EL PUNTO DE PARTIDA
CAPÍTULO ÚNICO
EL SACERDOTE
Su vida práctica - División de la materia - Advertencias
El sacerdote. Pío X escribe en su Exhortación al clero de 1908 estas gravísimas palabras: «Recordamos al sacerdote que le está prohibido atender solamente a su santificación, porque es el operario a quien Jesucristo llevó a trabajar a su viña. Es un grave deber suyo arrancar las hierbas malas, sembrar las buenas, vigilar para que el enemigo no venga a sembrar su cizaña... Guárdese pues el sacerdote de una vida de santificación individual, olvidando el púlpito, el confesionario, a los enfermos, a los niños, a los afligidos, a los pecadores; pase, como Jesús, haciendo el bien a todos y liberando del demonio los oprimidos».1 Así pues, el sacerdote no puede ser un hombre que vive sólo para sí; no puede tener como lema las palabras: yo-Dios. Es absolutamente necesario que trabaje por la salvación de los demás, y que en la propia bandera escriba: yo-Dios-pueblo.
Del mismo modo que Jesucristo instituyó el sacramento del matrimonio para la procreación carnal, así también estableció el
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sacramento del orden para la generación espiritual; san Pablo dice: Per evangelium ego vos genui.2 Y Jesucristo mismo determinó el fin del sacerdote cuando dijo: Faciam vos fieri piscatores hominum.3 Y lo explicó después mejor con otras palabras: Posui vos ut eatis et fructum afferatis et fructus vester maneat.4
Pesa sobre el sacerdote una gran responsabilidad: un padre de familia responderá ante el tribunal de Dios de los sus hijos, un maestro de sus alumnos y el sacerdote de las almas que puede salvar. El Apóstol, casi aterrorizado ante esta responsabilidad, decía: Vae autem mihi si non evangelizavero!5 Y animaba a los buenos ministros al trabajo: Qui bene praesunt peresbyteri duplici honore digni habeantur.6 Y la doble remuneración es: Centuplum accipietis et vitam aeternam possidebitis:7 el ciento por uno de consuelos espirituales en la vida presente y el paraíso en la futura.
El sacerdote no es un simple docto, ni es un simple santo; es un docto-santo, que se sirve de la ciencia y de la santidad para hacerse apóstol, es decir, para salvar almas.
La vida práctica. Es innegable que en la vida práctica los sacerdotes, especialmente los jóvenes, se encuentran ante graves y diversos peligros de perder de vista este justo concepto del sacerdote. ¡Y cuántos, desgraciadamente, lo han perdido! San Alfonso de Ligorio escribía sobre su tiempo que los sacerdotes buenos eran pocos, por no decir poquísimos. No sé qué diría si escribiera hoy.
1º. Hay quienes creen ser buenos sacerdotes porque recitan devotamente el breviario, celebran la santa misa y añaden alguna práctica de piedad. Pero no
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se examinan sobre el uso del tiempo, sobre el celo, sobre el modo de preparar los sermones, de escuchar las confesiones, etc. No son verdaderos sacerdotes porque carecen de celo.
2º Hay quienes se dedican casi totalmente a obras buenas en favor de los demás, y mientras tratan de ser apóstoles y luz del mundo, se olvidan de echar aceite en sus lámparas, es decir, descuidan el estudio y la piedad. Luego, como sus fuentes están secas, decae también el celo.
3º Y hay quienes, aunque cuidan estos dos elementos de su formación, el estudio y la piedad, cuando se disponen a ejercitar el apostolado, o no conocen suficientemente sus tareas, con lo que fácilmente se vuelven perezosos, o se entregan totalmente a obras externas, olvidando las más necesarias, las espirituales; o bien cuidan únicamente éstas, dejando aparte o tal vez despreciando aquéllas. De ahí los fatales errores en la orientación de las obras, el pesimismo en unos y el optimismo en otros, la desproporción entre el trabajo y el escaso fruto en relación con los sacrificios hechos. ¡Cuántas utilísimas energías desaprovechadas o atrofiadas!
Esos son los peligros del clero joven en cuya eliminación o por lo menos disminución se quiere colaborar con las sugerencias prácticas que damos aquí.
División. Se hablará de:
1º. Cuáles son los medios que debe usar el sacerdote para no sólo formarse, sino también mantenerse como hombre de ciencia sana y piedad ferviente, de modo que tenga una base su vida de celo.
2º. Cuál es la verdadera idea de la cura de almas, cuáles los medios generales que pueden ayudarla, cómo debe regular sus relaciones para abrirse camino en la cura de almas, qué atención exigen ciertas categorías de sacerdotes.
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3º Entre las obras especiales exigidas por el celo sacerdotal están los santos sacramentos, la predicación, las devociones, la acción católica, etc.
Advertencias. Aquí no pretendemos decir cosas nuevas, sino sólo presentar brevemente muchas de las obras que deben realizarse, con algunas reglas prácticas sugeridas por personas experimentadas.
Tampoco queremos elaborar tratados; por ejemplo, hablando de predicación, decir lo que expone un libro de elocuencia. Se trata sólo de ofrecer algunos avisos que no aparecen en los libros de teología, de elocuencia o de derecho canónico estudiados en el seminario, y que sirven para poner en práctica lo que en esos mismos tratados se ha aprendido. Hasta ahora la teología pastoral se ha relacionado excesivamente y casi se ha confundido con los tratados de teología moral, de elocuencia o de derecho canónico. Ni especulativa ni prácticamente hablando son éstos sus campos propios.8
Y permítasenos, aunque sólo sea por una vez, suponer al lector muy instruido no solamente en teología y derecho, sino también en elocuencia, en liturgia, en las disposiciones sinodales, etc., además de santo y experto en los temas de ascética y deseoso siempre de mejorar.
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1 PÍO X, Haerent animo, Exhortatio ad clerum catholicum, ASS XLI (1908), p. 562.
2 1Cor 4,15: «Por medio del evangelio, yo os he engendrado en Cristo Jesús».
3 Mt 4,19: «Os haré pescadores de hombres».
4 Jn 15,16: «Os designé para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca».
5 1Cor 9,16: «¡Ay de mí si no evangelizare!».
6 1Tim 5,17: «Los presbíteros que cumplen bien su misión son merecedores de una doble remuneración».
7 Cf. Mt 19,29: «Recibiréis el ciento por uno y heredaréis la vida eterna».
8 Para un estudio más profundo de la evolución histórica de la teología pastoral, cf. M. MIDALI, Teologia pastorale o pratica, cammino storico di una riflessione fondante e scientifica, LAS, Roma 1985, pp. 17-44.