Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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BÚSQUEDA AVANZADA

XXIII
MARÍA Y LOS APOSTOLADOS
DEL CINE Y DE LA RADIO


«Que te sirva toda la creación, porque lo
mandaste y existió, enviaste tu aliento y la
construiste, nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como
cera» (Gdt 16,14-15).


PROBLEMAS ACTUALES

Es dolorosamente verdad que cada invención, hallazgo o progreso humano se explota para la difusión del error, del vicio y de la impiedad. Antes incluso que los buenos lo usen para el bien. La malicia humana hace astutos a los malos. Con todo, el cine y la radio han abierto nuevas y amplísimas posibilidades al apostolado religioso. ¡Se necesitan apóstoles! Los cristianos que profesan un falso repliegue, una prudencia no tan lejana de la indiferencia, que no entienden los tiempos, que no saben profesar un catolicismo integral... se prestan al juego del diablo dejando ocupar el campo a sembradores de cizaña.
Hay que oponer prensa a prensa; película a película; radio a radio. El Papa precede con el ejemplo y con la palabra.
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SANTA REVOLUCIÓN

María, por ser el alma más interior, fue también la apóstol de su tiempo. Era aquél un tiempo de revolución profundísima: nada menos que la transición entre el antiguo y el nuevo Testamento. Jesucristo realizó la mayor revolución social, espiritual, religiosa, legal y moral. En todos los campos y sectores actuó, como cuando en el templo, con un látigo de cuerdas, expulsó a todos aquellos profanadores. María le siguió. Cooperó. La sinagoga iba al ocaso; en el Cenáculo, con María, nacía la Iglesia, hija de María. La predicación de su divino Hijo abolía la Ley,1 el culto revelaba misterios inauditos, preanunciaba una nueva religión con sus ministros, sacramentos y legislación. María asumía en ello la parte reservada a la maestra, modelo y Reina de los Apóstoles, la Madre de Jesús, la corredentora, la mediadora... en pocas palabras: Jesús, el Apóstol; María, la apóstol.
Santas audacias en la forma más humilde y más fuerte. Santa esperanza contra toda humana previsión. Amor más fuerte que la muerte: Mujer fuerte, apóstol fuerte.
¡Surjan los católicos, pues se levantan las aguas pútridas del mal 2 y amenazan sumergir toda institución, toda verdad santa!
Roschini, estimado escritor de Mariología, se pregunta: «¿Siguió la santísima Virgen a su divino Hijo en las varias peregrinaciones apostólicas? El Evangelio no responde, al menos expresamente. Pero la respuesta común y mejor asentada es que María haya seguido, ordinariamente , a su divino Hijo en las varias peregrinaciones
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apostólicas, a través de la Galilea, la Judea, la Transjordania, etc.». Y aduce varias razones como apoyo. Las «muchas mujeres» que seguían al Maestro divino, según toda probabilidad «tenían que agruparse instintivamente alrededor de María, como los apóstoles y los discípulos en torno a Jesús». «¿No era quizás María la indivisible compañera de Jesús?». «Ella seguía a Jesús no como madre oficialmente, sino como las demás piadosas mujeres, como la última de ellas, para escucharle y servirle, escondiéndose lo más posible entre la muchedumbre, evitando así el atraer sobre sí las miradas de la gente y hacer que solo Jesús sobresaliera, mientras ella quedaba en la sombra. Por lo demás, su actitud modesta, su esmerada finura, su hablar sobrio, su amor al escondimiento, su pasión por el sacrificio servían grandemente a reforzar, sobre todo en el grupo de las piadosas mujeres seguidoras de Jesús, los admirables efectos de la divina Palabra».
La vida de María debía aparecer a todos como el eco fiel de la palabra de Cristo, el Evangelio en acto. Siguió pues la santísima Virgen , ordinariamente, a su divino Hijo durante los tres años aproximados de su apostolado, compartiendo, en los varios lugares (Betania, por ejemplo), la hospitalidad ofrecida a Jesús. Tal es la sentencia de san Epifanio (IV siglo), que escribió: «María fue la perpetua compañera de Cristo y nunca se separó de él». Llegó a ser, en los límites consentidos a su condición, la conquistadora de almas, con el apostolado de la oración, del ejemplo y de la palabra. Jesús actuaba en publico; y ella, como corazón de la Iglesia –escondido y
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activo– obraba en secreto. Ambos dedicados al servicio de la humanidad.
De su apostolado de la palabra es una buena prueba la exhortación dirigida a los siervos en las bodas de Caná: «Haced cuanto él os diga». Además de esta admirable intervención, en el Evangelio sólo otras cuatro veces se menciona a María durante la vida pública de Jesús (excluida la Pasión); dos veces en el primer año, y otras dos veces hacia el último. Vamos a recordar dos.
Jesús había estado predicando (Lc 8,12): «Se presentó allí la madre con los hermanos, pero no lograban llegar hasta él por causa de la multitud. Entonces le avisaron: Tu madre y tus hermanos... quieren verte». Y Jesús aprovecha la ocasión para decir que él tiene también una familia espiritual, de la cual son miembros cuantos escuchan y practican la palabra de Dios. Pertenecer a esta familia, hacerse miembros de ella, tiene más mérito y honor que ser parientes de Jesucristo por el vínculo de la sangre.
Otra vez una mujer, habiendo visto los prodigios y oído la palabra divina del Maestro, exclama con devoto gozo y admiración por él y por la madre: «¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!». Y Jesús apostilló: «Mejor, ¡dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!».
En estos dos episodios se recuerda que María, además del honor de ser madre natural, tuvo una fortuna aún mayor: oír y practicar la palabra de Dios. Siguiendo ordinariamente a Jesús en su predicación, María obtuvo una doble exaltación de su divino Hijo, mientras éste elevaba a todos
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los oyentes a desear la inmensa dignidad de hijos adoptivos de Dios: «cualquiera que lleva a efecto el designio de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre» (Mt 12,50). Cumplir la voluntad de Dios nos hace hermanos y hermanas de Jesucristo. Pero el apostolado constituye padres y madres de las almas.

APOSTOLADOS NUEVOS

Así que María enseña una santa revolución. Pensad en los tres fecundos apostolados: prensa, cine, radio. El Papa nos llamó:
1) el papa Pío XI escribe a este propósito en la encíclica Divini illíus Magistri :
«En nuestros tiempos se ha necesitado una más amplia y esmerada vigilancia, por cuanto han crecido las ocasiones de naufragio moral y religioso... marcadamente en los libros impíos o licenciosos (muchos de ellos diabólicamente difundidos a bajo precio), por los espectáculos del cine y ahora también en las audiciones radiofónicas, que multiplican y facilitan, por decirlo así, toda clase de lecturas, como el cine facilita toda clase de espectáculos.
El problema de la necesidad de estos nuevos y urgentes apostolados ha suscitado ya, entre los católicos de todas partes, un laudable fermento de pensamiento y de acción. Los resultados son ya consoladores y mucho es lo que aún se espera. La voz de la Iglesia, que es maestra y modelo de todo apostolado, y las varias necesidades de la sociedad, indicarán los medios adecuados y las formas convenientes para que la palabra de Dios se propague y sea glorificada».
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El papa Pío XII, hablando a los periodistas de Estados Unidos, recuerda el deber de difundir siempre la verdad con la palabra escrita y hablada:
«Un editor, escritor o conferenciante consciente de su elevada vocación y de las consiguientes responsabilidades, recuerda siempre la obligación que tiene, con los millares y millones de personas que pueden ser influenciadas fuertemente por sus palabras, de darles la verdad, nada más que la verdad en cuanto él haya logrado captarla.
¿Pero qué debemos decir de la falsedad deliberada y de la calumnia? El Señor detesta... la lengua embustera, las manos que derraman sangre inocente; ...el honrado aborrece la mentira (Prov 6,17; 13,5). La calumnia dispone de pies veloces, como sabéis, especialmente –dígase para vergüenza de los culpables– cuando va contra la religión y los defensores de las más estrictas exigencias de la moralidad cristiana; el desmentido y la defensa de la víctima muy a menudo no se escuchan o, al máximo, pueden encontrar un angulito en las páginas internas de un periódico y después de una semana.
Los miembros de tal profesión que no dudan en embadurnar sus páginas o en corromper la atmósfera con la falsedad, acarrean un gran daño a sus semejantes, asestan un golpe mortal al espíritu de los hijos del mismo Padre celeste y ponen en un serio peligro la paz de las naciones. Si la competente autoridad civil, cuando la necesidad lo requiere, no logra frenar semejante indecencia, la sociedad civil pagará indudablemente la pena.
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El mundo tiembla, hoy, contemplando la cantidad de calamidades que le aplastan. La causa de todo ello ¿no podría ser la corriente de errores y de falsas máximas morales propagadas por la palabra escrita o hablada de hombres soberbios y ambiciosos? ¡Ojalá que Dios os refuerce en vuestro propósito de servir a vuestra profesión y a vuestros semejantes de manera digna!¡Ojalá os ayude él a contribuir a la santificación de la familia y a la defensa de los fundamentos morales de la sociedad humana!».
2) «Todos saben –afirma Pío XI en la Vigilanti cura– cuánto daño producen las malas películas en las almas. Son ocasiones de pecado: inducen a los jóvenes al camino del mal, porque ensalzan las pasiones, exponen la vida en una falsa luz, ofuscan los ideales, destruyen el amor puro, el respeto al matrimonio, el afecto a la familia. Pueden asimismo crear fácilmente prejuicios entre los individuos y disensiones entre las naciones, entre las clases sociales, incluso entre las razas».
«Las buenas representaciones –continúa el Papa– pueden ejercer un influjo profundamente moralizador sobre quienes las ven. Además de recrear, pueden suscitar nobles ideales de vida, difundir bellas ideas, presentar la verdad y las virtudes de forma atractiva, crear o, por lo menos, favorecer comprensión entre las naciones y las clases sociales, promover la causa de la justicia, despertar el aliciente de la virtud y contribuir positivamente a la mejoría moral y social del mundo».
A un grupo de exponentes de la cinematografía, Pío XII dice:
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«Sobre vosotros, y sobre los demás colegas de profesión, incumbe la no ligera responsabilidad de salvaguardar y defender la pantalla frente a hombres de poca conciencia, que podrían desear servirse de aquélla para propagar medias verdades, para dar una desproporcionada e irracional preeminencia a ciertos detalles, tocando apenas o omitiendo los demás, de modo que quienes ven las películas sean llevados necesariamente a conclusiones falsas y tal vez desastrosas para la concordia que debería reinar entre todos los miembros de la querida familia humana».
Y, a propósito de una escena cinematográfica, añade:
«A veces habría que preguntarse si los dirigentes de las industrias cinematográficas valoran de lleno la enorme potencia que tienen en influir en la vida social, tanto en la familia como en las más amplias comunidades ciudadanas. Los ojos y los oídos son como espaciosas carreteras que conducen directamente al alma del hombre, y a veces los espectadores de vuestras películas obligan a esos sentidos a abrirse muy a pesar suyo.
¿Qué entra de la pantalla en los íntimos repliegues de la mente donde crece el fondo de saber de la juventud y se forman y perfilan las normas y motivaciones del obrar? ¿Es algo que contribuirá a formar ciudadanos mejores, emprendedores, amantes de la ley, timoratos de Dios, que hallan su gozo y recreación en el placer y esparcimiento sanos? San Pablo apreciaba a Menandro, antiguo poeta griego, cuando escribía a los fieles de su Iglesia en Corinto, que malas compañías estragan buenas costumbres (1Cor 15,33).
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Lo que entonces era verdad, no lo es menos hoy, pues la naturaleza humana no cambia mucho con los tiempos. Y si es verdad, como lo es sin duda, que las malas conversaciones corrompen las costumbres, ¡cuánto más eficazmente se corrompen éstas cuando las malas conversaciones van acompañadas por una conducta pintada al vivo y que se burla de las leyes de Dios y de la decencia! ¡Oh, qué enorme cúmulo de bien puede derivarse del cine! Por eso el espíritu malo, siempre tan activo en el mundo, quiere pervertir este instrumento para sus fines impíos».
3) La palabra del papa Pío XII a exponentes de la radio, [es la] referida en la pág. 156.3

BAJO EL MANTO DE MARÍA

Hay que poner bajo la protección de María estos tres apostolados. ¿Estaremos aún, tras tantas pruebas y tantas ilusiones, persuadidos de que la vida pueda venir de la materia? ¿Vivir sin vida? Las almas, como el apostolado, tienen la vida sólo por Jesucristo: y la fuente está siempre en el regazo de María. No tendréis hijos sin una Madre.
¿Quisierais, pobres hombres, hallar otro camino mejor que Jesucristo Apóstol? Y bien, él nos enseñó con el ejemplo, pasando por María, y luego con las palabras al apóstol Juan: «Ahí tienes a tu madre». Y María, conociendo que Juan no era el único apóstol para hacer con él de madre, sino el representante de todos, enseguida después de la ascensión, en el Cenáculo, se hizo cargo de los Doce. Y después, a lo largo de los siglos, de miles y millones de apóstoles.
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1 Expresión inexacta. Cf Mt 5,17: «No he venido a echar abajo, sino a dar cumplimiento».

2 En el original se leía la palabra mar, un lapsus evidente.

3 Ver números marginales 156-158 (titulito: La radio ), en las páginas 143-144 de la presente edición.