Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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CONCLUSIÓN

Fue muy feliz por la santa alegría que se reflejaba en todos los rostros y por las bellas palabras. Se clausuraban solemnemente los Ejercicios espirituales más extraordinarios de la vida con la palabra amable y confidencial del papa Juan XXIII.

La venerada palabra del Papa

La audiencia, que duró media hora aproximadamente, tuvo lugar en la sala del Consistorio, donde los participantes en los Ejercicios espirituales acogieron la figura luminosa y paterna del santo Padre con estruendosos aplausos.
El Primer Maestro dirigió al augusto Pontífice esta devota y filial expresión de reconocimiento:
Beatísimo Padre:
Como san Pablo, hemos venido de diversas naciones «videre Petrum»,1 felices de contemplar en el Pastor universal de las ovejas y de los corderos a Jesucristo mismo.
Tras un mes de Ejercicios espirituales, pedimos la bendición apostólica sobre nuestros propósitos para que podamos vivir la vida religiosa fielmente. Estamos ligados al Papa con un cuarto voto especial que nos compromete a llevar por todas partes vuestro nombre, centro de la unidad de la
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fe, de la moral y del culto, con los medios propios del Instituto, los del apostolado de las ediciones.
Beatísimo Padre, una sola palabra: creemos, vivimos, amamos y oramos por vuestras intenciones, especialmente por lo que tanto interés tiene para vos, el Concilio Ecuménico.
Pedimos vuestra bendición apostólica para todos aquellos a quienes representamos.

* * *

Y ésta fue la respuesta del santo Padre, tal como pudo recogerla nuestro estenógrafo.
Venerado Padre Fundador y amados sacerdotes y hermanos de la Sociedad de San Pablo:
Quiero excusarme en primer lugar por no haber podido atender vuestro deseo de asistir a la celebración de mi santa misa. No ha faltado mi buena disposición de honrar esta reunión de los sacerdotes de la Congregación de San Pablo con mi misa, pero no he podido. No siempre depende de mí. Por mi parte tiendo más a decir que sí que a negarme, pero se me ha dicho
(y el santo Padre indica a los prelados que le acompañan): No empecemos con estas concesiones, no creemos precedentes, porque no sabríamos dónde iríamos a acabar. ¡Y Nos nos adaptamos con paciencia, bendiciendo siempre al Señor!
Permitid ahora, queridos sacerdotes, que recuerde algunas impresiones de mi adolescencia, impresiones
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que tuve de la vida de san José Benito Cottolengo. Más tarde, tuve esas mismas impresiones cuando visité la Pequeña Casa de la Divina Providencia de Turín. Una pequeña gran Casa, con muchos pabellones para todas las clases de enfermedad. Y cuántas familias para aliviar aquellas enfermedades. ¡Cosas maravillosas! Maravillas que saben hacer los piamonteses. San José Cottolengo, impulsado por el amor de Cristo, comenzaba una obra que no se pararía. También los Salesianos estaban en camino. Esas obras de Dios se han desarrollado y se han difundido, además de en Italia, en muchos otros países, donde han echado fuertes raíces y fructifican abundantemente. Hay siempre abundancia de bien y no crisis. Sus casas y sus seminarios se han multiplicado.
Verdad es que esta palabra,
seminario, en el sentido querido por los Padres del Concilio de Trento, se refiere a los Institutos de formación del clero secular destinado al servicio de la diócesis. Luego el sentido se extendió y los religiosos, que tienen siempre más fuerza que el clero secular, la asumieron para sus instituciones, lo que ha dado lugar a que haya seminarios seráficos, seminarios querubínicos, seminarios jurídicos y demás. Hemos de convenir, no obstante, en que sólo el seminario diocesano es propiamente seminario en el sentido del Concilio de Trento.
Y las maravillas de estas obras florecen y crecen con el paso de los años.
Las obras de la Sociedad de San Pablo siguen el itinerario del Cottolengo, con la diferencia de que, mientras aquéllas se inspiraban en la caridad, éstas usan preferentemente de la inteligencia.
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Se inspiran en el amor a la verdad. Están destinadas a honrar el octavo mandamiento, que es el mandamiento del Señor que más peligra. Ved cómo la mentira está en el fondo de las relaciones entre el hombre y la mujer. Todo en el mundo se resuelve con la traición a la verdad. El octavo mandamiento nos recuerda el culto a la verdad, y vosotros, queridos sacerdotes de la Sociedad de San Pablo, apuntáis con precisión y acierto en esta batalla por el triunfo de la verdad, que es la batalla por Dios, por Cristo, el Verbo de Dios encarnado que es la Verdad.
¡Qué feliz me siento de poder abarcar con una mirada de conjunto vuestra obra! No tuve en el pasado contactos especiales con vosotros, dadas las circunstancias que providencialmente guiaron mi vida y me llevaron lejos, pero los pocos contactos que tuve me permitieron apreciar, como lo aprecia la Iglesia, vuestro buen trabajo.
Ya el beato (y futuro santo) Gregorio Barbarigo, obispo de Padua y fundador del seminario y de la tipografía que lleva su nombre, decía que los libros son un gran medio para difundir el conocimiento de Dios, para defender la verdad en medio del pueblo, especialmente si se la presenta de forma conveniente.
¡Que el Señor se digne bendecir a estos dignos padres reunidos aquí bajo el distintivo de san Pablo con una bendición especial!

Ecce odor filii mei, sicut odor agri pleni, cui benedixit Dominus2 (Gén 27,27).
Es la bendición del patriarca Isaac a su hijo Jacob.
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La palabra del venerado Padre Fundador nos ha iluminado sobre las muchas y admirables manifestaciones de vuestro apostolado y nos han hecho constatar la ayuda especial que aportáis a la verdad. ¡Qué inmenso florecimiento de bien en el campo del apostolado de la prensa, que tan bien responde a las exigencias modernas! ¡Me felicito con vosotros!
Habéis terminado un mes de Ejercicios espirituales y tenéis el alma llena de la luz y la gracia de Dios. Está bien la santidad como base de esta gran siembra
. Odor agri pleni!3 para que produzca sus frutos, abundantes y duraderos. Estoy seguro de que así será. Cuando estamos unidos a Jesucristo, fuente de caridad y verdad, todas nuestras actividades tienen buen principio y tendrán un gran éxito. Tenéis la capacidad y la fuerza de llevar a cabo obras de apostolado adecuadas a las exigencias de los tiempos y capaces de renovar el mundo. Cui benedixit Deus!4
En Francia pude seguir un poco el desarrollo de vuestro apostolado. La labor llevada a cabo por la Bonne Presse en las diversas regiones del país es digna de alabanza, al igual que la labor que la Pía Sociedad de San Pablo realiza en el mundo entero en la colaboración con las Familias Femeninas asociadas, pues también las buenas Hijas de San Pablo se encuentran en ese gran campo de actividades y satisfacciones de bien.
En la Pequeña Casa del Cottolengo me dijeron que en los diversos pabellones había ocho familias dedicadas al servicio de los enfermos. Tampoco vosotros habéis querido estar solos; también vosotros contáis con ocho familias que trabajan a vuestro lado, en la vida religiosa y en el siglo, y habéis elegido como compañeros de viaje a protectores celestiales
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como el arcángel san Gabriel. ¡Qué vasta y meritoria es la siembra espiritual! El escritor, por medio de sus páginas, como el predicador por medio de la palabra, engendra la verdad en las almas y él mismo se refleja con santa satisfacción en el bien realizado. No para envanecerse, sino para sentir un gozo sobrenatural. ¡Qué alegría poder decir: he dado la verdad, esta verdad ha salido de mi corazón! Naturalmente, el resultado es fruto de humildad, de confianza perseverante. Todos somos siervos, todos debemos estar unidos al servicio de la Iglesia.
El venerado Padre Fundador ha querido ofrecer vuestras oraciones por el próximo Concilio. Gracias. Oremos todos. También en el Vaticano tenemos nuestras devociones. También este año haremos el mes de mayo y el predicador apostólico ofrecerá todos los días un pensamiento a los nobles residentes en la Ciudad del Vaticano y a los que quieran participar en la función que se celebrará en la Capilla Paulina dedicada a María
Mater Boni Consilii. El año pasado la intención fue por el Sínodo romano. Se celebró y tuvo éxito, con la gracia de Dios. Este año la intención será invocar las divinas bendiciones sobre los trabajos preparatorios del Concilio Universal. Aunque exija un trabajo inmenso, los preparativos están a buen punto. De todas las partes de la tierra nos llega el eco de las impresiones favorables que nuestra invitación ha suscitado entre los católicos y entre nuestros hermanos separados.
Cuando León XIII dirigió a los cristianos separados su invitación a la reconciliación, no hubo malas respuestas. Hoy las respuestas son buenas y abren el corazón a la esperanza. Debemos abrir los
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brazos a estos hermanos y escucharlos, pues no toda la culpa es de ellos. También nosotros debemos reconocer las nuestras. La invitación no es para el Concilio. Esto queda en manos de los obispos de la catolicidad, para poner al día nuestras cosas entre nosotros, sin que tengan que intervenir otros para discutir y crear una mayor confusión. Por tanto, primero celebraremos el Concilio y luego se podrá tratar.
Mientras tanto los trabajos proceden rápidamente y es evidente que el Señor los bendice. Es la intención que confío de corazón a vuestra piedad. Haced vosotros lo mismo que los abogados consistoriales que postulan en el Consistorio las causas de los santos. Primero piden que se proceda
instanter, luego instantius y por fin instantissime.5
Os encomiendo la santa Iglesia católica. Orad por su unidad. Ut unum sint!6 Proseguid con vuestros generosos esfuerzos por la llegada de un mundo mejor.
Este es mi saludo y mi estímulo. Con tal ánimo bendigo a todos los presentes a esta reunión sacerdotal, bendigo vuestros propósitos, vuestras Congregaciones, a las personas y las cosas que lleváis en el corazón.

El santo Padre impartió la bendición apostólica.

La tarde, antes del Te Deum

Tres compromisos-oraciones:
1. Renovar el compromiso-contrato para la vida expresado en la ceremonia del bautismo, que comenzó así: «¿Qué
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pides a la Iglesia de Dios?». Y la respuesta: «Pido la fe».
Otra pregunta: «¿Para qué te sirve la fe?». Y la respuesta: «Para la vida eterna».
Y añadía el ministro: «Si quieres llegar a la vida eterna, observa los mandamientos».
Seguidamente se renovaron las promesas bautismales.
2. Pero queriendo todavía más, hemos elegido una vida más perfecta, para la que sentíamos la llamada divina: «Si quieres ser perfecto, renuncia a todo, y ven y sígueme» [Mt 19,21].
Y tenemos entonces el compromiso-promesa de Jesucristo: «Vosotros que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna» [Mt 19,29].
Seguidamente se recitó la fórmula de la profesión religiosa.
3. Presentamos a Jesucristo por medio de la Reina de los Apóstoles y de san Pablo los propósitos finales de estos Ejercicios espirituales.
Cada uno en silencio, con humildad y fe, los expresó según como los había preparado y sentía en el momento.
Son los propósitos-empeños para el período de vida que quiera todavía concedernos el Señor. ¡Felices nosotros si en el momento de la muerte somos conscientes de haberlos observado!
Por eso debemos recitar el «Pacto o secreto del éxito» que figura en nuestro libro de oraciones.7
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1 «A ver a Pedro» (cf. Gál 1,18).

2 «Oh, el olor de mi hijo es como el olor de un campo fértil que el Señor ha bendecido».

3 «El olor de un campo fértil».

4 «Que el Señor ha bendecido».

5 «Con insistencia, con más insistencia, con mucha insistencia».

6 «Para que sean una sola cosa» (Jn 17,21).

7 El Libro de las oraciones ha sido mencionado varias veces en UPS, cf. I, 183 y 320. Este libro tiene una larga historia. Cf. I.M.I.P. Preghiere della Pia Società San Paolo, Alba 1922, Scuola Tipografica editrice, 36 [2] p., 16 cm. Es ésta la primera edición, en cartoné, de color amarillo. Además de las oraciones comunes, las oraciones paulinas fueron editadas, renovadas y aumentadas varias veces. Son especialmente notables las modificaciones hechas en 1953. Se añadieron tres nuevas coronitas para la primera semana del mes: la Coronita al Sagrado Corazón de Jesús, la Coronita a San José y la Coronita al ángel de la guarda, una a una publicadas antes en el San Paolo de los números de enero, febrero y marzo y luego introducidas en el Libro de las Oraciones. El libro se presentaba con una nueva estructuración, como afirma el propio P. Alberione en el San Paolo de septiembre-octubre de aquel año (1953, p. 7). El P. Alberione y sus colaboradores hicieron posteriormente otros cambios y añadiduras, hasta llegar a la edición de 1970, que presenta la última formulación aprobada por el Fundador (Le Preghiere della Famiglia Paolina, Roma, E. P., 1970; 397 [1] p., 12,5 cm). Por orden, éstas son las diversas ediciones: Le Preghiere della Pia Società San Paolo, 1922 (38 p.); 1927 (56 p.); 1928 [?] (52 p.); final de los años 20 (123 p.); comienzo de los años 30 (148 p. con el método del examen de conciencia); 1934 (192 p.); 1944 (174 p.); agosto 1944 (236 p.); 1946 (235 p.); 1952/1956 (314 p.). Le Preghiere della Società San Paolo: 1957 (384 p.); 1957-60 (387 p.). Le Preghiere della Famiglia Paolina: 1960 (365 p.); 1962 (365 p.); 1965 (380 p.); 1968 (365 p.); 1970 (376 p.); 1971 (376 p.). Las ediciones de 1975 y 1976 reproducen esta última. Cuando se examinan todas estas ediciones se advierte el gran esmero que el Fundador ponía en el Libro de las Oraciones. Ya en 1922 -cuando parece que se publica la primera edición- se aleja de las devociones de la época (Il fanciullo provveduto, Massime eterne), en cuanto que a las oraciones generales de la Iglesia añade detalles “paulinos”, como las primeras coronitas, el “Secreto del éxito” o “Pacto”, etc. La edición de 1927 -modificada en relación con las anteriores- será la base de futuras ediciones hasta 1944. La edición de agosto de 1944 presenta un cambio nuevo y sustancial, tanto en la estructura como en el contenido. Se convertirá en la base de futuras ediciones. En las ediciones de los años 50 y 60 el Fundador elabora la herencia devocional que dejará a sus hijos (cf. arriba las modificaciones de 1953). En noviembre de 1978 se hizo en la SSP una encuesta entre algunos miembros de la Congregación, cuyo fruto fue la edición de 1985.