Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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1 «Hijos amados de Dios, procurad pareceros a El»
(Ef 5,1)

a) Debo, pues soy hijo, asemejarme al Padre; para agradarle. El Hijo que le complació totalmente fue Jesucristo: «Este es mi hijo amado, en quien me complazco» (Mt 17,5)*. Si Cristo viviera en mí -mente, voluntad, corazón-, el Padre vería en mí a Jesucristo; yo le complacería... ¡Pero yo no soy otro Cristo!:
mi mente,
mi corazón,
mi voluntad...
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b) «Os recomiendo que sigáis mi ejemplo; como yo sigo el de Cristo»4 (1Cor 4,16).
Grandísimo provecho puede sacarse de un tipo humano de santo, de sacerdote, de apóstol.
Imitar a Pablo para imitar a Cristo; para ver en un simple hombre cómo se puede ser santo, sacerdote, apóstol como Cristo.
«Tenéis en nosotros un buen ejemplo que imitar» (2Tes 3,7). Es decir, para ver cómo obró Cristo.
Pablo es vida, doctrina, mediador, intercesor para nosotros.
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c) «...Quisimos daros un ejemplo que imitar» (2Tes 3,9).
Este es nuestro gran menester: hacer vivir, reproducir a Cristo en nosotros; para que los nuestros, los lectores, los hombres, lean en la nuestra, la vida de Cristo: el evangelio.
La palabra escrita y oral, pública y privada, la de Pablo, la de Cristo. Meditar la vida.
La conducta privada y pública, la de Pablo; para que sea la de Cristo. Meditar sus cartas.
Mi oración y mi apostolado, los de Pablo; para que sean los de Cristo. Rezar y actuar por Pablo en Cristo.
Finalidad: «os daremos ejemplo».
Oración: misterios gozosos, miserere5.
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A Jesús Maestro

Aquí estoy ante tu6 tabernáculo para rendirte cuentas de mi vida, de mi sacerdocio, de mi particular misión.
¡Bondad infinita, como en obstinada competición respecto a mi obstinada malicia y a las diarias e incesantes incorrespondencias y sordera!, tú me has podido. Como pudiste a Saulo. Me rindo... Todo, sólo y siempre Tú y en ti y para ti.
Perdóname, oh Maestro. No estés callado. Siento que me has traído a esta soledad para hablarme..., iluminarme.
Perdóname, oh Maestro. Ten también conmigo el corazón que tuviste con Pedro, Magdalena, Mateo, Tomás...
Dígnate acoger a este hijo pródigo, a este sacerdote indigno, a este infiel a todos tus designios y deseos.
«Todo lo despilfarró de mala manera» (Lc 15,13)*: la mente, el corazón, el tiempo, las fuerzas, las relaciones, las ayudas, salud y bienes materiales.
Todo está por reconstruir, pues no tengo virtud, no tengo la fe que Tú quisieras, no tengo piedad suficiente, no tengo celo por Dios y por las almas.
Reconstruyete a ti mismo en mí... Quiero dejarte libre para que hagas lo que quieras... Trabájame... «hasta que Cristo tome forma definitiva en vosotros» (Gal 4,19)* a partir de está chatarra y estas ruinas...
Confío en ti, sagrado Corazón del Maestro.
Confío en ti, sagrado Corazón de la Madre.
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4 La segunda parte de la frase -que no consta en los textos escriturísticos- solía añadirse como para dejar más claro el sentido. Así lo hacen Cohausz y Alberione, tomando quizás la frase de 1Cor 11,1. NdT

5 El «miserere», título latino con que se conoce el célebre salmo 50 (porque comienza con las palabras: «Misericordia, Dios mío, por tu bondad»), es uno de los textos oracionales más usados por Alberione. Lo veremos apuntado casi invariablemente al final de cada capítulo del presente opúsculo. NdT.

6 Cuando el P. Alberione se dirige al Señor lo hace siempre con el «Vos» (y los relativos adjetivos o pronombres posesivos: vuestro, vuestros, etc.). En la traducción se ha preferido poner al día el lenguaje, introduciendo el «Tú» (tuyo, tuyos) y, muchas veces, usando la minúscula. NdT.