Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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4. «Hombre de Dios»
(1Tim 6,11)*

«Somos realmente hechura suya (de Dios y de Cristo), creados, como cristianos, para hacer el bien que Dios nos asignó de ante mano como línea de conducta» (Ef 2,10)20.
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a) «Somos hechura suya»; el sacerdote es un nuevo ser, extraordinario; más allá del segundo nacimiento, «tenéis que nacer de nuevo» (Jn 3,7)*; es el hombre de Dios, porque ha sido transformado y enriquecido y unido a Cristo en obras propias de Dios. Colmado, transformado por la gracia, por quien es «rico en misericordia» (Ef 2,4)*. De perseguidor a apóstol.
Todo sacerdote, digno de su misión, es un milagro de la gracia. Manda sobre el pecado y sobre el demonio; dispone de las gracias y es obedecido por Dios; la gente entrevé en él a un ser ultramundano; aun cuando todo esté perdido, esperan todavía en él. El sagrado crisma ha transformado al aspirante en un ser totalmente de Dios, hecho de nuevo «hechura suya».
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b) Trata las cosas de Dios, que le han sido encomendadas:
Canta a Dios: «Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios» (He 16,25)*; el breviario es la obra de Dios. La oración del sacerdote es diversa de la del cristiano seglar.
Mueve a los hombres a loar a Dios: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos» (He 2,12)*. El sacerdote es pregonero y heraldo de Dios.
Defiende los derechos de Dios y lleva a los hombres a Dios. Sin el sacerdote se adora al becerro de oro, a Baco, a Venus... Así era el mundo pagano antes del cristianismo; y así donde enmudece el sacerdote. El sacerdote es Cristo-Dios; si se aleja, en medio de los hombres se insinúan otras divinidades, que son el demonio; desechada la gracia, entra en el corazón el demonio.
El sacerdote: «Me he aparecido a ti para hacerte mi servidor y para que des testimonio de haberme visto y de lo que aún tengo que mostrarte..., para que les abras los ojos del entendimiento, les hagas pasar de las tinieblas a la luz, y del imperio de Satanás a Dios. De este modo, por medio de la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia que corresponde a los que Dios ha consagrado para sí» (He 26,16.18)21.
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c) Hombre comprometido, obligado a Dios. Es para Dios: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea que les he encomendado» (He 13,2)*. Vive para Dios, no para la carne ni para los intereses humanos ni para lograr puestos y honores... «Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso» (1Tim 6,11)*. Sería triste, humillante, demoledor... «predicando que no se robe, ¿robas tú?» (Rom 2,21)*. Exclusivamente para Dios: «Tú, en cambio, hombre de Dios..., esmérate en la piedad» (1Tim 6,11)*; «nuestra patria está en los cielos» (Flp 3,20)*.
Ser familiares de Dios; convertir el mundo es cosa únicamente de quien de veras es de Dios. El benjamín de Dios. Dios le defiende, le consuela, le santifica como tal. Es la pupila del ojo de Dios. Vive en paz aunque el mundo se alborote bajo sus pies, como Pedro sobre las olas, sostenido por Cristo.
El sacerdote: «Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. En vida o en muerte, del Señor somos» (Rom 14,8)*.
Señor, «¡qué agradecido estoy por tu confianza al designarme para tu servicio, a mí, antes un blasfemo..., pero tuviste misericordia de mí!» (1Tim 1,12-13)22. Así pues: nobleza, reconocimiento, humildad, correspondencia.
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A Jesús Maestro

Tu misericordia es infinita; nunca podré entenderla del todo. Más quiero adorarla que escrutarla. ¿Cómo así has elegido para ser sacerdote, hombre de Dios, a un ser tan mezquino, tan gran pecador, de quien preveías que te habría traicionado en tus expectativas?... ¡Todo fue sólo misericordia tuya!
¡Soy un milagro de Dios! Infinitas misericordias tuyas me han llevado al sacerdocio: «Por favor de Dios soy lo que soy» (1Cor 15,10)*23. La ordenación transformó a los Doce; la ordenación me hizo un ser nuevo, Dios en la tierra.
Me he ensimismado con Cristo: sus intereses son los míos; sus intenciones las mías; hablo con sus palabras; mi doctrina es la suya; mi vida es la de Cristo; yo realizo las obras de Cristo; o mejor, es Cristo quien las realiza por mí: «Pedro bautiza, es Cristo quien bautiza; Judas bautiza, es Cristo quien bautiza» (San Agustín)*.
Estoy obligado a Dios: debo vivir según Jesucristo. Debo ocuparme sólo de lo que concierne a su honor: «¿No sabíais que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2,49)*.
Perdóname tanta indignidad, el despilfarro de gracias y de tiempo.
Rosario, miserere.
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20 P. Cohausz daba una cita del bloque Ef 2,4-10; Alberione, aún transcribiendo el texto paulino correspondiente al versículo 10, citó sólo 2,4. Además alteró el texto latino, haciéndole decir que no es el «bien» (textualmente las «buenas obras») nuestra norma de conducta, sino Cristo. Para ello cambió el relativo plural con un pronombre personal, que se refería precisamente a Cristo.

21 También en esta cita se confunde Alberione: da He 26,12 (en vez de 16 y 18). Tal vez tomó la cifra 12 de otra cita (Heb 2,12) que Cohausz da en el mismo pie de página.

22 La cita de Alberione es incompleta: 1Tim 1,12 aunque cita la mayor parte del versículo 13.

23 En el texto, escribe Alberione alternando singular-plural: «Por favor de Dios soy lo que somos».