomás de Aquino.
3. Hay múltiples casos en los que el joven siente repugnancia más que atracción, disgusto y hasta aversión hacia el estado religioso, mientras que en el fondo existen signos reales, claros y constantes de buena aptitud. Póngaseles en guardia contra la tentación diabólica, aplíqueseles el «compelle intrare»,7 porque muy pronto descubrirán el verdadero fondo de su espíritu, una inclinación delicada, profunda y estable para la vida religiosa. ¡Qué patrañas no intentará Satanás en contra de una hermosa vocación si tan descaradamente tentó a
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Jesucristo al comienzo de su vida pública, cuando pretendió que el Hijo de Dios encarnado se arrodillara ante él y le adorara!
En las crisis, por las que todos pasamos, el maestro y el confesor deben ser con ellos padres y madres al mismo tiempo. Recurran también a penitencias personales en la lucha desigual contra el demonio, la carne y el mundo.
4. Estúdiense también las aptitudes particulares del aspirante en orden a este o aquel Instituto, pues no es lo mismo la vida contemplativa que la activa, la vida misionera que la de la enseñanza, un apostolado moderno que un ministerio tradicional.
5. Durante el aspirantado y el noviciado, el joven estudia al Instituto y el Instituto al joven. La profesión viene a ser un contrato bilateral sui generis, y es necesario que los que lo firman tengan un conocimiento claro de lo que dan, de aquello a lo que se obligan y de lo que van a ganar. La ignorancia, por ejemplo una enfermedad maliciosamente ocultada, puede ser causa de invalidez.
El amor al apostolado es un signo positivo para los paulinos, así como una garantía de perseverancia. La vida comunitaria exige sociabilidad natural o adquirida. Los caracteres cerrados, hipócritas, indisciplinados e intratables, lo mismo que los neurasténicos, los abúlicos, los indecisos, los caprichosos, los libidinosos y los sensuales deben ser excluidos. Importancia especial debe darse a la condición psicológica y física de la familia.
Como el caso de los hijos únicos deja a veces perplejos, se impone un examen muy atento.
Una familia numerosa es en general signo de salud física y espiritual. Las anomalías del sistema nervioso o, más exactamente,
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las alteraciones del equilibrio neuro-psíquico, tan frecuentes hoy, constituyen formas patológicas dolosas y penosas. Más bien latentes en la infancia, se decantan casi siempre hacia los 30-35 años y lanzan al individuo a los márgenes de la vida, de donde a duras penas saldrán y se recuperarán. Que se instruyan en esto los maestros de los aspirantes y que vigilen sobre los síntomas que más frecuentemente se pueden advertir. Que no falte tampoco una ficha personal (médica o sanitaria) que, formulada por persona competente, siga al aspirante, para que a su debido tiempo, antes de las diversas admisiones, se saquen las conclusiones oportunas. Ver San Paolo, n. 2, 1960 [cf. CISP 763-771].

Medios de promoción vocacional

Son muchos los medios para reclutar aspirantes, y el más importante es la oración cotidiana, porque las vocaciones mejores se encuentran en el cielo. Además:
1. Los jóvenes que ingresan inviten a hacer lo mismo a otros jóvenes y que los elijan entre los mejores. Si se encuentran bien en el Instituto, a lo largo del año escolar por medio de cartas y en el período de vacaciones con contactos personales, que inviten a compañeros y otros jóvenes de la parroquia o de la familia bien dispuestos a venir con ellos. Se trata de una buena manera de captar vocaciones.
2. Aprovéchense bien los folletos en los que se incluyan programas e ilustraciones del Instituto, de sus fines y obras. Distribúyaselos ampliamente.
3. Organícense semanas, triduos y jornadas vocacionales en las parroquias, los colegios, las escuelas y las asociaciones, dando instrucciones a los padres y a los jóvenes; promuévanse confesiones y comuniones generales, funciones solemnes eucarísticas
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y marianas. María es madre de las buenas vocaciones.
4. Prográmense retiros espirituales en las casas del Instituto, hospédense jóvenes durante algunos días en el Instituto para que nos conozcan y les conozcamos, así como Ejercicios espirituales, cerrados incluso, para los padres y las madres.
5. Sacerdotes y discípulos piadosos visiten las familias y las parroquias en las que haya jóvenes en edad adecuada.
6. Aprovéchese la obra de los cooperadores, pues éstos, además de orar, pueden actuar y aportar su ayuda material.
7. Haya siempre uno o más vocacionistas, pues es una tarea fundamental para cualquier Congregación.
8. Todos los Institutos tienen sus propios medios, de acuerdo con su naturaleza. Nosotros podemos aprovechar nuestras publicaciones (Vida Pastoral, Cooperador, Familia Cristiana), el cine, la radio y la televisión.
9. Es preciso formar una conciencia vocacional. Conozco no menos de cuarenta ediciones -filminas, películas, libros y periódicos- que tratan este importantísimo problema de la Iglesia. Actualmente, siendo tan dolorosamente escaso el número de las vocaciones, se impone un reclutamiento sabio y una formación integral.
Debemos poner también al servicio de la Iglesia, y para estos altísimos fines, nuestro apostolado y las técnicas audiovisuales.
Escuchemos unas palabras de Juan XXIII:
«...Queremos dirigir nuestra paterna exhortación a orar y obrar de manera muy especial para que su sacerdocio
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sea fecundo, con el compromiso de hablar frecuentemente, en las instrucciones catequísticas y en la predicación, de la dignidad, la belleza, la necesidad y el gran valor del estado sacerdotal, capaz de despertar en todos aquellos a quienes Dios quiera llamar a un honor tal excelso el deseo de corresponder sin titubeos y con gran ánimo a la vocación divina.
Que hagan orar a las almas a ellos confiadas y que toda la Iglesia, según la exhortación del divino Redentor, no cese de elevar súplicas al cielo con las mismas intenciones, para que el Señor envíe obreros a su mies, especialmente en estos tiempos en que la mies es mucha y los obreros pocos» (Carta encíclica Princeps Pastorum).

La Pontificia Obra Primaria de las Vocaciones Religiosas

Plugo al Señor que nuestra Congregación trabajara en favor de una obra pontificia para las vocaciones religiosas, próxima a la ya existente para las vocaciones eclesiásticas. Gran parte del mérito se debe al P. Federico Muzzarelli. Cito aquí el motu proprio Cum supremae sobre la Pontificia Obra Primaria de las Vocaciones Religiosas:

La sagrada Congregación de los Religiosos, respondiendo a nuestra suprema y paterna solicitud, había considerado muy oportuno constituir una Obra primaria de las vocaciones religiosas, la cual -con todos los medios oportunos, y especialmente sirviéndose de las diversas obras del género existentes en las diferentes regiones- se propusiera suscitar en los fieles el deseo de favorecer,
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defender y ayudar a las vocaciones a los estados de perfección cristiana; a difundir el conocimiento correcto sobre la dignidad y utilidad de los estados de perfección, y finalmente a coligar a los fieles de las diversas partes del mundo en una unión más íntima de oraciones y otras obras piadosas para este mismo fin. Nos, pues, con un motu proprio y con la plenitud de la autoridad apostólica, queremos, decretamos y declaramos constituida en la misma sagrada Congregación la Obra de las vocaciones religiosas, que llamamos Pontificia, con facultad para incorporar las Obras y las personas que se requieran, así como extender a todos los inscritos las indulgencias y los favores espirituales que han sido concedidos o se concedan.
Y queremos que esto sea y se mantenga válido no obstante cualquiera otra cosa en contrario, aunque digna de particular consideración.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 11 del mes de febrero de 1955, decimosexto de nuestro pontificado.

PÍO Papa XII


El Instituto Regina Apostolorum

Tras las insistencias de los Superiores que nos guían en favor de la fundación de un Instituto para las vocaciones, condescendí y promoví el Instituto Regina Apostolorum. Su espíritu y actividad aparece claro en los artículos 1-2-3 de sus Constituciones:
«1. El fin general del Instituto Regina Apostolorum para las vocaciones es procurar la gloria de Dios y la santificación de los miembros mediante la práctica fiel de los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, y ordenando la propia
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vida a norma de los sagrados cánones y las presentes Constituciones.
2. El fin especial de la Congregación consiste en realizar, con medios tradicionales y modernos (prensa, cine, radio, televisión, fotografía, etc.), tres clases de obras en orden a las vocaciones: buscarlas, formarlas y acompañarlas:
a) Instrucción a todos los fieles sobre este problema fundamental de las vocaciones en la Iglesia.
b) Acción: organizar y constituir centros de ayuda para los aspirantes al sacerdocio o a la vida de perfección; exposiciones en las parroquias, en los Institutos, etc.; organizar reuniones, semanas, triduos, retiros espirituales, jornadas por las vocaciones; preparar ediciones de folletos, libros, periódicos, películas, transmisiones de radio y de televisión; pronunciar conferencias y mantener tertulias, dirigir secciones de confección de hábitos, etc., y todo lo que pueda ser necesario para las vocaciones pobres.
c) Oración: devoción a Jesús Maestro, a la Reina de los Apóstoles, a san Pablo apóstol; adoración eucarística; promoción de oraciones para niños, padres e Institutos; preparar jornadas de sacrificios, etc., siempre en orden a buscar, ayudar y acompañar a las vocaciones.
3. El ideal del Instituto se sintetiza en estas fórmulas; Todos los católicos, con todas las fuerzas, con todos los medios, por todas las vocaciones, por todos los apostolados.
Todos los fieles por todos los infieles; todos los católicos fervorosos por todos los indiferentes, todos los católicos por todos los acatólicos.
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Que todos los llamados respondan a su vocación, que todos los religiosos sean santos y que los hombres los escuchen y consigan su salvación».

Eso mismo se percibe en la oración que las religiosas del Instituto Regina Apostolorum recitan todas las mañanas después de la misa.

«Oración:
Padre nuestro, que estás en el cielo, te ofrezco con todos los sacerdotes a Jesús Hostia y a mí misma, pequeña ofrenda:
1. En adoración y acción de gracias porque en tu Hijo eres el autor del sacerdocio, del estado religioso y de toda vocación.
2. En reparación a vuestro corazón paterno por las vocaciones descuidadas, entorpecidas o traicionadas.
3. Para devolveros por Jesucristo lo que los llamados han quitado a vuestra gloria, a las almas y a sí mismos.
4. Para que todos comprendan la llamada de Jesucristo: La mies es mucha pero los obreros son pocos; rogad para que haya obreros que trabajen en la mies.
5. Para que por todas partes se forme un clima familiar, religioso y social apto para la fidelidad y correspondencia de las vocaciones.
6. Para que los padres, los sacerdotes y los educadores abran el camino a los llamados con la palabra y las ayudas materiales y espirituales.
7. Para que se siga a Jesús Maestro, camino, verdad y vida en la búsqueda y formación de las vocaciones.
8. Para que los llamados sean santos, luz del mundo y sal de la tierra.
9. Para que se forme en todos una profunda conciencia
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vocacional: todos los católicos, con todos los medios, por todas las vocaciones y apostolados.
10. Para que todos nosotros reconozcamos nuestra ignorancia y miseria y la necesidad que tenemos de estar siempre humildemente ante el sagrario para invocar luz, piedad y gracia».

La Providencia divina manifestó bien pronto su complacencia por este Instituto.
Deseos: que progresen en calidad y cantidad; que ejerciten su apostolado con fe, humildad y celo; que la Pía Sociedad de San Pablo les comunique el espíritu de su vocación y que en tiempo oportuno encuentre en ellas colaboración; que la Iglesia se alegre de los frutos de su apostolado vivido con el espíritu de Jesús, creador y formador de los primeros apóstoles, especialmente de san Pedro y de san Pablo.
El curso de orientación a la vida por correspondencia organizado por ellas ha dado y sigue dando frutos notables, como el de los jóvenes que quieren hacerse sacerdotes o desean entrar en la vida religiosa y apostólica o el de las jovencitas que ingresan en Institutos religiosos.
Su pequeña revista vocacional Si quieres, ven y sígueme tuvo tras su primer número 1.500 suscriptores. Se distribuye especialmente en los seminarios e Institutos y entre los sacerdotes.
El Señor quiere ser ayudado por los hombres para darles su dignidad y para que puedan hacer méritos. Quiere, por ejemplo, servirse del sacerdote para la distribución de la comunión a las almas que desea alimentar de sí mismo.
¡Ayudemos a Dios! ¡Dios nos ayuda a ayudarle! Respondamos a sus designios y a la economía de la distribución
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de la gracia: «Para Dios la gloria, para nosotros el paraíso».
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1 «El justo vivirá por la fe» (Rom 1,17).

2 «Buscad primero el reino de Dios» (cf. Mt 6,33).

3 «Amarás al Señor, tu Dios; éste es el principal y primer mandamiento; amarás al prójimo como a ti mismo» (cf. Mt 22,37).

4 «Y nadie puede arrogarse este honor si no es llamado por Dios, como Aarón» (Heb 5,4).

5 «El espíritu sopla donde quiere» (Jn 3,8).

6 «Soberbios, insensatos, desleales, sin amor y sin piedad» (Rom 1,30s).

7 «Oblígales a entrar» (Lc 14,23).