Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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CAPÍTULO I
LA PIEDAD EN GENERAL

Cuando se habla piedad se entiende vida. No es, como algunas almas superficiales entienden, un simple formalismo exterior ni, como calumnian sus enemigos, una ilusión de espíritus víctimas de su misticismo. Es una actividad interna que se manifiesta al exterior con la fecundidad de las obras. El espíritu iluminado por los esplendores de la fe es el primero en entrar en acción, fija su mirada en Dios y penetra cada día más en este Ser infinito. A continuación participa el corazón y, con la fascinación de la belleza y la verdad, se deja llevar al amor y a la unión con Dios. Y la voluntad, bajo el influjo de la gracia, toma decisiones más audaces, obra con más energía. Aparecen entonces los efectos externos: el carácter se dulcifica, las palabras reflejan la caridad sobrenatural, las manos están más dispuestas al celo y maduran los frutos de las obras.
Nótese bien, sin embargo, que del mismo modo que la vida necesita nutrición, así la piedad necesita alimento.
Las prácticas de piedad son los alimentos y las virtudes, los frutos.

Principios:
1º. Hay una diferencia muy importante entre la piedad del sacerdote y la piedad del simple cristiano.
La piedad de éste tiene como fin la propia santificación, mientras que la piedad de aquél procura santificarse a sí mismo
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y santificar a los demás. El simple fiel reza para vencer sus pasiones y para establecer en su corazón el espíritu de Dios; se examina sobre el cumplimiento de sus deberes individuales y tiene ante sí su yo y Dios. El sacerdote, en cambio, especialmente si es párroco, reza por la santificación de su alma y por la de los demás, se examina sobre el cumplimiento de sus deberes y sobre los sacerdotales en favor de la almas.
2º. El simple fiel dispone de sus prácticas de piedad como y cuando quiere, o mejor, como exige el bien de su alma; el sacerdote debe tratar al mismo tiempo de no obstaculizar la comodidad de los fieles.
3º. El sacerdote santifica las almas en la medida de su propia santidad. Cuanto más santo, mejor guiará en los caminos de Dios a las almas que le son confiadas; cuanto más santo, mayor número de pecadores convertirá. Elevar a las almas a la altura a la que uno ha llegado, es cosa relativamente fácil; más allá, por parte del sacerdote, muy difícil. La conversión es obra de persuasión y aún más de gracia, y consigue la persuasión quien la siente profundamente. Obtiene más del Señor quien ora con corazón puro.

Consecuencias:
1º. La oración del sacerdote no es como la oración del simple fiel; el examen de conciencia debe ser más amplio; las devociones elegidas con más diligencia.
2º. Al organizar el horario para la piedad, téngase en cuenta a los demás; por ejemplo, no hacer la meditación apenas levantados si conviene confesar antes; en las meditaciones, elegir temas ordinarios que se adecuen también al pueblo (generalmente); es mejor que la gente sepa que el sacerdote se confiesa y hace la visita; se dará importancia
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extraordinaria a ser de buen ejemplo; hay que saber cambiar las prácticas de piedad por comodidad de los demás.
3º. El sacerdote está más obligado a santificarse porque su alma está más relacionada con las demás almas. Pero es absolutamente necesario saber encontrar el tiempo para las prácticas de piedad que se indican como necesarias para el sacerdote (breviario, santa misa, meditación, lectura espiritual, visita al Santísimo Sacramento, la tercera parte del rosario); si siempre o habitualmente no se lo permitieran las numerosas obras de celo, es mejor dejar alguna y no descuidar la propia alma.
Los sacerdotes jóvenes estar prevenidos atentamente contra el ejemplo de los hermanos descuidados, aunque sean ancianos y superiores; si el anciano sigue adelante sin la meditación metódica, el joven no. Manténgase firmísimo el sacerdote joven ante el ejemplo de quien por desgracia sea muy libre, o de que descuide sus deberes sacerdotales o personales, o de quien dedique su tiempo a cosas no útiles a las almas. ¡Cuántos jóvenes sacerdotes encuentran en esos hermanos un escollo fatal contra el que se rompen los mejores propósitos! Cultívense más las devociones inculcadas, por ejemplo la visita al Santísimo Sacramento, las devociones a san José, al ángel de la guarda, etc.
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