Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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XXIX
MARÍA MADRE DE LOS HOMBRES


«Gocé de incontables riquezas, porque la
sabiduría las trae, aunque yo no sabía que las
engendra a todas. Aprendí sin malicia, reparto
sin envidia y no me guardo sus riquezas, porque
es un tesoro inagotable para los hombres: los
que la adquieren se atraen la amistad de Dios»
(Sab 7,12-14).


EL EJEMPLO DE JESUCRISTO

Dad una madre a los hombres, oh apóstoles de Jesucristo, ya seáis sacerdotes o laicos, religiosos o fieles, o únicamente personas sensatas.
Los hombres han roto las relaciones con Dios, han provocado su justicia, se han alejado por las tortuosas sendas del error y del mal y de la idolatría. ¡Cuánto gimen y cómo caminan ciegamente hacia el infierno! Dad a estos hijos una madre amorosa, que les llame, que sea mediadora entre ellos y el Padre airado; que ilumine, consuele, reconcilie... En fin, una madre. Ello es hacer como hizo el Maestro Jesús. Cuando la perversidad de los hombres había llegado al colmo y había consumado el deicidio, cuando en el templo de Dios había entrado la abominación de la desolación, cuando herido el pastor, la grey de Cristo –apóstoles y fieles– estaba dispersa... Jesucristo
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ofreció la esperanza, la salvación, la Madre: «Juan, ahí tienes a tu madre». Desde aquel día la humanidad ya no fue huérfana. Los apóstoles se reanimaron; invocado con María, descendió el Espíritu Santo, la Iglesia se estableció bajo la enseña de María que precede, y en el nombre de Jesucristo Camino, Verdad y Vida, se estableció por doquier.
Socorred a la humanidad; dadle por madre a María. Haced como hizo Jesucristo: apostolado mariano.
Es el supremo recuerdo y ejemplo de Jesucristo: el apostolado mariano. Lo había ya dado todo; había ofrecido todas las ayudas: doctrina, ejemplos, Iglesia, sacramentos, sangre... Faltaba empero quien, con inteligencia y corazón de madre, condujera a estos hijos a la rica mesa, a la fuente de la gracia, al consolador, al Maestro. ¡Y eligió a María! ¿Creeremos hacer mejor las cosas y encontrar caminos más seguros que Jesucristo? Se indican muchos preceptos, consejos, caminos, métodos, etc... ¡dése más bien a la Virgen como Madre y sígase la senda del amor de Cristo!
Es el gran remedio. Si de todo desesperáis, si os veis débiles ante el poder del infierno, si doquier hay obstinación, si hasta el cielo parece cerrado a vuestros gemidos..., nada hay perdido, queda la última pero segura esperanza: María, Madre nuestra . ¿Por qué? Es su oficio llevar a Jesús. Donde entra la Madre, seguirá el Hijo. Cuando despunta la aurora, surgirá pronto el sol. Jesús es «flor de la Virgen Madre», el «fruto bendito de su vientre».
[María] es la gran Madre . – El amor de todas las madres puesto junto, constituiría un gran
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fuego; pero el amor de María a cada uno de sus hijos, lo supera con mucho. Lo encendió Jesucristo desde la cruz. María es causa de nuestra alegría, el refugio de los pecadores, la consoladora de los afligidos, el auxilio de los cristianos, la sede de la sabiduría, la Madre del buen consejo, la Madre amable; ella se ocupa de todos y de cada uno, como cuando disfrutas del sol sin por ello impedírselo a tu hermano. «Nada se libra de su calor».1 Ella puede poner en movimiento medios inesperados; su poder es ilimitado, como ilimitado es su amor hacia el corazón de Dios y el de todas las criaturas.
«Refugiémonos a menudo bajo el manto de María nuestra Señora, a ejemplo de los Doctores y Padres de la Iglesia; invoquémosla como Madre de Jesucristo y nuestra ; digámosle todos a corazón abierto: María, muestra que eres nuestra Madre; acoja nuestras oraciones aquel Jesús que quiso ser tu Hijo». Así se expresa León XIII.
La fe cristiana nos enseña a honrar en María una doble maternidad; como nos invita a honrar una doble paternidad en Dios. Hay una maternidad y una paternidad naturales: y así Dios es Padre respecto a su Hijo único: «Hoy te he engendrado»; y María es Madre de Cristo su unigénito: «de la cual nació Jesús». Hay una paternidad de adopción: se nos llama y realmente somos hijos adoptivos de Dios; y una maternidad espiritual: «Señor, que nos diste por Madre a tu misma Madre», reza la Iglesia. Jesucristo es el «primogénito entre muchos hermanos» (Rom 7,29).
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HIJOS DE ADOPCIÓN

Somos hijos de María por adopción.
María santísima es nuestra verdadera Madre espiritual, por gracia; porque nos ha dado la vida espiritual: «Gente redimida, aplaudid la vida recibida por la Virgen».2 A esta vida nos concibió en la casa de Nazaret, el día de la anunciación, cuando concibió a nuestra Cabeza moral, Cristo Jesús. Luego nos engendró en el Calvario al momento de la muerte de Jesucristo. Allí fue proclamada solemnemente Madre nuestra por el mismo Jesucristo: «Mira a tu Madre». Por eso san Anselmo la invoca: «Oh seguro refugio, oh feliz confianza, ¡la Madre de Dios es Madre nuestra!».
Según el cardenal Lepicier, se trata de una «verdad católica» próxima a la de fe.
León XIII escribe: «Oremos humildemente ante todo a la santísima Madre de Dios, que el propio Jesucristo desde la cruz dio por Madre a todo el género humano». Y en otro lugar: «Según el pensamiento de la Iglesia, en Juan estaba representada toda la humanidad».
Pío XI: «A María Jesús, desde la cruz, encomendó a todos los hombres; por eso ella les ama a todos, a quienes ignoran el beneficio de la redención, y a quienes ya gozan sus frutos por gracia de Dios».
Benedicto XIV escribe: «La Iglesia católica, guiada por el Espíritu Santo, se ha ocupado siempre de promover la devoción y de honrar de muchas maneras a la Madre del Redentor y Reina del cielo, que es asimismo la Madre amantísima dada por Jesucristo muriendo en la cruz».
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Gregorio XVI: «María es nuestra Madre; Madre de piedad y de gracia; Madre de mansedumbre y misericordia, a la que Jesús nos entregó antes de morir, para que como él intercede ante el Padre, así interceda ella ante el mismo Jesucristo».
El Señor tenía grandes planes sobre María respecto al Cuerpo místico del Maestro divino. María había cooperado con el Espíritu Santo en la formación del cuerpo físico de Jesús: «El Espíritu Santo bajará sobre ti; por eso al que va a nacer le llamarán Consagrado, Hijo de Dios». Ahora debía cooperar con el Espíritu Santo en la formación del cuerpo místico, la Iglesia. Ésta nació en pentecostés: cooperaron María y el Espíritu Santo invocado por los apóstoles y la santísima Virgen durante diez días. Jesús había dicho: «No os dejaré huérfanos», prometiendo el Consolador , el Paráclito.
En una familia, la madre es el centro, el corazón, la vida, el gozo, la luz, la consolación de los hijos; es la intérprete, la mediadora de paz con el padre y entre los hermanos.
Consuela en los dolores, disipa las sombras, arregla los contrastes y roces.
Y esta misión de madre en la familia cristiana, la Iglesia, Jesucristo se la confió a María santísima
Aquí está el apostolado materno y universal de María.
San Agustín dice que «María lleva en su seno a todos los predestinados: les nutre, cría, defiende y guía a la gloria eterna».
La palabra madre es el resumen del apostolado universal y materno de María. Significa que ella
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realiza a la vez todas las obras de misericordia corporal y espiritual para sus hijos.
La madre es la reina de la familia; María, por ser Madre de la Iglesia universal, es Reina de todo apostolado en la Iglesia. Su oficio de Madre se extiende al cielo, al purgatorio, a la tierra.

APOSTOLADO MARIANO

Apostolado mariano significa dar a conocer, imitar, rezar a María.
Dar a conocer a María . – Es lo que hicieron Jesucristo, los Papas, los Doctores de la Iglesia, innumerables escritores, predicadores, maestros, padres y madres de familia, artistas, buenos fieles. La literatura mariana es un río que surca la cristiandad. Pero el trabajo más alto es darla a conocer a los fieles, difundiendo su gran necesidad. Demasiados tesoros están sepultados en las librerías. ¡Brille María, la estrella que guíe a los errantes e ignorantes hacia Jesús! Porque esta es la verdad: que hay una gran ignorancia; muchos «viven en tinieblas y en sombra de muerte».3
Imitar a María . – Después de Adán todos aparecen manchados, tiznados por la culpa; sólo María es el ideal de belleza, de candor, de luz y gracia que ha enamorado el corazón mismo de Dios, ha embelesado de admiración a los ángeles, inspirado a tantos artistas, ha conquistado las almas más bellas. Mostrar a María en su belleza moral significa desterrar el fango y el pecado; significa elevar el alma a ideales más altos, a sendas más santas, a horizontes nobles y celestiales.
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Rezar a María . – Hay que sembrar la tierra de iglesias, santuarios, capillas, altares y estatuas de María, difundiendo por doquier sus imágenes, enseñando muchas oraciones y cantos, acostumbrando a todos a recurrir en cualquier circunstancia a María.
¿Y qué podréis hacer vosotros, aun con vuestro celo ardiente, pero solos? ¿Es que podéis dominar ciertas filosofías, abatir ciertos sistemas, detener el comunismo, cambiar la radio y el cine, cristianizar las leyes, la escuela, las costumbres, en una palabra, desarmar al infierno?
Pensar eso sería una herejía doctrinal, y una herejía práctica el intentarlo, ¡estando solos! Pero María es la luz, la fuerza, la gracia; ella aplastará siempre la cabeza al diablo, aunque éste intente resurgir continuamente. Sed sensatos, no os condenéis a ilusiones; seguid el camino indicado por Cristo Jesús: «Mira a tu Madre» .
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1 Sal 19/18,7.

2 «Vitam datam per Vírginem, gentes redemptæ pláudite».

3 «In ténebris et in umbra mortis sedent» (Lc 1,79).