Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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BÚSQUEDA AVANZADA

XXXII
MARÍA APÓSTOL
DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA


«Al volver a casa, descansaré a su lado, pues su
trato no desazona, su intimidad no deprime, sino
que regocija y alegra» (Sab 8,16).


LA CULTURA CRISTIANA

María es por naturaleza esencialmente apóstol. Vino para dar a Jesús, para traer la vida a las almas, para ser mediadora, distribuidora de la gracia. Quitándole esta aureola, cesaría su razón de ser; sería destruirla. Jesús es Apóstol porque vino «para que tengan vida». María vino para traernos la Vida-Cristo.
Es la apóstol: en las profecías, en la vida, en el cielo.
Establecer el culto mariano es poner a la Virgen en el ejercicio de su apostolado para con la humanidad y los individuos; para con la sociedad civil y la Iglesia; respecto al reino de Dios y su gloria. María, establecida en un lugar, cumple invisiblemente y de manera proporcional cuanto acaeció en Francia con las apariciones de Lourdes; en México con Guadalupe; en Portugal con Fátima; en Argentina con Luján y en Brasil con la Aparecida.
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Una gran necesidad de la Iglesia trato de recomendar en cada misa al Maestro divino, con la intercesión de la Regina Apostolorum: la alta cultura religiosa. Las clases dirigentes, los profesionales, las personas consideradas instruidas viven hoy en día con una espantosa ignorancia de la ciencia más alta y más necesaria. En el Concordato entre Italia y la Santa Sede,1 la instrucción religiosa se considera como la base y la corona de toda la instrucción escolar. Esto es dar a la ciencia sagrada el sitio que le corresponde. Pero, por lo general, en el mundo se ha cavado un abismo entre razón y fe; entre doctrina cristiana y cultura civil. A menudo se constata que precisamente el más adelantado en las letras y las ciencias, adolece del conocimiento de las verdades más elementares: son ignorantes supinos en los problemas más vitales. Hombres insipientes, que os las dais de maestros en muchas cosas buenas, ¡estudiáis tanto para una vida que podrá al máximo durar cien años, y en ello no ahorráis ni tiempo ni fatiga..., mientras que por una vida inacabable (no dura sólo cien mil millones de siglos) no gastáis ni cinco minutos de vuestra jornada! Y con todo, la ciencia divina es la más digna del hombre, la ciencia indispensable, la máxima riqueza.
Sería un gran apostolado evangelizar a estas clases;2 pero casi siempre los esfuerzos chocan contra la barrera insuperable del orgullo humano; hinchados de su saber, desprecian la humilde, aunque altísima, doctrina cristiana. Hay empero un camino que puede llevar a buen término: María.
Las aberraciones de los intelectuales, de los filósofos, de los sociólogos, de los literatos, dependen de haber abandonado la senda de la verdad: la verdad es Jesucristo;
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el camino a Jesucristo es María. María es la sede de la sabiduría: ¿y se la quisiera en cambio encontrar donde no está? María es madre del buen consejo: ¿y se quisiera dejarse guiar por un ciego? María es aquella «que dio paso a nuestra luz».3 No es ella la luz, pero sí la aurora que la trae; es la luna que la refleja. Pero tenemos también muchos filósofos, sociólogos, literatos, intelectuales que son devotos admiradores, hijos de María: ellos han creado la filosofía perenne, la sociología cristiana, una literatura formativa, un intelectualismo 4 elevado y profundo. Si una ciencia superficial aleja de Dios, una ciencia profunda acerca a él; porque Dios es la Sabiduría misma.

MARÍA ES MADRE DE LA VERDADERA CIVILIZACIÓN

La auténtica civilización de un pueblo resulta de cuatro elementos, de ellos tres sustanciales: la verdad, los buenos hábitos, el culto cristiano; y el cuarto es complementario: un tenor elevado de vida humana, en cuanto es compatible.
Y bien, de María viene la Verdad-Cristo; de María viene toda virtud; de María viene la más elevada piedad; de María el ejemplo de una vida sencilla pero ordenada, serena.
El culto a María, litúrgico o popular, colectivo o individual, precede de ordinario o acompaña la marcha de la Iglesia y de Jesucristo: es universal, en todos los pueblos.
Si de la literatura italiana se quitara, en prosa o poesía, cuanto se refiere a María...; si se quitara de la pintura, de la escultura, de la música, de la arquitectura cuanto concierne a María...; si
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del culto y la piedad cristiana se quitara cuanto es liturgia, devociones, instituciones marianas... ¿cuál sería el resultado? ¡Qué empobrecimiento! Quitada María, el mundo se oscurece, el hielo lo invade todo; sería quitar la madre de una familia en que el marido y la nidada de hijos la consideran como el corazón de la casa.
María eleva las costumbres. El hombre está muy inclinado a la tierra: tiene siempre necesidad de quien eleve su mente y su corazón hacia el cielo. Indicar a María es señalar la meta: «Mira para qué has sido creado, dónde tienes que llegar, cuál es el camino a seguir». María es la Reina del cielo, Reina de los ángeles, Reina de todos los santos.5 Y aquí está toda la sabiduría de donde procede todo bien: dirigir la vida hacia el paraíso. Aquí radica la moralización y la elevación del vivir privado y público.
María, además, es un modelo de fácil imitación para todos. La santidad de Dios resplandece en Jesucristo, modelo humano-divino: él es la eterna belleza revestida de un ropaje semejante al nuestro (Flp 2,7). Pero la Virgen es un modelo humano del todo, elevado por la gracia, y por tanto a nuestro alcance. Ella es pura, es fuerte, es paciente, es benigna.
María amansa los corazones . Los bárbaros amainaron sus espadas, depusieron el espíritu de ferocidad, cesaron en la venganza ante esta Virgen, que con su suavidad venció la prepotencia.
María fue la vida de la Iglesia . Dice J. H. Nicolás: «El culto mariano es el concilio de Éfeso continuado», o sea es el cristianismo, en el que la verdadera maternidad de María y la divinidad y verdad de Cristo
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se iluminan recíprocamente, se completan para vencer el mal y establecer la vida cristiana.
Esta Madre engendra a la Iglesia siempre nuevos hijos. San Cirilo de Alejandría, en la clausura del concilio de Éfeso, habló así a María: «Salve, oh Madre de Dios, por cuya obra fueron fundadas las Iglesias en las ciudades y aldeas e islas de los fieles». Creyentes, parroquias e instituciones religiosas, son todas hijas de María. La santísima Virgen continuamente actúa para el reino de Jesús y para la Iglesia. Todo el poder de María es a favor de la Iglesia.
María es madre de los religiosos . Las órdenes y las congregaciones religiosas son la forma de vida más elevada y perfecta en la Iglesia. Sobre ésta ejercen un poderoso influjo. En la historia de la civilización son intelectual, moral y materialmente los factores más altos. En el culto mariano los religiosos se inspiran en la vida y el espíritu de la Virgen, dando por ello a la piedad mariana el más fuerte aporte de irradiación. La vida religiosa está constituida por los tres votos de pobreza, castidad y obediencia en la observancia regular: María es su modelo. La vida religiosa se aplica a la contemplación, al trabajo manual, al apostolado y a la defensa del catolicismo. En María está el tipo de estas cuatro formas de actividad.
María, instituidora y vigor de las familias religiosas . Sólo con María un fundador puede concebir e iniciar una institución; se necesita tal suma de gracias que sólo en ella cabe esperar que lo de por sí arduo e imposible sea fácil. Cartujos y cistercienses atribuyen su nacimiento a María. Los mercedarios, los carmelitas, los servitas se
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declaran fundados directamente por María. Dominicos, franciscanos, jesuitas, salesianos, maristas, hermanos de las Escuelas cristianas, lazaristas, redentoristas, paulinos y todas las instituciones religiosas femeninas tienen vida, ministerio, apostolado y obras tan ligadas a María, que se puede decir: «Su progreso procede según su piedad mariana».
María, madre de las instituciones caritativas. Éstas las desenvuelven en gran parte las órdenes y congregaciones religiosas, ligadas siempre a María. Los institutos modernos misioneros, los apostolados más fecundos y modernos, las obras de índole social; y luego las obras benéficas de los hospitalarios (haced-el-bien-hermanos), de los camilianos, trinitarios, lazaristas, agustinos, jesuitas, pasionistas, etc., etc.; el trabajo inmenso de las religiosas en todos los sectores de la beneficencia... son una espléndida floración que reconoce en María a la celeste jardinera, la inspiradora, la auxiliadora. Si a la humanidad se le sustrajeran estas obras, deberíamos pensar en la suerte de los pobres, de los huérfanos, de los viejos, de la juventud en el antiguo Imperio romano o en los pueblos todavía paganos.
El citado J. H. Nicolás escribe: «María es el nudo vital de toda obra y de todas las obras, siendo ella misma la obrera por excelencia de la gracia; la obrera de quien el mismo Obrero quiso ser formado». Todo es de María, por María, con María, si se quiere algo vital y operante. La inmensa escalera de las obras de caridad testimonia el espíritu de Jesucristo y exalta a la santísima Virgen, escalera que lleva a Dios.
María, madre de la Acción Católica. Esto honra a María Reina de los Apóstoles. Su cometido
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es la cooperación con la jerarquía católica. Fin nobilísimo y muy cercano al sacerdocio católico. Los medios son: la instrucción religiosa; la obra moralizadora; la organización de la juventud, de la mujer, de los hombres para una mayor defensa de su fe; iniciativas necesarias, útiles hoy: prensa, misiones, cine, ligas obreras, beneficencia, etc., etc. María es reina. Se trata de cooperar en la restauración de todo en Cristo y en la Iglesia. María es espejo de justicia.
María es reina de las gentes. San Bernardino escribe: «Sirven a la gloriosa Virgen María todas las criaturas que sirven a la santísima Trinidad». Reinos y ciudades, ejércitos y grandes empresas civiles se han consagrado a María. ¡Dichosos quienes viven bajo su manto! España, Portugal, Argentina, Brasil, Francia, Hungría, etc., honran particularmente a María. Italia, por su parte, es de modo especial nación de María; ¡díganlo, si no, sus santuarios, numerosos y ricos de piedad y de arte! Francia tiene treinta catedrales dedicadas a María.
María es reina del arte. La arquitectura ha rendido a María el homenaje de santuarios que son una maravilla, como Santa María Mayor en Roma, la catedral de Milán dedicada a María niña. La pintura ha hecho a María el homenaje de las más hermosas telas, como son las del beato Angélico. La escultura le ha hecho el homenaje de las mejores estatuas, como el grupo de la Piedad. La poesía y la música [le] han rendido homenaje por obra de los mayores poetas y de los mejores músicos. María es el
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sujeto ideal que todo artista quiere tratar. Y por este medio la santísima Virgen ejerce sobre las poblaciones una fuerte fascinación por su suavidad y misericordia. Atinadamente lo predijo la misma María: «Me llamarán dichosa todas las generaciones».6

CONCLUSIÓN

Es adecuado concluir con las palabras de san Germán: «¡Quién no quedará embelesado de admiración por ti, oh esperanza inmutable, protección inamovible,7 refugio seguro, intercesora vigilante, salvación perenne, Madre del Cordero y del Pastor, procuradora de todo bien?... ¡Bendita seas, pues, por todas las generaciones! No hay lugar, oh María, en que no seas honrada...; incluso las naciones que aún no quisieron reconocerte, se verán un día obligadas a honrarte, cuando tu Hijo venga a juzgar a todas las criaturas y tú serás reconocida como su verdadera Madre. Entonces con las lágrimas confesarán su culpable ceguera de haberse privado de los tesoros que tú distribuyes entre tus hijos. A nosotros, que con firme fe te confesamos Madre de nuestro Dios y como tal te veneramos, dígnate seguir concediéndonos tu benéfico patrocinio».
«Dios te salve (=Dios te salude), Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve! A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María».
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1 Estipulado el 11 de febrero de 1929 con los denominados “Pactos Lateranenses”, firmados en el Palacio de Letrán en Roma.

2 Sobre la importancia de tal “apostolado” el P. Alberione insistió en 1954, indicándolo como una de las prioridades de los Paulinos (cf «Cosas por hacer», en AD 188).

3 «Ex qua lux est orta» (antífona “Ave Regina cœlorum”).

4 En sentido positivo: vida intelectual, sistema de pensamiento .

5 Regina cœli, Regina angelorum, Regina sanctorum omnium.

6 Lc 1,48.

7 Protección inamovible: firme, que no cede .