Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

Haga una búsqueda

BÚSQUEDA AVANZADA

CORONITA A MARÍA
REINA DE LOS APÓSTOLES


Deus, in adiutorium meum intende,1 etc .

I – Amabilísima Reina del cielo y de la tierra, hija predilecta del Padre, excelsa madre del Hijo divino, ínclita esposa del Espíritu Santo, venero y alabo aquel privilegio único en el mundo, por el que, agradando al Señor con tu humildad y fe, conservando la más límpida virginidad, llegaste a ser la excelsa madre del divino Salvador, nuestro Maestro, luz verdadera del mundo, sabiduría increada, fuente y primer apóstol de la verdad. Por el gozo inefable que experimentaste y por aquel privilegio tan sublime, bendigo a la augusta Trinidad y te ruego me obtengas la gracia de la sabiduría celestial y ser humilde y fervoroso discípulo de Jesús e hijo devoto de la Iglesia, columna de la verdad. Haz que resplandezca en toda la extensión del mundo la luz del Evangelio; vence los errores, reuniendo alrededor de la cátedra de Pedro a todos los hombres; ilumina a los doctores, predicadores y escritores, madre del buen consejo, trono de la sabiduría y reina de los santos.
Ave Maria, etc.
Regina Apostolorum, ora pro nobis.

II – María, reina de todos los ángeles, llena de gracia, concebida sin mancha, bendita
289
entre las creaturas, sagrario viviente de Dios, recuerda el doloroso y solemne momento en que Jesús, a punto de morir en la cruz, te entregó como hijo a Juan, y en él a todos los hombres, especialmente a todos los apóstoles. Qué amor tan entrañable inundó en aquel momento tu corazón hacia los consagrados al apostolado, a seguir el camino de la cruz, el amor de Jesús. Por tus inefables dolores y los de tu divino Hijo, por tu corazón de madre, aumenta el glorioso escuadrón de los apóstoles, los misioneros, los sacerdotes y las vírgenes. Resplandezca en ellos la santidad de vida, la integridad de las costumbres, la sólida piedad, la humildad más profunda, la fe más inquebrantable, la caridad más ardiente. Que todos sean santos, sal que purifique la tierra y luz del mundo, oh maestra de los santos, madre del gran Sacerdote y tú misma víctima y altar.
Ave Maria, etc.
Regina Apostolorum, ora pro nobis.

III – Virgen inmaculada, augusta reina de los mártires, estrella de la mañana, refugio seguro de los pecadores, alégrate de haber sido maestra, consuelo y madre de los apóstoles en el cenáculo, para invocar y obtener el divino Consolador, el Espíritu con sus siete dones, amor del Padre y del Hijo, renovador de los apóstoles. Por tu misma omnipotencia suplicante, por tus humildes e irresistibles oraciones que conmueven siempre el corazón de Dios, obtenme la gracia de comprender el valor de los hombres rescatados del infierno por Jesús con su preciosísima sangre. Que cada uno de nosotros se entusiasme por la belleza del apostolado
290
cristiano; que el amor de Cristo nos apremie y nos conmueva la indigencia espiritual de la pobre humanidad. Haz que sintamos en nuestro corazón las necesidades de la niñez, de la juventud, de la virilidad y de la vejez; que los pueblos de la oscura África, la inmensa Asia, la salvaje Oceanía,2 la agitada Europa y ambas Américas ejerzan sobre nosotros una poderosa atracción; que el apostolado del ejemplo y de la palabra, de la oración y de la prensa, del cine, de la radio y de la televisión, de las almas del purgatorio, conquiste a muchos corazones generosos hasta los más costosos sacrificios. Madre de la Iglesia, Reina de los Apóstoles, abogada nuestra, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ave Maria, etc.
Regina Apostolorum, ora pro nobis.

IV – María, entrañable madre nuestra, puerta del cielo, fuente de paz y alegría, auxilio de los cristianos, confianza de los moribundos y esperanza incluso de los desesperados: pienso en el momento dichoso en que dejaste la tierra para ir al encuentro definitivo con Jesús. Con amor de predilección, Dios omnipotente te llevó bella e inmortal a la gloria del cielo. Te veo ceñida de triple corona entre los santos, los confesores y vírgenes, apóstoles y mártires, profetas y patriarcas; y también yo, desde el lodo de mis culpas, me atrevo a unirme a ellos con voz de pecador indigno, pero arrepentido, para alabarte y bendecirte. María, conviérteme de una vez; concédeme llevar una vida penitente, para que, después de una santa muerte, pueda unir mi voz
291
a la de los santos y alabarte en el cielo. Me consagro a ti y, por ti, a Jesús; renuevo, conscientemente y delante de todos los ángeles y santos, las promesas del santo bautismo. Ratifico, poniéndolo en tu corazón, el propósito de luchar contra mi egoísmo y combatir sin tregua mi defecto principal, que muchas veces me ha hecho incurrir en culpa. María, refugio de los pecadores, estrella de la mañana, consoladora de los afligidos, realiza la obra más hermosa: transformarme de gran pecador en gran santo.
Ave Maria, etc.
Regina Apostolorum, ora pro nobis.

V – María, estrella del mar, mi dulce soberana, nuestra vida y reina de la paz: dichoso el día en que la augusta Trinidad te coronó reina del cielo y de la tierra, dispensadora de todas las gracias, madre nuestra amabilísima. ¡Qué triunfo para ti, qué felicidad para los ángeles, para los santos, para la tierra y para el purgatorio! Bien sé que quien te ama, oh María, se salvará y quien te ama mucho será santo y participará un día de tu mismo triunfo en el cielo. No dudo de tu bondad ni de tu poder, sólo temo mi inconstancia en rogarte. Alcánzame la perseverancia, María; sé mi salvación. Experimento mis pasiones, el demonio y el mundo. Tenme siempre junto a ti y junto a Jesús. No me dejes caer, madre; no te alejes de mí ni un instante! ¡Qué hermoso es dirigirte la primera mirada de la mañana, caminar en tu presencia durante todo el día y descansar bajo tu protección por la noche. Tú
292
tienes sonrisas para los niños inocentes, fuerzas para la juventud que lucha, luz para el adulto que trabaja, consuelo para la vejez que aguarda el cielo. María, te consagro mi vida entera; ruega por mí ahora y en la lucha suprema de la muerte. Recíbeme entonces, cuando haya espirado, y no me abandones hasta que pueda postrarme ante tu trono en el cielo para amarte por toda la eternidad. María, reina, abogada y dulzura mía, alcánzame la santa perseverancia.
Ave Maria, etc.
Regina Apostolorum, ora pro nobis.
293

1 «Dios mío, ven en mi auxilio...».

2 Estas expresiones, presentes en la primera redacción de la coronita, las cambió sucesivamente el mismo P. Alberione por « gran África... prometedora Oceanía...».