6. «Heraldo»
(2Tim 1,11)
«De este evangelio me han nombrado heraldo» (2Tim 1,11). «Esfuérzate por presentarte ante Dios hombre probado, obrero que no tiene de qué ruborizarse, fiel predicador de la palabra divina» (2Tim 2,15).
a) Predica la palabra, «insiste oportuna e inportunamente; arguye, reprende, exhorta con toda paciencia y preparación doctrinal» (2Tim 4,2)*.
- Predicar, deber oficial;
- medio indispensable y eficacísimo;
- más urgente hoy: «Tiempos vendrán en que no se querrá escuchar la enseñanza auténtica; en que, para halagarse el oído, los hombres se rodearán de maestros a la medida de sus propios antojos, se apartarán de la verdad y darán crédito a los mitos» (2Tim 4,3-4). Por tanto, «es una necesidad que se me impone (la de anunciar el mensaje), ¡y pobre de mí si no lo anunciase!» (1Cor 9,16)*. Los cristianos, las vocaciones, la observancia religiosa... son frutos de la predicación, las más de las veces.
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b) Fiel predicador de la palabra divina:
- predicar bien cuantitativamente,
- predicar bien cualitativamente.
- Preparación de estudio, sobre la Escritura, teología, moral, liturgia. La plática sea sagrada, no literatura ni política, etc.
- Predicación nuestra: con preparación inmediata.
- Entren en ella el dogma, la moral, la liturgia; si bien no se exige todo en cada plática.
- Sea moderna: penetrando en las ideas de los oyentes para hacerles salir con nuestras ideas.
- Corresponda a las necesidades de los oyentes y a su calidad.
- Sea sobrenatural en el motivo, en la manera, en el fin.
- La plática sea una: de unidad arquitectónica (por ejemplo, santo Tomás), u orgánica, desarrollando un germen (hijo pródigo), o psicológica (Ségneri, cenizas)25.
- Sea aceptable en la lengua, la exposición, la moderación.
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c) San Pablo: rico en cualidades oratorias naturales; colmado de dones; siempre igual y siempre nuevo, y vivificado siempre por la caridad de Cristo: «¿De qué me sirve hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles? (1cor 13,1) ...¿Quién podrá arrebatarnos el amor de Cristo?» (Rom 8,35).
Sin respetos humanos: «¿Busco yo contentar a los hombres? Si todavía tratara de contentar a los hombres, no podría estar al servicio de Cristo» (Gal 1,10).
Sin repartir flores o ilusionar a los espíritus, sino buscando el verdadero bien.
Sin irritaciones ni desalientos, pues mucha pa labra de Dios cae sin fruto... pero hay también quien da fruto26.
Es un ministerio fatigoso: «Al ir iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas» (Sal 125,6).
«Por eso lo soporto todo para bien de los elegidos; a fin de que también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna logradas por Cristo Jesús» (2Tim 2,10).
Quiero mejorar constantemente mi predicación en calidad y cantidad. No fui un obrero irruborizable27...
Preparar por lo menos en resumen, después de haberla preparado por mucho tiempo por extenso.
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A Jesús Maestro
Has enseñado una doctrina celestial; con confianza, con sencillez, a todos.
Me has enviado a predicar: soy sacerdote.
Me has dado por protector a un gran predicador: san Pablo.
Me has entregado almas hermosas para que las instruya, jóvenes escogidos.
Me has proporcionado medios variados y poderosos: palabra, prensa, cine, radio.
¿He cumplido bien tu mandato? No puedo decir que sí, externamente. Internamente, no siempre he rezado lo suficiente; no siempre tuve la debida caridad; ¿faltó tal vez la constancia?
«Se abrirá el tomo
que contiene todo,
llamando a cuentas»28*.
Cuando los oyentes estén ante mí, el día final, podrán decir que no siempre les precedí con el ejemplo; que no hubo en mí la suficiente humildad; que faltó la oración para que la semilla arrojada germinase: «¿Qué soy yo?, diré aturdido»29.
Rosario, miserere.
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25 El P. Ségneri, jesuíta (1624-1694), pasa por ser el príncipe de los oradores sagrados italianos. Sus mayores triunfos los alcanzó con «Cuaresmal», repertorio de sermones para la cuaresma; de ahí que Alberione recuerde «las cenizas». NdT.
26 Alusión a la parábola del sembrador (Le 8,5-15 y paralelos). NdT.
27 Con la extraña palabra «irruborizable» se ha intentado traducir la no menos rara empleada por Alberione para referirse al vocablo latino «¡nconfusibilem», que aparece en el texto de 2Tim 2,15 y que se traduce por «no tener de qué ruborizarse». NdT.
28 Se trata de una de las estrofas, traducida libremente, de la vieja secuencia «Dies irae» que se usaba en las misas de difuntos antes de la reforma litúrgica del Vaticano 11. Originariamente dicha secuencia se leía en el último domingo (y también en el primero) del año litúrgico, cuando el evangelio hablaba del fin del mundo. NdT.
29 Es otro verso de la citada secuencia «Dies irae, dies illa». NdT.