Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

Haga una búsqueda

BÚSQUEDA AVANZADA

PRESENTACIÓN


Hacia finales de este año de gracia de 2007, en el que se ha celebrado el centenario de la consagración sacerdotal del Fundador, la Familia Paulina tiene la oportunidad de retomar contacto con una obra que marcó una etapa significativa de la propia historia carismática.
El libro que ahora presentamos salió en primera edición en 1948, impreso por la Scuola Tipografica San Giuseppe de Asti, con elegante portada en cartoné y la figura de una Virgen con el Niño. En 337 páginas de pequeño formato, con 33 consideraciones o instrucciones, el Autor reafirmaba su visión de María apóstol, exponiendo difusamente los múltiples apostolados realizados por María, como expresiones concretas de su misión y realeza apostólica.
Vuelto a publicar en segunda edición en 1954 (EP, Albano) y sucesivamente en español (Valencia-Madrid 1955) e inglés (Derby y Boston, USA, 1956 y 1976), el libro es «particularmente importante porque contiene el tratado más desarrollado y orgánico de la doctrina del P. Alberione sobre María Regina Apostolorum y sobre la típica piedad mariana de la Familia Paulina».1
La presente edición ofrece todo el contenido de la primera, incluida la coronita de cinco oraciones a la Reina de los Apóstoles; añade además las integraciones aportadas por la segunda edición, consistentes en los textos bíblicos al comienzo de cada capítulo y en los subtítulos dentro de ellos.
En abril de 1960 el P. Alberione declaró: «La sabiduría y el amor de Dios han querido confiar a la Familia Paulina una misión preciosa... de gran provecho para la Iglesia y para toda la humanidad», a saber: «Conocer, amar rogar y predicar mejor a María con el título específico de Reina de los Apóstoles». Y explicó a continuación: «La primera devoción a María fue la de Jesús, que la honró como Madre; y la segunda
~
la de los apóstoles, que la amaban, veneraban e imitaban como Reina de los Apóstoles».2
Esta afirmación, de claro valor testamentario (considerado el momento en que fue pronunciada), es la reafirmación última y el coronamiento de un magisterio ya consolidado sobre la presencia de la Virgen María en la vida y en las fundaciones del P. Alberione.
La presente obra constituye una etapa significativa en el camino de madurez de dicho magisterio. Mas para poder valorarlo hoy correctamente, es preciso referirse a la doctrina mariana del tiempo y partir de la vivencia de Santiago Alberione. Él habló mucho de María y también escribió mucho –unas 1700 páginas– pero por encima de todo vivió muy intensamente esta devoción.

Una experiencia que se hace magisterio

María fue una presencia viva y significativa durante toda la existencia del P. Alberione, desde su primera infancia. Le gustaba recordar que su madre le había consagrado a María nada más nacer, y que había recibido su primera educación religiosa a la sombra de tres santuarios: la Virgen de las Flores en Bra, la Virgen de las Gracias en Cherasco y la Virgen de la Moretta en Alba. Así pues, la figura de María se le había presentado en el más sencillo y ordinario de los modos: a través de la familia, las prácticas devocionales del tiempo, los lugares del culto mariano, hasta su encuentro más reflexivo en la adolescencia y en los estudios seminarísticos.
El primer contacto llegó en el seminario, trámite dos autores entonces muy populares, san Alfonso de Ligorio y el beato Luis Grignion de Montfort, cuyos libros eran de texto en el aspecto devocional.3 Pero el verdadero descubrimiento de
~
María, y de su papel en la propia vida, le llegó con la lectura de la encíclica Adiutricem pópuli christiani de León XIII (1895). Una de sus frases fue para él un haz de luz carismática: «Con toda verdad –escribía el Papa–, María debe ser considerada Madre de la Iglesia, Maestra y Reina de los Apóstoles...».
Evocando más tarde aquella encíclica, el P. Alberione resumía así su núcleo: «León XIII demuestra cómo María fue Maestra para los Apóstoles y los primeros cristianos, porque ella admirablemente edificó a los fieles con la santidad del ejemplo, con la autoridad del consejo, con la suavidad del consuelo, con la eficacia de sus oraciones».4

Una exigencia de la misión

De índole propensa a lo concreto, el P. Alberione no entendía su relación con María sino en términos de vida, vida de fe obviamente, por tanto de auténtica espiritualidad mariana, que incluía, claro está, conocimiento y contemplación, pero con vistas a un compromiso vital de amor y de servicio.
Así pues, la devoción absorbida en la familia desembocó en una madura implicación de toda la existencia. «Devoción significa en efecto –así explicaba él– consagración, entrega...,
~
donación total, integral de nosotros mismos, de las fuerzas físicas, morales, intelectuales, y también del ser del que esas fuerzas provienen; es tomar y dar toda la persona... en su luz, su espíritu, sus ejemplos, su gracia».5
Y todo ello a partir de la propia vocación y misión concreta. Por eso el P. Alberione, desde su ordenación sacerdotal (1907), decidió tomar a esta materna Reina por inspiradora del propio ministerio. De hecho, enseguida «puso su ministerio bajo la protección de María Reina de los Apóstoles, y enseñó lo mismo a los seminaristas y a los jóvenes sacerdotes»,6 igual que «bajo su patrocinio se desarrollaron las conferencias de pastoral (1912-1915), la clase de sociología y los primeros pasos de los neosacerdotes en el ministerio».7 Se comprende, pues, que los primeros paulinos, cuando se plantearon la interrogante sobre qué título mariano privilegiar, encontraran en el P. Alberione una respuesta ya meditada y motivada. Lo recordaba el mismo Fundador en una meditación:
«En 1919, el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, vinieron los clérigos y los jóvenes aspirantes a preguntarme con qué título íbamos a invocar a María, cuál iba a ser nuestra devoción; por ejemplo: Auxilium Christianorum, Mater Divinæ Gratiæ, Mater Boni Consilii, etc. Ya se tenía pensado y rezado al respecto, así que les di la respuesta: invocar a María bajo el título de Regina Apostolorum, para que sean santificados los y las apóstoles, para que los hombres reciban el bien secundando a los apóstoles, y en fin para que los apóstoles y los fieles se reúnan todos juntos en el cielo».8
Aquella interpelación, significativamente fechada, fue para el P. Alberione como un toque de campana para encaminar una búsqueda doctrinal acerca de las raíces y el significado del título, así como de sus implicaciones espirituales y apostólicas.
~
La búsqueda de motivaciones

Es sabido que desde mitad del siglo XIX había una línea de devoción y de culto a la Reina de los Apóstoles, promovida por algunas congregaciones misioneras de reciente fundación, entre ellas la Sociedad de María (Marianistas) fundada por el P. Chaminade en 1817, la Sociedad del Apostolado Católico (Palotinos) fundada por Pallotti en 1835, y el Pontificio Instituto Misiones Extranjeras, fundado por Ramazzotti en 1850. Todas ellas, en diversa medida, desarrollaron una espiritualidad mariana apostólica, coherente con la nueva sensibilidad del tiempo, y algunas tenían ya un culto litúrgico a la Reina de los Apóstoles aprobado por la Santa Sede.9
El P. Alberione se sirvió de todas las adquisiciones precedentes y, apremiado también por las exigencias formativas de las jóvenes comunidades, emprendió una reflexión sistemática, que durante los años de 1920 se expresó en un programa capilar de catequesis y de animación, con todos los medios a su disposición: predicación, artículos, opúsculos, actos académicos, y sobre todo cursos de meditaciones.
De un mes de pláticas sobre María, dictadas por el propio Fundador pero recogidas y desarrolladas por el P. Giaccardo, nació el primer libro orgánico sobre la Reina de los Apóstoles, impreso en 1928 bajo el nombre de Giaccardo, con presentación del P. Alberione. Merece la pena citar al respecto la esquela de congratulación enviada al autor por el P. Alberione:
«He leído de un tirón todos los originales manuscritos del Regina Apostolorum; he tenido que llorar agradeciendo al Señor el habernos puesto bajo la protección de esta Madre, Maestra, Reina, tan hermosa, tan buena, tan poderosa. También
~
he tenido que dolerme mucho por haber retrasado la promoción más popular del culto y la devoción a este título. ¡Trataremos de acelerar, por lo menos ahora! Ella es la madre de todas nuestras (vocaciones) y de nuestra propia vocación! Imprimamos, difundamos, recemos a nuestra Madre. Este año me espero grandes gracias. Deo gratias! – Afmo. M(aestro) Alberione».10
Veinte años más tarde, el Fundador volvió sobre el argumento, con una serie de artículos y de meditaciones a las comunidades, dando nacimiento así a nuestro libro, María Reina de los Apóstoles.
La posguerra, como se sabe, fue un periodo muy fecundo de renovación para toda la comunidad eclesial italiana, a lo que contribuyeron el propio P. Alberione y toda su múltiple Familia de institutos. A este respecto es significativo el texto de una meditación dictada por el Fundador al Congreso mundial de los Religiosos en 1950, sobre el tema de María Apóstol, donde él enumeraba las muchas razones por las que la Madre de Jesús merece este título o, más aún, el de Reina de los Apóstoles, pues Ella ejerció todos los apostolados –del ejemplo, de la palabra, de la oración y del sufrimiento...– posibles para una mujer, más concretamente para la Virgen corredentora.11
Es iluminadora la invitación repetida al comienzo y al final de su intervención: «¡Formemos apóstoles! y démosles por sostén, consuelo y guía a la Virgen santísima Reina de los Apóstoles» . Igualmente iluminador es el lema presente en la cabecera del boletín San Paolo , que reproducía todo el texto de la meditación: « Ave María, libro inexplorado, que has dado a leer al mundo el Verbo e Hijo del Padre (san Epifanio, obispo)».12
~
Nuevas oraciones e iconografía mariana

A la predicación y a los escritos, el P. Alberione asociaba una atenta revisión de todas las fórmulas de oración mariana propuestas a sus religiosos. Más allá del uso práctico, las oraciones compuestas por él constituyen, en su conjunto, la síntesis más lograda, mejor fundada bíblicamente y más auténtica de la mariología del P. Alberione. Hablamos obviamente de los contenidos, pues las expresiones verbales, sobre todo en los comienzos, adolecen del lenguaje alfonsino y redundante del tiempo; en los decenios sucesivos se hará más descarnado y esencial.13
La formulación sintética más sencilla de tal mariología está en los cinco párrafos de la Coronita a la Reina de los Apóstoles,14 que desarrollan los cinco misterios operosos del rosario, sobre cuya base se les explicó la devoción mariana a los Paulinos de las primeras generaciones.15 El hilo conductor es la colaboración de María en la obra redentora del Hijo, Apóstol del Padre, y a cuanto él sigue obrando en la historia, como Maestro, Verdad, Camino, Vida.
No cabe subvalorar lo que constituyó uno de los medios privilegiados de la promoción mariana del P. Alberione: la figuración pictórica y arquitectónica, representada particularmente por el cuadro de la Reina de los Apóstoles en Alba y por el santuario-basílica en Roma.
~
La historia del primer cuadro la expuso Giuseppe Barbero, que en una nota precisaba: «El cuadro de María santísima Reina de los Apóstoles lo pintó una monja dominica del Monasterio de Alba, y lo bendijo el Señor Teólogo la tarde del 1° de mayo de 1923, colocándolo luego en la nueva capilla construida en medio del huerto, en Alba».16
Sobre el segundo cuadro, el más conocido, encontramos un apunte de crónica en el boletín Unión de Cooperadores del Apostolado de la Prensa en octubre de 1934: «El profesor Conti de Roma nos llevó a ver el modelo... Entre ángeles en fiesta dominará la Virgen Madre, Maestra y Reina ofreciendo la pluma de escritor sagrado a san Pablo, y teniendo a sus pies el grupo de los demás apóstoles».17
Estos son los testimonios sobre el cuadro. Pero la obra más imponente, y en cierto sentido global también desde el punto
~
de vista iconográfico, fue el santuario-basílica Regina Apostolorum en Roma. El P. Renato Perino, asesor artístico del Fundador, habló al respecto de Summa mariana del P. Alberione.

El santuario Regina Apostolorum

«Considero que este santuario es la síntesis más madura [de la mariología paulina], la más rigurosamente elaborada en el conjunto y en los particulares, la que el P. Alberione abordó en el último período de su vida, casi como un sello de su obra de fundador y educador. Un sello con la solidez de la piedra; una carta escrita con los materiales de los monumentos destinados a desafiar los siglos... Es hermoso constatar que también la etapa final de su existencia la vivió totalmente a la sombra de su último santuario, el hijo de su ancianidad (cf Gén 37,3). Una conmovedora imagen fotográfica del P. Alberione enfermo, asomado a la ventana de su habitación mientras fija su mirada en la mole del santuario, es una de las expresiones más intensas de todo lo que ese edificio significaba para el Fundador y para todos sus hijos.
En efecto, el santuario hay que verlo no tanto en su entidad arquitectónica material, como un heroico ex-voto (con todo su coste en sufrimientos y dinero), sino sobre todo como síntesis de significados doctrinales, conforme a la idea alberoniana del arte sacro en cuanto instrumento de catequesis y de culto.
Otros cohermanos han evocado esta suma de significados, con riqueza de análisis y de documentación.18 Pero es suficiente releer los textos de aquella inolvidable hora de adoración guiada por el P. Alberione la tarde del 30 de noviembre de 1954,19 durante la cual dio solemnemente por cumplido el
~
voto a María, para entender la dimensión del designio que le había inspirado».20
Ya hemos citado la interesante nota a propósito del cuadro que iba gestándose en el estudio de G. B. Conti. Sólo que el particular de la «Virgen Madre, Maestra y Reina, que ofrece la pluma de escritor sagrado a san Pablo», desafortunadamente no figura en el cuadro definitivo.
Esta joya de síntesis alberoniana queda recuperada, no obstante, en forma de oración en la consagración del santuario, el 30 de noviembre de 1954, cuando el P. Alberione, refiriéndose a María Reina de los Apóstoles, la indicó como Maestra de los Editores para nuestra imitación. Apropiándose de las palabras del cardenal Montini, explicó: «Los editores poseen la Palabra, la multiplican, la difunden revestida de papel ( carta ), tipos y tinta. Ellos tienen en el plano humano la misión que en el plan divino tuvo María, que fue Madre del Verbo divino; ella captó al Dios invisible y le hizo visible y accesible a los hombres, presentándole en humana carne».21
En estas palabras está compendiado el asunto del presente volumen. Confiamos en que contribuya a iluminar ulteriormente el tema coesencial del carisma alberoniano, que además de la doctrina sobre el apóstol Pablo contempla la figura inspiradora de María, Madre y Maestra y Reina de los Apóstoles.
Roma, 26 de noviembre de 2007 .

EL CENTRO DE ESPIRITUALIDAD PAULINA


~

1 A. Damino, Bibliografia di Don Giacomo Alberione , Roma 1994, p. 54.

2 Ut perfectus sit homo Dei (UPS) II, 244.

3 De san Alfonso eran corrientes en los seminarios, además de los libritos devocionales como Las máximas eternas, las Visitas al santísimo Sacramento y a María santísima, sobre todo Las glorias de María (comentario a la Salve) y El camino de la salvación (colección de reflexiones y oraciones para novenas, triduos, etc.). Estos libros, por voluntad del P. Alberione, figurarán entre las primeras publicaciones de la editorial paulina. – De Montfort circulaba entre todos los jóvenes el Tratado de la verdadera devoción a la santísima Virgen, o “la santa esclavitud a Jesús y a María” (escrito en 1712, pero publicado en 1842). – Las obras sistemáticas de Mariología, que encontramos en la biblioteca personal del P. Alberione conservada en su habitación, eran María en el culto católico, del canónigo suizo Emilio Campana, Ed. Marietti, Turín 1933, dos volúmenes de 859 y 787 págs. (al que se añadió, en 1935, María en el dogma católico, 5

a ed. 1943, págs. 1197) y Summa Mariologiæ, del P. Gabriele M. Roschini OSM, Ed. Áncora, Milán 1941-1942, tres volúmenes con un total de 1624 págs.

4 San Paolo, noviembre-diciembre de 1959, que reproduce todo el opúsculo titulado María Discípula y Maestra, anexionado en el Apéndice del presente volumen.

5 Predicación inédita sobre el divino Maestro (Pr DM) ficha 36.

6 Abundantes divitiæ (AD), n. 85.

7 AD, n. 181.

8 Predicación inédita sobre Reina de los Apóstoles (Pr RA), ficha 234.

9 Sobre el culto litúrgico a la Reina de los Apóstoles véase el interesante excursus de Palmina Cruciani (Hna. Cristina PD), Storia e teologia biblico-liturgica..., tesis de Licencia en el Pontificio Ateneo di San Anselmo, Roma 1984. – Sobre la espiritualidad del P. Chaminade, cf E. Neubert, La Mission Apostolique de Marie et la nôtre, publicado en italiano por EP con el título de Regina Apostolorum, Catania 1958.

10 Esquela autógrafa, escrita en el reverso de una tarjeta postal. Se conserva el original.

11 Meditación tenida la tarde del 6 de diciembre de 1950, en la iglesia de Santa María in Vallicella (Roma). Cf San Paolo, diciembre de 1950.

12 En el original: «Ave Maria, liber incomprehensus, quæ Verbum et Filium Patris mundo legendum exhibuisti» (S. Epiphanius ep.). – Desde entonces tal lema se repite en todos los números del boletín.

13 Impresas inicialmente en hojitas que añadir al manual de devociones usado entonces (normalmente las Máximas eternas o El joven bien provisto), a partir de 1922 las nuevas oraciones se incorporaron en las diversas ediciones de las Oraciones de la Pía Sociedad de San Pablo . Sobre la génesis temática e histórica de tales oraciones cf el opúsculo Las oraciones marianas del P. Alberione, Historia y comentario, preparado por el Archivo histórico general de la Familia Paulina, Roma 1988. – Más recientemente, cf la obra S. Alberione , Oraciones, San Paolo, Roma 2007, pp. 153-206.

14 Coronita reproducida al final del último capítulo del presente volumen.

15 Véanse los nn. del boletín Unión de Cooperadores de la Buena Prensa de aquel período (cf La primavera paulina , pp. 457-498).

16 Tal cuadro (como el sucesivo) se conserva en la sacristía del templo a san Pablo, en Alba.

17 Al respecto tenemos este testimonio personal de Paolo Pazzaglini: «El cuadro de la Reina de los Apóstoles de Giambattista Conti fue inaugurado en 1935, y yo estuve implicado un poco en ello... Conti había ya ilustrado, con dibujos a pluma, nuestro Misalito. Por eso el P. Alberione, en los últimos meses de 1934, me encargó escribir al pintor, invitándole a venir a Alba para entender bien lo que el Primer Maestro quería. El pintor vino y escuchó las exigencias. La Reina de los Apóstoles debía presentarse en una gran hostia de luz, mientras ofrece el Niño Jesús al mundo. San Pablo debía ocupar un puesto preeminente... Muy destacados debían ser asimismo los Evangelistas, para exaltar nuestro apostolado. Giambattista Conti volvió unas semanas más tarde y proyectó sobre una pared el diseño a pluma que había preparado. Escuchó las últimas sugerencias, y el cuadro nos lo entregó en Pascua de 1935. Siguió una amplia presentación y explicación del cuadro por parte del P. Alberione a la comunidad de Alba. Y luego, en el mes de mayo, con un artículo vibrante en el boletín San Paolo , la presentación a los Cooperadores. [...] Fue en este tiempo cuando el P. Alberione experimentó una manifestación de entusiasmo mariano de veras exultante. Compuso la letra del canto a la Reina de los Apóstoles: “D’ogni apostolo Regina” [De todo apóstol Reina]... También por entonces compuso el Magníficat ánima mea Maríam. .. ¡Tenías que ver la felicidad del P. Alberione, el domingo por la mañana, cuando nos lo presentó en un momento de recreo!» ( Carta a E. Sgarbossa, desde São Paulo, 3 de agosto de 1992 ).

18 Cf R.F. Espósito, La dimensión cósmica de la oración, La “Vía Humanitatis” del P. Santiago Alberione, E.P., Roma 1981; G. Pérego, El Santuario Basílica Regina Apostolorum, Ed. Archivo histórico general de la Familia Paulina, Roma 1985 (v. también en www.alberione.org ).

19 San Paolo , noviembre-diciembre 1954. Cf Carissimi in San Paolo , pp. 595-600.

20 Renato Perino, en San Paolo, septiembre 1987. Cf G. Pérego, El Santuario..., o.c., pp. 141-151.

21 San Paolo , noviembre-diciembre 1954.