INSTRUCCIÓN VI
PROPAGANDA RACIONAL
Nota sobre los Institutos agregados y reparación
Las Anunciatinas, los Gabrielinos y los miembros de «Jesús Sacerdote» tienen un espíritu especial de reparación. El ateísmo es el pecado más grave; con él se niega todo lo que está por encima del hombre, todo culto, toda ley divina, la eternidad misma. Ateos, al menos según sus declaraciones, siempre los ha habido, pero hoy el ateísmo se ha extendido, enseñado, organizado y profesado públicamente. El hombre adoró un tiempo a la diosa razón, hoy a su propio poder. Se diviniza a sí mismo. Pero «quis ut Deus?»,1 y Lucifer fue condenado con sus secuaces al infierno, creado para ellos.
Reparación de Dios Padre con la devoción a la misa.
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Reparación del Hijo con la observancia de los mandamientos y de los votos.
Reparación del Espíritu Santo con la devoción a María santísima.
* * *
Art. 203. Cuiden los Superiores de dejar tiempo y facilidades a sus más jóvenes religiosos sacerdotes para que prosigan sus estudios y saquen de ellos provecho continuo; más aún, si fuere posible, procuren darles maestros que dirijan sus estudios, o al menos vigilen sobre ellos.
Art. 204. Entre los alumnos que sobresalen por piedad e inteligencia procuren los Superiores preparar algunos para los grados académicos y envíenles especialmente a adquirir los grados de filosofía, teología y derecho canónico. Y esto no sólo para conseguir buenos maestros para las clases sino también para que el apostolado prospere con más eficacia.
Art. 208. Los profesos son admitidos a las órdenes mayores con derecho a la mesa común, sólo después de hecha la profesión perpetua. El Superior general da las dimisorias para las órdenes mayores o menores, y siempre ad normam iuris.
Art. 211. Todos los que han de ser promovidos al orden del subdiaconado deben emitir ante el Ordinario del lugar o su delegado la profesión de fe y el juramento contra el Modernismo.
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Art. 212. Los Superiores, antes de permitir a sus alumnos la promoción a las órdenes, hagan un escrutinio cuidadoso para adquirir un juicio cierto acerca de las costumbres de los candidatos, de su piedad, modestia, castidad, inclinación al estado clerical, provecho en los estudios eclesiásticos y de la disciplina religiosa. De las investigaciones hechas y del éxito del escrutinio, hágase un documento veraz, que se ha de conservar en el archivo.
Art. 213. El Superior general, antes de presentar a los alumnos al subdiaconado, además de la inquisición que se menciona en el artículo precedente, debe exigirles a su debido tiempo, un documento firmado de puño y letra por el propio candidato y avalado con juramento en relación con la futura ordenación, en el cual declaren que se acercan a las sagradas órdenes con plena libertad y por voluntad propia, y que conocen perfectamente todas sus cargas y las aceptan, según la fórmula prescrita por la santa Sede.
Discernimiento pastoral
Se ha hecho buen progreso en la propaganda capilar; se ha puesto también en marcha la propaganda colectiva. Ahora conviene insistir más en la propaganda racional.
Insistir más, decimos, porque en realidad, incluso antes de que naciera el Instituto, ya se hacía en la medida de lo posible.
Propaganda racional es el estudio de lo que deberá enseñarse para la salvación y la elevación de los hombres
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en general; el examen particular de las condiciones y necesidades de las poblaciones a las que se nos envía; la preparación en la redacción de lo que es útil, necesario y apto para esa población; antes de comenzar la propaganda, hay que conocer detalladamente la nación, región, diócesis, parroquia, asociación y personas a las que se nos envía; hay que elegir, llevar, presentar de manera adecuada lo que es conveniente; usar los medios más rápidos y eficaces para que llegue de la manera más amplia la palabra de Dios a todos.
Jesús, Maestro de propaganda
A ninguno de los paulinos o de las paulinas les resulta extraño oír decir que Jesús es Maestro de la propaganda. Se da el mismo mensaje, el de la salvación; nos impele el mismo motivo de amor [cf. 2Cor 5,14]; se presenta según la necesidad y el modo adecuado a los hombres; nos sentimos sostenidos por su ejemplo y por su gracia. Nuestro apostolado se mueve en Jesucristo.
Jesús Maestro «recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino» (Mt 9,35).
Su palabra era sencilla, clara, incluso cuando enseñaba doctrinas elevadas. Amoldaba su enseñanza a las necesidades del auditorio. Él, como subraya el Evangelio, conocía al hombre por dentro (cf. Jn 2,25; 6,64). Se adaptaba a los pescadores, a los pastores, a los galileos, a los judíos, a los fariseos, a los discípulos y a los adversarios. ¡Qué diferencia entre la conversación con la samaritana y el coloquio nocturno con Nicodemo! ¡Qué diversidad entre la enseñanza dada a las muchedumbres y la impartida al grupito de los
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apóstoles! Y sin embargo, era siempre el mismo mensaje de salvación.
Del mismo modo quiso que actuasen sus apóstoles.
Análisis de la situación
a) El ministro de la palabra debe poseer la doctrina dogmática, moral, litúrgica, filosófica, social, etc., por lo menos de manera suficiente. Teniendo en cuenta este patrimonio y tesoro, elige lo que más ayuda en el momento oportuno.
Es algo que tiene que ver especialmente con la redacción. Puede usar la Escritura o el catecismo, la Tradición, la filosofía, la historia, etc. Cuando se tiene como referencia el bien eterno, el amor mismo sugiere los caminos que hay que elegir.
b) Son muy diversas las condiciones y las necesidades de las poblaciones. Hay quien tiene una gran cultura y hay quien no conoce los primeros elementos de la doctrina cristiana. Hay quien posee un alma sencilla y sedienta de saber y hay quien tiene la mente llena de prejuicios y está prevenido contra quien se le presenta. Está el niño y el hombre maduro. Está la mujer madre de familia y la joven que se abre a la vida. Está el rico, el avaro y el divertido, como está el pobre, el obrero y la persona piadosa y honesta.
El ambiente puede ser pagano, comunista o protestante, como puede ser cristiano, católico y militante.
c) Sigue la obra del propagandista. Éste tendrá
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que proveerse, en la medida de lo posible, de lo que se necesita para su apostolado.
Antes de comenzarlo hará un examen general y detallado de la zona y del pueblo a los que se le envía: ¿Hay instrucción religiosa o ignorancia religiosa? ¿Se trata de cristianos o de paganos? ¿De católicos o de acatólicos? ¿Es gente de cierta cultura o gente ignorante?
¿Qué leen? ¿Cómo es el cine? ¿Es gente obrera o agrícola? ¿Hay colegios o escuelas secundarias? ¿Puede esperarse colaboración o más bien hostilidad?
Debe hacerse un cuadro completo en el que figure el número y el estado de las parroquias y de los pueblos, lo que hay o falta en cada lugar, los medios que se tienen o faltan.
Conviene disponer de un fichero detallado, parroquia a parroquia, región a región, que se irá completando con nuevas noticias y que se entregará a quien venga detrás.
d) Hágase un estudio del personal, de las fuerzas, de los medios de comunicación y de transportes.
Hay que aprovechar los medios más rápidos y eficaces y usar el coche, el teléfono, el avión, el ferrocarril, etc.
Se ahorran fuerzas y salud y al mismo tiempo se llega antes y a un mayor número de almas. Es habilidad que agrada al Señor.
Suscítense colaboradores y colaboradoras, especialmente en las parroquias y las colectividades.
¡Racional!, aunque haya algo que parezca novedad. Hay que hacer duradero el fruto y multiplicarlo, por ejemplo creando una buena biblioteca.
Destinatarios
Las personas a las que se dirige el apóstol escritor,
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las almas, se puede clasificar bajo ciertos aspectos en tres categorías: incipientes, proficientes y perfectos.
Incipientes en orden al apostolado de la prensa son los niños en la fe, es decir, los niños que dan los primeros pasos en la vida cristiana, el pueblo en general, el pueblo del que quería hablar san Agustín en De catechizandis rudibus.2
Proficientes son los adolescentes en el saber, es decir, los estudiantes encauzados al estado eclesiástico o a una profesión y los jóvenes y adultos de cultura media o de alta posición social.
Perfectos son los eclesiásticos o laicos que hacen estudios profundos y completos sobre la religión.
Entre estas tres categorías, la primera y más necesitada de apostolado es, naturalmente, la de los principiantes. Son los que constituyen la gran masa de los hombres necesitados de que se les reparta el pan de la verdad y de la vida cristiana mediante la enseñanza catequística. Se puede afirmar, haciendo un cálculo aproximado, que de los tres mil millones de personas vivientes, ocho décimos por lo menos, es decir, más de dos mil millones, pertenecen a esta categoría. Son la masa.
Ellos han de contar con las predilecciones del apóstol, quien tiene, como el divino Maestro, la misión de dirigirse con preferencia a los pobres y humildes: «evangelizare pauperibus misit me».3
A los principiantes les siguen los proficientes. El apostolado dirigido a ellos es importante no tanto por el número, cuanto por su calidad. Se trata de una parte relativamente
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pequeña de la humanidad, pero a la que le corresponde, por su influencia moral o por su posición social, patrimonio y relaciones, la parte directiva de la sociedad.
No son los grandes pensadores y los grandes escritores los que dirigen a las masas, sino los grandes divulgadores, y por eso guiar a éstos equivale a guiar a los capitanes de un ejército.
Se trata del grupo social y del momento más difícil, en que los educadores han experimentado las mayores dificultades y desilusiones, pero también los mayores entusiasmos y los frutos más estables.
Instruidos y bien guiados, los proficientes comprenden la religión -en líneas generales- mejor que los principiantes, pues poseen una mejor preparación. Más aún, con el nuevo fundamento racional, tendrán una mayor facilidad para ser fieles a Dios y a la práctica del «psallite sapienter».4
Finalmente los perfectos. El apostolado sigue siendo en éstos la obra formadora del «hombre nuevo» en Jesucristo y se le comunica más intensamente, «ut abundantius habeant», la verdad, la moral y la gracia. De este modo se consolida en ellos el fundamento racional de su fe, se desarrolla el verdadero sentido de la moral y se les ayuda a conseguir la gracia necesaria a las circunstancias particulares de su vida.
La importancia de la formación religiosa de esta clase social de personas se deriva de la necesidad de conquistar para la Iglesia al grupo docente, a la jerarquía de orden y jurisdicción, dadas las necesidades de contar con una defensa competente de la religión católica contra los asaltos de la incredulidad y de la herejía, así como la necesidad
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de iniciativas de conquista de las mentes, de las voluntades y de los corazones, para formar de este modo una única y gran escuela, la católica.
Formar a los perfectos significa promover los diversos apostolados, impregnar la ciencia, la civilización, las artes, las costumbres, la legislación, la escuela y la prensa con el pensamiento cristiano.
Significa tributar honor a Dios e impetrar por medio de Jesucristo que todos los hombres se conviertan en verdaderos hijos de Dios.
Encuentros de verificación
Conclusión semanal o mensual del trabajo realizado. En las casas pequeñas es la Maestra o el Superior quienes dirigen la propaganda. Reciben disposiciones, las aceptan y las siguen. En las casas más pobladas habrá una persona encargada, pero guiada por el Superior o la Superiora.
Se hacen reuniones, se presentan los balances, se comentan las dificultades, se prepara el trabajo para el próximo futuro, se reza. Así pues, recuperación espiritual y recuperación física con alegría.
Estas reuniones son muy necesarias porque se ponen en común los buenos pensamientos, se comentan y se toman decisiones prácticas.
Cuando se ponen en circulación todas las propuestas y pareceres se tiene una propaganda racional.
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Venta a plazos
Entre las ediciones hay obras de menos valor y menor oferta, y lectores con mayores y menores posibilidades.
Cuando la difusión suponga dificultades para el comprador por razones económicas, se puede proponer el pago a plazos. Es decir, el comprador pagará al adquirir la obra una entrada razonable y luego pagará mensualmente una cantidad acordada.
Cuando hay personal paulino con capacidad, es una forma preferible.
Este sistema [de pago a plazos] tiene ventajas y desventajas notables, tanto por parte del editor como por parte del comprador, algo que es evidente.
Para reducir los inconvenientes y asegurar las ventajas, pueden seguirse las normas siguientes:
a) Manténgase en sus justos límites la venta a plazos; a veces son suficientes dos o tres mensualidades; otras, hasta dieciocho plazos, lo máximo.
b) Ténganse en cuenta la posibilidad y garantía moral de que el acuerdo llegue a buen fin, tanto por una parte como por la otra.
c) La venta a plazos es una concesión, no una condición; si es posible pagar al contado, se puede hacer un descuento o reducción proporcional.
d) Ténganse en cuenta los mayores gastos de oficina por una parte y los mayores inconvenientes del comprador para ser puntual.
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e) No se puede recurrir a la venta a plazos en obras menores ni concederse mensualidades muy pequeñas.
Difusión desde casa
Es la primera forma de propaganda y la más conveniente.
1. Publíquese periódicamente el catálogo, que se completa todos los años y se actualiza teniendo en cuenta las ediciones nuevas o agotadas.
2. Sistemáticamente, úsense folletos de propaganda antes de que aparezca un libro, una película, un periódico; también se pueden aprovechar circunstancias especiales, como el mes de la Virgen María.
3. Promover las pre-suscripciones de libros, películas e iniciativas diversas.
4. Háganse anuncios en los periódicos y revistas; también portadas de libros, uso de Vida Pastoral, etc.
5. Usar la radio, el púlpito, las conferencias.
6. Interesar a comunidades, asociaciones, librerías, etc.
7. Preparar una lista de direcciones de probables lectores, divididos por categorías, en diferentes ficheros.
8. Acuerdo conveniente y razonable con las Hijas de San Pablo. Los paulinos y las paulinas tratan de promover en las librerías las ediciones de unos y otras sin distinción. En la producción habrá una adecuada división de campos, que será tratada entre el Superior
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y la Superiora, así como las condiciones, descuentos, número de ejemplares.
9. La Oficina de Ediciones dirige [editorialmente] a toda la provincia, conforme haya dispuesto el Superior.
Propaganda de los cooperadores
Pueden ser de gran ayuda.
Cooperadores con la propaganda de libros y periódicos, para depósitos y bibliotecas, para escuelas y asociaciones, películas y objetos religiosos.
Cooperadores para la distribución de los periódicos semanales y mensuales y para hacer suscripciones.
Hay que formarles. Cada casa puede conseguir un grupo de amigos, de cooperadores, de suscriptores a los que enviar todas las novedades que aparezcan a lo largo del año.
Para esto es necesario que la oficina de propaganda tenga estabilidad y sea guiada por un religioso diligente.
La propaganda indirecta: cualidades intrínsecas
La hace el contenido del libro mismo, el autor, la Oficina de Ediciones, los técnicos.
El contenido. Cuando contiene lo que se busca. Cada cual busca lo que le es útil. Gasta sin miramiento su dinero
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si le conviene lo que se le ofrece: periódicos, libros, películas, etc., que tienen interés y son atractivos. Hay algunos productos que, por más que se haga, no tienen aceptación. Hay periódicos que aumentan en número de ejemplares constantemente y libros que en poco tiempo repiten ediciones y se traducen a otras lenguas. Se da también el caso contrario en muchas publicaciones.
En cuanto al contenido, hay publicaciones que están destinadas a categorías restringidas de personas, como puede ser una gramática de lengua hebrea.
Hay periódicos con mucha riqueza y variedad de firmas, de noticias, de temas, etc., y por eso interesan y satisfacen a un gran número de lectores: al hombre religioso, político o artista; valen para el cocinero, el jardinero, el agricultor, etc.
Téngase en cuenta también en cuanto al contenido que puede haber libros científicos o narrativos, o de tema pasional, pero siempre la difusión debe fijarse en lo útil, es decir, en lo que busca el lector, el espectador, el conferenciante, etc.
También es muy conveniente la brevedad, el estudio de los títulos, las divisiones en subtítulos, los resúmenes, etc.
Hay otras circunstancias, como un tema que interesa por su actualidad, y la misma materia puede ser tratada de manera popular o con la altura propia de los intelectuales.
Notoriedad del autor
El autor puede ser ya conocido por su ciencia, lengua, estilo o modo de narrar. Un director de cine es muy diferente a otro.
El libro adquiere valor también de la casa editorial,
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de la productora de películas, obras de arte, etc., porque goza de buena fama; su nombre es garantía de ediciones seguras.
Hay periódicos y revistas que se buscan sólo por sus artículos de fondo, por un autor de competencia especial o porque están muy al día en las noticias y las materias que tratan.
Frecuentemente una colección de libros interesa por el nombre de uno o algunos autores.
Oficina de Ediciones. Tiene cometidos de la máxima importancia:
a) Debe conocer el ambiente al que se dirige para satisfacer las necesidades, así como los medios de que puede disponer; debe elegir entre lo que se le presenta, buscar lo que falta y cuidar la producción.
b) Debe conocer autores, obras, colaboradores, técnica y difusión; juzgar el valor, la capacidad, la doctrina, la tempestividad; prever con cierta seguridad a los gastos y las entradas, para que cada apostolado tenga vitalidad y pueda aumentar gradualmente, en modo particular el bien que la actividad apostólica hará como aporte a la sociedad.
Presentación
Técnica. La buena presentación tiene muchas veces una función decisiva por la impresión que causa en los lectores.
Hay quien sabe elegir la portada que expresa la tesis o el episodio central del libro, de la revista, etc.
Hay quien conoce bien el ánimo y la psicología del
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lector, aunque éste se sienta desilusionado cuando lea o contemple una proyección en el cine.
Influye la elección del tipo de letra.
Influye la estética de la página.
Influyen la impresión y el formato.
Influye la encuadernación.
Un buen técnico interpreta bien al autor y el contenido de la obra, conoce los gustos del tiempo, a veces aconseja al propio escritor y tiene en cuenta los gastos con vistas a la difusión.
Regla de oro: que haya un buen entendimiento entre la Oficina de Ediciones, el técnico y el propagandista.
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1 «¿Quién como Dios?» (traducción del nombre de Miguel, cf. Ap 12,7).
2 Tratado sobre la Catequesis de los principiantes
3 «Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres» (Lc 4,18).
4 «Cantadle un buen cántico» (Sal 47[46],8).