Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN I
A SOLAS CON EL MAESTRO1

La bienvenida a los hermanos

Bienvenidos, queridos hermanos, a esta casa destinada exclusivamente a la reconciliación y santificación de nuestras almas, a la reflexión y la actualización de los ministerios y de los apostolados. Es un don maravilloso entre los muchos que Jesús Maestro ha hecho a la Familia Paulina, y no sólo para la Familia Paulina.
Os recibe amablemente en su casa el Maestro divino para descansar de tantos trabajos en numerosos campos: «venite in desertum locum, requiescite pusillum».2
Os recibe María, a quien Jesús constituyó «Matrem Ecclesiae, Magistram et Reginam Apostolorum»,3 que tanto nos ha amado, socorrido y animado desde la infancia hasta hoy y a quien tanto habéis predicado.
Os recibe nuestro padre, maestro y protector, san Pablo, que tanto nos ha amado, protegido y apoyado, y cuya doctrina, devoción y nombre habéis llevado por diversas naciones y a quien habéis glorificado. Fue padre y madre para todos sus hijos, y por eso creció la Familia Paulina, que es suya. Es verdad que, aunque tuvierais diez mil maestros, sólo tenéis un padre: «per evangelium ego vos genui»4 (1Cor 4,15).
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Actualización de las Constituciones

La primera finalidad de estos Ejercicios es la actualización de nuestra vida a las Constituciones5. Con más precisión: el buen cristiano debe actualizar su vida y conformarla mejor cada día al Evangelio, y el buen religioso debe cotidianamente actualizar su vida y conformarla mejor a sus Constituciones, que son, según Pío XI, la aplicación concreta del Evangelio a la práctica de los consejos evangélicos para la perfección y el apostolado.
Por tanto, tendremos que leer todos sus artículos y distribuirlos a lo largo del mes.
En este primer encuentro leeremos los artículos fundamentales y seguidamente nos detendremos en los dos primeros.
Art. 1. El fin general de la Pía Sociedad o Congregación religiosa clerical de San Pablo Apóstol, es procurar la gloria de Dios y la propia santificación de los miembros por la observancia de los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, como también por la organización de su vida, dentro de la vida común, según la norma de los sagrados cánones y las presentes Constituciones.
Art. 2. Por otra parte, el fin especial de la Pía Sociedad de San Pablo Apóstol consiste en que los miembros cooperen a la gloria de Dios y salvación de las almas, en la divulgación de la doctrina católica por medio del Apostolado de las Ediciones, esto es, de la prensa, cine y radio, televisión y otros medios más fecundos y rápidos o inventos de cada época, que el progreso humano proporcione y las condiciones y necesidades de los tiempos exijan. Procuren,
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pues, los Superiores que cuanto por concesión de Dios viniere a descubrir el progreso en el campo de las ciencias humanas y de la técnica industrial, no se abandone para ruina de los hombres, sino que se use y efectivamente sirva para la gloria de Dios y salvación de las almas, o lo que es lo mismo, para la propagación de la doctrina católica.
Art. 3. La Sociedad no busca lucro humano en la consecución de este fin específico. Por tanto, no se reciban ni se pidan donativos o recompensas, sino en cuanto, según el juicio prudente de los Superiores, sean necesarios para cubrir las necesidades de la Sociedad y sus obras, para su necesaria evolución y seguridad.
Art. 4. No es lícito, sin autorización de la santa Sede, cambiar por otro el fin especial de la Sociedad o aceptar de modo permanente trabajos no comprendidos en el mismo fin, según se halla definido y circunscrito en estas mismas Constituciones.
Art. 5. La Sociedad, constituida bajo la advocación y patrocinio de san Pablo apóstol, doctor de las gentes, profesa devoción particular también a Jesucristo nuestro Señor, divino Maestro, como también a la bienaventurada Virgen María, Reina de los Apóstoles.

Estos son los primeros cinco artículos de las Constituciones.

Preparación a dos balances

Actualizar nuestra vida a las Constituciones es la finalidad principal de este mes paulino. Agradezcamos al Señor esta misericordia singular de un
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mes de Ejercicios espirituales. En cuanto a mí, puedo decir que conseguí mucho fruto de los Ejercicios espirituales de un mes cuando los hice. Se experimenta particularmente esta ventaja cuando se han vivido ya algunos años de sacerdocio o de profesión, y de manera especial cuando uno se encuentra aproximadamente «en la mitad del camino» de su vida. Nuestra vida está siempre en las manos de Dios, pero de este modo nos expresamos según su duración ordinaria.
Considerando el camino recorrido, son muchas las conclusiones útiles que podemos sacar de las experiencias pasadas. Si la historia es generalmente maestra de la vida, nuestra historia particular es maestra de nuestra vida personal. La historia de la vida pasada es maestra para la vida que todavía esperamos de Dios.
Hay dos balances que nos esperan al final de la vida: el balance como individuos, como cristianos y como religiosos, y el balance según nuestra posición en el apostolado y el ministerio. El balance es más serio en la medida que se han tenido responsabilidades en la Congregación y más han sido las gracias que el Señor nos ha dado. ¡Ah si supiéramos considerar nuestros años pasados y ver esta doble historia, la de las misericordias de Dios con nosotros, es decir, que estuvo «la mano de Dios sobre nosotros», y la historia de nuestra correspondencia a esas innumerables gracias del Señor! Si somos sensatos, no debemos detenernos en detalles, sino considerar el curso entero de nuestra vida, desde el momento que nuestra alma salió de las manos del Padre celestial, hasta el momento que tengamos que sentarnos en la mesa de la felicidad eterna, «ut sedeatis et bibatis in regno Patris
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mei».6 Consideremos siempre la vida total, la del tiempo y la de la eternidad. Muchas cosas parecen útiles y aptas para hacer más fácil y más agradable nuestra vida temporal, pero hay que considerar siempre si son útiles para la vida eterna: «quid hoc ad aeternitatem?».7 Si se hace así, los razonamientos son muy diferentes. Hay quien ordena la vida únicamente teniendo en cuenta lo que se puede gozar en este mundo; del mismo modo, otros la orientan hacia los honores, las satisfacciones, el dinero, etc., y por eso justamente se les llama mundanos, pues piensan sólo en este mundo. En cambio, la vida puede ordenarse a la eternidad, y entonces los planes humanos cambian, porque los razonamientos parten de otros principios y llevan a conclusiones diferentes: «homo aeternitatis sum».8
¿Qué debemos hacer estos días? Puesto que hemos profesado, según el primer artículo de las Constituciones, los tres votos y hemos abrazado la vida religiosa, aquí tenemos el primer balance. Sobre el primer voto, el de pobreza; sobre el segundo, el de castidad, y sobre el tercero, el de obediencia. Además, el balance de la vida común, pues los votos se practican en la vida que exponen las Constituciones, como se dice en la fórmula de la profesión.
Los Institutos seculares no exigen vida común, e incluso sueles exhortarse a sus miembros a vivir en el mundo para hacer apostolado en él y con sus medios.
Nuestro Instituto es clerical y de vida común. Tiene además la peculiaridad de que todos están reunidos, para el único apostolado y con el mismo fin, los sacerdotes y los discípulos, formando una única clase.
Examinemos, pues, cómo hemos observado en nuestra vida
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la pobreza, la castidad y la obediencia. En su día oímos la voz del divino Maestro: «Si vis perfectus esse»,9 y respondimos: «Sí». Recordemos, por tanto, nuestras obligaciones: «Déjalo todo, ven, sígueme y tendrás un tesoro en el cielo», un tesoro de felicidad eterna.
El segundo artículo nos habla del apostolado. Al sacerdote le corresponde especialmente el ministerio de las almas y el apostolado de las ediciones, mientras que a los discípulos sólo el apostolado de las ediciones. Nos hemos unido para hacer juntos el viaje de la vida, para conseguir con más seguridad el fin. «Congregavit nos in unum Christi amor».10 La Congregación puede tener ya miembros en la Iglesia triunfante, otros podrían encontrarse en la Iglesia purgante y nosotros nos encontramos ahora en la Iglesia militante. Antes de aceptar estos compromisos hemos ponderado ventajas y méritos. La Iglesia es muy prudente. En la profesión religiosa no sucede lo mismo que en el matrimonio. A la profesión religiosa perpetua le precede el aspirantado, el noviciado y la prueba de tres años de profesión temporal. Es decir, un largo período para reflexionar, aconsejarse, orar y probar. Son grandes los bienes en la Congregación, pero también lo son las responsabilidades.

He sentido la mano de Dios

Conviene recordar algún detalle sobre nuestra querida Congregación. Estoy ya próximo al final de mi vida y no me hago ilusiones. Por eso quiero hablaros a vosotros, hermanos cualificados y con muchos méritos.
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En todo lo relacionado con la institución de cada una de las partes de la Familia Paulina, mis pasos estuvieron siempre guiados por la obediencia: el comienzo, el desarrollo, el espíritu, la expansión y el apostolado.
Tres elementos fueron necesarios en asunto de tanta responsabilidad: la inspiración divina bien contrastada, el consejo del director espiritual y la dependencia de los legítimos Superiores.
Son los caminos que la Iglesia enseña y pone a nuestra disposición, «ne in vanum currerem aut cucurrissem».11 Seguí fielmente estos caminos ayudándome con las luces de los hombres más instruidos, piadosos y responsables.
He sentido la mano de Dios, una mano paterna y sabia, a pesar de mis incontables faltas, por las que recito con total confianza en el ofrecimiento de la Hostia «pro innumerabilibus peccatis, offensionibus et negligentiis meis».12 Las casas fueron surgiendo y crecieron casi espontáneamente conforme a lo que los Superiores me enseñaron, decidieron y ordenaron que hiciera a partir del año 1900.13 El canónigo Chiesa14 tuvo un influjo notable y cuando murió conté con la dirección de un venerable Padre de Turín, quien también prodigó otras ayudas a la Congregación.15
Las estupendas vocaciones enviadas por el Señor han sido y siguen siendo muchas, prueba evidente de la satisfacción divina. La señal del fervor en una casa es siempre el florecimiento de las vocaciones, pues la vocación y su maduración son fruto de espiritualidad exuberante. Cuando no es así, sólo se llega a dar cristianos, más o menos buenos.
Algo que, por otra parte, demuestra con seguridad y evidencia la voluntad
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divina es el reconocimiento de la Iglesia: la aprobación definitiva, con la que la Congregación viene a ser iuris pontificii,16 con todas las pruebas y prácticas habituales e incluso especiales.
Efectivamente, en la aprobación hubo una peculiaridad como excepción. La vía ordinaria prevé que se presente al Ordinario de la diócesis la petición de erección como Instituto religioso iuris diœcesani;17 el Ordinario pide a la santa Sede el nada lo impide para la erección; la Congregación de los Religiosos examina, concede o niega esa facultad al obispo tras haber recogido informaciones y haber examinado, bajo todos los aspectos, la conveniencia del Instituto. Para la Pía Sociedad de San Pablo, considerada la novedad peculiar e inhabitual del Instituto y la naturaleza de su apostolado, la Congregación de los Religiosos decidió presentar el tema al Papa, dejándole toda la responsabilidad en asunto de tan singular novedad, importancia y consecuencias.
Pasó bastante tiempo. ¿Por qué esa perplejidad? Respondieron así: «Una Congregación de vida común que quiera realizar estos apostolados encontraría muchas dificultades y requeriría miembros de espíritu y cualidades óptimas...». Y el gran papa Pío XI, abierto a todas las necesidades de los tiempos, concedió su aprobación, con lo que resultó fácil conseguir la aprobación diocesana. Del mismo modo sucedió con la aprobación pontificia. Nuevamente fue el Papa quien quiso el Instituto. La Congregación, por consiguiente, procede directamente del Papa.

La Familia Paulina

Presentaremos al Señor un segundo balance: «Ut referat unusquisque propria corporis, prout gessit,
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sive bonum sive malum»:18 el ministerio sacerdotal, el apostolado, la misión particular.

La FAMILIA PAULINA está ya completada.
1. La Pía Sociedad de San Pablo, que es como la madre de los demás Institutos, a los que debe dar el espíritu paulino, al tiempo que realiza su apostolado en conformidad con el segundo artículo de las Constituciones.
2. Las Hijas de San Pablo, que tienen un apostolado semejante, aunque dirigido especialmente al mundo femenino, cooperando ordenadamente y según el pensamiento de la santa Sede.
3. Las Pías Discípulas del Divino Maestro con sus apostolados: eucarístico, de servicio sacerdotal en las casas de la Pía Sociedad de San Pablo y litúrgico.
4. Las Hermanas de Jesús Buen Pastor, cuyo fin es cooperar con los reverendos párrocos, según sus cualidades y condición; llevan el espíritu paulino a contacto directo con las almas y las poblaciones.
5. Las Hermanas de María Reina de los Apóstoles, todavía en fase adolescente, que tienen como fin la oración y las iniciativas vocacionales con este eslogan: «Todas las vocaciones para todos los apostolados».
6. El Instituto secular de Jesús Sacerdote para el clero diocesano, con las características, las ventajas y los deberes anexos a esas instituciones.
7. El Instituto secular San Gabriel [Arcángel], que reúne hombres consagrados a Dios y dedicados al apostolado en el mundo y con los medios del mundo.
8. El Instituto secular Anunciación de María Santísima, que
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reúne mujeres consagradas al Señor y dedicadas al apostolado en el mundo y con los medios del mundo.
Estos tres Institutos seculares forman una especie de unión paulina, están agregados a la Pía Sociedad de San Pablo y han sido definitivamente aprobados, cooperan con aquélla en el mundo y sus miembros emiten los tres votos ordinarios, que practican a norma de los documentos pontificios, bajo la guía de los Superiores de la Pía Sociedad de San Pablo.
9. La Unión Cooperadores reúne a fieles que quieren imitar, según su condición, la vida paulina y aportar a ésta oraciones, obras y ofertas.
Con estas organizaciones, que tienen carácter internacional, y con sus propios apostolados, la Pía Sociedad de San Pablo puede hacer llegar sus riquezas a todos y dar al mundo a Jesucristo camino, verdad y vida.
El calor y la luz vital deben proceder de los sacerdotes paulinos, que tienen un ministerio grande y delicado. Se impone en segundo lugar, por tanto, su actualización en relación con las diversas instituciones, para darles lo que les deben dar, de acuerdo con las reglas del Derecho canónico, y para recibir de ellas su aportación en conformidad con la naturaleza y el espíritu de la Iglesia.
¡Qué gran responsabilidad! El espíritu debe ser único, el del corazón de san Pablo, «cor Pauli, cor Christi»;19 iguales son las devociones, y los fines convergen en un único, común y general: dar a Jesucristo al mundo, de forma completa, como Él se definió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» [Jn 14,6].
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El problema vocacional

Cuando se anunció por vez primera esta reunión-curso de Ejercicios, se decía que con ella se trataba de programar un trabajo decisivo, iluminado y común, así como duplicar el número de profesos en un plazo de cinco años.
Todos comprenden esta necesidad. La mies espera a los segadores. ¡Levantad los ojos! Mirad cómo ondea la mies y cuán extenso es el campo, el mundo: 2.900.000.000 de hombres que aumentan 45 millones cada año. ¡Se necesitan segadores!
Todos los días hay nuevas obras que realizar, iniciativas que apoyar, casas que abrir. Pero las obras requieren operarios evangélicos.
El Maestro divino lo quiere: Rogad al dueño de la mies que envíe buenos operarios a cosecharla. Él mismo eligió a los futuros apóstoles, los formó y los envió. Y los santificó en Pentecostés para que llevaran a cabo su obra.
En el San Paolo de diciembre de 1958 se lee:
«El problema fundamental es el vocacional. Los profesos son actualmente (octubre 1958) unos 800.
Pero ahora la Congregación ha conseguido bases y medios para un desarrollo más rápido.
¿Exijo mucho pidiendo a Dios y a vosotros que se duplique el número en octubre de 1963, llegando a 1.600? Se trata de un período de cinco años.
Es algo que depende del Señor y al mismo tiempo del amor a la Congregación, y es bien sabido que el amor es inventivo y activo» [CISP 736].
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En el momento de publicar este libro, el número de profesos es superior al millar.
Hagamos estos días un examen de conciencia sobre este compromiso de las vocaciones, es decir, el de un reclutamiento inteligente y una formación auténticamente paulina.
Los fines de esta reunión, por consiguiente, son varios y todos ellos importantes. Se indican en los propios temas de las meditaciones y las conferencias.
Hemos de decir que el principal de todos consiste en la consolidación espiritual. Cuando tenemos el alma del apostolado que es el espíritu de piedad, todo se clarifica a la luz de Jesús Maestro, todo siente el impulso de un corazón que va en busca de Dios y de las almas, todo se santifica, de todo se recogen frutos y se vive la vida religiosa en medio de una alegría común.
Quise yo mismo hacer antes de vosotros este mes de Ejercicios espirituales y medité en las cosas que quiero comunicaros de parte de Dios.
Se pueden distinguir dos clases de paulinos: los que oran de verdad y los que oran escasa o insuficientemente. Ahí está la explicación de los que progresan y producen frutos, así como la explicación de los fracasos en las obras o incluso en la vida.
Así pues, para presentarnos al juicio ya juzgados, anticipémonos al juicio de Dios y hagamos ahora un doble balance, pero no a Dios justo juez, sino a Jesús misericordioso.

* * *

Medios para que estos Ejercicios espirituales tengan éxito:
a) Profundo recogimiento y muchas oraciones.
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b) Mucha reflexión, que dure tanto tiempo como las meditaciones e instrucciones.
c) Exámenes de conciencia y una confesión que abarque toda la vida.
d) Propósitos y programa de trabajo espiritual, de ministerio y de apostolado.
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1 El título de esta instrucción, así como el de las que siguen, repite sólo en parte el del librito-guía Raduno Paolino, abril 1960. El título de la primera instrucción, prevista para el 2 de abril, que figuraba en él era éste: «Las Constituciones, su obligatoriedad, los dos primeros artículos». Pero el punto sobre «los primeros artículos» (de esta instrucción) fue tratado en realidad ya por la tarde del día de la introducción, el viernes 1 de abril. Este cambio altera el calendario previsto de las instrucciones del P. Alberione. Por otra parte, las meditaciones de la primera semana (dos al día sobre el credo) corrían a cargo del P. Juan Roatta y acompañaban a las dos instrucciones diarias del P. Alberione. La primera meditación, del 2 de abril (a las 6.00), se titulaba «Creo en Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra», y la segunda (a las 19.00) «Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la Virgen María». El P. Ferrari estaba encargado durante la primera semana de la celebración de la segunda misa del día, a las 9.00.

2 «Venid conmigo a un lugar retirado y tranquilo y descansad un poco» (Mc 6,31).

3 «Madre de la Iglesia, Maestra y Reina de los Apóstoles», expresión de la encíclica Adjutricem populi, de León XIII, 1895.

4 «Por medio del Evangelio yo os he engendrado»

5 Antes de 1960 se habían publicado varias ediciones de las Constituciones. El primer esbozo se encuentra en un fascículo de 1922, preparado para ser presentado al obispo de Alba. Se trata de un pliego de dieciséis páginas con portada de color amarillo pajizo y titulado I.M.I.P. [Alberione Santiago] Pia Società San Paolo. Per l'Apostolato della Buona Stampa. Scuola Tipografica, Alba [1922]; 17 pp., 25 cm. Los puntos principales son éstos: Fin y forma de la Pía Sociedad; Los estudios; La historia de la Pía Sociedad. La actividad: La Escuela Tipográfica. La actividad editorial; Otras industrias pías para difundir la buena prensa; Los Auxiliares (Celadores, Cooperadores, Hijas de San Pablo, pp. 11-13); las adhesiones del episcopado. En el opúsculo hay también noticias interesantes sobre la fisonomía del Instituto. Por ejemplo, se afirma que la Pía Sociedad «está formada por eclesiásticos llamados maestros y por hermanos laicos» (art. 6); que los miembros, tras un año de noviciado (art. 10), «se comprometen con promesas de pobreza, castidad, obediencia y fidelidad al romano Pontífice» (art. 5); que la Pía Sociedad de San Pablo está «dirigida por un Primer Maestro» (art. 11). En la formación y desarrollo de las Constituciones, A. DAMINO (Bibliografia, 1994, pp. 76ss.) distingue varios períodos: 1. Las reglas de 1927. Preparadas en 1926 y listas a comienzos de 1927, fueron presentadas, no impresas todavía, al obispo de Alba para la aprobación del Instituto. El obispo las examinó y el 12 de marzo de 1927 emitió el decreto de erección de la Pía Sociedad de San Pablo como Congregación clerical de derecho diocesano. Estas Reglas comienzan con una frase de san Pablo: «... et quicumque hanc regulam secuti fuerint, pax super illos et misericordia Dei (ad Gal. VI,16)». Tras algunas modificaciones y correcciones comunicadas por el P. Alberione con fecha 1 de junio de 1927, el obispo invitaba a conformarse al Código de derecho canónico en algunos puntos de los que el P. Alberione se había distanciado (por ejemplo, sobre la duración del noviciado, los años de profesión temporal, etc.). 2. Constituciones de 257 artículos. a) Edición italiana. Una edición más completa y sistemática, con numeración progresiva de los artículos: G.D.P.H., Costituzioni della Pia Società San Paolo, Roma-Alba-Messina 1936, 111 pp., 16 cm. Solapa: efigie de san Pablo. b) Edición latina, Pia Societas a S. Paulo. Constitutiones. Formato 22x14,5, sin índice y con indicación de los cánones del C.I.C. de donde proceden los artículos. Se trata de una edición que podríamos llamar privada, impresa con mucho margen en la parte externa de las páginas y enviada a los sacerdotes ancianos del Instituto para las correcciones. Los artículos y las páginas varían. La edición italiana de la que acabamos de hablar es simplemente la traducción de ésta, y por lo que parece sin tener todavía en cuenta todas las correcciones ni algunos errores en las citas de los cánones. 3. Constituciones de 373 artículos. Edición latina: Pia Soc. a S. Paulo. Constitutiones. 75 pp., 24x17 cm., s.f. Los artículos son ahora 373. Parece que se preparó al final de los años 30 con vistas al Decreto de aprobación. 4. Constituciones de 374 artículos. Edición latina (Constitutiones) de 1941. Reproduce al final el Decreto de aprobación. Edición italiana: Costituzioni della PSSP, Alba 1942. 5. Constituciones de 453 artículos, con la aprobación definitiva del 27 de junio de 1949: a) Edición latina: Constitutiones, de 1950; b) Edición italiana, de 1951. 6. Constituciones con modificaciones, con 463 artículos, edición latina de 1956 e italiana de 1957. Seis años después de la aprobación definitiva, la sagrada Congregación de los Religiosos «confirma y aprueba... algunos cambios y añadidos que deben incluirse en las Constituciones, en relación especialmente con el estado jurídico de los discípulos». De esta edición, usada por el P. Alberione en la reunión de Ariccia de 1960, existen traducciones en varias lenguas [el traductor ha usado la impresa en san Fernando de Henares (Madrid) en 1965]. El P. Alberione, que redactó las Reglas prácticamente solo, se valió de colaboradores para las varias ediciones de las Constituciones.

6 «Para que comáis y bebáis a mi mesa en el reino de mi Padre» (cf. Lc 22,30; Mt 26,29).

7 «¿Qué utilidad tiene esto para la eternidad?».

8 «Soy un hombre de eternidad», un hombre destinado a la eternidad.

9 «Si quieres ser perfecto» (Mt 19,21).

10 «Nos congregó en la unidad el amor de Cristo» (del himno litúrgico Ubi caritas et amor...).

11 «Para saber si estaba o no trabajando inútilmente» (Gál 2,2).

12 «Por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias» (cf. Misal romano, Ordo Missae: «Suscipe...»).

13 El 7 de abril del año 1900, Santiago Alberione, que aún no había terminado el quinto curso de bachillerato, abandonó el seminario arzobispal de Bra y volvió a la Alquería Agrícola, en la llanura del Cherasco, de la diócesis de Alba. León XIII había proclamado Año Santo el 1900 con la bula Properante ad exitum (del 11 de mayo). Un comité internacional al efecto había pedido al Papa autorización para poder solemnizar la noche que cerraba el siglo XIX y comenzaba el XX con algún adecuado acto de culto público y especialmente con la celebración de la misa. El Papa accedió a la petición y extendió la concesión no sólo a la noche entre el 31 de diciembre de 1900 y el 1 de enero de 1901 sino a la noche entre el 31 de diciembre de 1899 y el 1 de enero de 1900. La “noche de luz” a la que se referirá el P. Alberione en Abundantes divitiae (n. 13-22) no fue la de enero de 1900. De ésta no hay ningún eco en las memorias de Alberione, que era entonces seminarista en Bra. En cambio, sí produjo en él una gran impresión la función que se celebró un año después, el 1 de enero de 1901, en la catedral de Alba, donde había ingresado en octubre de 1900, con menos de 17 años de edad. En la catedral la función discurrió así: se preparó a la población con un curso de sermones y con las Cuarenta Horas; hacia la medianoche del 31 de diciembre de 1900, tanto en la catedral como en las iglesias de la diócesis que tenían las condiciones para solemnizar la función, se hizo la exposición del santísimo Sacramento, se cantó el Te Deum y se celebró la misa solemne. Tras el Evangelio, discurso de circunstancias sobre el tema indicado por León XIII en la carta encíclica Tametsi futura prospicientibus (del 1 de noviembre de 1900). Después de la misa y de la comunión general hubo adoración al santísimo Sacramento a cargo de los hombres hasta las 6.00 de la mañana, cuando comenzaban a celebrarse en las parroquias las funciones habituales del día festivo de la Circuncisión del Señor. - Alberione permaneció en Alba de 1900 a 1936. Estudió en aquel seminario de 1900 a 1907, y allí trabajó como director espiritual y como profesor desde 1908 a 1920.

14 Francisco Chiesa (1874-1946) estaba licenciado en filosofía, derecho civil y eclesiástico y teología. Enseñó filosofía al joven Alberione desde octubre de 1900 a junio de 1902. Fue canónigo desde el 27-8-1913 y párroco desde el 21-9-1913. Es venerable desde el 11 de diciembre de 1987.

15 Se trata de FRAY DOMINGO DA OVADA, OFM. CAP., en el siglo Daniel Beccaría (1882-1961), personalidad notable de la provincia capuchina del Piamonte. Ordenado sacerdote en 1904, desempeñó diversos cargos -preceptor, guardián, profesor de filosofía, definidor, vicario y provincial- y habitó sucesivamente en localidades familiares al P. Alberione: Bra, Busca, Sommariva Bosco, Villafranca, Fossano, Racconigi, Turín (Monte dei Cappuccini). - En los primeros meses de 1938 visitó las Misiones capuchinas en Africa Oriental Italiana (distritos de Arussi y Abdis Abeba) y el 21 de abril de aquel año participó oficialmente en Piovà d'Asti en las solemnes celebraciones del 50 aniversario de la muerte del cardenal Guillermo Massaja. - La Familia Paulina contribuyó a esas celebraciones con la producción de la película Abuna Messias (Premio Coppa Volpi en Venecia), y probablemente fue en esta ocasión cuando el “venerable Padre” ofreció a la Sociedad de San Pablo “otras ayudas”, de las que aquí se habla, consistentes en una asistencia fraterna de consejos y préstamos económicos. - Pero el mérito principal de fray Domingo da Ovada está para los paulinos en haber sido consejero y director espiritual del P. Alberione de 1946 a 1961. Esta función fue recordada en la esquela necrológica del benemérito capuchino publicada en el periódico Sentiero Francescano después de su muerte, donde leemos: «Estaba en relación espiritual con el Fundador de la Pía Sociedad de San Pablo, el P. Alberione, quien cuando venía a Turín encargaba a alguien que lo trajera o subía a verle al Monte. Le visitó en el Hospital delle Molinette y pocos días antes de su muerte fue a visitarle al Monte, permaneciendo a solas con él algunos momentos, los últimos».

16 «De derecho pontificio».

17 «De derecho diocesano».

18 «Para que cada cual reciba lo que mereció durante su vida mortal, conforme a lo que hizo, bueno o malo» (2Cor 5,10).

19 «El corazón de Pablo era el corazón de Cristo».