Beato Santiago Alberione

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PRESENTACIÓN

El motivo que justifica la presente edición de Apuntes de teología pastoral (ATP) hay que buscarlo en la intención de ofrecer una sistematización unitaria de los escritos del P. Santiago Alberione y de entender más fácilmente los factores esenciales de su carisma.
Precedida cronológicamente por un librito titulado La Bienaventurada Virgen de las Gracias,1 esta obra constituye el comienzo de la producción editorial del P. Alberione. El libro, del que contamos con tres ediciones (de los años 1912, 1915 y 1960),2 nos parece uno de los frutos más significativos de la primera fase de la vida del P. Alberione, caracterizada por el apostolado parroquial en contacto directo con los fieles. Efectivamente, fue después de sus primeras experiencias pastorales en algunas zonas de la diócesis de Alba y como formador de clérigos en el seminario cuando el joven sacerdote decidió escribir ATP.
Esta relación directa con la pastoral, practicada en primera persona, no volverá a ser tan visible en el instituto de la Sociedad de San Pablo, a la que dará vida en 1914 y cuyo apostolado, centrado al principio en la buena prensa, será teorizado y desarrollado sucesivamente mediante los diversos medios de comunicación social. Precisar cómo maduró el P. Alberione el paso de un ministerio directo y tradicional a otro más indirecto y moderno, no es tarea de esta introducción.3 Hay, no obstante, una unidad de fondo entre las dos orientaciones que
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merece ser señalada: la voluntad de llegar al mayor número posible de almas de la mejor manera y con la mayor plenitud. Esta unidad puede sintetizarse con la expresión, clásica para toda la Familia Paulina, de «carisma pastoral».
El espíritu pastoral es, pues, el criterio que nos permite leer y entender el pensamiento, la obra y las opciones del P. Alberione, primeramente como sacerdote en la experiencia pastoral directa, luego como educador en la formación de los seminaristas y finalmente como fundador de la Familia Paulina.

I. Formación del texto de ATP

1. Primeras experiencias pastorales. La diócesis de Alba contó entre sus pastores figuras eminentes de santidad y dedicación pastoral. Crecidas en la escuela de los santos piamonteses de finales del siglo XIX (José Benito Cafasso, 1786-1842; José Cafasso, 1811-1860; Juan Bosco, 1815-1888, y otros), promovieron en el clero y los fieles un clima de especial atención a los problemas de la gente. Recordamos entre otros a monseñor E. Galletti, que se distinguió en Alba por su trabajo en las visitas pastorales, por un sínodo (1873), por la devoción eucarística, por la formación del clero y por el catecismo; a monseñor Lorenzo Pampirio, que introdujo en el seminario de Alba la neoescolástica en su forma más rigurosa, seguido en esto por monseñor Francesco Re, que también se distinguió entre el clero piamontés por su intransigente defensa de la ortodoxia y su oposición al modernismo, «pero no a la modernidad»,4 probablemente.
Los obispos de Alba son recordados por haber promovido el Movimiento Católico en su diócesis, que en 1911, después de un período de decadencia, desembocó en una intensísima propaganda a favor de la Unión Popular.5
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En este clima de intenso compromiso eclesial y social hizo el joven P. Alberione sus primeras experiencias pastorales. Ejercitó el ministerio en algunas parroquias, entre ellas la de San Bernardo, en Narzole (Cúneo).6 Aquí tuvo las primeras responsabilidades como coadjutor, dando prueba de una iniciativa y una voluntad de bien sin límites.7 Finalmente, fue aquí donde encontró nueva claridad en su vocación de un ministerio diferente al de la cura directa de almas,8 al comprender la necesidad de implicarse en un campo nuevo, dado que los habituales esquemas pastorales no respondían a las nuevas exigencias.
2. Cómo nació el libro ATP. Llamado por el obispo al seminario como director espiritual y profesor de historia civil y eclesiástica, el P. Alberione recibió el encargo de la formación de los clérigos y los sacerdotes recién ordenados. Para garantizar a éstos «un guía que con la mayor sencillez conduzca sus primeros pasos en la vida pública, pero que sea un guía práctico y seguro»,9 decidió escribir ATP.
Más que una transmisión árida de conceptos, sus lecciones sobre el ministerio se caracterizaban por el diálogo, el intercambio de ideas y la experimentación. Al redactar los apuntes intuía que era necesario un conocimiento más realista de la situación de la diócesis. De ahí que, en concomitancia con la enseñanza teórica, pusiera en marcha una reflexión sobre la praxis. Propuso cuestionarios sobre la pastoral en vigor en la diócesis y los envió a algunos párrocos. Entre éstos sobresalían Bartolomeo Dallorto, Luigi Sibona y Augusto Vigolungo.10 Además consultó tratados, opúsculos y
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revistas. Pidió la ayuda de otros sacerdotes en la labor de recoger notas y reflexiones, cribarlas, ordenarlas y corregirlas.
Y llegó el momento de la redacción de la obra y de su publicación.11
El P. Alberione escribiría más tarde, hablando de sí mismo en tercera persona: «Durante dos años, con doce sacerdotes, en conferencias semanales, estudió los medios para una nueva y renovada pastoral. Sobre este tema consultó y obtuvo sugerencias escritas (que transmitía a los seminaristas y a los jóvenes sacerdotes) de unos quince vicarios foráneos».12
ATP nació, por tanto, de la experiencia directa de opciones pastorales comprobadas en la realidad, acompañada de una gradual profundización teórica y de una reflexión sobre experiencias hechas por otros. En cualquier caso, el P. Alberione excluía ya de partida un tratado teórico-científico de la materia. «Sé muy bien -decía- que así no tendré el gusto de llegar a un número notable [de personas], pero también sé que éstas pueden encontrar lo que buscan en otros autores».13
Su objetivo era ayudar a los jóvenes sacerdotes a afrontar con serenidad los primeros años de ministerio. En ATP podrían encontrar una referencia constante y segura, ya que aquellos apuntes
- habían nacido de la experiencia y de la aportación competente de pastores entregados durante mucho tiempo a la cura de almas;
- respetaban las raíces culturales de la población diocesana;
- estaban enriquecidos con una sabrosa bibliografía que remitía a otras aportaciones específicas.
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3. Acogida y difusión de ATP. Como se desprende de estudios hechos en diversas bibliotecas,14 la obra fue pronto conocida y bien acogida por el clero italiano.
Ya en 1912 la revista mensual del clero Difesa ed azione, de la archidiócesis de Turín, incluía una amplia y lisonjera reseña del libro (publicado entonces con técnica ciclostil): «Son todavía pocos los tratados que distinguen claramente el punto de vista pastoral del de los afines y estos pocos casi nunca descienden a una forma práctica realmente apta para las circunstancias especiales en las que vivimos hoy. Y, mira por dónde, aparece ante nosotros un libro de lo más oportuno... que con sorprendente perfección llega para satisfacer nuestro deseo... El rico y vasto contenido, el estilo sencillo y claro, la unción que lo penetra, todo coopera en hacer que merezca los mayores elogios».15 Incluye un agradecimiento para el autor por su «excelente servicio al clero».
En 1913, al redactar el prefacio del libro a punto de imprimirse, el cardenal A. Richelmy resaltaba lo provechoso que era «insistir especialmente en los modos prácticos de ejercitar con celo y con fruto el ministerio pastoral»; «benditos pues los queridos Apuntes de teología pastoral del buen teólogo Alberione, en los que resplandecen la sólida doctrina y el sentido práctico, todo lo cual hace fácil y seguro el ejercicio de un verdadero pastor de almas».16
Se advierte en estas breves reseñas que la teología pastoral (TP) era considerada una síntesis práctica de enseñanzas para uso del pastor de almas. Se trataba de una idea típica de aquel tiempo, compartida también por La Civiltà Cattolica, que al hacer la reseña de ATP colocaba al P. Alberione «entre los cultivadores egregios de esta ciencia», y además ponía de relieve que la obra contenía «un auténtico tesoro de
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normas prácticas y oportunos consejos, especialmente para el clero joven».17
Algunos años después de su publicación, la obra seguía aún citándose por pastoralistas como G. Stocchiero, quien en 1921 publicaba su Pratica Pastorale, y por E. Naddeo, que publicó el mismo año Il vero Pastore di anime.18
Surge aquí una pregunta muy razonable, y es por qué el P. Alberione, viendo la aceptación favorable de su libro, no preparó, u ordenó que alguien lo hiciera, otras ediciones y que esperara hasta 1960. La respuesta quizá haya que buscarla en la cronología de aquellos años. Después de 1914, en efecto, se siente casi totalmente absorbido por sus nacientes congregaciones: la Pía Sociedad de San Pablo (1914), las Hijas de San Pablo (1915), las Pías Discípulas del Divino Maestro (1924), las Hermanas de Jesús Buen Pastor (1938), las Hermanas de María Reina de los Apóstoles (1957) y finalmente los institutos de consagración laical (1958-1960). El Fundador se sentía apremiado a dedicar sus afanes, sus energías y su tiempo a su desarrollo.
No obstante, no olvidó del todo el discurso pastoral.
Entre 1912 y 1916, dirigida personalmente por el P. Alberione, comienza a publicarse Vita Pastorale,19 una revista para
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la práctica del ministerio sacerdotal. De acuerdo con la orientación carismática de sus instituciones, el P. Alberione creyó más eficaz que les llegara periódicamente a los pastores su reflexión escrita. Entre los primeros volúmenes encuadernados de la revista encontramos un número con fecha de enero de 1921 en el que se publicó un texto de ATP titulado la «Relación entre párroco y párrocos. Para favorecer la concordia. Para evitar la discordia».20
De la necesidad de una actualización, o de una revisión de ATP, encontramos detalles en una plática del P. Alberione a las jóvenes de la naciente congregación de las Hermanas de Jesús Buen Pastor, las Pastorcitas, del año 1939: «Convendría [que] os proveyerais de un tratado de teología pastoral y de mis Apuntes de Teología Pastoral, teniendo en cuenta que algunos puntos están ya superados y no son acertados. Estas lagunas podéis subsanarlas con Stocchiero».21
La actualización efectiva de ATP se llevó a cabo en la tercera edición, a cargo de monseñor Giuseppe Pistoni, en 1960. De la documentación epistolar22 que hubo entre el P. Alberione y monseñor Pistoni se desprende que este sacerdote, que se disponía a asumir la enseñanza de la Teología pastoral en el seminario de Módena, pensaba adoptar justamente el libro ATP como texto para sus alumnos. Como el libro estaba agotado, el padre Alberione le propuso que asumiera la responsabilidad de una nueva edición. La respuesta fue positiva.
La tercera edición, lista en poco tiempo, fue impresa en 1960.
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En 1965, al final del Concilio Vaticano II, monseñor Pistoni propuso una nueva edición del libro, a cargo del propio autor, para adecuarlo a las nuevas perspectivas conciliares. Con fecha del 21-12-1965, el P. Alberione le respondió manifestándole su agradecimiento por la sugerencia de «revisar y conformar con el Concilio Vaticano II el libro Apuntes de Teología Pastoral», y añadiendo: «El progreso ha sido enorme... Hemos entrado de manera más perfecta en la Pastoral de Jesús Buen Pastor... [Hay] muchas cosas que quitar del libro y muchas que introducir». Esta vez, sin embargo, aunque convencido de lo acertado de la propuesta, el P. Alberione, ya muy entrado en años, no la concretó. El lector de hoy puede pues aprender del propio autor a historiar y contextualizar lo que lee en esta obra antigua.

II. Las tres ediciones de ATP

Como ya dijimos, ATP pasó por diversas fases de composición.
1. La primera redacción se remonta a 1912 y es la conclusión de una fatigosa y enriquecedora experiencia de reflexión.23 La obra, mecanografiada y en impresión fotostática, apareció con el título Appunti di Teologia Pastorale, Turín, lit. A. Viretto, 1912.
La dedicatoria es «A mis queridos amigos, los MM. RR. [muy reverendos] Alumnos de las conferencias morales del seminario de Alba».
El texto va precedido de una presentación del autor, que expone los motivos de la obra. Lleva fecha del 1-8-1912. Un NB invita así a los lectores: «Para cualquier cosa, dirigirse al Teól. Alberione S[antiago], director espiritual del seminario de Alba».
La obra consta de tres partes:
- la primera, titulada Los fundamentos del celo, se articula en tres capítulos: La piedad y el estudio; El estudio; La administración de los bienes materiales;
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- la segunda, La cura pastoral y de las obras en general que debe realizar el sacerdote, tiene seis capítulos: I. De la acción pastoral en general; II. De la acción pastoral del párroco; III. Algunas habilidades para la acción pastoral de los vicarios foráneos; IV. Normas para los capellanes; V. Normas para los sacerdotes maestros; VI. Relación de los sacerdotes;
- la tercera, Algunas obras especiales propias del celo sacerdotal, está compuesta de diez capítulos. La reflexión pasa ahora del ámbito puramente sacramental: confesión, comunión y oficio, al de la predicación y la catequesis. Al final se presentan las devociones principales y todas las obras relacionadas con la Acción Católica. Los tres últimos capítulos tratan de las vocaciones religiosas, de la organización de las fiestas y de la construcción de iglesias.
Este es el contenido de la primera edición, mecanografiada y fotostática.
2. Edición de 1915. «Con cierta inquietud»,24 y a petición de algunos párrocos, el P. Alberione se decide a publicar la «II Edición - revisada - corregida - ampliada», Turín, cav. Pietro Marietti editore, 1915.
En el frontispicio, al título Apuntes de Teología Pastoral se añade un subtítulo entre paréntesis: (Práctica del ministerio sacerdotal para el clero joven), y un lema con dos versículos de la primera carta de Pedro: «Pascite, qui in vobis est, gregem Dei... et cum apparuerit princeps pastorum, percipietis immarcescibilem gloriae coronam (1Pe 5,2-4)», invitación a sus jóvenes lectores a apacentar al rebaño de Dios «no a la fuerza, sino de buena gana; no por una vil ganancia, sino con generosidad» (1Pe 5,2), para participar con el Señor en la gloria por él prometida.25
Sigue la dedicatoria, que modifica la de la primera edición en los siguientes términos: «A mis queridísimos amigos - los
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MM. RR. Sacerdotes jóvenes - y a los Venerables Clérigos - de la Diócesis Albesa».
La breve presentación del cardenal Richelmy, arzobispo de Turín, que bendice la obra y anima al autor, tiene fecha del 2 de febrero de 1913. Se refería pues a la primera edición de la obra, como confirma el índice.26
En la nueva edición figuran dos introducciones, ambas del P. Alberione: la primera, escrita para la edición de 1912, y la otra, más concisa, para la actual, que confirma los motivos de la precedente.
En relación con la edición de 1912, ésta de 1915 tiene mejor estructuradas algunas secciones del texto. La obra está todavía dividida en tres partes. La primera trata De los fundamentos del celo, identificados en una profunda piedad, considerada prioritaria para una acción eficaz del sacerdote en medio de su pueblo. A la lista de las prácticas sigue la descripción de las virtudes, desde la invitación al estudio continuo, o estudiosidad, para que el sacerdote sea «hombre del presente, no de tiempos pasados».27 Concluyen esta parte algunas informaciones sobre normas elementales para la administración de los bienes materiales.
La cura pastoral y de sus medios generales es el título de la segunda, donde se intenta una definición tanto de la acción pastoral (como se la llama a continuación), como de los principios que deben regular su práctica. Con la solicitud de siempre, el autor escribe: «Se dirán solamente cosas prácticas y entre ellas se elegirán las que hoy parecen más aptas en las necesidades actuales».28
La tercera parte, Algunas obras especiales propias del celo sacerdotal, ofrece normas para una intervención más eficaz en algunos momentos específicos de la vida sacerdotal: la liturgia, la catequesis, la presencia caritativa y asistencial. No se olvida la descripción del multiforme asociacionismo,
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eclesial o no, que el joven sacerdote-pastor puede promover en su actividad pastoral.
Al final se dedican algunos párrafos a la construcción y a los constructores de iglesias. Entre otras sugerencias y afirmaciones, el P. Alberione escribe: «Se dice: lo que más falta en las grandes obras es dinero. Como regla, esto es falso: lo que por el contrario falta son hombres que sepan idear grandes cosas, que tengan la osadía de comenzarlas, que estén provistos de sentido práctico, que trabajen con perseverancia y con gran espíritu de sacrificio».29
En el prólogo a la segunda edición, el P. Alberione escribe que no es su intención «exigir un trabajo muy completo, casi científico, bien ordenado al menos, con un estilo más elevado».30 Esto impediría, o casi impediría, según él, el fruto deseado.
En realidad, tras una verificación entre las dos ediciones, se advierte de inmediato un notable salto cualitativo, tanto en lo lingüístico como en lo estructural. Excepto la segunda parte del libro, muy cambiada, casi todo el material de la primera edición se encuentra en la segunda. Se advierten pequeñas añadiduras, con nuevas reflexiones y clarificaciones en la primera y en la segunda parte. Toda la obra, en suma, ha sido notablemente renovada en el lenguaje, que resulta más apropiado y fluido.
La segunda parte, como ya dijimos, sufre los mayores cambios, tanto en la titulación como en la estructura. El título La cura pastoral y de las obras en general que debe realizar el sacerdote, de la primera edición, se cambia por La cura pastoral y de sus medios generales. Los capítulos, que antes eran seis, se reducen a cuatro, distribuidos diversamente, con otra lógica: de una reflexión general, La acción pastoral en general (cap. I), y Normas al clero en general... (cap. II), se pasa a otra particular, Relaciones del sacerdote (cap. III) y La acción pastoral de algunos sacerdotes (cap. IV).
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La edición de 1915 se estructura pues de forma más armoniosa que la precedente. El material añadido es más detallado.
Al comienzo de la obra se añade una nueva sección, Los fundamentos del celo, introducción a la primera. Además, los párrafos 7-8-9, concisos en la primera edición, tienen ahora una redacción más orgánica.
Se añaden también breves introducciones en otras partes del texto, con frecuencia en forma de entradilla, para presentar el capítulo que sigue;31 se añaden nuevos títulos para ordenar mejor la materia;32 se introducen nuevas informaciones sobre la pastoral.33 Se omiten o sintetizan breves textos de 1912.34 En general, todos los cambios tratan de completar el texto más que de modificar el pensamiento.
3. Tercera edición, 1960. El título es Apuntes de Teología Pastoral, para la escuela y el ministerio. La obra fue publicada en la Collezione Pastorale-Regimen de Ediciones Paulinas de Italia. El texto fue refundido totalmente por el canónigo Giuseppe Pistoni, de acuerdo con el P. Alberione.
En septiembre de 1957, el P. Alberione escribía al canónigo que se sentía «agradecido y feliz por haber aceptado rehacer (¿o hacer?) el libro de pastoral» y le invitaba a hacer de él un «verdadero tratado de índole sumamente práctica y actualizada».
El P. Alberione sintetizaba en nueve puntos lo que en la revisión no se debía descuidar, especialmente la preocupación por la formación del clero: «que sienta que vive en el cuerpo místico como minister - dispensator - forma gregis... y beba
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en las fuentes de vida: el Evangelio, la Eucaristía, el Vicario de Cristo».35 Se pone más atención en la vida apostólica del sacerdote, que debe partir de una unión «afectiva y efectiva» con los hermanos, estar dispuesto y atento a todas las personas, de cualquier clase social y abierto a los problemas sociopolíticos y culturales del ambiente». El P. Alberione terminaba sus indicaciones exhortando al revisor a integrar el texto actualizándolo convenientemente, según los recientes documentos pontificios y las publicaciones pastorales más recientes.
El canónigo Pistoni preparó la nueva edición dividiendo la materia en dos partes. En la primera reúne la reflexión sobre la teología pastoral y sobre la figura del pastor, sin descuidar el conocimiento del rebaño y las normas que regulan la acción pastoral. En la segunda ilustra los diversos medios de acción deducidos de la misión o los poderes de la Iglesia, orientados a la triple misión: magisterial-sacerdotal-real.
El material de las ediciones precedentes se distribuye ahora de forma diferente y el revisor añade dos nuevos capítulos. El primero, La teología pastoral, desarrolla una reflexión general sobre la TP ilustrando sus cometidos y sus medios; el segundo, El conocimiento de la parroquia, pone de relieve lo importante que es orientarles bien, utilizando incluso las ciencias psicosociológicas como medios de intervención pastoral.
Las nuevas condiciones socioculturales y especialmente las nuevas orientaciones de la TP36 hubieran podido encaminar
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de modo diverso la nueva publicación, que por el contrario parece no querer alejarse de los viejos esquemas de comienzos de siglo XX.
La confrontación de las diversas ediciones de ATP que acabamos de exponer explica los motivos de que en la presente edición adoptemos como texto base el de la segunda edición (1915), que a nuestro parecer es el que mejor expresa el pensamiento original del autor y la estructura de su tratado, y nos permite comprobar mejor su estilo: sobrio, esencial, descuidado a veces, pero siempre claro.
4. La autenticidad: ¿un autor o varios autores? La pregunta, aparentemente gratuita, nace de una lectura atenta de los prólogos a las diversas ediciones de ATP, redactados todos por el P. Alberione. Una confrontación entre ellas evidencia, efectivamente, algunas afirmaciones problemáticas. En el primer prólogo el autor considera el texto obra suya, aunque admite que ha contado con sugerencias de «dieciocho párrocos entre los más celosos y ancianos de la diócesis» y que se ha servido de diversos tratados, opúsculos y revistas.
El prólogo a la segunda edición confirma esto mismo. Pero en la tercera, como también en un paso de Abundantes divitiae gratiae suae,37 el autor afirma: «A los reverendos sacerdotes... les complacerá saber que la primera edición fue preparada por doce párrocos [la cursiva es nuestra], de los más expertos, entre quienes se distribuyó la materia, que luego fue coordinada y concordada en varias conferencias entre otros sacerdotes».38
Estas últimas afirmaciones parecen contradecir a las precedentes. Para garantizar su autenticidad, hemos hecho algunas preguntas sobre si el prólogo de la tercera edición es realmente del P. Alberione. El padre A. Speciale, entonces
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secretario personal del Fundador, ha respondido afirmativamente, y en sus notas diarias se expresa en estos términos: «El 12 de noviembre de 1958 el P. Alberione preparó el prólogo para la tercera edición de Apuntes de Teología pastoral». Las respuestas de otros, entre ellos el padre G. Roatta, y la entrevista a monseñor Natale Bussi del 17 de agosto de 1982, no nos han permitido llegar a conclusiones diferentes.
Por consiguiente, las afirmaciones más recientes del P. Alberione sobre la redacción de ATP son auténticas. Pero ¿cómo conciliarlas con las primeras?
La hipótesis más creíble es que se debe tener en cuenta la composición del texto es gradual:
- la consulta a dieciocho sacerdotes-párrocos parece ser la más antigua, la que facilitó las primeras sugerencias, ampliadas luego por el propio P. Alberione con lecturas y otros medios;
- los doce sacerdotes recordados en AD y en el tercer prólogo al texto, parecen ser los que colaboraron, en las conferencias pastorales semanales, con el P. Alberione en la elección y elaboración del material recogido, con investigaciones y cuestionarios, para la preparación de la primera edición.
Esta hipótesis parece ser la más verosímil, aunque AD y el tercer prólogo de ATP sean de 1954 y 1958. La posible imprecisión de los recuerdos quizá pueda hacerlos menos creíbles, pero no como para cuestionar la paternidad alberoniana del libro. Por otra parte, si los sacerdotes consultados se hubieran considerado coautores, habrían reivindicado sin duda sus derechos al autor declarado.
Se puede pues considerar al P. Alberione como autor del libro en cuanto inspirador de la iniciativa y coordinador del material recogido.
Es conocida la costumbre del Fundador de eliminar lo que consideraba que ya no era necesario cuando publicaba alguno de sus escritos. Probablemente corrió la misma suerte todo el material preparatorio de ATP. El hecho de que no nos hayan llegado manuscritos ni posibles hojas mecanografiadas de ninguna de las dos primeras ediciones, no nos permite llevar a
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cabo, por tanto, un trabajo de análisis crítico, que facilitaría noticias sobre la redacción, sobre la escritura (presumiblemente a mano) y sobre el origen de las aportaciones utilizadas.39

III. ATP en la teología pastoral de aquel tiempo

1. El contexto general.40 Para una comprensión y una ubicación más adecuadas de ATP nos parece oportuno referirnos a algunos aspectos de la reflexión teológico-pastoral de finales del siglo XIX que influyen en el P. Alberione. El período que va de la mitad del siglo XIX a la mitad aproximadamente del siglo XX se caracteriza por una abundante producción de manuales de TP.
En ellos encontramos una parecida visión eclesiológica, heredada de la tradición postridentina y del Concilio Vaticano I, que trata de «construir la Iglesia alrededor del Papa, principio de la autoridad y de la unidad y garantía última de su autenticidad».41 Es evidente que, con este esquema de interpretación, los fieles se convierten en objeto y no en sujeto de la acción pastoral de la Iglesia.
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También la dimensión pneumatológica permanece en la sombra, mientras que la cristológica está presente de forma muy señalada. Cristo instituye la Iglesia y le confiere su autoridad y su triple poder: de magisterio, de jurisdicción y de orden.
Esta concepción eclesiológica, fuertemente jurídica y jerárquica, configura la formación seminarística de generaciones de sacerdotes y pastores y caracteriza consiguientemente a los manuales de TP. Las líneas que definen esa teología pueden sintetizarse así:
- La actividad pastoral es esencialmente la cura de almas, es decir, el conjunto de ministerios eclesiásticos que llevan a las almas más que a las personas a la salvación.42 En esta definición subyace una visión antropológica dualista y una concepción reductiva de la salvación que parece ignorar el elemento corporal en beneficio casi exclusivo del alma.
- La cura pastoral se especifica en función de las almas individualmente consideradas, mientras que se concibe la comunidad como una suma de individualidades.43 No se pone de relieve el doble precepto del amor a Dios y al prójimo, es decir, al mundo.
- El destinatario de esta cura es el hombre caído, que necesita conocer a Dios y conocerse a sí mismo, así como la gracia, y que debe tener acceso a todos los bienes salvíficos.44 La respuesta a estas tres exigencias procede sólo y específicamente de la predicación de la palabra y de la administración de los sacramentos, ambas cargadas de normas eclesiásticas.
- La figura del agente pastoral, según la visión típica presentada hasta aquí, se establece y determina exclusivamente en relación con el sacerdote, es decir, ligada a su consagración y misión presbiteral, además de a su santidad y preparación personal. Esta figura de sacerdote-pastor45 se caracteriza
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por la triple dimensión magisterial-sacerdotal-real, propia solamente de los poderes eclesiásticos.
- La metodología adoptada por la mayoría de los manuales es más bien aproximativa, sin pretensiones científicas, considerando la materia como simple introducción a la praxis concreta para uso del pastor y de su rebaño.46 Los pocos manuales que reivindican una concreta intención científica definen la pastoral como la ciencia que aplica los principios de la dogmática y de la moral a la práctica del ministerio.47
- Las fuentes de la TP son la Sagrada Escritura, con frecuencia citada dogmáticamente, alejada de su contexto histórico-literario; las actas conciliares y sinodales, los libros canónicos y no raramente las experiencias de los santos o de los grandes pastores de almas. Sólo en el momento de su aplicación se recurre a las ciencias positivas relacionadas con una situación concreta en sus diversos aspectos: psicología, pedagogía y en alguna ocasión medicina en lo relativo a la situación del sujeto; estadística y sociología en lo relativo al conocimiento de los factores socioeconómicos y culturales.48

2. El contexto italiano. En los tiempos en que el P. Alberione escribía sus Apuntes no existía en Italia una teoría pastoral importante. Sí circulaban pequeños manuales que tenían un éxito diverso y cuyos contenidos eran conservadores. Convendría hacer alguna referencia especial al contexto histórico, caracterizado por la política de un Estado que defendía a ultranza su laicidad y por la reacción de una comunidad eclesial nada libre todavía de una lógica a la defensiva del poder temporal. En este contexto, la reflexión pastoral se sitúa fuera del ámbito universitario, a diferencia de lo que en aquellos tiempos acontecía en los países de lengua alemana, donde las ciencias religiosas tenían presencia propia en las
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universidades civiles. La pastoral en Italia tiene dos orientaciones: la ascético-espiritual y la jurídica.
Un texto emblemático fue el Manual práctico del párroco joven,49 escrito por Giuseppe Frassinetti, prior de Santa Sabina, en Génova, y fundador de los Hijos de María Inmaculada, autor además de varias obras ascéticas. El manual, publicado en 1863, alcanzó en 1964 la duodécima edición.50 Fruto de la experiencia de treinta años de ministerio pastoral, el libro se presenta a los «párrocos jóvenes con la libertad de un hermano anciano que puede decirles: vosotros, con estudios recientes, me ganáis en conocimientos teóricos, pero en la práctica voy por delante de vosotros».51
En los primeros décadas del siglo XX se distinguen E. Berardi, que en 1902 publica Theologia Pastoralis, y A. Micheletti, con su De Pastore animarum, publicado en 1912.52 Escritos
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en latín, los dos manuales están dirigidos al clero en cura de almas y describen sus características y deberes fundamentales.
Otros autores, como Giuseppe Calandruccio, Giuseppe Bartolotti y Giuseppe Corazzini,53 ofrecen reflexiones de carácter más jurídico-canónico. En 1917 aparece una obra de monseñor Fortunato De Santa, obispo de Sessa Aurunca, Spunti di teologia pastorale, que en 1926 llega a la cuarta edición ampliada y corregida.54 Después de la publicación del Código de Derecho Canónico (1917), otros pastoralistas actualizan la reflexión sobre la práctica pastoral según la nueva normativa. Recordemos a E. Naddeo, quien en 1922 publica Il vero pastore di anime, en dos volúmenes, y especialmente G. Stocchiero, autor de Pratica Pastorale.55 Publicado en 1921, este libro fue acogido por el clero italiano muy favorablemente, como demuestran las numerosas ediciones y su adopción en los seminarios hasta el Vaticano II.
Gran influencia comenzaron a tener también en Italia dos pastoralistas alemanes, C. Krieg y H. Swoboda,56 cuyas obras habían sido ya traducidas en las primeras décadas del siglo
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XX. Krieg se recomendaba por el rigor científico con que estructuraba la materia y por la argumentación, apta para fundar una verdadera ciencia pastoral, y Swoboda por su apertura a los problemas socio-pastorales de la parroquia, especialmente de las ciudades, caracterizadas por el fenómeno de la industrialización y por los medios de comunicación social.
Al P. Alberione, joven sacerdote, el libro de Swoboda le pareció un «espléndido tratado».57 Así presenta al autor: «Profesor en la universidad de Viena, obtuvo de su gobierno una estimable subvención para viajar por todas las ciudades más importante de Europa para estudiar el estado de la cura de almas».58 Comparte con él la necesidad de un conocimiento real de la situación antes de elaborar cualquier proyecto. El P. Alberione está de acuerdo con Swoboda especialmente en la aplicación de las nuevas ciencias humanas para una labor precisa, eficaz y de acuerdo con la situación actual.59
Y C. Krieg es aún más aconsejado a los lectores de ATP como un autor capaz de satisfacer a los espíritus más exigentes, deseosos de tratados científicos: «No quiero dejar pasar más tiempo sin recordar la mejor obra de pastoral que poseemos actualmente, la de Kieg, Ciencia Pastoral...».60
El P. Alberione, sin embargo, no se detiene en la obra de los dos pastoralistas alemanes, ya que, según él, todo pastoralista debe buscar sus maestros más convenientes en los santos pastores del pasado, como san Alfonso,61 san Carlos Borromeo, san Francisco de Sales, san Juan Bosco, el Cottolengo y
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el Cura de Ars. El pastor de almas debería alimentarse también con las obras espirituales de san Julián Eymard, san Ignacio de Loyola y el padre Faber. No se olvida, evidentemente, de la Sagrada Escritura ni de los Santos Padres de la Iglesia, como tampoco de otros grandes pastores, aunque se les cite sin ninguna preocupación de contextualización histórica o geográfica.

3. Fermentos de renovación y movimientos eclesiales. Mientras que la producción literaria italiana en el plano de la reflexión pastoral se encuentra la mayor parte de las veces vinculada a los esquemas de la neoescolástica y la eclesiología del Vaticano I, en el ámbito de la praxis pastoral nacen en las varias iglesias locales iniciativas interesantes y una nueva reflexión que preparan el Vaticano II.
En general, teoría y praxis están relacionadas con la iniciativa y el celo pastoral de figuras individuales de obispos o sacerdotes, atentos a los movimientos culturales de allende los Alpes y a los fermentos innovadores de las respectivas comunidades colocadas en una situación histórica que evoluciona con rapidez.
Se trata de actividades que se acompañan e interactúan con los movimientos eclesiales que preceden y preparan indirectamente el Concilio Vaticano II: catequético, litúrgico, caritativo o social.
El despertar del movimiento catequístico italiano está relacionado con los nombres de monseñor G. Bonomelli, G.B. Scalabrini, A. Capecelatro, L. Pavanelli, etc., que juntamente con los miembros de diversos institutos religiosos promueven congresos y reuniones de estudio, además de la revista Il Catechista Cattolico. Este despertar se confirma con la acción y el magisterio de Pío X a través de la Acerbo nimis y el nuevo Catecismo.62
El movimiento litúrgico, que surgió en Bélgica y se extendió a Alemania e Italia, está relacionado principalmente con el nacimiento de la Rivista Liturgica (1914), promovida
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por el abad B. Bolognani, benedictino de Finalpia, y confiada a la dirección de dom E. Caronti. La colaboración de obispos como monseñor Marini di Norcia y monseñor Filipello di Ivrea y la aportación de expertos como el abate Schuster, más tarde arzobispo de Milán, consigue que el pueblo se sensibilice en el valor pastoral y santificante de la liturgia.63
Constituye un capítulo especial de la historia de la pastoral italiana el conjunto de ideas y obras socio-eclesiales conocido como movimiento social católico. Responde sustancialmente, dada la complejidad de su génesis y articulación, «al asociacionismo y a todas las iniciativas que se desarrollaron a partir de 1848 para hacer frente a un contexto político dominado por fuerzas contrarias al catolicismo».64
Este movimiento creó al principio una red notable y articulada de obras asistenciales y benéficas, y en las últimas décadas del siglo XIX se enriqueció con nuevas iniciativas, como fueron las primeras Sociedades de Ayuda Mutua, las Cooperativas de Crédito en su forma de Cajas Rurales y los Patronatos en defensa de los emigrantes.65
También se difunde en este período una serie abundante de iniciativas en favor de la asistencia y la promoción de las clases más indefensas, de la juventud y de la mujer,66 especialmente en el campo de la instrucción.
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Preceden en orden de tiempo las obras de instrucción profesional para la juventud: la Obra de los Artesanos, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, de los Josefinos de Murialdo y de los Salesianos de san Juan Bosco. Todas estas estructuras sirven para preparar a los jóvenes en alguna profesión en los diversos sectores de la vida económico-social. Promueven de manera especial sólidos vínculos asociativos mediante una adecuada formación espiritual.67
Otra actividad importante, aunque menos institucionalizada, es la paciente obra de «un clero apasionado tanto del servicio pastoral como de la vida rural»,68 que imparte a los campesinos, de diversos modos, noticias y enseñanzas útiles para la modernización de sus métodos y técnicas.
No menos importante es la aportación de la prensa católica local, relacionada especialmente con el fenómeno de los periódicos diocesanos y de los boletines parroquiales, en los que, además de la catequesis religiosa y las noticias de la vida diocesana, se dan informaciones sobre oportunidades de instrucción técnica y profesional. Cabe notar al respecto que el P. Alberione sitúa la buena prensa entre las limosnas que merecen una atención especial de los fieles.69
La mayor organización destinada a inspirara a los católicos italianos a partir de 1875, y durante casi treinta años, fue la Obra de los Congresos, cuyas figuras señeras fueron monseñor Radini-Tedeschi, G. B. Paganuzzi y N. Rezzara.70 Un notable impulso a la reflexión y a propuestas operativas procedía de las Semanas Sociales de los Católicos italianos, que se celebraban anualmente desde 1907 y estaban animadas por eminentes personalidades como el cardenal Maffi y los profesores G. Toniolo, A. Boggiano-Pico, A. Caldana y otros, en las que se trataban temas de candente actualidad, como la familia, la escuela, la situación obrera, el sindicato,
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la emigración; en pocas palabras, los modernos problemas pastorales.

4. Pío X y el modernismo. El P. Alberione se inspira sustancialmente en ATP en la visión de Iglesia de su tiempo y especialmente en el magisterio de Pío X, cuyo lema programático, Instaurare omnia in Christo, hizo suyo.71
El pontificado de Pío X, que se había preparado con significativas experiencias de párroco y obispo, se presentó desde el principio con un programa marcadamente pastoral, orientado a la restauración de una vida eclesial acorde con sus componentes tradicionales: el depósito de la fe, la disciplina moral y canónica, la vida sacramental. De ahí la serie de sus documentos para la promoción de la catequesis, de la formación cristiana y sacerdotal y de la liturgia.72
Un fenómeno de alcance histórico, aunque marcó de forma ambigua y dolorosa a aquel pontificado, fue la crisis modernista, que desgarró muchas conciencias entre los católicos y sus pastores. Ya a finales del siglo XIX se había encontrado la humanidad ante una explosión de descubrimientos científicos y culturales sin precedentes. Dentro de la Iglesia, en el ámbito del pensamiento, entró en crisis la metafísica y la filosofía tradicional, barridas por la moderna dialéctica de Hegel y por el subjetivismo de Kant. «La idea más revolucionaria del siglo -escribiría Fergus Kerr- es que el pensamiento y la verdad están relacionados, de alguna manera
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al menos, con la sociedad y la perspectiva histórica en la que se afirman o suponen».73
El modernismo contaba pues con sus razones, pero se ponía el énfasis en la experiencia individualista, incluida la religiosa, más que en el corpus objetivo de la doctrina.74 Los pensadores religiosos buscaban a Dios en la aspiración psicológica del alma humana más que en los dogmas de la Iglesia. El modernismo trataba la Escritura no como un corpus dogmático, sino más bien como cualquier otro corpus literario antiguo, y se la estudiaba con los instrumentos sofisticados del análisis histórico, la filología, la retórica, la arqueología... Lo que muchos, seguramente la mayor parte, dentro incluso de la propia Iglesia, aceptan hoy como un método científico de investigación, era considerado entonces opuesto a la tradicional lectura bíblica admitida en la Iglesia, de acuerdo con la Contrarreforma y, por consiguiente, en clave antiprotestante. Con esta visión, tradicionalista y conservadora, la función del magisterio pontificio se acentuaba como norma única del control de la fe.
La encíclica Pascendi dominici gregis de Pío X (8 de septiembre de 1907), precedida por un syllabus75 de errores, supuso justamente la condena oficial del modernismo, considerado simplemente como una ideología agnóstica y relativista, y por tanto como una herejía que destruía la verdad revelada.
Existía en Europa, en efecto, cierto número de intelectuales que hoy llamaríamos progresistas y que entonces eran
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considerados negativamente como rendidos al espíritu de los tiempos, entre ellos el biblista francés Alfred Loisy (1857-1940) y el teólogo irlandés George Tyrrell, un jesuita ex calvinista (1861-1909). Desde posiciones diversas, todos ellos acusaban a la Iglesia de medievalismo y resaltaban el carácter histórico-relativo de los enunciados bíblicos y eclesiásticos en torno a la verdad revelada.
En Italia, los sacerdotes y laicos más atentos a lo que sucedía en los centros de investigación solicitaban cautamente la participación de los católicos laicos en la vida cultural y política. El barnabita Giovanni Semeria suspiraba por una apologética que tuviera en cuenta la psicología moderna; el exegeta Giovanni Genocchi promovía encuentros regulares entre los progresistas en su casa de Roma; Umberto Fracassini, que había sido protegido por León XIII y rector del seminario de Perugia, fue considerado como innovador por sus ideas sobre historia de la Iglesia y sobre exégesis; Salvatore Minocchi, que lamentaba la evidente incapacidad eclesiástica para establecer contactos con la cultura laica contemporánea, abandonó el sacerdocio, como hicieron posteriormente Romolo Murri y Ernesto Buonaiutti.76
El P. Alberione resumirá en sus recuerdos la crisis modernista en esta breve síntesis: «De 1895 a 1915 hubo muchas desviaciones en materia social, teológica y ascética, capaces de sacudir las bases de cualquier verdad y de la Iglesia; y hasta de intentar destruirla». Y como ejemplo espectacular citaba el caso de El Santo de Fogazzaro.77 Muchas habían sido, según él, las consecuencias nefastas de aquellas desviaciones: la división del clero en corrientes contrapuestas
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ante el «avance del socialismo» y el «yugo de la dominante masonería», la «gran turbación y desorientación» de las almas,78 los conflictos sociales y políticos, el uso sectario (es decir, no dogmático) de los nuevos medios de información y de la enseñanza.79
Ante tanto descarrío, el P. Alberione escribe en otro lugar: «Más tarde la pastoral tomó una orientación en conformidad con el ejemplo y la obra de Pío X, siguiendo vías constructivas», ya que (nótese la original observación) «Pío X aparecía y se presentaba en una luz fascinadora: el nuevo Jesucristo visible ante la multitud».80
El P. Alberione extrajo de la crisis modernista una lección práctica para su futuro ministerio. Lejos de toda contestación polémica, intentó descubrir los fermentos positivos del discutido movimiento y convertir en praxis pastoral muchas instancias propuestas por los innovadores.81 Como norma programática de la actividad editorial de sus fundaciones, estableció «dar en primer lugar la doctrina que salva. Empapar de evangelio todo el pensamiento y el saber humano. No hablar sólo de religión, sino de todo hablar cristianamente; algo parecido a [lo que se hace en] una Universidad católica, que -si es completa- debe incluir teología, filosofía, letras, medicina, economía política, ciencias naturales, etc., pero todo enfocado cristianamente, todo ordenado al catolicismo. Así la sociología, la pedagogía, la geología, la estadística, el arte, la higiene, la geografía, la historia, todo progreso humano, etc., según la razón subordinada a la fe...».82
¿No es esta la misión pastoral de la Familia Paulina?
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IV. Los temas más importantes de ATP

El libro refleja el contexto eclesial de su tiempo y describe sus características fundamentales, sus sombras y especialmente sus luces.
1. La primera de todas, la fidelidad a la Iglesia, que el P. Alberione expresa en su constante alusión a la legislación eclesiástica y a la doctrina teológica y ascético-moral de aquel tiempo, especialmente con una continua referencia al magisterio pontificio, especialmente el de Pío X, que fue el que más influyó en su formación y que encontramos constantemente en los puntos más importantes de su exposición. Como ya vimos, el Fundador asumió como suyo el programa pastoral del nuevo Papa, que se proponía:
- una renovación general de la vida cristiana;
- un retorno al Evangelio y a la Iglesia, comunidad de esperanza y lugar de salvación;
- la formación de los sacerdotes a la santidad y al ministerio, doble empeño que se unifica en la caridad sacerdotal, es decir, en la cura de almas.
El libro ATP comienza con una cita de la exhortación del Pío X al clero en Haerent animo, que al P. Alberione le suena como una especie de manifiesto: «El sacerdote no puede ser un hombre que vive sólo para sí; no puede tener como lema las palabras: yo-Dios. Es absolutamente necesario que trabaje por la salvación de los demás, y que en la propia bandera escriba: yo-Dios-pueblo».83 Confirma este concepto en una obra posterior, La mujer asociada al celo sacerdotal: el sacerdote que «redujera su vida sacerdotal a la misa y al breviario; o bien quien escribiera en la propia bandera y tomara como lema sólo estas palabras: Yo-Dios, ese tal no sería un sacerdote: le iría mejor el claustro... Téngase, pues, como lema: Yo-Dios-Almas-Pueblo».84
Los ATP están sembrados de otras referencias a documentos
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de Pío X, como el decreto Sacra Tridentina Synodus y el motu propio Inter plurimas pastoralis officii sollicitudines.85 Dedica una atención especial a las encíclicas Acerbo nimis y a Il fermo proposito. La primera ofrece citas para una revisión de la actividad catequística diocesana, que tiene al P. Alberione entre los protagonistas de la comisión catequística querida por el obispo para la elaboración de los programas y los textos de catequesis.86 La segunda sugiere la orientación para la acción social de los católicos en un momento decisivo y conflictivo. El documento se presenta como magisterio de renovación de un Papa «que no destruye sino que guía».87

2. Otra dimensión evidente de ATP es la fidelidad al hombre, considerado en su estado de hombre caído y necesitado de salvación. Esta fidelidad se propone con la típica descripción de los manuales del tiempo, una: descripción de la normativa jurídico-moral y de las sugerencias de los maestros del espíritu, así como de la administración de los sacramentos y el anuncio de la Palabra mediante la predicación y la catequesis.
Aunque sigue vinculado a una configuración nacida en el marco de una eclesiología clericalizada, el P. Alberione se abre a perspectivas nuevas. El estudio de los autores Swoboda y Krieg, como ya vimos, integra y actualiza los modelos clásicos de los grandes pastores, tanto de la edad patrística como de los tiempos posteriores al Concilio de Trento.

3. Temas específicos. En cuanto a las ideas dominantes en ATP, debemos reconocer que las dependencias, las conexiones, incluso los límites que se evidencian en estas páginas no obscurecen la aportación que el P. Alberione trató de dar a la reflexión pastoral en la Iglesia de su tiempo, previa al Vaticano II.
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El autor abre ámbitos de reflexión que tienen que ver con su experiencia desde sus tiempos juveniles (sin excluir su crisis siendo seminarista) y con su sensibilidad, así como con su resolución para afrontar los retos que planteaba el progreso y la respuesta que había que darles. En ATP se percibe la capacidad de su autor para adaptarse continuamente a la evolución en marcha.
En este sentido, el P. Alberione hizo suya la definición pastoral enunciada por Swoboda como «la acción de Jesucristo y de la Iglesia, ejercitada por el sacerdocio para la salvación de las almas»;88 pero añade en seguida, como queriendo explicitar esa concisa afirmación: «Es el mismo ministerio que Jesucristo quiso ejercitar en Palestina: Veni ut vitam habeant et abundantius habeant, y que ahora quiere que sea realizado por aquellos a quienes dijo: Sicut misit me Pater et ego mitto vos».89 De este modo pone el ministerio pastoral de la Iglesia en una relación de continuidad con el de Cristo, motivado por un único anhelo, el de transmitir la Vida, y fundado en una única misión que proviene de la voluntad salvadora del Padre.
La perspectiva del P. Alberione no es pues meramente jurídico-institucional, sino decididamente evangélica, misionera, movida por el anhelo pastoral de un apóstol que se inspira en san Pablo.
Atención especial merece el objetivo de la pastoral, que se presenta como un camino de acercamiento gradual del fiel a Cristo, más aún, de su inserción en él: «hacer que el hombre
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sea cristiano en la mente, en el corazón, en las obras»90 hasta su total cristificación personal y social.
Esta formulación, que el autor desarrollará posteriormente en otras obras,91 a la que apenas se alude aquí, manifiesta ya la adopción del método camino-verdad-vida, destinado a ser el fundamento de la espiritualidad y la formación de los miembros de la Familia Paulina, así como su actividad pastoral.92
Otro elemento característico de ATP es la insistencia en que los destinatarios de la pastoral son todos los miembros del pueblo de Dios, con especial atención a los hombres, a menudo alejados de la Iglesia. El sacerdote-pastor «debe tener en cuenta a todo el pueblo. En muchos lugares... el párroco sólo se preocupa de un pequeño grupo de almas devotas... El párroco es pastor de todos, y hasta debe dejar las noventa y nueve ovejas a salvo para ir en busca de la única pérdida, y aún más cuando las ovejas seguras son un pusillus grex y las perdidas son más numerosas».93
El pastor, enviado a todo el pueblo, debe pues realizar una doble conversión:
- en cuanto a los destinatarios, que no son solamente los pequeños grupos que van habitualmente a la iglesia, sino todas las personas de la parroquia;
- en cuanto a su cometido: que no consiste solamente en presidir el culto en el que participan los devotos, sino en emprender una búsqueda de los alejados y favorecer las ocasiones de encuentro con ellos.
El P. Alberione intuye la urgencia de superar los angostos espacios de ciertas parroquias.94 Intenta mantener en equilibrio
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la relación masa-individuo y, mientras por una parte se preocupa por hacer llegar a todas las personas la palabra que salva, por otra se hace esta pregunta: «¿Cómo conseguir que la predicación sea fructífera incluso para quien no va a oírla? Se trata de un grave inconveniente en la cura de almas de muchas ciudades que únicamente se tenga en cuenta en la acción pastoral al grupo de los ya convertidos y no a los otros, que lo necesitan mucho más. Pues bien, a éstos... sobre todo se les puede hacer llegar un buen periódico».95 La prensa es pues un válido instrumento pastoral.
Es verdad que Swoboda había ya afrontado esta problemática e invitaba a mantener en equilibrio los dos términos de la relación mediante «una acción especial entre las diversas clases sociales».96 Se conoce al individuo y se llega a él dentro de su clase social. El P. Alberione evidencia esta argumentación y comparte la propuesta de superar fáciles absolutismos con un atento planteamiento de la situación de las diversas clases sociales.97 Pero sabe ver al mismo tiempo en el contexto una nueva instancia, es decir, la posibilidad de atender a la masa con medios distintos a los tradicionales: «hacerles llegar un buena publicación».

4. Métodos nuevos. El P. Alberione respeta las formas tradicionales de presentar la Palabra, como son la predicación y la catequesis, pero propone otras posibilidades, como es su apuesta por la buena prensa98 y por otros medios modernos como instrumentos de evangelización, todos ellos
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capaces de llevar la palabra de Dios y la voz de la Iglesia a lugares no eclesiales.
Merece también atención otro breve texto de ATP: «El párroco no debe proceder con método apriorista; es decir, no debe entrar en un pueblo con un programa bien definido en cada una de sus partes..., debe elegir las obras y el modo en ese lugar después de conocer a la gente».99 Y en otro lugar, con una referencia al Divino Maestro, dice: el sacerdote debe tener un «conocimiento preciso de las miserias y de las necesidades, [conocimiento] adquirido al tratar directamente con el pueblo», porque, «¿cómo puede hacer el bien a quien no se conoce? ¿Cómo nos van a buscar si no nos conocen? ¿Acaso Jesús se comportaba así?».100
Se pone pues de relieve la necesidad de conocer a la gente, a las almas, para actuar de manera constructiva.

5. Concreción y globalidad. Todos estos elementos están unificados, o polarizados, por a una gran ansia pastoral y una fuerte sensibilidad social. Gracias a la formación recibida en la dinámica diócesis de Alba,101 el P. Alberione está decidido a intentar la evangelización y la cristificación de la sociedad y a excluir todo lo que no se orienta a ellas.
La acción social del clero y la acción católica se justifican únicamente en esta perspectiva. «Alguien puede pensar enseguida que bajo este título [la acción social... católica] sólo se deba hablar de cajas rurales, de cantinas sociales, de bancos.
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Y no es así, porque aunque estas cosas pueden incluirse y el clero debe participar en ellas de forma moderada», pero no constituyen el servicio pastoral.102
El P. Alberione, cuando escribía estas páginas, estaba comprometido con el canónigo Francesco Chiesa en propagar la Unión Popular en las diversas parroquias de la diócesis de Alba.103 Su orientación es clara: la presencia del sacerdote-pastor no debe distinguirse por el compromiso; dice no al puro espiritualismo y dice no al socialismo y al fundamentalismo. Los párrocos no deben ser sólo hombres de sacristía ni sólo de la calle. Deben saber estar sabiamente en lo social para que toda realidad sea cristificada, incluida la agricultura y la industria naciente en el ámbito parroquial.
Llegados aquí, y teniendo en cuenta los elementos fundamentales del texto, es posible descubrir en el término totalidad la idea maestra de la concepción pastoral del P. Alberione, idea que expresa la necesidad de llegar a toda la realidad humana en su globalidad y a todos los hombres, de toda condición social, con todos los medios que el progreso humano va poniendo al alcance del evangelizador para conseguir el fin de cristificar a todo el hombre y a toda la historia.104
La aportación de su novedad consiste no solamente en la utilización de las nuevas mediaciones instrumentales, sino especialmente en sus numerosas fundaciones, que en su desarrollo histórico están llamadas a actualizar la nueva pastoral en los contenidos y en los medios.

Conclusión

El P. Alberione escribió un texto que no puede, evidentemente, considerarse revolucionario. Es más bien un testimonio de cómo se pueden conjugar tradición y novedad. Sin provocar fracturas inútiles, introduce nuevos gérmenes en la
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pastoral tradicional que, una vez aplicados, garantizan un cambio notable en el plano de la reflexión y de la praxis.
Será esta, por lo demás, la característica que distinguirá al P. Alberione a lo largo de su vida de pastor-fundador, una cualidad indudable que debemos heredar los que trabajamos en la Iglesia de Dios al servicio del reino.

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Queremos dar las gracias a todos los que han colaborado en este trabajo, especialmente a sor Lucia Varo HJBP y a los paulinos Andrea Damino y Giancarlo Rocca, que nos facilitaron datos muy útiles, a Antonio F. Da Silva y Eliseo Sgarbosa por sus sugerencias y su colaboración en esta introducción, a Luigi Giovannini por la revisión de la obra, y a Maurizio Tirapelle por su labor en la parte técnica.
VIRGINIA ODORIZZI, HJBP
ANGELO COLACRAI, SSP
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VII
PRESENTACIÓN1

Conseguir santos sacerdotes para nuestras poblaciones es obra verdaderamente digna de un superior de seminario (el autor es director espiritual de seminario); insistir especialmente en los modos prácticos de ejercitar con celo y fruto el ministerio pastoral es obra doblemente encomiable y muy necesaria en los días que corren. Sean pues benditos estos Apuntes de teología pastoral del buen teólogo Alberione, en los que resplandecen simultáneamente la sólida doctrina y el sentido práctico, lo que hace fácil y seguro el ejercicio de un verdadero pastor de almas. Que los jóvenes, e incluso los ancianos, lean estas páginas dictadas por un vivo amor a la virtud, juntamente con el estudio de las normas más adecuadas a nuestros tiempos para hacer florecer la vida cristiana. Y especialmente que el Señor, con la efusión abundante de sus gracias más selectas, haga que sus ministros en la tierra, venciéndose a sí mismos y apagando toda llamada a la indolencia y al amor propio, quieran adoptar estas lecciones que les propone la Divina Providencia.
Turín, 2 de febrero de 1913.
Cardenal A. RICHELMY
Arzobispo de Turín

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1 G. ALBERIONE, La Beata Vergine delle Grazie in Cherasco, Tip. Albese di N. Durando, Alba 1910.

2 A. DAMINO, Bibliografia di don Giacomo Alberione, Ediciones del Archivo Histórico de la Familia Paulina, Roma 1994³, pp. 25-28.

3 Sobre el cambio del apostolado directo al indirecto, a la espera de estudios más esmerados, pueden consultarse L. ROLFO, Don Alberione, appunti per una biografica, San Paolo, Cinisello Balsamo (Milán) 1998³, p. 75; R. F. ESPOSITO, La teologia della pubblicistica, EP, Roma 1970, p. 71ss; E. SGARBOSSA, “La formazione presbiterale e il sacerdozio di Don Alberione”, en Palestra del Clero, marzo-abril 1996, pp. 661-684.

4 L. ROLFO, Il buon soldato di Cristo, EP, Alba 1978, p. 106.

5 G. MAGGI, “Temi politici e sociali nell'azione dei cattolici albesi del primo novecento”, en Alba Pompeia, Nuova Serie IV (1983), pp. 5-18; P. REGGIO, “Alba: L'ambiente socioreligioso nella città e dintorni”, en Conoscere Don Alberione, Ed. Centro de Espiritualidad Paulina, Roma 1994, pp. 79ss.

6 Cf. G. BARBERO, Il sacerdote Giacomo Alberione, Un uomo - un'idea, Società San Paolo, Roma 1991

2 , pp. 155-158; D. RANZATO-G. ROCCA, 50 Anni di una presenza pastorale, Roma 1988, p. 17ss.

7 L. ROLFO, Don Alberione..., o.c., p. 71.

8 G. ALBERIONE, Abundantes divitiae gratiae suae. Storia carismatica della Famiglia Paolina (AD), Roma 1998, n. 82 y 86.

9 G. ALBERIONE, Appunti di Teologia, II ed., Pietro Marietti editore, Turín 1915, p. XI. Todas las citas de ATP, si no se dice lo contrario, pertenecen a esta edición.

10 Monseñor Natale Bussi (1907-1988), profesor en el seminario de Alba, en una entrevista que le hicieron el 17-8-1982, hablaba de esta metodología usada por el padre Alberione. Los cuestionarios incluían preguntas sobre «cómo hacer pastoral - qué deberes tenían el párroco». A continuación identificaba a algunos sacerdotes a los que había enviado el cuestionario: a monseñor Bartolomeo Dallaorto (1886-1953), párroco en Monforte; a monseñor Luigi Sibona (1874-1947), párroco en Canale-Castellinaldo, y a monseñor Augusto Vigolungo (1869-1941), párroco en Vezza.

11 Cf. ATP, p. IX.

12 AD, n. 83.

13 ATP, p. XI.

14 El texto de 1915 ha sido encontrado en las mayores bibliotecas italianas, por ejemplo en las de Turín, Roma y Nápoles, además de en la benedictina de Cava de Tirreni (Salerno).

15 Difesa ed azione, Mensile dell'Associazione del Clero dell'Archidiocesi di Torino, 11 (1912), p. 135.

16 A. RICHELMY, Presentación, en ATP, p. VII, 2 de febrero de 1913.

17 A. TAVERNA, Rassegna di Teologia Pastorale en La Civiltà Cattolica, 67 (1916) IV, p. 456. Sin embargo, en la misma reseña el P. Alberione recibe algunas críticas sobre la conducta del confesor en relación con los penitentes escrupulosos (cf. nn. 185-201). Con especial dureza se le censura por una afirmación sobre la revelación a los jóvenes de los llamados “misterios de la vida”. El P. Alberione sostiene, en efecto, que esta revelación «debe hacerse... para una mejor educación» (cf. n. 192). La Civiltà Cattolica afirma que este «método de educación, lejos de conseguir la finalidad de preservar a los jóvenes del vicio, abre más bien las puertas de par en par a la corrupción» (cf. p. 459). No sabemos cuál fue la reacción del autor a esta reseña, pero en la edición de 1960 se repite lo mismo sin ningún cambio, excepto en un punto en materia de moral (cf. ATP, III ed., p. 254).

18 G. STOCCHIERO, Pratica pastorale a norma del Codice di Diritto Canonico e in rappoorto alla legislazione ecclesiastica italiana, Marietti, Turín 1921. El libro del P. Alberione se cita en la p. VII. - E. NADDEO, Il vero pastore di anime, Norme Pratiche di Teologia Pastorale dei Parroci Italiani, vols. 2, Ferrari, Roma 1922. La obra del P. Alberione se cita en la p. IX.

19 Cf. A. DAMINO, Bibliografia..., o.c., pp. 148-150.

20 Vita Pastorale, Rivista per la pratica del Ministero Sacerdotale, IV (1921), pp. 4-6. Cf. ATP, n. 104ss.

21 S. ALBERIONE, Prediche alle Suore Pastorelle, vol. 1, EP, Albano Laziale (Roma) 1961, p. 35.

22 La documentación, amablemente cedida por el padre Antonio Speciale, está compuesta por una relación de monseñor Giuseppe Pistoni al propio padre Speciale y por los anexos A, B, C, D, E, F. En la relación, con fecha 16-10-1989, monseñor Pistoni expone sintéticamente sus relaciones epistolares con el P. Alberione. Los anexos son cartas de respuesta a las peticiones del responsable de la edición, excepto el anexo B, que es el prefacio a la tercera edición del libro.

23 ATP, Prefacio a la 1ª edición, p. IX; p. 55 de la presente edición.

24 ATP, Prefacio a la 2ª edición, p. XI; p, 57 de la presente edición.

25 Para una profundización del tema, cf. E. BOSETTI, Il Pastore. Cristo e la Chiesa nella I lettera di Pietro, EDB, Bolonia 1990.

26 En el índice de la segunda edición, en la p. 373, se lee: «Juicio del Emmo. Card. Richelmy sobre la I edición».

27 ATP, n. 52.

28 ATP, n. 79.

29 ATP, n. 363.

30 ATP, Prefacio a la 2ª edición, p. XI; p. 57 de la presente edición.

31 Cf. n. 36 de la presente edición. La primera edición omite el capítulo III y «Los frutos de la piedad, virtudes sacerdotales», prosiguiendo el tratado sin ninguna solución de continuidad.

32 Cf. n. 70 de la presente edición.

33 Cf. n. 37, donde se describe la Alianza Pro Pontifice et Ecclesia, creada en 1913 y constituida en Piamonte en 1915.

34 Cf. n. 45: se omiten las noticias sobre los misioneros gratuitos. En el n. 204 reaparece una breve frase que se refiere a ellos: «sirviéndose también de la asociación de los misioneros gratuitos».

35 Anexo A de la documentación relativa a la correspondencia entre el P. Alberione y el canónigo Pistoni. Cf. nota 22 de esta presentación.

36 Entre los años 1920 a 1930 muchos pastoralistas abandonaron la estructura manualista, muy recargada e inadecuada, y decidieron tratar de forma más rigurosa y tempestiva las problemáticas emergentes debidas a las nuevas situaciones pastorales. Se perfila también en este período una presencia nueva en la actividad pastoral, la presencia del laicado y específicamente de la mujer. Con F. X. Arnold, conocido pastoralista de Tubinga, la teología pastoral adquiere un puesto nuevo y una definición precisa en un cuadro teológico de referencia. Por otra parte, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los 60 se abre paso decididamente un movimiento complejo conocido en el campo católico como “Pastoral de conjunto”. Cf. M. MIDALI, Teologia Pastorale o pratica, LAS, Roma 1985, pp. 61-83.

37 AD, n. 83: «Durante dos años, con doce sacerdotes, en conferencias semanales, estudió los medios para una buena y renovada pastoral. Sobre este tema consultó y obtuvo sugerencias escritas (que transmitía a los seminaristas y a los jóvenes sacerdotes) de unos quince vicarios foráneos. De aquí nació el libro (1913) Apuntes de Teología pastoral...».

38 ATP, III edición, p. 7.

39 En realidad, en el Cuaderno 60 se conserva el manuscrito de las páginas 9-31 de la primera edición de ATP. El caso merece una breve consideración. Del Cuaderno 60, en efecto, se dispone actualmente de las páginas 7-128. Pero las páginas 7-41, correspondientes a dichas páginas de ATP, no son autógrafas del P. Alberione. Se trata probablemente de la obra de un colaborador suyo a quien habría confiado un manuscrito para contar con un ejemplar con letra más legible. Dos son, de todos modos, los motivos que nos llevan a considerar al P. Alberione autor de estas páginas: que las enumerara con su letra, considerándolas a la par con las otras del Cuaderno 60, y la dificultad que encontró el amanuense en la interpretación del texto que tenía delante, dado que dejó algún espacio en blanco para completarlo posteriormente. Por ejemplo, en la página 39, después de la palabra “adoran” sigue un espacio en blanco y dos puntos de exclamación. Señal de que no había sabido interpretar la palabra “temblorosos” del manuscrito original.

40 Cf. sobre este tema F. ARNOLD, Storia moderna della Teologia Pastorale, Città Nuova, Roma 1970, pp. 172-182; C. FLORISTÁN y M. USEROS, Teologia dell'azione pastorale, EP, Roma 1970, pp. 119-121; M. MIDALI, Teologia..., o.c., pp. 18-83; S. LANZA, Introduzione alla Teologia pastorale, Queriniana, Brescia 1989, pp. 36-67.

41 S. DIANICH, L'ecclesiologia in Italia dal Vaticano I al Vaticano II, en Dizionario Storico del Movimento Cattolico, vol. II, Marietti, Turín 1981, p. 164.

42 Cf. C. KRIEG, Cura d'anime speciale, Marietti, Turín 1913, pp. 5, 16-24.

43 Cf. Idem, pp. 9-15.

44 Cf. Idem, pp. 1-41.

45 Cf. Idem, pp. 65-95.

46 Cf. notas 52-53 en las páginas siguientes.

47 Cf. C. KRIEG, Cura d'anime..., o.c., pp. 61-63.

48 Idem, p. 61; H. SWOBODA, La cura d'anime nelle grandi città, Pustet, Roma 1912, pp. 9-15.

49 Cf. G. FRASSINETTI, Manuale pratico del parroco novello, I ed., Tip. Miglio, Novara 1863. El libro tiene el carácter práctico de una colección de consejos prácticos, fruto de la experiencia cotidiana del ministerio. Más que la preocupación por la parte jurídica de la pastoral, prevalece la atención a los deberes pastorales del párroco en relación con las exigencias del tiempo y de la ascética sacerdotal que deben animarle. El libro se divide en tres partes: De los deberes de párroco; de los Sacramentos; De la práctica de algunas virtudes más necesarias al párroco. Traducido a las principales lenguas europeas, fue muy elogiado. El episcopado italiano lo acogió favorablemente y lo propuso a la meditación del clero. Monseñor Gentile, obispo de Novara, envió un ejemplar del libro a todos los párrocos de su diócesis con una carta pastoral de acompañamiento (cf. Introducción a la XI edición, p. 7).

50 Tanto la undécima (1928) como la duodécima edición (1964) fueron publicadas por Ediciones Paulinas por deseo del P. Alberione.

51 G. FRASSINETTI, Manuale..., o.c., Introduzione, p. 9.

52 Cf. E. BERARDI, Theologia Pastoralis, Typ. Novelli-Castellani, Faventiae [Favenza] 1912. Cf. A MICHELETTI, De Pastore Animarum, Pustet, Roma 1912. En este libro la materia se divide en dos grandes partes. En la primera, “De Boni Pastoris persona et obligationibus”, describe la figura del sacerdote pastor y ofrece una lista de sus virtudes características y sus principales deberes. En la segunda parte, “De Pastoribus opera eiusque peculiaribus obligationibus”, trata el tema de las relaciones de los sacerdotes con las diversas personas de la diócesis y de la parroquia. Siguen los capítulos sobre la administración de los sacramentos y las diversas obras que se deben promover en la parroquia. Finalmente trata de todas las normas que deben regular la administración de los bienes temporales. La publicación, sin embargo, no puede catalogarse como obra de especulación.

53 Cf. G. CALANDRUCCIO, Vademecum del parroco italiano, ossia manuale teorico-pratico di leggi ecclesiastico-civili riguardanti i parroci, Tip. dell'Àncora, Nápoles 1901. - G. BARTOLOTTI, Il parroco italiano ne' suoi rapporti con le leggi dello stato, Manuale teorico-pratico contenente dottrina, legislazione, giurisprudenza intorno alle leggi cvili, penali, amministrative e finanziarie concernenti il regime parrocchiale, Pustet, Roma 1910

3 . - G. CORAZZINI, Il parroco. Cenni storici, diritto, legislazione, G. C. Sansoni, Florencia 1913.

54 Cf. F. DE SANTA, Spunti di teologia pastorale, Marietti, Turín 1926, 4ª ed.

55 Cf. E. NADDEO, Il vero Pastore di anime, norme pratiche di teologia pastorale per parroci italiani, 2 vols., Ferrari, Roma 1922; G. STOCCHIERO, Pratica pastorale, a norma del CIC in rapporto alla legislazione ecclesiastica italiana, Marietti, Turín 1921.

56 Cf. C. KRIEG, Scienza Pastorale, Teologia Pastorale, en cuatro volúmenes, versión autorizada sobre la edición alemana por el arcipreste A. Boni, Marietti, Turín. La obra se quedó incompleta por la muerte del autor. Se publicó el I vol.: Cura d'anime speciale (ed. Alemana 1904), Marietti, Turín 1913; II vol.: Catechetica, ossia scienza del catecumenato ecclesiastico (ed. Alemana 1907), Marietti, Turín 1915; III vol.: Omiletica o scienza dell'evangelizzazione della parola di Dio, de la que el autor dejó el manuscrito, publicado póstumamente. En Italia apareció en 1920. - H. SWOBODA, La cura d'anime nelle grandi città, o.c.

57 ATP, n. 268.

58 ATP, n. 299. En el Archivo Histórico de la Casa General de la SSP se conserva el libro de Swoboda usado por el P. Alberione. En todas las páginas del libro pueden verse sus anotaciones y subrayados, que ponen de relieve textos y argumentos utilizados por ATP.

59 El P. Alberione recoge de la obra de Swoboda especialmente las reflexiones sobre la naturaleza de la acción pastoral y sobre los principios. Cf. ATP, nn. 81-87. Per le nuove proposte di organizzazione della pastorale, cf. ATP, nn. 154, 156, 158, 299.

60 ATP, Prefacio a la 2ª edición, p. XI.

61 Cf. “Índice de los Autores” al final del libro. Dentro de la actividad editorial de la Familia Paulina, se han publicado diversas obras de san Alfonso, por sugerencia del P. Alberione.

62 Cf. L. NORDERA, Il catechismo di Pio X. Para una historia de la catequesis, LAS, Roma 1988, pp. 221-290.

63 Cf. S. MARSILI, Storia del movimento liturgico italiano, en O. ROUSSEAU, Storia del movimento liturgico, EP, Roma 1961, pp. 263-269.

64 M. BELARDINELLI, Per una storia della definizione del movimento cattolico, en Dizionario storico del Movimento Cattolico in Italia (DSMCI), vol. I, Marietti, Roma 1981, p. 2.

65 Cf. S. ZANINELLI, La situazione economica e l'azione sociale dei cattolici, DSMCI, vol. I, pp. 323-327.

66 El P. Alberione no fue insensible al tema de la promoción de la mujer, tan debatido a partir de 1900, y se apresuró a en demostrar lo que ella podía hacer en el campo pastoral en su libro La mujer asociada al celo sacerdotal, Scuola Tip. “Piccolo Operaio”, Alba 1915. El testo está dirigido al sacerdote dedicado a la “cura de almas” y le exhorta a contar con la colaboración femenina con fines pastorales, en el ámbito de la familia, de la parroquia y de la sociedad. - Nueva edición, San Paolo, Cinisello Balsamo (Milán) 2001. Traducida por Teófilo Pérez al español: La mujer asociada al celo pastoral, Casa General, Roma 2001.

67 S. ZANINELLI, La situazione..., o.c., pp. 331-332.

68 Idem, p. 332.

69 Cf. ATP, n. 71.

70 Cf. S. TRAMONTIN, Un secolo di storia della Chiesa. Da Leone XIII al Concilio Vaticano II, Studium, Roma 1980, p. 5.

71 Cf. PÍO X, E supremi apostolatus cathedra, Litterae Encyclicae, 4-10-1903, CC, 1903, IV, pp. 129-149.

72 Promotor entusiasta de los congresos eucarísticos internacionales, cuyo número 25 se celebró en Roma en 1905, Pío X animó «la participación activa de los creyentes en los misterios divinos» y promovió el canto y la música sacra. En esta empresa le secundó Lorenzo Perosi (Tortona 1872-Roma 1956), sacerdote e inspirado compositor musical (muy conocido en la Familia Paulina), que fue llamado a Roma para dirigir la Capilla Sixtina. Pío X fue especialmente activo en el campo de la catequesis y dedicó a este tema la encíclica Acerbo nimis (15 de abril de 1905), en la que trataba el tema de la instrucción de los niños, y promovió la obra de la Hermandad de la Doctrina Cristiana. En 1912 promulgó para las diócesis de la provincia eclesiástica de Roma un catecismo que se distingue por su carácter didáctico.

73 F. KERR, O.P., “Rahner Retrospective II: The Historicity of Theology”, en New Blackfriars, 61 (1980), 339.

74 Publicaciones que se remontaban a 1854, como el Enchiridion symbolorum, definitionum et declarationum de H. Denzinger, eran el aval de pronunciamientos romanos para los estudiosos que, hostiles al sentir filosófico general de los tiempos, ignoraban los progresos en el estudio de la Escritura y de la historiografía.

75 Lamentabili Sane Exitu, del 4 de julio de 1907. Syllabus (colección) es el nombre del elenco de las 80 proposiciones condenadas por Pío IX el 8 de diciembre de 1864. El título completo era Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores, y había sido publicado como apéndice a la encíclica Quanta cura. El Syllabus negaba sustancialmente que la Iglesia debiera o pudiera llegar a pactos con las ideologías modernas.

76 Sobre este tema, véanse los siguientes estudios: P. SCOPPOLA, Crisi modernista e rinnovamento cattolico in Italia, Il Mulino, Bolonia 1961; M. GUASCO, Modernismo: i fatti, le idee, i personaggi. San Paolo, Cinisello Balsamo (MI) 1995; L. BEDESCHI, Il Modernismo italiano: voci e volti, San Paolo, Cinisello Balsamo (MI) 1995. Cf. también Conoscere Don Alberione, Strumenti per una biografia, Centro de Espiritualidad Paulina, Roma 1994, pp. 39-127.

77 Cf. AD, n. 89. Sobre el caso de Fogazzaro y de su novela (publicada en 1905), véase L. CARONTI, Fogazzaro, Subiaco e “Il Santo”, EP, Alba 1989.

78 «Con la rápida expansión del modernismo se había producido una gran turbación y desorientación: en la literatura, en el arte, en la disciplina eclesiástica, en el periodismo, teología, filosofía, historia, [sagrada] Escritura, etc. Muchos, sobre todo del clero joven, se desviaron» (AD 51).

79 «La escuela se convertía en el campo donde incrédulos y católicos se disputaban las almas» (AD 54). Sobre estos temas, cf. AD 49-55.

80 AD, n. 50.

81 Cf. Gesù, il Maestro, ieri, oggi e sempre, Actas del Seminario Internacional sobre “Jesús, el Maestro”, Sociedad de San Pablo, Roma 1997, pp. 45-63 (p. 56).

82 AD, nn. 87-88.

83 ATP, n. 1.

84 S. ALBERIONE, La mujer asociada..., o.c., nn. 16-17.

85 ATP, nn. 198, 202 y 234.

86 Cf. AD, n. 80. Cf. G. PRIERO, “Il lavoro di un anno ad Alba”, en Il Catechista Cattolico (1915), p. 267.

87 ATP, n. 324.

88 ATP, n. 81; H. SWOBODA, La cura d'anime..., o.c., p. 11.

89 Jn 10,10: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia»; Jn 20,21: «Como el Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros». Lo que el P. Alberione cita aquí será posteriormente desarrollado en toda su riqueza a lo largo de los treinta años en que guiará a la joven congregación de las Hermanas de Jesús Buen Pastor hacia una conciencia más clara de su identidad apostólica y que funda en tres textos bíblicos típicamente pastorales: Jn 10,1-18; 21,15ss., y 1Pe 5,1-5. Cf. E. BOSETTI, Un commento di Giacomo Alberione sul Buon Pastore, en Un carisma pastorale, Actas del Seminario sobre el carisma, Roma 1985, pp. 141-199.

90 ATP, n. 81.

91 Cf. S. ALBERIONE, Donec formetur Christus in vobis, Pia Società San Paolo, Alba-Roma 1932. Cf. Introduzione en la nueva edición, Roma 2001, nn. 49ss (hay edición en español); AA.VV., L'eredità cristocentrica di Don Alberione, EP 1989, pp. 241ss.

92 Cf. A. F. DA SILVA, Il cammino degli esercizi spirituali nel pensiero di don Giacomo Alberione, Centro de Espiritualidad Paulina, Ariccia 1981.

93 ATP, nn. 86, 132, 139, 140, 141.

94 Esta orientación del P. Alberione será más intensa en los años 1936-38, cuando madura la idea de crear un “Instituto para la Pastoral”, como le gustaba definirlo, además de otras iniciativas como la revista Pastor Bonus (1936-39), el Curso de Teología Pastoral, la dirección de una parroquia en Roma, que quiso fuera dedicada a Jesús Buen Pastor. Cf. R. F. ESPOSITO, Lo specifico paolino delle suore di Gesù Buon Pastore, en AA.VV., Un Carisma Pastorale, o.c., pp. 54-79; cf. D. RANZATO-G. ROCCA, 50 anni di una presenza..., o.c., pp. 43ss.

95 ATP, n. 277.

96 H. SWOBODA, La cura d'anime..., o.c., p. 281.

97 Cf. ATP, n. 87.

98 ATP, n. 277. Para una interpretación exhaustiva de las iniciativas a favor de la prensa en las primeras décadas del siglo XX, cf. G. ROCCA, “La formazione della Pia Società San Paolo (1914-1927)”, en Claretianum, XXI-XXII (1981-1982), 477-482.

99 ATP, n. 327.

100 ATP, n. 84; cf. ATP, 145-146.

101 Sobre la situación socio-religiosa de la diócesis de Alba, cf. G. MAGGI, “Temi politici e sociali nell'azione dei cattolici albesi del primo novecento”, en Alba Pompeia, o.c., pp. 5-18. El autor se refiere explícitamente a la obra realizada por el canónigo Francesco Chiesa y por el P. Alberione, enviados por el obispo a las parroquias para dar a conocer el documento pontificio “Il fermo proposito” y a comenzar la actividad de la Unión Popular. En 1909, tras un período de crisis y de polémicas, los dos enviados comenzaron en la diócesis una intensa acción de propaganda insistiendo en presentar la Unión Popular como una necesidad alternativa al socialismo. Consiguieron notables resultados, pues al final de 1911 la Unión Popular estaba presente en 91 parroquias y contaba con 2.352 inscritos, 800 más que el año anterior.

102 ATP, n. 323.

103 AD, n. 61.

104 Cf. ATP, nn. 81-82, 86-87.

1 En el índice original esta presentación se titula, Juicio del Emmo. Card. Richelmy sobre la primera edición.