Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN VII
LAS LIBRERÍAS

Centros de apostolado

El espíritu de las librerías y centros de difusión se refleja en el cartel que debe aparecer ante los ojos de quienes entran. Es éste:
«Nuestras librerías son centros de apostolado. Por eso llevan la señal del Evangelio y la imagen de san Pablo. No son comercios, sino lugares de servicio a los fieles. En ellas no se vende, sino que se ofrece el apostolado. No tienen clientes sino cooperadores. No son para hacer negocio, sino centros de luz y de calor en Jesucristo. No se mira al enriquecimiento, sino a servir a la iglesia y a las almas. No son para explotar, sino para hacer el bien. Los fieles y el clero han de encontrar en ellas colaboración, luz, orientación en su ministerio; no se trata de precios sino de ofertas. La librería es el espejo de toda la institución San Pablo. Es el punto de contacto con el pueblo, el centro de difusión de todas las iniciativas apostólicas paulinas. Es la Casa Editorial de Dios.
La librería es un templo; el librero, un predicador; los frutos que se buscan son la luz, la santidad, el gozo en Jesucristo y la vida cristiana. El mostrador es un púlpito de la verdad».
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* * *

Art. 214. Procuren particularmente los Superiores reunir en un solo lugar a los jóvenes candidatos discípulos en casas de formación señaladas para ellos bajo el cuidado de un maestro probado, con el fin de instruirlos y prepararlos para el noviciado; y no toleren que vivan disgregados en diversas casas.
Art. 215. Con mayor razón procuren hacer lo mismo con los religiosos discípulos de votos temporales, a los que no han de dejar abandonados a sí mismos, sino que se los deben encomendar a los cuidados especiales de un maestro de espíritu, para que éste forme sus almas en la vida religiosa con oportunos avisos, instrucciones y exhortaciones. Mas para que se pueda proveer más valiosamente a su formación en estas casas, asígneseles un lugar separado para ellos.
Art. 216. Procuren los Superiores y maestros formar sólidamente a los discípulos en la vida religiosa y apostólica. Por lo mismo, instrúyanles con cuidado, con inteligencia y método adaptado a sus posibilidades, en la doctrina cristiana y en la vida religiosa, en la doctrina social de la Iglesia, en la liturgia y canto sagrado, en la historia eclesiástica y civil, en todas las cosas que atañen al ejercicio eficaz del apostolado, o sea al arte técnico y divulgación, y en las demás disciplinas que tocan a la cultura humana y cívica, según las condiciones de tiempos y lugares. En todo esto guárdense las normas establecidas por el Superior general con su Consejo, o las establecidas por el Capítulo general.
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Art. 217. Antes de la profesión perpetua, los discípulos deben hacer en una casa apropiada para ello, al menos durante un año, bajo la dirección de un maestro probado, un curso especial de perfección, según las normas dadas por el Superior general con su Consejo o por el Capítulo general.
Art. 218. En estos centros haya un Consejo formado por sacerdotes y discípulos, que ejercen algún cargo en su formación religiosa, intelectual y técnica, de quienes el Superior reciba luces y ayuda, especialmente cuando se trate de la admisión de los miembros al noviciado y a la profesión.

Centros de difusión

Por «centros de difusión» se entienden las verdaderas librerías abiertas a los fieles o los centros de difusión. Son centros de los que salen rayos de luz y de gracia que iluminan y dan calor a las almas.
Están al servicio de naciones, regiones, diócesis, parroquias, asociaciones y comunidades.
El médico, el abogado o el artista tratan de formarse una clientela con su saber, su trato y sus atenciones con quienes les consultan.
Eso mismo ha de hacer el librero. Debe estar instruido y conocer lo que hay o debe haber en la librería, conocer las necesidades de quien se acerca a él y le consulta, acoger a la gente respetuosamente, interesarse por lo que pide, afanarse en presentar lo que tiene y proveer a lo que le falta y es posible encontrar.
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De este modo consigue clientes habituales y deja buen recuerdo en los ocasionales. Saldrán de allí con la impresión de que han encontrado no un empleado negociante, sino un religioso que conoce su misión.

Requisitos y normas

Para abrir una librería es necesario:
1. Tener personal preparado espiritual e intelectualmente, que haya hecho cursos de preparación y perfeccionamiento.
2. El personal debe ser suficiente. En cualquier caso, si el personal es poco, conviene comenzar con un pequeño centro de difusión en vez de asumir personal externo.
3. ¡Nada de comercio! Por tanto, como línea de principio, la cantidad de la producción paulina debe superar a la externa. Si esta proporción falta al principio, más adelante, y a no tardar, se llegará en medida cada vez mayor.
La Familia Paulina deberá buscar un equilibrio entre redacción, técnica y propaganda, con el fin de que nuestro apostolado sea predicación nuestra, hecha con medios técnicos.
Con editores y libreros puede haber intercambio de libros, con tal de que sean libros de principios sanos.
4. Para una librería se necesita un lugar conveniente y de fácil acceso, con local suficiente y decoroso, más de acuerdo con un ambiente tranquilo y sagrado que con una tienda de comerciantes. De hecho, lo distinguirán las imágenes de Jesús
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Maestro, de la Reina de los Apóstoles y de san Pablo.
5. Generalmente, que haya en una ciudad una sola librería paulina. En las ciudades donde está la Pía Sociedad de San Pablo, corresponde a ésta la apertura y el funcionamiento de la librería, y en las demás a las Hijas de San Pablo.
6. Todas las librerías deben reducir las imágenes y los paramentos al mínimo y valerse de las Pías Discípulas para adquirirlas si es que se difunden.
Las Pías Discípulas pueden abrir centros litúrgicos prescindiendo de lo que corresponde a las Hijas de San Pablo y a la Pía Sociedad de San Pablo.
7. Son necesarios permisos civiles y eclesiásticos para la apertura,
8. El discípulo librero deberá ser muy piadoso, virtuoso, prudente y generoso.
Désele la mayor ayuda espiritual. Que tenga tiempo abundante para la piedad, aunque para ello haya que reducir un poco su tiempo en la librería. Las prácticas de piedad deben hacerse en casa.
Habrá una sustitución razonable y más bien frecuente entre los libreros.
9. Las librerías necesitan mucho esmero. Son algo así como el rostro de la Congregación por el continuo contacto con las personas, que se forman un juicio sobre el Instituto al ver la librería y su personal. Se tiene también por esto una responsabilidad mayor.
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Organización

La organización de las librerías tiene en cuenta la dirección y el ordenamiento.
La dirección es la establecida por el Centro general de las ediciones y el Superior de la casa.
El ordenamiento se refiere al abastecimiento de material para la difusión, su distinción, el esmero y el decoro del local.
Son material para los centros todas las obras, iniciativas y ediciones que pueden contribuir directa o indirectamente al apostolado. Se necesita preparación para elegir.
El abastecimiento de material requiere sagacidad en el pedido, la llegada, la apertura y comprobación de los paquetes, registro de libros y precios de oferta. El mejor parece ser el de la división por materias. En este caso, las impresiones de contenido igual o parecido deben colocarse de modo que estén al alcance de la mano.
En los grandes centros puede distribuirse el material en grupos, subgrupos o secciones.
En cambio, en los centros pequeños puede bastar esta distribución: sagrada Escritura, patrística, predicación, catequística, liturgia, ascética, piedad, hagiografías y biografías, formación, cultura, libros para la juventud, lecturas amenas para hombres, mujeres, jóvenes, jovencitas, niños.

Decoro

El esmero y el decoro del local tienen mucha importancia. Los centros de difusión son lugares sagrados, como la
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iglesia y la escuela, y por tanto debe acompañarles el orden, la limpieza y la estética.
Orden y limpieza en el local, en los anaqueles y en los libros. Bárrase, quítese el polvo, desinféctense los estantes, los escaparates, el mostrador, los libros.
Hay que cuidar la estética especialmente en los escaparates y en las obras expuestas al público. Éstas han de estar dispuestas de modo que produzcan una sensación agradable en quienes las observan. Quien entra, debería poder abarcar de un vistazo la clasificación de los libros y poder dirigirse fácilmente hacia lo que le interesa.
Renuévense a menudo los libros del escaparate, teniendo presente las oportunidades de los tiempos y de las circunstancias.
El orden, la limpieza y el decoro debe cuidarse especialmente en el personal, pues así lo exige la palabra de Dios que se administra, la dignidad del apostolado, el respeto y la caridad con las personas que frecuentan el local.

Conocimiento y presentación

El buen funcionamiento de los centros de difusión o librerías requiere el conocimiento del ambiente y de las publicaciones y el modo de atraer a la gente.
El conocimiento del ambiente popular es necesario para el abastecimiento de las publicaciones oportunas. Se consigue mediante el contacto con las autoridades eclesiásticas y con los fieles. Es necesario un conocimiento de las publicaciones para saber colocarlas en su sitio y para aconsejar. Puede ser directo, por medio de la lectura, o indirecto, mediante guías de reseñas o revistas bibliográficas.
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Para atraer a los lectores es necesario tener el centro bien abastecido.
Quien lo dirige debe ser competente, saber aconsejar la elección y tener habilidad para aprovechar todas las ocasiones de propaganda, como la presentación de los escaparates, los mostradores, el envío de obras como muestra, la visita a domicilio, el uso del teléfono, la entrega directa, etc.
El escaparate debe disponerse de tal modo que llame la atención.
El envío de obras como muestra ayuda a despertar el interés de los fieles, de los religiosos y del clero. Para poder llegar a todos, es aconsejable disponer de ficheros que contengan las direcciones de las personas a las que se pueden enviar las novedades, especialmente si las desean. Consúltense también los periódicos, las revistas, los catálogos, los impresos y los comunicados para estar al corriente de todas las novedades.
Téngase especialmente en cuenta a los amigos, conocidos, cooperadores, párrocos y pastores de almas; también las colectividades, como escuelas, cuarteles, Institutos, cofradías, hospitales, cárceles, oficinas, tiempo libre, fábricas...
Las cartas de propaganda pueden hacerse en serie. Conviene darles un tono personal, firmarlas a mano y evitar el estilo comercial.
La entrega directa en el centro mismo requiere tacto, de tal modo que quien se acerque vea en el mostrador a una persona experta y de ánimo apostólico.
El director de un centro se fija primeramente en sí mismo, en el modo de presentarse, en el garbo, en el tacto, en la limpieza de su ropa y especialmente en el trato delicado.
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Reglas de comportamiento

Las reglas principales para la difusión pueden reducirse a éstas:
- Cuando llega un cliente, evítense las preguntas vacías, como: «¿Qué desea? ¿Qué quiere?». Es preferible una conversación específica, adecuada a cada persona, comenzando con un saludo cristiano: «Alabado sea Jesucristo».
- Una vez que la persona haya expresado su deseo, trátese de satisfacerla plenamente y con premura. Si no se tiene lo que pide, comprometerse a ser posible en conseguírselo cuanto antes.
- Trátese siempre a todos con educación y caridad religiosa, también a los niños.
- Manténganse siempre fijos los precios y no se hagan excepciones fácilmente. Las excepciones alejan los ánimos.
La administración exige el control exacto de las entradas y las salidas, el inventario y el balance.
En esto se requiere prudencia y competencia. No nos fiemos nunca sólo de la memoria, apuntemos todo con orden, método y precisión; obsérvense todas las reglas exigidas por las autoridades religiosas y civiles y por la dirección general.
La experiencia y las circunstancias sugieren al respecto normas particulares.

Normas particulares para el librero paulino

En las librerías debe haber todo lo que es materia de apostolado: libros sagrados de cultura sagrada
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y objetos de culto y de devoción. El Evangelio y la Biblia deben ocupar siempre un lugar destacado.
No se puede tener en la librería nada profano. Los libros que carecen de todo buen espíritu y los objetos religiosos que no son sagrados, traicionan el contenido natural de nuestras librerías y hasta podrían profanarlas.
En cuanto al libro, es necesario también que cada uno sienta la responsabilidad para aconsejar o sugerir. Especial prudencia se requiere cuando se trata de libros de tema delicado.
Estén provistas las librerías de las revistas que dan un juicio objetivo de los libros e instrúyase cada uno lo mejor posible.
a) El librero no puede ser un proveedor de cigarrillos para los amigos de la comunidad que no tienen posibilidades fáciles de dinero.
b) El librero no puede dar dinero a los demás religiosos ni puede prestar a los de dentro o a los de fuera. Tampoco se pueden dar libros.
¿Es correcto hacer que llegue la correspondencia de la sección a nombre propio? Generalmente es mejor que sea anónima. Así el director de la librería la distribuye a los encargados, se entera de todo y conoce la marcha de la librería.
¿Es conveniente que llegue a la librería la correspondencia personal en lugar de hacerla pasar a través del Superior? No es conveniente, y hasta está mal.
¿Falta de confianza? No, se trata de elemental y simple disciplina religiosa. La correspondencia de todos, sacerdotes
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y discípulos, pasa por las manos del Superior. ¿Por qué la vuestra habría de pasar por otra vía? Es cuestión de principio.

La administración de la librería

Como línea general, las entradas de la librería se llevan todos los días al Superior o al ecónomo, que las une a las demás entradas de la casa.
Ningún librero, ni siquiera el director de la librería, puede firmar letras de cambio. Firmar una sola letra de cambio constituye una falta tan grave que merece que se le quite inmediatamente del cargo. También debe eliminarse el uso de pagarés.
Ningún director de librería ni ningún Superior puede aceptar la adquisición de fondos de almacén o de ediciones normales de otras casas editoriales. La única autoridad competente para esto es el Primer Maestro o el director de la Oficina de Ediciones.
En la adquisición de libros de otras casas editoriales, hay que distinguir entre editoriales católicas y no católicas. De las editoriales católicas pueden adquirirse los ejemplares de libros que son solicitados.
De las editoriales no católicas, antes del pedido o de aceptar la oferta hay que asegurarse de la moralidad y de la doctrina del libro.
Guardaos de crear fondos de almacén con libros u objetos adquiridos. Los gustos cambian hoy velozmente, las ediciones se suceden unas a otras y los medios para abastecerse son tan rápidos que no es necesario mucho material. Hagamos que nuestro dinero
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se mueva, que no se enmohezca en los almacenes, donde se anula la ganancia de la librería y la llevan con seguridad a ser pasiva.
Sed precisos en la compilación de los balances y, por lo menos de vez en cuando, hágase el inventario de la librería.
El chismoso, el charlatán, el que en la librería murmura de los propios y de las autoridades, da sentencias sobre política y sobre los acontecimientos del día, la transforma en una tertulia.
Tampoco es la librería un sitio donde lamentarse con los clientes de la propia salud y los propios achaques.
En la librería debe prevalecer el secreto más absoluto. Nadie debe conocer el montante diario, mensual, anual. Ninguna persona de fuera debe conocer las pérdidas o el capital.
Hay que saber amar la librería y el apostolado de la librería y entregarse a él. Pero tampoco debéis ataros tanto a vuestro puesto que os creáis indispensables o inamovibles. Debéis estar en él con responsabilidad, pero dispuestos a ceder el puesto a otro, a cambiar de sitio. No se puede ser siempre directores ni está dicho que tengáis que estar siempre en una librería.
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