Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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BÚSQUEDA AVANZADA

CAPÍTULO IV
APOSTOLADO DE LA MUJER EN EL PASADO

Por razones de brevedad y claridad me limitaré a referirme a grupos de hechos individuales, dejando a parte los colectivos, numerosísimos y no menos convincentes.

[Tre heroínas bíblicas]

El primer grupo nos es ofrecido por la Sagrada Escritura en el Antiguo Testamento; imposible leerla y no sentir la verdad de aquellas palabras: La mujer fuerte vale más que los tesoros traídos de la extremidad más lejana del mundo...1 ¡Y eso que la mujer aún no había sido elevada a la dignidad que le trajo la ley de perfección! No obstante, ella ejerce ya su misión no sólo en la familia sino también fuera. Ester, Débora, Judit,2 son los tres ejemplos clásicos, a cuyo alrededor forman corona otros mil. - Ester, no tanto por su belleza cuanto por sus virtudes, había agradado a Asuero, que la elevó al trono. Amán, ministro del rey, cruel y enemigo de los judíos, había obtenido del soberano un decreto para la matanza general de los mismos.
Ester, avisada por Mardoqueo, ordenó a todos penitencias y oraciones; luego se presentó al rey
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y con sus modales ganó talmente su corazón, que no solo libró de muerte segura a su pueblo, sino que enseguida fue condenado al patíbulo el propio Amán.
Los hebreos habían pecado y Dios les había castigado, entregándolos en mano de Yabín, rey de los cananeos, y la opresión era dura. Pero vivía por entonces una profetisa llamada Débora, a quien gustosamente iban los hebreos para aconsejarse. Ella mandó a un tal Barac que reuniera a 10.000 hombres, luego fue con él y ordenó entablar batalla. El ejército enemigo, aun siendo numerosísimo y estar muy bien armado, fue completamente derrotado: hasta el propio capitán Sísara cayó muerto por Yael,3 otra mujer hebrea, y el pueblo fue liberado.
Otra vez es Holofernes el que asedia Betulia, corta los acueductos, amenaza con exterminar a todos los ciudadanos. Éstos se asustan y están ya presionando a Ozías para que la ciudad se rinda.
Pero se presenta Judit, ilustre viuda de Manasés: reprocha la escasa confianza en Dios y a todos les anima a esperar. Acercándose al campo enemigo, es detenida por los centinelas y conducida ante Holofernes: gana el corazón de éste, le cae en gracia, y de noche, mientras él duerme emborrachado, le corta la cabeza. Al día siguiente el ejército de Holofernes huye precipitadamente, Betulia es liberada y sus habitantes acogiendo a Judit, cantan:
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Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el honor de Israel, tú eres el orgullo de nuestra raza.4

[Con Jesús y los apóstoles]

Al nacer el cristianismo, la historia nos habla de un feminismo que nada tiene que envidiar al del siglo XX, si es que no lo supera en varios aspectos. Jesús niño es presentado en el templo; allí, junto a Simeón, hay una mujer que lo proclama como el Mesías esperado: «Había también una profetisa, Ana... No se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento [mientras Simeón tenía en brazos a Jesús], daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén».5 Más tarde Jesús convierte a la Samaritana6 y ella, transformada de pecadora en apóstol, encamina hacia Jesús a sus conciudadanos, que luego creen en él. Jesús se mueve de ciudad en ciudad, de aldea en aldea; y he ahí a las piadosas mujeres7 que lo acogen, le sirven, y hacia él encauzan al pueblo. Jesús acaba de resucitar y se manifiesta en primer lugar a las piadosas mujeres, a quienes hace anunciadoras del gran acontecimiento; en efecto el ángel del Señor les dice: «Marchaos, decid a sus discípulos y, en particular, a Pedro: Va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os había dicho».8
Siempre que la predicación apostólica encontraba obstáculos de todas clases, la mujer educaba en el cristianismo los corazones desde la intimidad de la vida doméstica, y con una eficaz propaganda privada
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llevaba la religión a todas partes, sin excluir los palacios imperiales. - El Apóstol recuerda el nombre de varias mujeres que le habían prestado gran ayuda: «Os recomiendo a Febe,9 diaconisa de la iglesia de Cencreas», dice a los romanos, «ella se ha hecho abogada de muchos, empezando por mí. Recuerdos a Prisca y Áquila10 (dos esposos) colaboradores míos en la obra de Jesucristo; por salvar mi vida se jugaron la cabeza, y no soy yo solo quien les está agradecido, lo mismo todas las iglesias del mundo. Saludad a la comunidad que se reúne en su casa (los que este hombre y esta mujer acogían para la fracción del pan y para oír la palabra de Dios). Recuerdos a María, que ha trabajado tanto por vosotros (es decir por el Evangelio)... Recuerdos a Trifena y Trifosa, que trabajan duro por el Señor. Recuerdos a mi amiga Pérside que ha trabajado tanto por el Señor». No muy distintos son los saludos que san Pablo dirige a varias otras mujeres en las cartas a los colosenses, a los filipenses, la segunda a Timoteo, etc.
Había dos clases de personas que cooperaban, casi por profesión, con los11 apóstoles: eran las denominadas profetisas y las diaconisas.12 Las primeras por una gracia especial habían recibido del Señor el espíritu de profecía (en sentido amplio) y explicaban también al pueblo sentidos arcanos de las Escrituras, particularmente las proféticas, así como los misterios de la fe; de ellas se habla en algunas de las Cartas y en los Hechos de los apóstoles. Las diaconisas
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perduraron muchos siglos en la Iglesia, en algunos lugares hasta el siglo XVI. Eran vírgenes o viudas, de acendrada virtud, escogidas por el obispo, admitidas al servicio de la Iglesia con una bendición especial. Entre sus cometidos, los principales eran: asistir al bautismo de las mujeres, instruir a las catecúmenas y a otros en las verdades de la fe, visitar a las enfermas especialmente para disponerlas a recibir al sacerdote, vigilar la entrada y salida de las mujeres en la iglesia, etc. Tertuliano13 y san Clemente Alejandrino14 testimonian muy bien de sus méritos en favor de la Iglesia y de la fe.

[En la historia de la Iglesia]

Sería muy interesante la historia de la mujer en la Iglesia católica; esperemos que surja pronto quien la escriba. Aquí, callando sobre otras muchas, recordaré sólo a la madre y a la esposa de Constantino el Grande,15 que tuvieron buena parte en la libertad de la Iglesia y en su triunfo sobre el paganismo; Genoveva16 y Clotilde, mujer de Clodoveo, rey de los francos, a la que se debe la conversión del marido y del reino; Berta17 a quien Inglaterra es en gran parte deudora de la fe; Iarislaw y Lioba,18 veneradas como misioneras en los países eslavos, germanos, húngaros. Son felices primicias del gran escuadrón de heroínas19 que en todos los siglos partieron junto al misionero, para llevar la fe y la civilización en los países salvajes de Asia, África, Oceanía.
A tres mujeres están también unidos tres hechos que
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en la historia eclesiástica son de una gravedad excepcional. El final de aquel período que fue causa de infinitos líos para la Iglesia, por lo cual justamente recibió el nombre de exilio o esclavitud aviñonesa, es mérito insigne de santa Catalina de Siena, una mujer ante la que se inclinan los incrédulos no menos que los católicos; mujer piadosísima, literata,20 hábil en política, pero que todo lo obtenía de las penitencias y de la oración. El poder temporal de los papas, que, aun siendo ocasión de algunos males, trajo inmensas ventajas a la Iglesia, nos recuerda enseguida el nombre de la célebre Matilde de Canossa, su firmeza contra las miras ambiciosas del emperador, la ayuda prestada al papa. Luego tenemos a una humilde joven, la señorita Jaricot,21 que crea la Obra de la Propagación de la fe, poniendo así las bases de un porvenir glorioso para la Iglesia y abriendo la época de oro de las misiones católicas.22
¡Cuántas santas, que veneramos en los altares, dotadas de humildad heroica, no alentaban en el bien sólo a mujeres y muchachas, sino que, aprovechando toda ocasión, estimulaban el celo de los mismos ministros del Señor, los pastores de las almas, los obispos y los papas! Basta ver lo que hacían santa Brígida,23 santa Catalina de Siena, santa María Magdalena de Pazzi,24 santa Teresa,25 santa Juana Francisca de Chantal26 y otras muchas. Cuando se trataba de promover la gloria de Dios y la salud de las
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almas no sólo rezaban sino que amonestaban y exhortaban a las personas con más elevada dignidad en la Iglesia; y éstas no se ofendían, al contrario alababan ese celo y sacaban provecho. Santa Juana de Chantal,
para tenerlo bien presente, escribía en una hoja encontrada después de su muerte: «Es preciso que te acuerdes de pedir al monseñor de Ginebra,27 que haga instruir a la gente plebeya sobre el modo de oír la santa misa con reverencia y devoción y de hacer por la mañana el ofrecimiento al Señor de todas las acciones del día». ¿Es que un san Francisco tenía necesidad de admoniciones para cuidar a su grey? Sin embargo, la santa, creyéndolo útil, no dejó de dárselas, y san Francisco enseguida obtuvo provecho. Leemos también acerca de santa María Magdalena de Pazzi: «Ardiente de celo por las almas, olvidándose casi de su sexo y de su condición de monja, impulsada por el Espíritu divino, daba saludables consejos a Juan28 de Médicis, arzobispo de Florencia, luego papa León X, quien le hacía caso y dictaba cartas para los superiores de casas religiosas con el fin de que reformaran los abusos».
A María de Médicis,29 reina de Francia, le encomiaba calurosamente aquella ínclita religión que fue siempre la más perseguida en el mondo, y que entonces había sido prohibida en Francia; asegurándole que haría un gran servicio a la divina gloria comprometiéndose ante el rey su esposo para que en Francia las cosas volvieran a su cauce. Con gran calor
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exhortaba a aquella reina a emplearse con el fin de que allí se estirparan las herejías y la gran nación retornase a la piedad en que se había distinguido en tiempos del rey Ludovico.30
En la vida de santa Catalina de Siena se describe el matrimonio místico de su alma con el esposo divino Jesucristo. Y enseguida después se lee la orden que le dio el Señor: «Yo quiero que tus virtudes sean fecundas, no sólo para tu alma sino también para la de tu prójimo. Yo quiero unirte a mí con los lazos de la caridad hacia los demás. Tú sabes que dos mandamientos, el amor del prójimo y el amor de Dios, encierran toda la ley: ellos deben servirte como de pies para caminar y de alas para volar y traerme almas...».
Santa Germana Cousin31 no era más que una pastorcita enferma, escrofulosa,32 maltratada por la madrastra; pero en su corazón ardía el fuego del celo. Mientras las ovejas pacían en las laderas de los montes o estaban cerradas en el aprisco, ella se recogía con niñas y niños, enseñándoles el catecismo, a ser buenos, a huir del pecado.
El historiador Palladio33 nos traza un retrato estupendo de santa Olimpia, diaconisa, elegida por san Juan Crisóstomo;34 habiendo enviudado a los veinte años, rechaza otras bodas y dedica sus inmensas riquezas, sus nobles energías y sus conocimientos al servicio de la Iglesia. - Visitaba
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a los enfermos para socorrerlos, prepararles al último paso, instruirlos; protegía y consolaba a los desterrados, los encarcelados, las vírgenes; era la colaboradora fuerte de san Juan Crisóstomo en la defensa de la ortodoxia, en instruir a los ignorantes, en socorrer y servir a las varias iglesias.
Cuando fue desterrado el gran patriarca, ella combatía la herejía, repetía al pueblo las doctrinas del obispo y llegó incluso a excitar el celo del clero contra las intrigas de los herejes. - Quizás pensando en ella, san Juan Crisóstomo sentenció que las mujeres «pueden participar en todas las obras que conciernen al bien público».
A la beata Juliana de Lieja35 le debemos la institución de esa solemnidad que es un verdadero triunfo de la Eucaristía: la fiesta del Corpus Christi.
Y, pasando a otro orden de cosas, recordemos que siete entre los más grandes doctores de la Iglesia36 atestiguan la eficacia casi decisiva de la propia madre en sus convicciones, en su carácter, en su vocación: san Basilio, san Gregorio Nacianceno, san Juan Crisóstomo, san Jerónimo, san Ambrosio y san Agustín. - Recordemos37 a aquella santa Catalina de Alejandría que disputa con los más agudos sofistas paganos, les convence, los convierte y logra que sean mártires. La joven, educada por san Jerónimo con los libros de san Atanasio, es consultada por muchos y en Roma hace gran bien en favor de la fe. - Recordemos a Melania,38 que confuta a Pelagio, discute con
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los estoicos,39 convierte a Valusiano, que había permanecido obstinado incluso ante la aplastante lógica de san Agustín.
Todos conocen la importancia excepcional que han alcanzado hoy esos acontecimientos mundiales que son los Congresos eucarísticos. Se desgranan desde hace una larga serie de años con una imponencia y una abundancia de frutos verdaderamente consoladores. Pues bien, tuvieron origen por una humilde sierva de Dios, que los ideó en el silencio y en la oración.40 - Todos constatan palpablemente cómo se difunde y la eficacia que tiene en la vida cristiana la devoción al sacratísimo Corazón de Jesús; pues fue Jesucristo mismo quien escogió por apóstol suyo a una humilde monja de la Visitación: la beata Margarita Alacoque.41
Todos saben cuánto hayan contribuido a abatir el filosofismo francés, el racionalismo materialista de ayer y la incredulidad puesta de moda, los hechos acaecidos en Lourdes de medio siglo acá. Pues bien, fue María santísima Inmaculada quien escogió como confidente suya y como apóstol a una muchacha tan inocente cuanto simple: Bernadita Soubirous.42

[Eva y María]

Se me dirá: también fue una mujer, Eva,43 la que arruinó al hombre y a todo el género humano. - Sin duda, y esto prueba su gran poder sobre el hombre. La mujer puede compararse a un gran torrente... Abandonado a sí mismo, se vuelve un elemento de destrucción; pero si el hombre lo domeña y lo encanala, sacará de él
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las sorprendentes energías eléctricas productoras de luz y de fuerza. - ¿Qué no podrá la energía de la mujer bajo la guía firme del sacerdote?
La objeción nos lleva además a hablar de otra mujer: la Gran Mujer. Ella nos abre un nuevo horizonte, que descubre toda la grandeza de la misión femenina en la obra de la naturaleza de la gracia. En efecto, con el misterio de la Encarnación Dios elevó a la mujer hasta una dignidad que raya lo divino. En esta obra restauradora encontramos a una mujer anunciada en el paraíso terrestre como corredentora, y descrita después por los profetas y suspirada por los patriarcas.
Qué parte gloriosa haya desempeñado esta Mujer, nadie puede decírnoslo mejor que la Iglesia, la cual, al preparar a los fieles para la anual conmemoración de Navidad, poéticamente, pero siempre con precisión teológica, canta:44 «¡Oh Mujer feliz por el anuncio del Ángel del Señor, pero más aún porque fecundada por la fuerza del Espíritu Santo, de ti ha venido el deseado de las gentes!... ¡Oh María, en tu adorable Hijo, tú nos has devuelto cuanto la infeliz Eva nos quitó! ¡Tú abres las puertas del cielo, para que entren los pobres desterrados de la tierra! ¡Tú eres el camino para ir al más alto de los reyes!... ¡Oh gentes todas, rescatadas de la esclavitud, aplaudid a la vida, que os ha sido traída por la Virgen!». María santísima devino la madre de Dios, la reina de los santos, la
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esperanza de los míseros, la mediadora, después de Jesucristo, de toda gracia y de todo consuelo para los hombres. Dios quiso que lo recibiéramos todo de María, tallo bendito que trajo la flor bendita, Jesucristo, en quien y por quien fueron bendecidas todas las gentes. Y así, por disposición divina, la vida brota del sexo que había acarreado la muerte sobre la tierra.
Ante la grandeza de María santísima, el hombre entendió nuevamente la dignidad de su compañera, envilecida en el paganismo; la mujer volvió a comprender su naturaleza y misión; la Iglesia la entraña en la propia vocación de guiar las almas al cielo.45
No es que la mujer vaya a tener en la Iglesia una parte preponderante, docente, jurisdiccional, no; pero, aunque subordinada, siempre tuvo una parte eficacísima. Es Dios quien elige como instrumento de sus maravillas a personas ignorantes y humildes para confundir a los sabios46 y a los soberbios; es Dios quien elige personas débiles para confundir a los fuertes; es Dios quien elige medios que parecen despreciables, para que mejor aparezca su potencia en las obras. Conviene añadir aún que la mujer conserva en sí, de modo latente casi siempre, un torrente de preciosísimas energías: si se las desconoce, se atrofian (si no es que se desgastan en vanos chismorreos o en el mal); en cambio, si se las encauza bien, obran maravillas a las que el hombre no habría llegado.
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1 Cf. Prov 31,10 (según Vulgata).

2 Cf. libros de Ester y de Judit; para Débora léase Gén 35,8; Jue 4-5; Tob 1,8.

3 Cf. Jue 4,18-23.

4 Cf. Jdt 15,9.

5 Cf. Lc 2,25-38.

6 Cf. Jn 4,7ss.

7 Para las mujeres que seguían a Jesús, cf. Mt 27,55; 28,5; Mc 15,40-41; Lc 8,2; 23,27.49.55; 24,10.22.24; He 1,14.

8 Cf. Mc 16,7.

9 Cf. Rom 16,1.

10 Cf. Rom 16,3ss y también 1Cor 16,19 y 2Tim 4,19.

11 DA por error dice “con agli” (con a los) en vez de “con gli” (con los).

12 Para el título de profetisa cf. Éx 15,20; Jue 4,4; 2Re 22,14; 2Crón 34,22; Neh 6,14; Is 8,3 y en el Nuevo Testamento Lc 2,6 y Ap 2,20. Para el título de diaconisa cf. Rom 16,1, refiriéndose a la “hermana” Febe.

13 Quinto Septimio Florencio Tertuliano (160-250 ca.), de Cartago, fue un apologista que defendió la fe cristiana contra la herejía gnóstica (MM).

14 Clemente Alejandrino (150-212) fue uno de los Padres de la Iglesia griega; trató de conciliar platonismo y cristianismo (MM).

15 Elena Flavia Julia (250-330), primera mujer de Constancio I Cloro, madre de Constantino, fue benemérita por el apoyo dado a la religión cristiana tras el edicto del año 313 y por la construcción de basílicas en Roma y en Tierra Santa. - Fausta Flavia Máxima (298-326), hija de Maximiano emperador y hermana de Majencio: la casaron, siendo aún niña, con Constantino en las Galias, el año 307. Su vida, y hasta su muerte, estuvo envuelta en tragedias familiares.

16 Cf. BOLO E., La mujer y el clero, o. c. [DA 29, nota 3], pp. 16-17.

17 Esta santa, esposa del rey de Kent (Inglaterra), tuvo cinco hijas a las que educó en la fe. Habiendo enviudado, fue abadesa de un convento fundado por ella misma. Murió en 725 (MM). Cf. lo que de Berta dice VENTURA G., La mujer católica, II, Milán-Génova 1855, p. 304: «La monarquía y nacionalidad inglesa son obra de una princesa francesa, santa Berta, hija de Cariberto, rey de París. Fue ella quien convirtió al rey Etelberto, su esposo, y a la nación inglesa al cristianismo».

18 Así en DA. Alberione aquí tal vez depende de BOLO E., La mujer y el clero, o. c., p. 16s. Lioba, (o Leoba, Leobgytha, Truthgeba) es una santa benedictina, abadesa hacia el 745 en el convento de Tauberbischofsheim, quizás fundado por ella misma, en Baden (Alemania). Emparentada con san Bonifacio por parte materna, participó con él en la cristianización de Alemania. Murió el 28 de septiembre de 782 (o 779/780) en Schörnsheim, cerca de Maguncia (MM). - Con el nombre de Iarislaw (Jarislaw o Jaroslaw) se conocen varios príncipes, de Kiev y de otros territorios eslavos; pero no es fácil relacionarlos con las santas mujeres de las que se habla aquí.

19 DA dice héroes.

20 “Literata” porque, aun siendo analfabeta, dictó algunas obras; y “hábil en política”, porque aun no entendiendo de política (en el sentido habitual de esta palabra), sabía mover los hilos de la convivencia y de las buenas relaciones (NdT).

21 DA dice Iaricot. Cf. BOLO E., La mujer y el clero, o. c., p. 17. Pauline-Marie Jaricot es la fundadora de la Obra de la Propagación de la fe -cf. DA 40; 47; 79; 108; 115; 174-175; 327-. Nacida en Lyon el 22 de julio de 1799, murió también allí el 9 de enero de 1862. Pertenecía a una rica familia de industriales y tuvo una juventud alocada. Cambió tras una grave enfermedad. Iluminada por su hermano Philéas, que luego fue misionero, Pauline-Marie empezó, entre jóvenes trabajadoras y algunos influyentes miembros del laicado católico, el movimiento de oración y de recogida de ofertas que el 3 de mayo de 1822 pasó a ser la gran obra de ayuda para las misiones católicas. Animada por el deseo de reparación y de difundir la buena prensa, Jaricot fundó también en 1826 el rosario viviente -cf. DA 115; 306-. Percibiendo que la miseria favorece la descristianización de los obreros, quiso poner remedio con una empresa audaz: la creación de un taller cristiano. A tal fin adquirió los talleres Rustrel, en Bajos Alpes, para gestionarlos en forma de cooperativa. Pero la engañaron y la empresa fracasó. Su proceso de beatificación comenzó en 1930.

22 Algunas de estas organizaciones eran, por ejemplo, la Obra de la Santa Infanzia, de las Escuelas de Oriente, de san Pedro Claver, las Œuvres apostoliques, el Bonifaciusverein, la Ludwigsverein, la Œuvre des partants y semejantes, comenzadas todas con el fin de ayudar con dinero a una u otra de las regiones o instituciones apostólicas en el mundo. La obra “misionera” más citada por Alberione era probablemente justo la Propagación de la fe (existente desde el 3 de mayo de 1822) ideada por la señorita Pauline Jaricot.

23 Brígida Persson (nacida en 1303) era sueca y de noble familia. La casaron contra su voluntad, y durante un año se mantuvo virgen. Después tuvo ocho hijos, entre ellos a santa Catalina de Suecia. Fundó las Brígidas (Orden del Santísimo Salvador). Dio consejos a más de un papa, como Urbano V y Gregorio XI. Murió en Roma el año 1373. Alberione estaba ligado afectivamente a esta santa desde niño, a causa de una iglesita a ella dedicada cerca de la Alquería Agrícola, donde la familia había emigrado, en la campiña de Cherasco. Delante de aquella iglesita la madre aguardaba al pequeño Santiago al atardecer cuando regresaba de la escuela.

24 Es una santa monja carmelita (1566-1607) de noble familia florentina y del monasterio de San Frediano.

25 Teresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila, España, el 29 de marzo de 1515 y murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Tuvo una infancia fervorosa y una primera adolescencia disipada. Cuando profesó en las carmelitas enfermó, y entonces decidió dedicarse a la oración. Repuesta de la enfermedad por intercesión de san José, se relajó de nuevo frecuentando placenteramente a personas de mundo. La muerte del padre (1543) la empujó a retomar la oración y a mantenerse constante. En 1560, bajo el impulso del concilio de Trento (1545-1563), Teresa pudo emprender, con fervor, la reforma de la Orden del Carmelo, logrando que las carmelitas (descalzas) volvieran a la observancia de la regla primitiva. Como mujer práctica que era, se ocupó de las mínimas cosas del monasterio sin descuidar tampoco la parte económica. Alberione se refiere frecuentemente a esta santa -cf. DA 47; 182; 225; 244; 246; 335.

26 Francisca Frémyot (1572-1641) nació en Dijon, Francia, de familia rica. Tras la muerte del marido, el barón de Chantal, ella se dedicó al apostolado católico en una época en que luteranismo y calvinismo se difundían en Francia. Bajo la guía de Francisco de Sales, en 1610 fundó la Orden de la Visitación (MM).

27 Se trata de Francisco (1567-1622), obispo de Ginebra, doctor de la Iglesia, protector de los periodistas, nacido en el castillo de Sales (región de la Saboya) el 21 de agosto de 1567 y muerto en Lyon (Francia) el 28 de diciembre de 1622. Alberione se refiere con frecuencia a este santo -cf. DA 67; 239; 244; 247; 248; 335-. La Filotea era un libro utilizado a menudo en las meditaciones de los seminaristas.

28 DA dice Alejandro. En realidad el futuro Leone X (1513-1521) fue Juan de Médicis (1475-1521), hijo de Lorenzo el Magnífico. Elegido papa (1513), reconoció a la Iglesia galicana (1516). De índole pacífica, políticamente osciló entre Francia y España, poniéndose por fin de acuerdo con Carlos V de Habsburgo (España y Austria) contra Francisco I de Valois, francés (1521). Amante de lo bello y de la pompa, empobreció el erario de la Iglesia, pero promovió letras, ciencias y artes. La fecha inicial de la Reforma de Lutero (exposición de las 92 tesis en la catedral de Wittenberg en 1517) coincidió con el 4° año de pontificado de este papa. Si el autor se refiriera realmente a Alejandro y no a Juan de Médicis, entonces inverosímilmente sería el papa Alejandro XI, que reinó del 1 de abril al 27 del mismo mes, de 1605: sólo 25 días de pontificado (MM).

29 María de Médicis (1573-1642) era la hija de Francisco II de Toscana. Se casó con Enrique IV de Francia (1600). Regente (1610-1615) por el hijo Luis XIII, suscitó el odio del pueblo y de los nobles por la influencia consentida a Concino Concini, gentilhombre florentino de su séquito. María fue desterrada por el hijo a Inglaterra y luego a Colonia, en Alemania.

30 Quizás alude a Ludovico, llamado el Pío (778-840), hijo segundón de Carlomagno. Pero podría también tratarse de Luis IX, santo (1214-1270), hijo de Blanca de Castilla.

31 Nació cerca de Toulouse, Francia, tierra de luchas entre católicos y hugonotes, en 1579. Niña enferma y privada del uso de la mano derecha, estaba expuesta también a repugnantes afecciones de la piel. Fue objeto de mofa en su misma familia. A los nueve años la confinaron al cuidado de un rebaño de ovejas. Al volver del pasto, por la noche, la obligaban a dormir en la cuadra. No hizo nada de particular en su vida. La encontraron muerta una mañana de verano de 1601; tenía 22 años. En 1644 su cuerpo fue hallado intacto y la actitud de sus parroquianos cambió. Había sido sólo una campesina devota, “santurrona” según otros; pero llegó a ser la patrona del Mouvement rural de la jeunesse chrétienne féminine [Movimiento rural de la juventud cristiana femenina].

32 La escrófula (en latín “scrofa” = hembra del cerdo) es la inflamación de los ganglios del cuello, muchas veces de naturaleza tuberculosa.

33 Blosio Palladio (1508-1580) fue secretario primero de Clemente VII y luego de Paulo III, que lo nombró obispo de Foligno (Perusa, Italia) en 1540 (MM).

34 DA aquí y más adelante dice Grisóstomo.

35 Juliana de Lieja, o de Cornillon, nació en Retinnes, cerca de Lieja, Bélgica, en 1191. Habiendo quedado huérfana, se hizo monja en 1207. Tuvo una primera visión en 1209, seguida de muchas otras. Hacia 1230 fue priora de Mont-Cornillon y compuso un oficio (esquema de oración). Dimitió de superiora el 2 de mayo de 1248, para retirarse a Fosses donde murió el 5 de abril de 1258.

36 Siete… en realidad, Alberione enumera seis. El séptimo Padre puede ser san Atanasio de Alejandría (cf. DA 139, nota 14). Sus madres respectivas son: santa Emelia, de Basilio; santa Nonna, de Gregorio; santa Antusa, de Juan Crisóstomo; santa Mónica, de Agustín. De las demás no nos han llegado los nombres.

37 Aquí Alberione sintetiza un texto de BOLO E., La mujer y el clero, o. c., p. 153, sobre “mujeres sabias en el pasado”.

38 Melania la Joven (383-439), matrona romana, nieta de la otra Melania, la Anciana, pariente de san Paulino de Nola, abandonó Roma tras la muerte de los hijos, fue a Sicilia y luego a Jerusalén, donde fundó un monasterio en el Monte de los Olivos. Estuvo en relación con Paulino, Jerónimo, Agustín, y disputó con Pelagio (354-427), el monje bretón confutado por Agustín.

39 DA por error dice “storici” (históricos) en vez de “stoici” (estoicos).

40 Se trata de María Marta Emilia Tamisier (Tours 1884-1910). Inspirada por Pedro Juliano Eymard, se propuso difundir el culto de la Eucaristía en el pueblo, imitando la piedad mariana expresada en la peregrinación a los santuarios. Animó y organizó de ese modo peregrinaciones a los santuarios relacionados con la Eucaristía o con milagros eucarísticos. La primera peregrinación, a la capilla de los Penitentes Grises de Aviñón, se remonta a 1874. Mons. L. G. de Ségur, arzobispo de París, hizo suya la iniciativa obteniendo del papa León XIII la aprobación de la Obra de los Congresos (1881). Cf. La Civiltà Cattolica 4 [1910] 80.

41 Monja de la Visitación, nació el 22 de julio de 1647 en los alrededores de Paray-le-Monial, diócesis de Autun, Francia. Huérfana de padre, dentro de una familia numerosa, pronto conoció el sufrimiento. A 24 años, el 25 de mayo de 1671, entró en las Visitandinas de Paray. Mientras se difundía por doquier el jansenismo, por obra de esta mujer comenzó el culto al sagrado Corazón de Jesús.

42 Bernardita o María Bernarda Soubirous nació el 7 de enero de 1844 en Lourdes, donde se le apareció la Inmaculada Concepción del 11 de febrero al 16 de julio de 1858. El 30 de octubre de 1867 emitió la profesión religiosa en las hermanas de Nevers. «No vale para nada», declaró entonces la superiora general; pero mons. Forcade le dio esta consigna: «Hija mía, te encargo que reces».

43 Sobre Eva, cf. Gén 3,20; 4,1; Tob 8,6; 2Cor 11,3; 1Tim 2,13.

44 Este era el himno de Laudes en el Común de las fiestas de la Virgen María, en el oficio de Santa María en Sábado y en la Dedicación de una iglesia (MM).

45 Al culto de María el P. Alberione quiso darle el propio aporte desde el principio de su vida sacerdotal, escribiendo el volumito La B[ienaventurada] Virgen de las Gracias en Cherasco (La Virgencita), Memorias-obsequios, Alba 1912, 136 páginas, 8 ilustraciones.

46 Cf. 1Cor 1,25-27; 4,10; 2Cor 12,9-10.