Beato Santiago Alberione

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MARÍA REINA DE LOS APÓSTOLES

Es la hora de María

Ésta es la hora de la Reina de los Apóstoles.
Muchos son los bienes del actual momento histórico, pero también son muchos los males. Los errores se multiplican, el ateísmo de ha hecho oficial en naciones enteras, se priva a la moral de bases estables, se devalúa la oración entre los buenos.
Se impone la renovación del mundo desde sus bases, dijo Pío XII. Pero María interviene siempre en los momentos difíciles.
Es la hora de María, invocada con el título de Reina de los Apóstoles.
La palabra apóstol, aplicada a los doce, quiere decir enviado como testigo de Jesús para quitar el pecado, hacer hijos de Dios y dedicarse con todas las fuerzas y durante toda la vida a ello.
María fue creada para el apostolado de dar a Jesucristo al mundo; a él, camino, verdad y vida; a él, maestro, sacerdote,
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hostia, ¡Dios! qui totum nos habere voluit per Mariam.1
Jesús es el Apóstol: «Habemus pontificem et apostolum nostrum Jesum Christum»2 (san Pablo).
María es apóstol con Cristo, dependiendo de Cristo y participando con Cristo apóstol.

La primera devoción

María Reina de los Apóstoles es la primera devoción de la Iglesia.
Lo quiso Jesús: «Juan, he ahí a tu Madre», es decir, que la considerara tal, que la amara y sirviera y tuviera con él. Y por eso san Juan «accepit eam in sua».3 Juan representaba a los demás apóstoles. Éstos la veneraban como Madre de Jesús y Madre suya; en ella tenían el ejemplo del modo de vivir el Evangelio; con ella oraron cuando Jesús les faltó: «cum Maria», dice el texto sagrado [He 1,14].
Y María les atendía, les consolaba en las dificultades, les contaba episodios de la vida de Jesús como la anunciación, la visita a santa Isabel, el nacimiento, la presentación en el templo, la huida a Egipto, el hallazgo en el templo. Los evangelistas los relataron después.
Es la hora de la Reina de los Apóstoles. Hoy se multiplican los apostolados y nos encontramos con el consolador despertar del apostolado de los laicos.
María, además, nos ha dado en estos últimos tiempos
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ejemplo de un apostolado para combatir a Satanás y establecer el reino de Jesucristo.
Recordemos:
- la aparición de María a santa Catalina Labouré y la Medalla milagrosa;
- la aparición de María a los dos niños de «La Salette»;
- la aparición de María inmaculada a santa Bernardita Soubirous en Lourdes;
- la aparición de María santísima en Fátima.
En todas estas manifestaciones, declaradas auténticas, María pide siempre que se ore para alejar el pecado del mundo y para que se siga a su Hijo divino. La redención tuvo estos fines; la aplicación de la redención también los tiene.
María es corredentora. Del mismo modo que cooperó en la redención, coopera ahora en su aplicación.
María tiene una misión apostólica en todos los tiempos.

Formemos apóstoles y démosles a María como guía

Creo útil repetir ahora lo que dije en diciembre de 1950 al invitar a todos a considerar nuestra especial devoción mariana.
Téngase en cuenta que hoy es el tiempo de María Reina de los Apóstoles.
Por tanto:
Formemos apóstoles y démosles como apoyo, consuelo y guía a la Virgen santísima Reina de los Apóstoles. Dirijamos una mirada a la humanidad. Tratemos de señalar en un gran mapamundi las regiones católicas, las acatólicas, las musulmanas, las paganas, las budistas, etc., y entre las católicas,
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aquellas en las que el cristianismo se vive en la familia, en las escuelas, en las leyes, en las relaciones sociales, etc., y aquellas donde los bautizados viven una vida casi pagana. ¡Espectáculo desolador! Sólo una quinta parte de los dos mil doscientos millones de hombres gozan de todos los beneficios de la Iglesia católica, es decir, todos los beneficios de la redención. Hay que llegar a un acuerdo: todos los fieles por todos los infieles, todos los fervorosos por todos los indiferentes, todos los católicos por todos los acatólicos, todos los apostolados por todas las necesidades.
Pero como la redención nos llega a través de María, ése es el camino señalado por Dios. No queremos, no podemos hacer de otro modo que no sea el que Dios ha establecido: que quiso y quiere dárnoslo todo por María.
San Jerónimo dice a María: «Nunca se ha salvado nadie sin tu ayuda, Madre de Dios. Nadie recibe el don de Dios sino por ti, llena de gracia».

Por qué Reina

Llamamos a María, y lo es, Reina de los Apóstoles y de todo apostolado por cuatro motivos:
1. María realizó y realiza todo lo que realizan los apóstoles juntos.
Todo apostolado es una irradiación de Jesucristo; dar algo, valga la expresión, de Jesucristo. Por ejemplo, la doctrina con el apostolado de la predicación, la gracia con el apostolado de los sacramentos, la formación
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con el apostolado de la juventud, etc. María nos dio a Jesús entero, camino, verdad y vida. Es ella el apóstol establecido por Dios, pero entendido con Cristo apóstol y por Cristo, como es la corredentora con Cristo redentor. Y esto para cada uno: en la misa la hostia nos llega por María, en la comunión se nos da el hijo de María, en el sagrario habita el hijo de María, en el sacerdocio vive el Cristo hijo de María, la Iglesia es el Cuerpo místico de Jesús hijo de María. Todo bien que constituye la redención o procede de ella nos viene por María. Nada hay sin el Verbo en el plan de la creación y nada hay sin María en el plan de la redención. Y añadamos que nada hay sin ella en el plan de la santificación, que es la comunicación de la gracia del Espíritu Santo a cada alma. Como María llevó en su seno a Jesús desde el momento en que recibió el anuncio del ángel, también llevó en su corazón a la Iglesia desde el momento en que Jesús le dijo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Llevó en sus brazos al niño Jesús y llevó en sus brazos a la Iglesia naciente.
Así también comenzó Jesús su apostolado después del prodigio de Caná, obtenido por María, y así comenzó la Iglesia su apostolado después de la venida del Espíritu Santo invocado durante diez días por los apóstoles con María.
María es apóstol y nosotros participamos del apostolado de María y de Jesucristo «a quo accepimus gratiam et apostolatum».4
2. María tiene la misión de formar, apoyar y coronar de frutos a los apóstoles en todos los tiempos.
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En las buenas vocaciones participa María, que elige hermosas flores del jardín de la Iglesia y las lleva a Jesús. Los noviciados, toda la formación y los estudios puestos bajo la protección de María dan frutos mucho más abundantes. Nuestros apostolados, en su amplísima variedad, reciben luz, fuerza, rectitud y seguridad si todo se consagra a María. Ahí tenemos a san Juan evangelista, explícitamente confiado por Jesús a María; él, joven, amante y virgen, necesitaba más a la Madre. ¿Y los frutos? Fue el apóstol que vivió más años, fue mártir y murió de muerte natural, fue apóstol y evangelista, fue el virgen y el profeta de la Iglesia, nos dejó el Apocalipsis y contempló a la gran Mujer: «Signum magnum apparuit in cœlo; Mulier amicta sole...»;5 y es la Asunción, la corona de los privilegios de María; la Asunción, tan consoladora para nosotros; María, mediadora universal de la gracia. Tengamos con nosotros a María: «Accepit eam in sua».6 Hagamos como san Juan.
3. Es Reina de los Apóstoles porque por María debe realizarse la cristianización del mundo.
San Pío X expuso su programa en su primera encíclica, «Instaurare omnia in Christo»,7 es decir, la cristianización del mundo. Seguidamente publicó otra encíclica en la que señaló el camino para llegar a esa cristianización, que es la verdadera devoción a María, un medio seguro. Escribió: «¿Quién no ve que no hay itinerario más seguro ni camino más corto que María para unir a todos a Cristo y obtener por medio de él la perfecta adopción de los
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hijos, de tal modo que todos seamos santos e inmaculados delante de Dios?». Y ofrece las siguientes razones:
a) María tuvo fe y por esta fe se realizaron todas las cosas anunciadas, con lo cual se convirtió en partícipe y guardiana de los misterios divinos. Sobre ella, después de Cristo, se apoya el edificio de la fe de todos los siglos.
b) Dice el Papa: «Habiendo complacido a la divina Providencia que nosotros tuviéramos al Hombre-Dios por María, a quien llevó en su seno, no nos queda otro camino que recibirlo de las manos de María». Así lo encontraron los pastores y los magos.
c) María fue la única que tuvo una convivencia especialísima con Jesús y un conocimiento especialísimo de él, y por eso no hay nadie más poderoso que ella para unir a los hombres a Jesucristo mediante su conocimiento. La vida eterna consiste en conocer a Dios y a su Hijo encarnado.
d) María es nuestra Madre espiritual, pero verdadera, real y activa. Jesucristo, que se hizo hombre, es también el Salvador: «Ipse enim salvum faciet populum a peccatis».8 Cristo tuvo un cuerpo físico y un cuerpo místico, que es la totalidad de los redimidos por él, y María se convirtió al mismo tiempo en madre de la cabeza y de los miembros, es decir, de la Iglesia. Ella provee a la Iglesia y a los hombres conforme a su corazón, moldeado sobre el corazón misericordioso de Jesús.
e) María, además de dar el cuerpo a Jesús, tuvo la misión de alimentarle, custodiarle y presentarle como hostia, víctima, al Padre. El Papa deduce de esto que es corredentora,
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mediadora, consoladora y ministra en la distribución de la gracia; más aún, es acueducto de la gracia.
f) San Pío X concluye: «Desde la casa de Nazaret hasta el Calvario, María fue compañera inseparable de Jesús, conoció más que nadie los secretos de su corazón y administra casi con derecho materno los tesoros de sus méritos» [enc. Ad diem illum].
4. María es Reina de los Apóstoles porque, además de todos los apostolados generales, ejercitó y ejercita los apostolados particulares.
En su vida terrena ejercitó el apostolado de la vida interior, de la oración, del ejemplo y del sufrimiento.

Los seis apostolados ejercitados por María

El primer apostolado es la vida interior bien practicada. Quien se santifica a sí mismo ayuda a que lo haga toda la Iglesia, Cuerpo místico. El santo pone en circulación en ese cuerpo una sangre pura e inmaculada. María, por ser santísima, fue la criatura que colaboró más que los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes a la edificación, la belleza y la actividad de la Iglesia. La vida interior es el alma de todo apostolado.
El segundo apostolado es la oración. Dice san Jerónimo: «Orad unos por otros para que os salvéis, pues mucho vale ante Dios la oración asidua» [cf. Sant 5,16].
Y san Pablo escribe: «Te ruego, ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres... Esto es bueno y agradable a Dios, el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» [1Tim 2,1-4]. Y María oró más que nadie, mejor que nadie, por las necesidades de todos.
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Tercer apostolado: el buen ejemplo. «Ut videant opera vestra bona et glorificent Patrem vestrum qui in cœlis est».9 Alguien ha escrito: «Un hombre santo, perfecto y virtuoso hace más bien a las almas que un gran número de instruidos y activos con menos espíritu». El ejemplo es instrucción silenciosa que brota de la vida y termina transformando la vida.
Si la palabra sólo sale de la boca, únicamente llega a los oídos. María es el ejemplo de las virtudes teologales, cardinales, religiosas.
Cuarto apostolado: el sufrimiento. Jesucristo redimió al mundo especialmente con su pasión y su muerte: «Quia per sanctam crucem et mortem tuam redemisti mundum».10 Pero en el Calvario había dos altares: la cruz de Cristo y el corazón de María. Una lanza penetró en el corazón de Jesús y una espada atravesó el corazón de María. Es del P. Faber esta expresión: «El sufrimiento es el mayor sacramento». Realmente es lo que da más valor a los sacramentos. Y todos tenemos mucho sufrimiento que ofrecer al Señor con espíritu de apostolado.
Quinto apostolado: la palabra. María no predicó, pero es bien claro que habló con el más grande amor y la mayor prudencia en casa y fuera de ella. Tenemos siete palabras suyas que son un verdadero apostolado, y sobre todo el Magnificat. Los Padres dicen que fue María quien reveló a san Lucas el Evangelio de la infancia. Cada una de sus palabras sigue siendo hoy luz para las almas que meditan.
Sexto apostolado: la acción. La vida de María fue antes de la encarnación y a lo largo de los treinta y tres años vividos con Jesús una prosecución de obras y trabajo para realizar
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su misión, el gran apostolado. En los primeros días después de la ascensión de Jesús, en el cenáculo y mientras la Iglesia daba sus primeros pasos, en el período de las primeras incertidumbres, María era la consoladora, el refugio y el apoyo de los apóstoles. Ninguna mujer católica desempeñará entre las mujeres la actividad, el celo y la instrucción de María entre las mujeres y las jóvenes discípulas de su divino Hijo hasta el final de su misión terrena.

El apostolado celestial de María

Después de su asunción en alma y cuerpo a la gloria celestial, fue constituida mediadora universal de la gracia.
Defendió a la Iglesia de todos los errores, del mismo modo que un día liberó a Jesús niño de las asechanzas de Herodes. En los siglos de las grandes herejías, en los tiempos en que los errores se deslizaban más astutamente, y en el siglo XVI hasta los tiempos del modernismo, «cunctas haereses interemisti in universo mundo»,11 le dice la Iglesia.
Defendió a la Iglesia de los enemigos externos durante el período de las grandes persecuciones, más tarde de las invasiones bárbaras, y finalmente del avance de los musulmanes, de las insidias de Napoleón... Y tenemos como de fe cierta que defenderá a la Iglesia en el momento presente. Es la Reina de las victorias.
En los períodos históricos en que despertó la devoción a María, hubo una evidente orientación de la humanidad hacia Jesucristo.
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María es el refugio de los pecadores, la consoladora de los afligidos y la esperanza de los moribundos.
María es la defensora de la inocencia, la madre de las buenas vocaciones, la tutora del pueblo y del pontificado romano.
Gracias al ejemplo y a la gracia de María, la mujer, ser débil, ha llegado a ser virgen, mártir, apóstol y heroína de la caridad.

Vosotros los que trabajáis...

Vosotros los que trabajáis con tanto celo en los diversos apostolados, elegid a María como guía, luz y consuelo. No os quedéis sin una ayuda tan poderosa para combatir solos contra enemigos tan audaces y astutos. Tened a María por confidente en todo. No vayáis a la lucha sin el arma del rosario. Vuestro celo será siempre más sobrenatural, prudente, conquistador.
Vosotros los que queréis llevar a todos al Señor, a la salvación eterna, infundid una verdadera devoción a María en cada alma, en cada familia, en cada región, en la Iglesia y en el mundo. Veréis, repetido en cada ocasión, lo mismo que vieron los primeros que fueron al encuentro de Jesús, los pastores y los magos, que encontraron al niño en los brazos de María.

Idea correcta del apostolado

Apóstol es quien lleva a Dios en la propia alma y lo irradia a su alrededor.
El apóstol es un santo que acumuló tesoros y comunica, de su abundancia, a los hombres.
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El apóstol tiene un corazón encendido de amor a Dios y a los hombres, siéndole imposible comprimir y sofocar lo que siente y piensa.
El apóstol es un vaso de elección que rebosa y al que las almas acuden para apagar la sed.
El apóstol es un templo de la santísima Trinidad, la cual actúa sumamente en él. En frase de un escritor, el apóstol transpira a Dios por todos los poros con sus palabras, obras, oraciones, gestos y actitudes, en público y en privado, en todo su ser.
¡Hay que vivir de Dios y dar a Dios!

Loor a María Reina de los Apóstoles

Hagamos nuestro el canto que san Cirilo de Alejandría dirige a María: «Por ti la Trinidad es glorificada; por ti la cruz es adorada y exaltada en toda la tierra; por ti hay júbilo en el cielo y se alegran los ángeles; por ti se alejan los demonios y el hombre es elevado al cielo; por ti las criaturas todas, sumidas en el error de la idolatría, llegaron al conocimiento de la verdad; por ti recibieron los hombres el santo bautismo y la Iglesia se extendió por toda la tierra; con tu ayuda las gentes hacen penitencia; por ti el Unigénito Hijo de Dios, luz verdadera, iluminó a los que yacían en tinieblas y sombra de muerte. Por ti los profetas anunciaron y los apóstoles predicaron la salvación a los hombres».

Conclusión: Formemos apóstoles y démosles a María como capitana.
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1 «Quien quiso que nosotros los recibiéramos todo a través de María».

2 «Tenemos a nuestro apóstol y sumo sacerdote Jesucristo» (cf. Heb 3,1).

3 «El discípulo se la llevó con él» (Jn 19,27).

4 «De él hemos recibido la gracia del apostolado» (Rom 1,5).

5 «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol» (Ap 12,1).

6 «Se la llevó con él» (Jn 19,27).

7 «Recapitular todas las cosas en Cristo» (Ef 1,10).

8 «Porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21).

9 «Para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).

10 «Porque por tu santa cruz y tu muerte redimiste al mundo».

11 «Venciste todas las herejías en el mundo entero».