Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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INSTRUCCIÓN V
ATENCIÓN A LAS NECESIDADES DEL MUNDO

Condiciones para el apostolado paulino

La primera condición es revestirse del hombre nuevo que, según Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad [cf. Ef 4,24], lo cual significa sentir el amor a la verdad, poseer la gracia del Señor y observar la justicia con Dios y con los hombres.
La segunda condición es revestirse de Jesucristo [cf. Rom 13,14]: en Jesucristo, con Jesucristo, por Jesucristo; por la gloria de Dios y la paz de los hombres.
La tercera condición es sentir con la Iglesia, amar a la Iglesia y cooperar con la Iglesia: ser sus miembros más santos, devotos y operativos.
Estas son las condiciones para dar con los medios modernos más rápidos y eficaces la doctrina, la moral, la liturgia, el culto en primer lugar, y luego todo lo que es bueno, verdadero y útil.

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Art. 198. Como las mayores dificultades suelen presentarse al principio de la vida sacerdotal, los Superiores
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están obligados con discreción especial a procurar que, después de la ordenación sagrada y terminado el curso de los estudios, los jóvenes sacerdotes estén durante algún tiempo bajo un cuidado especial, para perfeccionar su formación apostólica y pastoral.
Art. 199. Para que esto resulte más fácil, destinen, al menos durante un año, a los jóvenes sacerdotes a una casa en donde haya perfecta observancia religiosa y disciplina y donde se dediquen de un modo particular al estudio de la teología pastoral y a la práctica del Apostolado de las Ediciones.
Art. 200. Los sacerdotes nunca abandonen los estudios y en las disciplinas sagradas sigan la sólida doctrina recibida de los mayores y aceptada comúnmente por la Iglesia, evitando novedades profanas en sus explicaciones, y la seudociencia, a fin de que cada día se hagan operarios más competentes en la divulgación de la palabra divina.

Un corazón más grande que el mar

1. Hay en el mundo casi tres mil millones de hombres, distribuidos en continentes, naciones y familias.
Debemos tener un corazón más grande que el mar y los océanos. Hay 1.800.000.000 de paganos sin ninguna religión o ateos. Que todos se amen como hijos de Dios y hermanos nuestros, creados para el paraíso, pues son nuestros compañeros de viaje hacia la eternidad y son asediados por enemigos astutos y peligrosos. Han venido de Dios y deben dar una prueba de fe, de amor y de fidelidad en la vida presente;
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el Padre celestial los espera en el cielo. Y Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, les trazó un camino, se hizo luz del mundo y conquistó la vida sobrenatural muriendo en la cruz. Y dejó la Iglesia (cuya alma es él), que seguirá siendo para todos los siglos, las generaciones y los hombres el camino, la verdad y la vida.
Y la Iglesia ofrece a todos el mensaje de la salvación. Corresponde al hombre, que es libre, responder con un o con un no; con el se reserva un lugar en el juicio universal a la derecha; con el no, un lugar a la izquierda.
Amemos a todos, recordemos a todos, actuemos con el espíritu del Evangelio, que es universalidad y misericordia. «Venite ad me omnes».1 Así es el espíritu de san Pablo apóstol, siempre dispuesto a ir a los pueblos que no tienen todavía la luz de Jesucristo: «illuminare iis qui in tenebris et in umbra mortis sedent».2

Ecumenismo y verdad

2. Entre los cristianos, 350.000.000 son herejes o cismáticos, alejados de la Iglesia de Roma por la herejía o por independizarse de ella. Los católicos son 450.000.000.
La Iglesia de Roma no puede sacrificar ningún dogma aunque esté de por medio una o varias naciones, como tampoco puede negarse a sí misma ni el primado de Pedro. Es una, santa, católica y apostólica.
Puede haber concesiones en el orden disciplinario o de las formas litúrgicas accidentales, etc., pero no en la doctrina y en la unidad.
Jesús dijo al apóstol Pedro: «Yo te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra
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ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» [Mt 16,18-19].
Del mismo modo que la Iglesia es infalible en los Concilios ecuménicos, el Papa lo es cuando define «ex cathedra»3 lo relacionado con la fe o las costumbres.
El primado de Pedro no es sólo de amor, como «primus inter pares»,4 sino de verdadera jurisdicción y plena universalidad: «Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas», todos los fieles y todos los pastores.
No puede tener a Dios como Padre quien no tiene a la Iglesia como Madre. Fuera de la Iglesia (excepto para quien lo está en buena fe) no hay salvación.
El apóstol deberá llevar la luz con las ediciones a todos los que yerran, allanarles el camino de vuelta a la Iglesia católica, con caridad fraterna, con la bondad del Buen Pastor que va en busca de la oveja descarriada, la echa sobre sus hombros y la integra en el rebaño.

Adaptación e inculturación

3. Hay 480.000.000 de católicos, miembros unidos en la Iglesia romana, cuyas verdades profesan en el credo, que reconocen y siguen a sus respectivos obispos y que se someten, a través de ellos, al sumo Pontífice.
Los católicos necesitan una instrucción religiosa creciente y total de las verdades que deben creerse, la moral que debe vivirse, la sagrada liturgia (misa, sacramentos, sacramentales, etc.). Se trata de una instrucción que va desde el niño llegado al uso de razón, hasta las personas y las clases más cultas y adultas.
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4. La Iglesia, aun siendo siempre estable, sabe adaptarse a las circunstancias y necesidades de los tiempos y lugares. Diferente era el tiempo de las primeras persecuciones a los períodos de los siglos XIII, XV, XVIII y al actual.
En todos los tiempos hay errores, luchas y movimientos políticos. La Iglesia es en todo tiempo igual en su doctrina y misión, pero está siempre dispuesta con sus iniciativas a proveer a las necesidades del mundo y de los fieles.
El Papa y los episcopados son sensibles a todos ellos y aplican los principios del Evangelio con sabiduría y caridad.
Simultáneamente se dan necesidades que difieren mucho entre un continente y otro y entre las propias diócesis.
El apostolado se acomoda a las invitaciones y orientaciones que vienen del Papa.
El apóstol estudia con las ediciones, dependiendo del Papa y de los obispos y colaborando con ellos, la mente del Vicario de Cristo y la comunica a las masas con las técnicas de la prensa, el cine la radio, la televisión, los discos, etc.
Los obispos de una nación o provincia pueden hacer sentir también las necesidades particulares de un tiempo o un lugar. El apóstol de las ediciones se une entonces con su actividad al episcopado para que sus programas se conozcan y realicen. Buen servicio hará, por ejemplo, un periódico nacional, regional o diocesano.
Pueden atenderse las necesidades de una parroquia, para lo que sirve el boletín parroquial, el cine, el catecismo, las jornadas del Evangelio, la biblioteca, etc., así como las necesidades de una asociación de maestros, de jóvenes, de artistas, etc.
El apóstol de las ediciones se hace todo a todos.
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Cómo hablar a los no católicos

En cuanto a la redacción para los no cristianos y no católicos:
Como primer paso, la oración y el estudio. La oración lleva a amar sinceramente a las almas. Deben conmovernos el hambre, las enfermedades y las penas morales, porque le conmueven al corazón sensibilísimo del Maestro. Y más dignos aún de compasión son quienes no conocen a Dios, a Jesucristo, a la Iglesia, quienes están cegados por los errores y los prejuicios o se ven arrastrados por el vicio.
Hay que analizar sus errores, dificultades y objeciones para ofrecerles una instrucción adecuada, para responderles con claridad y usar los medios convenientes.
Algunas reglas:
1. Presentar el cristianismo como la religión de la bondad, del orden y de la paz.
2. Anteponer una introducción al estudio de la doctrina cristiana; que sea, cuando nos explicamos, una propedéutica a las verdades, la moral y el culto.
3. Proceder con paciencia y benignidad en relación con las personas, como las que tuvo san Francisco de Sales cuando convirtió a Chiablese del calvinismo.
4. Evitar la fricción; ser conciliadores hasta el límite de la verdad; evitar cuestiones de pura política; ser dignos, leales y sinceros y admitir lo que es o fue un verdadero error.
5. Combatir el error o el pecado, no al que yerra o al pecador, y posiblemente dejar siempre una puerta abierta a la reanudación del diálogo escrito o televisivo.
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6. Usar mucho la apología de la verdad y de la justicia; la discusión, en cambio, con mucha prudencia.
La polémica requiere mayor preparación intelectual, mayor amor a la verdad y mayor equilibrio espiritual. Evitar todo apasionamiento es una gran virtud.
7. Formar alrededor de nosotros grupos de personas que oren y sean capaces de mortificarse en ayuda de nuestra redacción, técnica y propaganda.

La redacción para los católicos

El Evangelio en particular y la Escritura en general es el libro de Dios. El Señor, que creó el corazón del hombre en su sabiduría y amor, nos ha dado la enseñanza más adecuada, útil y eficaz.
Se decía entre la muchedumbre que escuchaba a Jesús durante su vida pública: «Nadie habló nunca como este hombre» [Jn 7,46]. Su palabra era clara, segura, acompañada por la gracia y la luz que comunicaba a lo íntimo de las almas.
Cuanto más tratemos de hacer desaparecer en nuestros escritos y palabras al hombre para hacer que se oiga Dios y la Iglesia, mejor será escuchado el apóstol.
El apóstol, en efecto, no es un gran pensador que tenga que proponer sus conclusiones o defender sus doctrinas; el apóstol es un testimonio: «Eritis mihi testes».5 Es testimonio de lo que ha visto y oído al Maestro divino y a la Iglesia en la que sigue viviendo, enseñando y guiando.
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Y esto es una gran sabiduría y garantía de buen resultado.
La Iglesia es infalible en las cosas de fe y moral; tiene el mandato de «id y enseñad»; propone su enseñanza, que es el mensaje de la salvación. Propone su doctrina con la autoridad de Jesucristo; cuenta con la mayor sanción, la salvación o la perdición; el hombre es libre para aceptarla o rechazarla.
El apóstol de las ediciones se presenta como san Pablo: «ut sim minister Christi Jesu in gentibus»6 (Rom 15,16). Jesucristo, «cujus factus sum minister».7 «Sic nos existimet homo ut ministros Christi et dispensatores misteriorum Dei»8 (1Cor 4,1).
El apóstol de las ediciones presenta la doctrina de la Iglesia en primer lugar; los apóstoles predicaron antes de que se escribieran los Evangelios.
Cuando se sigue a la Iglesia, no se presentan interpretaciones de los textos, pensamientos personales ni otros estudios u opiniones. Esquemáticamente, la doctrina de la Iglesia está en los catecismos.
El primer catequista fue Jesucristo. Le siguieron los apóstoles, a quienes había dicho: «Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas...» [Mt 28,19]. Su predicación fue principalmente catequesis bautismal; la doctrina del Maestro, en el marco del relato de su vida.
Los apóstoles eligieron a los diáconos y a algunos laicos. A la catequización de los apóstoles siguió el catecumenado, que tenía el cometido de reunir a los simpatizantes de la fe cristiana, instruirles convenientemente y prepararles para el bautismo.
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Luego aparecieron importantes escuelas de catecismo en Antioquía, en Jerusalén y en Roma y florecieron en la Iglesia catequistas insignes como san Clemente Alejandrino, Tertuliano, san Cirilo de Jerusalén, san Ambrosio y san Agustín.
En el alto Medievo se apaga notablemente el programa catequístico, y esto dura hasta que el Concilio de Trento vuelve a impulsar la instrucción religiosa con la reforma católica, la disciplina y la ley eclesiástica. El catecismo consiguió a partir de entonces una organización peculiar bajo la guía de doctores y pastores eminentes como san Roberto Bellarmino en Roma, san Carlos Borromeo en Milán y san Gregorio Barbarigo en Padua. Fueron apareciendo los primeros textos, entre los que son muy prácticos los de san Pedro Canisio en Alemania y los de san Roberto Belarmino en Italia.
El apóstol de las ediciones contribuye a la obra catequística con todas sus iniciativas, especialmente colaborando en tres grandes actividades: la instrucción catequística, la formación catequística y la organización catequística.
La doctrina catequística debe ser completa, es decir, no limitarse a una sola parte de la doctrina católica, sino extenderse a las tres: fe, moral y gracia, dando a cada una el desarrollo conveniente.
El apóstol escritor, sin descuidar lo que de bueno tienen todos los métodos, preferirá el cíclico progresivo, al que se unirá el llamado activismo en todos sus aspectos: intelectual, organizativo, colaborante y vital.
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1 «Venid a mí todos...» (Mt 11,28).

2 «Iluminar a los que yacen en tinieblas y sombras de muerte» (Lc 1,79).

3 Literalmente, «desde la cátedra». Se entiende así la enseñanza autorizada del Papa, que exige la fe de los católicos.

4 «Primero entre iguales».

5 «Seréis mis testigos» (He 1,8).

6 «Ser ministro de Jesucristo entre los paganos».

7 «Del que he sido elegido ministro» [cf. Col 1,23].

8 «Que la gente nos tenga como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios».