Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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CAPÍTULO II
LA SANTA COMUNIÓN

§ 1. - CÓMO CONSEGUIR LA FRECUENCIA

En la confesión se logra la primera unión del alma con Dios y en la comunión la más perfecta, por lo que es hacia ahí a donde debe orientarse el ministerio sacerdotal. Y esto es más evidente y de mayor obligación tras haberse publicado las nuevas disposiciones de la Santa Sede,1 y si se considera la eficacia de la comunión en la vida individual, doméstica y social; si se tienen en cuenta los ardientes deseos del Sagrado Corazón de Jesús.
Los medios son muchos. Aludo a los más importantes, ya que el verdadero celo por la salvación de las almas y el amor a Jesús sacramentado inducirán a buscar muchos otros.
1º. Oración, recitando o haciendo que reciten las personas piadosas o todo el pueblo en la misa y en la hora de adoración solemne la oración por la propagación de la comunión diaria, indulgenciada por Pío X.2
2º. Diligente estudio de los documentos pontificios y episcopales sobre la comunión.
3º. Inscribirse en la Unión Eucarística y en la de los sacerdotes adoradores.
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4º. Trabajar desde el púlpito predicando a menudo sobre temas eucarísticos, con motivo de la lectura del evangelio y en muchas otras ocasiones; explicando con claridad las disposiciones exigidas para la comunión cotidiana y frecuente; aprovechando las especiales ocasiones de las fiestas, los meses y las novenas para invitar al pueblo, como dijimos al hablar de la confesión; recordando que la teoría ayuda poco y que muchas veces no tiene más fruto que despertar la estima del predicador. Es muy deplorable la costumbre, y señal de poca eficacia, de organizar cuaresmas, novenas y meses enteros de predicación sin que terminen con una comunión general y solemne.
Entre las predicaciones que promueven la comunión frecuente están: a) las cuarenta horas, si se las orienta a una comunión general; b) los triduos eucarísticos, si se realizan de forma adecuada, es decir, con dos sermones cada día: meditación por la mañana e instrucción por la tarde, terminando con una comunión general. Han sido recomendados por los Papas. Donde se han practicado, se han conseguido frutos muy satisfactorios. Por ejemplo, en un pueblecito sirvió para conseguir que ochenta personas comulgaran diariamente, cuando anteriormente sólo lo hacían tres una vez a la semana. Sería muy conveniente orientarlo, al menos la primera vez, a fijar la hora mensual de adoración. También se puede exhortar de vez en cuando a los fieles a comulgar el día de su onomástico.
5º. Trabajar desde el confesionario. a) Frecuentándolo, como se dijo antes; b) con preguntas, como cuántas veces comulgan, por qué no lo hacen más, qué motivos hay, si se pueden eliminar, con avisos, insistiendo en que lo hagan;
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explicándoles que, si algunos días les es imposible, lo hagan en otros, por ejemplo el domingo siguiente; diciéndoles que todos pueden acercarse a menudo aunque hayan sido grandes pecadores...; sirviéndose de la colaboración de las mujeres en sus respectivas familias.
6º. De cualquier modo, dando facilidades para que puedan comulgar, celebrando en el altar del Smo. Sacramento, llevando consigo las partículas cuando se celebra en otros sitios, abriendo a tiempo la iglesia, poniendo las misas en horas precisas, conocidas y cómodas; promoviendo el culto eucarístico de muchos modos; también preparando las solemnidades externas con adornos, música y flores naturales, especialmente con ocasión de comuniones generales y horas de adoración. Asimismo pueden ayudar los medios citados cuando se habla de la frecuencia del sacramento de la confesión.
7º. Con la prensa, promoviendo la más amplia difusión de opúsculos y hojas prácticas, sencillas, incisivas y atractivas en relación con el culto eucarístico y especialmente la comunión. Esta difusión puede hacerse de modo especial después de los triduos eucarísticos y de las comuniones generales.
8º. Finalmente, con los enfermos. Hay decretos que les facilitan la comunión, pero aquí nos bastará con decir que es muy importante adoptar los modos de llevar el viático a tiempo y conseguir que la comunión se repita varias veces.
Y como el Papa quiere que los niños que han llegado a una conveniente edad se acerquen a la comunión, podemos deducir que debe también facilitarse la comunión a los cuasi-fatuos. Con ellos, como con los niños, se era demasiado exigentes hasta ahora.
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NB. Es excelente costumbre de muchas parroquias elaborar una estadística anual de las comuniones hechas y confrontarla año tras año.
También puede convenir apuntar los nombres de los que habitualmente no cumplen con el precepto pascual y buscar todos los medios adecuados que permitan disminuir cada año su número. Sé de dos párrocos que son un modelo en esto: uno consiguió reducir la cantidad de ochenta y cinco a doce, con esperanza de reducirlo aún más.

§ 2. - ASOCIACIÓN PARA LA COMUNIÓN FRECUENTE3

Importancia. Figura claramente en la finalidad de la asociación: unión de los sacerdotes para llevar a la práctica con todos los modos posibles al celo eclesiástico (desde el confesionario, el púlpito, las visitas, el catecismo, etc.) el decreto del Papa sobre la comunión frecuente entre los enfermos, los adultos y los jóvenes.

Práctica. El sacerdote no tiene un deber más grave que éste: conseguir que las almas sean realmente cristianas, es decir, que estén unidas a Jesucristo, que vivan la vida de Jesucristo. Las demás obras de celo son los medios para esto: quien no trabaja con este fin no es sacerdote, diga lo que diga. ¿Y cómo se unen las almas a Jesucristo? Especialmente por medio de los sacramentos de la confesión y la comunión. Cuanto más frecuentes sean éstos, mejor se une el alma a Jesús en la tierra para estar definitivamente unidos a él en el cielo. Por eso el sacerdote no tiene un deber más importante que el de atraer las almas a la eucaristía. Tiene pues la obligación grave de entrar en el espíritu de esta asociación.
(Dirigirse a don Poletti,4 sacerdote ya citado).
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Las demás obligaciones al respecto las tenemos por ser sacerdotes, pero también tenemos muchos privilegios espirituales si nos inscribimos.
Es una rama de la Asociación de Sacerdotes Adoradores.5

§ 3. - EDUCACIÓN EUCARÍSTICA DE LOS NIÑOS

Para que los bosques conserven su vigor necesitan nuevas plantaciones. Pío X, para vigorizar y renovar a nuestra sociedad envejecida con sus decretos sobre la comunión de los niños, prepara generaciones en cuyo corazón afluirá desde la infancia sangre abundante y pura, una sangre mezclada con la sangre divina con la participación frecuente en la mesa eucarística. La verdad es que especialmente los niños deben acostumbrarse a la comunión frecuente, pues de ellos se preocupa de manera especial Pío X,6 ya que con ellos es más fácil conseguir lo que se quiere y es contra ellos contra quienes el mundo, la carne y el demonio preparan los asaltos más terribles.

Primera comunión. Transcribo las consideraciones y los deseos manifestados en la primera reunión eucarística de Alba7 (1911) con breves añadiduras:
Considerando la importancia extraordinaria que tiene en la vida del cristiano la primera comunión bien hecha y cuán conveniente es que los niños se acerquen a esta fuente de pureza apenas puedan y antes de haber perdido el candor de su inocencia, deseamos:
1º. Que los párrocos, los sacerdotes y los confesores pongan todo su celo y su influencia para que se cumpla el deseo y la voluntad del Papa sobre la edad para hacer la primera comunión. Los niños
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tendrán tres preparaciones: la remota, que harán sus madres en casa y el sacerdote o quien le sustituya en el catecismo, mediante el estudio y las explicaciones; la próxima, con pequeñas instrucciones apropiadas, como puede ser un triduo y la confesión; la inmediata, ayudándoles a recitar de viva voz los actos de la preparación y la acción de gracias.
Con tal fin, se debe insistir en que, a norma del decreto, la obligación de preparar y presentar la comunión a los niños corresponde en primer lugar a sus padres; los niños, además, pueden ser admitidos privadamente a la comunión apenas sean capaces.
2º. Que en toda parroquia, sea cual sea el número de los que hagan la primera comunión, haya una función especial en tal circunstancia. Y si son muy pocos y se les unen niños que ya la hicieron, se les colocará en lugar especial o se les distinguirá de alguna forma.
3º. Que esta fiesta, en la medida de lo posible, sea de toda la parroquia. Se invitará pues a los padres, a los familiares y a todos los fieles a participar en ella; se dará a la función la mayor solemnidad posible, sin olvidar ninguna de las manifestaciones exteriores que, lejos de distraer la mente y el corazón de los niños, sirven para conseguir mejor el recogimiento interior y hacer más duradero el recuerdo de este día, que debe ser el más hermoso de su vida.

Para exhortar más eficazmente a los familiares de estos niños y a los fieles a participar en la fiesta de la primera comunión, será conveniente publicar las indulgencias concedidas,8 que son: 1. indulgencia plenaria para los niños que hacen la primera comunión; 2. plenaria para los familiares hasta el tercer grado si se confiesan y comulgan; 3. de siete años y siete cuarentenas para los fieles presentes si hacen por lo menos un acto de contrición.
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Son atracciones exteriores, por ejemplo, el adorno de la iglesia como en las mayores solemnidades, el volteo de las campanas incluso la víspera, algunos cantos especiales, la música, la designación de un sitio especial para los niños de la primera comunión, la procesión con ellos si es posible, la distribución de estampas con la fecha y sus nombres y apellidos, algo de adoración, la consagración a la Sma. Virgen... Atracciones exteriores menos importantes, pero que, bien hechas, pueden ser eficaces, son: tratar de que vistan ropa nueva, que tengan una fiesta familiar especial, que lleven algún distintivo, que se les invite a asistir por la tarde a alguna fiesta. Todas estas cosas deben examinarse y aceptarse según la experiencia y las circunstancias de cada lugar.

Otras comuniones:
Es un deber procurar que los niños sigan comulgando lo más posible y adquieran una verdadera educación eucarística. Esto se puede conseguir:
1º. Tratando de que los niños comulguen de forma general varias veces al año. En algunas diócesis está establecido que se haga cada tres meses e incluso cada mes, especialmente con motivo de fiestas, novenas, etc.
2º. Programando alguna vez un triduo o una semana de ejercicios espirituales para prepararlos mejor, con la posible ayuda de los predicadores de la Unión de los Misioneros gratuitos9 o intercambiándose sacerdotes con otras parroquias.
3º. Procurando que los jóvenes comulguen
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3º. Procurando que los jóvenes comulguen | privadamente, valiéndose de la colaboración de sus padres, de sus maestros, de los coadjutores encargados del catecismo y aprovechando ocasiones especiales como la hora de adoración, el final del año, determinadas fiestas, etc.
4º. Aprovechando todos los medios posibles, como instrucciones, avisos, catecismo, facilitando las confesiones. En suma, orientando el ministerio sacerdotal entre los jóvenes a la práctica de la comunión frecuente. Y no desanimándose nunca por fracasos, cansancios o esfuerzos.

§ 4. - TRIDUOS EUCARÍSTICOS

Se parecen a la práctica de las cuarenta horas, pero con el único fin de promover la frecuencia de la comunión.
Parece conveniente exponer el modo de hacerlos. Su importancia se desprende claramente del fin que pretenden y de las recomendaciones de la Santa Sede.
Son de dos clases:
1º. El de la Asociación Sacerdotal Eucarística, establecido con decreto del 27 de julio de 1906 y con el breve del 10 de agosto del mismo año.10 Recuérdense estas normas: a) puede celebrarse en cualquier tiempo que se considere oportuno; b) consta de tres días de ejercicios espirituales, es decir, con meditación e instrucciones cada día. En cuanto a los temas, nada se prescribe, pero se aconseja tratar el primer día sobre la malicia, los efectos y los castigos del pecado mortal y de la situación penosa del pecador, por lo que se exhortará vivamente a volver a Dios. El segundo día se tratará el tema de la gran misericordia de nuestro Señor Jesucristo, especialmente en la instrucción de la confesión sacramental, señalando la necesidad que todos tienen de
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ser conscientes del pecado, de las disposiciones necesarias y el modo de hacerla. El tercer día se puede hablar de la santa eucaristía. c) Terminado el triduo, por la mañana del día siguiente, posiblemente en día festivo, el predicador, con ocasión de la comunión general, que sin duda será numerosa, exhortará con fervorosas palabras al pueblo a que la comunión no sea cosa de un día, sino que la repitan frecuentemente y que algunos la hagan muy a menudo. Ese mismo día, por la tarde, después de la última instrucción, delante del Santísimo, se recita la oración por la propagación de la comunión frecuente y, posiblemente, se distribuye un ejemplar de dicha oración a todos los fieles para que la reciten frecuentemente en la iglesia y en casa. d) Hay indulgencia plenaria para quienes tomen parte en la comunión general, con la condición de que el sacerdote esté suscrito a la Asociación y dé al pueblo la bendición con el crucifijo después de la comunión (breve del 10 de agosto de 1906).
2º. El triduo establecido por la Sagrada Congregación de las Indulgencias (10 de abril de 1907)11 tiene estas condiciones: a) que se celebre en viernes, sábado y domingo inmediatamente sucesivos a la fiesta del Corpus Christi, o en otro tiempo del año por concesión del obispo; b) que los tres días se hagan oraciones públicas con el fin indicado; c) que cada día del triduo haya una instrucción sobre la eucaristía y las disposiciones para recibirla; d) que después de la instrucción, delante del Santísimo y antes del Tantum ergo, se recite la oración por la comunión frecuente; e) que la homilía del domingo sea sobre el evangelio del día y se haga comunión general.
Las indulgencias concedidas y aplicables a las almas del purgatorio son: 1. siete años y siete cuarentenas cada
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día del triduo; 2. plenaria un día a elección de quien asiste por lo menos una vez y con devoción a los ejercicios (confesión, comunión, preces por las intenciones del Papa); 3. otra indulgencia plenaria para todos los que, habiéndose confesado, participen en la comunión general en las iglesias catedrales o parroquiales y oren por las intenciones del Papa.
En estos triduos sería aconsejable, aunque no es necesario, que estuviera expuesto el Santísimo como durante las cuarenta horas, que se adornara bien la iglesia, especialmente el altar mayor, y que se hiciera una hora cada día de adoración solemne.
Algunos libros buenos y recientes para la predicación de un triduo son los de Giardini,12 muy breves: Triduo eucarístico según el espíritu de S. S. Pío X (0,75 liras), y Horas Santas ante el Smo. Sacramento (1,25 liras, Cav. Pietro Marietti, Turín).

§ 5. - CÓMO ASEGURAR EL FRUTO DE LA COMUNIÓN

En nuestros días se está produciendo un consolador despertar de la comunión frecuente. ¿No habrá que temer que la frecuencia disminuya en almas tibias la debida reverencia? Podría suceder que sólo se tuviera en cuenta lo que el decreto establece como condiciones necesarias, como son el estado de gracia y la recta intención, y no se tuvieran en cuenta otros detalles del documento: Los sacramentos de la nueva ley producen su efecto ex opere operato; pero tal efecto es mayor en la medida que lo son las disposiciones con las que se le recibe, y por eso se quiere hacer que preceda
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a la santa comunión una diligente preparación y que la siga una conveniente acción de gracias, de acuerdo con las fuerzas, las condiciones y los deberes de cada uno.
El fruto que debe conseguir la comunión frecuente consiste en que se liberen las almas poco a poco de los pecados veniales y de su efecto.13
Dice el cardenal Bona que son tres las causas que impiden aprovechar las comuniones debidamente:
1º. Quia aliud comedimus, aliud esurimus,14 es decir, porque se recibe un Jesús pobre, un Jesús humilde, un Jesús paciente, un Jesús mortificado, un Jesús caritativo y por el contrario se apetecen riqueza, honor, placer y venganza. Es necesario que el sacerdote, desde el púlpito y el confesionario, haga penetrar poco a poco esta idea en las almas: El deseo de Jesucristo y de la Iglesia de que los fieles se acerquen cada día al sagrado convite es sobre todo para que los fieles, unidos a Dios con el sacramento, hallen en él la fuerza para dominar las pasiones, para purificarse de las culpas leves en las que pueden incurrir cada día, para evitar los pecados graves en los que puede caer la fragilidad humana, y no principalmente para dar el debido honor a Dios ni para considerarlo como una gracia o un premio por las propias virtudes. Este debe ser especialmente el fin de la comunión frecuente. Cada uno en su preparación determinará la finalidad que quiera: corregir un defecto que descubre tener; practicar una virtud que le falta. Si no se va a comulgar con un deseo ardiente y vivo de corregirse, se verifica lo que decía un santo: La comunión termina con la aceptación de todos los pecados veniales... para algunas almas vulgares.
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2º. Omissio necessariae praeparationis.15 Es necesaria por mil razones, y debemos insistir especialmente con las personas que la frecuentan. Se puede inculcar al menos un cuarto de hora de preparación. Cuando las ocupaciones fueran muchas, se puede enseñar a prepararse desde la tarde anterior con algún afecto, determinando el fin de la comunión, durmiéndose con un buen pensamiento, aprendiendo a despertarse con el pensamiento del gran acto que se va a hacer, haciendo pronto algún acto de virtud, pensando en Jesús por el camino, entrando en la iglesia con respeto, etc. De este modo no será necesaria una preparación formal tan larga en la iglesia.
Hay muchos que no saben cómo prepararse de forma inmediata y conviene enseñarles con frecuencia y debidamente, diciéndoles que lleven un libro, pues son muy pocos los que pueden prescindir de él. Y si no tienen libro, que reciten despacio los actos de fe, esperanza, caridad y contrición, algún padrenuestro u otras oraciones. Es una buena costumbre, en circunstancias algo solemnes, hacer alguna exhortación fervorosa antes y después, pero de forma sencilla, clara, despacio, que ayude a que los oyentes tengan los pensamientos y afectos que deben tener siempre.
También es laudable la costumbre de imprimir los recuerdos de Pascua con oraciones aptas de preparación y acción de gracias, con los propósitos que deben hacerse en esa ocasión y con los avisos para conservar su fruto.
3º. Quia ad exteriora statim divertunt.16 Lo que se ha dicho para la preparación puede repetirse para la acción de gracias. Más aún, hay que añadir que la acción de gracias principal está en cumplir a lo largo del día
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nuestros deberes, practicar las virtudes y cumplir las promesas hechas a Jesús. El sacerdote debe insistir en que se recuerde a lo largo del día la comunión de la mañana y que se rece por lo menos alguna jaculatoria; decir que Jesús permanece algún tiempo sacramentalmente en nuestro corazón y que en ese tiempo es necesario excitarse con más atención en actos de amor, acción de gracias, esperanza y petición.

§ 6. - SIGNOS DE PROVECHO DE LA COMUNIÓN

San Francisco de Sales los describe así:
Si nos hacemos más humildes, dulces y mansos, es señal evidente de que se la aprovecha; si no es así, merecéis que se dé a otros el pan, ya que no se trabaja.17
Lo que san Francisco dice cuando habla de dulzura y humildad, se puede aplicar a todas las virtudes: la paciencia, la caridad y la castidad, así como a las obligaciones del propio estado; educación de los hijos, obediencia, trabajo, etc.
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1 Cf. Ex S. CONGREGATIONE CONCILII, Sacra Tridentina Synodus, XX decembris 1905, ASS, XXXVIII (1905), pp. 401-406.

2 Oración por la propagación de la práctica piadosa de la comunión cotidiana: «Oh dulcísimo Jesús, que viniste a este mundo para dar a todas las almas la vida de tu gracia y que, para conservarla y alimentarla en ellas, quisiste ser la medicina diaria de su enfermedad y su alimento cotidiano; te suplicamos humildemente, por tu Corazón encendido por nuestro amor, que derrames sobre todas esas almas tu divino Espíritu, para que las que desgraciadamente están en pecado mortal se conviertan a ti y recuperen la vida de la gracia perdida, y las que por don tuyo viven ya de esta vida divina, se acerquen cada día devotamente a tu santa mesa, para que por medio de la comunión cotidiana, recibiendo diariamente el contraveneno de sus pecados veniales cotidianos, y alimentándose de tu gracia todos los días y purificando así su alma, lleguen fácilmente a conseguir la vida bienaventurada contigo. Amén». Cf. EX S. CONGREGATIONE INDULGENTIARUM ET SS. RELIQUIARUM, Indulgentiae tribuuntur recitantibus quamdam orationem pro propagatione pii usus communionis quotidianae, ASS, XXXVII (1905), pp. 794-795.

3 Tras el decreto Sacra Tridentina Synodus del 20 de diciembre de 1905, que invitaba a los fieles a la comunión frecuente e incluso cotidiana, el cardenal C. Gennari tomó la iniciativa de fundar la Asociación Sacerdotal Eucarística para garantizar la ejecución del decreto. La idea fue cálidamente aprobada por Pío X y la Asociación quedó constituida en la iglesia de San Claudio en Roma. Fue elevada a Asociación Primaria con el breve apostólico del 10 de agosto de 1916. Para más información, cf. G. DOMENICALI (dir.), Congregazioni religiose e leghe eucaristico-sacerdotali, en A. PIOLANTI (dir.), Eucaristia, Desclée, Roma 1957, pp. 975-982.

4 Se trata del sacerdote Carlo M. Poletti, superior de los Padres Sacramentinos de Turín. Cf. Gazzetta d'Alba del 27 de mayo, XXX (1911), n. 21.

5 Cf. ATP, n. 33, nota 29.

6 Cf. S. CONGREGATIO DE SACRAMENTIS, decr. Quam singularis, AAS, II (1910), pp. 577-583.

7 El 13 de mayo de 1911, el director diocesano de los Sacerdotes Adoradores, don G. Priero, anunciaba en Gazzetta d'Alba la primera reunión eucarística de Alba, que tendría lugar en el mes de junio, el día de la octava del Corpus Christi. El 27 de mayo se anunciaba que la presidencia de la reunión estaría a cargo del P. Carlo M. Poletti, superior de los Padres Sacramentinos, de Turín. Cf. Gazzetta d'Alba, 13 y 27 de mayo, XXX (1911), nn. 19, 21.

8 Cf. Enchiridion Indulgentiarum, Typis Polyglottis Vaticanis, Ed. altera, n. 151.

9 Cf. Presentación, nota 34, donde se da noticia de algunos sacerdotes de Alba y parece que se trata de una iniciativa pastoral diocesana con la que los sacerdotes de una vicaría se prestaban para las misiones de algunos días en las parroquias cercanas, aceptando solamente la oferta de las santas misas celebradas.

10 Cf. EX SECRETARIA BREVIUM, Associatio “Sacerdotalis Eucharistici Foederis”, 27 Julii-10 Augusti 1906, ASS, XXXX (XL) (1906), pp. 531-533.

11 Cf. EX S. CONGREGATIONE INDULGENTIARUM, decr. De quotidie SS.mae Eucaristiae, ASS, XL (1907), pp. 317-320.

12 L. GIARDINI, Triduo eucaristico secondo lo spirito di S. S. Pio X, Marietti, Turín 1913; Ore sante dinnanzi al SS.mo Sacramento, Marietti, Turín 1914.

13 Cf. EX S. CONGREGATIONE CONCILII, Sacra Tridentina Synodus, o.c., pp. 401-406, art. IV.

14 Porque comemos una cosa y tenemos hambre de otra. Cf. J. BONA, De Sacrificio Missae, Tractatus asceticus continens praxim, attente, devote et reverenter celebrandi, Marietti, Taurini 1900, p. 211.

15 Por omisión de la preparación necesaria. Cf. J. BONA, De Sacrificio Missae... , o.c., p. 211.

16 Porque se distraen enseguida en cosas exteriores. Cf. J. BONA, De Sacrificio Missae... , o.c., p. 213.

17 Cf. FRANCISCO DE SALES (san), Lettere spirituali, Tomo II, Stamperia Baglini, Venecia 1748, p. 570.