Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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13. «Vivos para Dios en unión con Cristo Jesús»
(Rom 6,11)

«Presentaos ante Dios como lo que sois: muertos que habéis vuelto a la vida, y haced de vuestros cuerpos instrumentos del bien al servicio de Dios» (Rom 6,13).
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a) Muertos al pecado, «vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3)*. Es una vida nueva, pero interior, la mejor vida, la sobrenatural; es Cristo quien vive en nosotros; vive el hombre espiritual.
San Pablo murió del todo en la hora de Damasco; pero del bautismo se levantó otro hombre: un nuevo Cristo.
Del bautismo sale un hombre nuevo: el cristiano.
De la profesión sale un hombre nuevo: el religioso.
De la ordenación sale un hombre nuevo: el sacerdote.
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b) La nueva vida sacerdotal es plenamente activa: el cerebro, la fantasía, las aspiraciones, la palabra, la conducta, la profesión es la de Jesucristo sacerdote.
Se ha transfigurado, es algo celestial, un pregonero de las cosas eternas: «¡Habéis resucitado con Cristo! Orientad, pues, vuestra vida hacia el cielo, donde está Cristo sentado al lado de Dios, en el lugar de honor. Poned el corazón en las realidades celestiales y no en las de la tierra» (Col 3,1-2). Los intereses divinos son los suyos; los pensamientos de Jesucristo son sus pensamientos; siente con Cristo; habla como Cristo; su vida calca la de Jesucristo.
Pero es una vida que se desarrolla, se sustenta y aumenta con un cuidado continuo. «Convertios en hombres nuevos, hombres que van renovándose sin cesar a imagen de su Creador» (Col 3,10).
Primero: Ha de vivir alejado del mundo para preservarse de todo desfallecimiento: «vosotros no pertenecéis al mundo». (Jn 15,19)
El mundo está vacío de Cristo y de Dios.
Segundo: Ha de alimentarse de Cristo nutriendo en él la mente: «El mensaje de Cristo llene con toda su riqueza vuestros corazones, y sed de veras maestros los unos de los otros. Con un corazón profundamente agradecido, cantad a Dios salmos, himnos y canciones inspiradas» (Col 3,1o). Nutriendo de El el espíritu: vida eucarística, comunicación frecuente con Jesús a lo largo de la jornada, mediante comuniones espirituales y una unión renovada incluso con medios externos. Nutriendo de El el corazón: «¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... Hasta el gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los Ejércitos, rey mío y Dios mío (yo buscaré)» (Sal 83,2-4)49.
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El sacerdote será verdadero dador de vida, llevando doquier el espíritu del que se nutre él mismo. Revertirá sobre las almas de lo que está lleno su corazón.
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A Jesús Maestro

Muerto para darme vida: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25)*.
Mi ministerio será eficaz en proporción a mi vida espiritual. De un hombre de Dios todos sienten el deber de aprender. Ese no-sé-qué de divino que trasluce de su persona -razonamientos, vida sencilla, piadosa, recogida- impresiona; los hombres lo entrevén como un «algo divino»; perciben estar en presencia de algo superior. Es un hombre resucitado, elevado sobre todo lo terreno: «Si hemos muerto con Cristo, debemos confiar en que también viviremos con él; porque sabemos que Cristo, al resucitar, triunfó de la muerte y es ya inmortal; la muerte ha perdido su dominio sobre él» (Rom 6,8-9).
Resucitará también el cuerpo en la otra vida, teniendo el reflejo de las virtudes, méritos y vida sobrenatural del alma; es decir, esplendor, impasibilidad, inmortalidad, agilidad, sutilidad. «Cuando Cristo, vida nuestra, se manifieste, también vosotros apareceréis, junto a él, llenos de gloria» (Col 3,4).
Por eso, «esperamos impacientes que nos venga el salvador, Jesucristo, el Señor. El será quien transforme nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que le permite dominar todas las cosas» (Flp 3,20-21)50.
Rosario, miserere.
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49 Alberione, fiándose de una cita de Cohausz, atribuye estas frases al salmo 85.

50 También aquí se confunde de nota Alberione, citando Rom 11,12 en vez de Flp 3,20-21.