Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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XXXIII
CONCLUSIÓN


«Es más bella que el sol y que todas las
constelaciones. Comparada a la luz del día sale
ganando, pues a éste lo releva la noche, mientras
que a la sabiduría no la puede el mal. Alcanza
con vigor de extremo a extremo y gobierna el
universo con acierto» (Sab 7,29-30; 8,1).


REALEZA DE MARÍA

En las letanías, a María se la llama Reina de los ángeles, por su inteligencia superior a la de todos; Reina de los patriarcas, por su piedad superior a la de todos. Se la llama Reina de los profetas , por su don más excelso de profecía; Reina de los Apóstoles , por su celo más ardiente. Se la llama Reina de los mártires , porque a todos les supera en la fortaleza; Reina de los confesores, porque a todos les supera en la virtud; Reina de los vírgenes, porque a todos les supera en pureza. Se la llama Reina de todos los santos, porque respecto a ellos tuvo mayor santidad y plenitud de gracia y de gloria. Es una primacía de grandeza y perfección lo que María tiene respecto a cada uno de los santos, a cada categoría de ellos, y a todos juntos.
La razón [de tales títulos] es la divina Maternidad. Porque es Madre de Dios, tiene una unión, un parentesco especial con el Señor. Es la bendita entre las mujeres;
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está en una posición única, más alta; más unida a Dios. «El hombre es tanto más santo cuanto más está unido a Dios», dice santo Tomás. María, Madre de Dios, supera por ello a todo apóstol.
El oficio de reina . – Para entender cómo se realiza en María su poder de Reina, hay que considerar su misión. Ella es «coadyuvadora, compañera y partícipe del reino celeste, porque fue compañera en el sufrimiento de Jesús, para la salvación de los hombres» (san Alberto Magno). Jesús es Rey porque muriendo conquistó a los hombres; María es compañera del reino porque, acompañando a Jesús en la pasión, con él y por el también les conquistó.
Ahora Jesucristo Rey no hace nada independientemente de María Reina . De este modo la bienaventurada Virgen es partícipe, en cierta medida, en el ejercicio de los tres poderes regios de Jesucristo: legislativo, judicial, ejecutivo, que de suyo corresponderían sólo al Rey. Sucede así que Jesucristo establece leyes, y por su propia autoridad ordena la observancia; pero la Virgen da su asentimiento y confirmándolas nos amonesta maternalmente: «Cualquier cosa que os diga, hacedla» (Jn 2,5). Y así el apóstol, obedeciendo a María coma a Madre y Reina, obedece de veras a Jesús. Es lo que sucede en una familia cuando la madre hace suyo e inculca al hijo el mandato dado por el padre como jefe de la casa.
Jesucristo por su autoridad y poder juzga y pronuncia la sentencia. Pero, si es una sentencia de misericordia, como en el caso del premio
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dado al apóstol, la pronuncia con la intervención misericordiosa de María; más aún, la da propiamente por esa intervención de María. En cambio, si es sentencia de castigo, María consiente, pues se trata del querer divino.
Añádase que Jesucristo aplica por poder suyo la sentencia, pronunciada por propia autoridad; pero también en esto se da el consentimiento de María. Incluso una intervención directa cuando Jesucristo corona al apóstol. Así María, en su manera propia, participa en el reino como participó en su conquista.
En esta doctrina se basa la esclavitud filial, o servidumbre de María, enseñada por san Luis Grignion de Montfort.
Aún más: María tiene un honor y un poder sobre los apóstoles en cuanto Madre de Jesucristo Rey, y Esposa del Espíritu Santo. La gloria del Hijo se refleja en la Madre; como también los dolores del Hijo se reflejan en María. La vida, la infalibilidad, la indefectibilidad que el Espíritu Santo comunica a la Iglesia, pasa por las manos de María. Tanto más que ella obra con Jesucristo y con el Espíritu Santo sobre toda alma en gracia.
Todos reciben de María; el querer de Jesucristo para cada uno de nosotros es también el deseo y el querer de María santísima.
María es poderosísima en interceder por todos los santos. Y su intercesión es «una omnipotencia suplicante». Es inmensamente superior a todos los santos: por su dignidad, por su universalidad, por su necesidad, por su modo de rogar; porque por María hay leyes de amor y de predilección, propias suyas y excepcionales.
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LOS TÍTULOS DE LA REALEZA

Los derechos al título de Reina son:
1. María es Madre de Dios y Madre nuestra;
2. María es la corredentora y mediadora de gracias;
3. María es Esposa del Espíritu Santo;
4. María fue coronada Reina en el cielo por la santísima Trinidad;
5. María es de la estirpe real de David;
6, María fue hecha partícipe por Jesucristo en su reino;
7. María es la Reina de la Iglesia elegida por las almas.
Todos estos títulos se reducen esencialmente a dos: es Madre de Jesucristo; cooperó en la redención.
Por eso el doctísimo Suárez escribe: «La bienaventurada Virgen, por el hecho de ser Madre de Dios, tiene cierto derecho al dominio sobre todas las criaturas... Además, posee otro título para este dominio, pues ella cooperó de modo singularísimo en la redención de los hombres».
La bienaventurada Virgen, como Jesucristo, es Reina, pues, por lo que es (derecho nativo) en cuanto Madre de Dios; y por lo que hizo (derecho adquirido) siendo corredentora.
Primer título. – La maternidad divina: «La madre del rey es naturalmente reina» (san Alberto Magno). En efecto, María concibió a su Hijo como éste es: o sea, Dios y Rey. El ángel Gabriel quiso que María fuera sabedora de estos títulos del Hijo que de ella iba a nacer y que diera su explícito consentimiento a ser Madre de
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Dios y del Rey: «...El Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin» (Lc 1,32). Así María adquirió [con él] un dominio sobre toda la creación y sobre los bienes distribuidos a los hombres. Los santos Padres llaman a María: «Reina del género humano, Reina de nuestra salud, Señora, Reina del universo, Reina del cielo», etc.
Dice Pío X: «Jesucristo se sienta a la derecha del Padre, María se sienta a la derecha del Hijo». León XIII escribe: «María fue adornada con una corona de estrellas por el Hijo-Dios, y se sienta junto a él como Reina y Señora del universo».
Segundo título . – La cooperación de María en la gran obra de la redención. Escribe al respecto Suárez: «Jesucristo es nuestro Rey y Señor porque nos reconquistó, triunfando sobre Satanás, tirano; así María, por el modo inefable con que concurrió en nuestra salvación suministrando al Hijo la carne y la sangre, y voluntariamente ofreciéndole en el Calvario por nosotros, deseando, pidiendo, procurando nuestra salvación, se hizo Reina nuestra. Concurrió a pagar el precio de nuestro rescate». Palabras que corresponden a la sentencia de san Alberto Magno: «Sólo María es compañera en el trono, porque lo fue en el dolor».
Cabe añadir que, bajo otro aspecto, María es esposa de Cristo en cuanto con él nos ha regenerado a la vida sobrenatural. Y está claro que entre el esposo y la esposa hay comunión de bienes. Entre los bienes de Jesucristo está su realeza, de la que participa María; de modo que también a ella Dios le ha dado un nombre,
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un poder, una dignidad soberana sobre todas las criaturas.
En la liturgia de san Juan Crisóstomo se dice: «Reina nuestra, princesa y señora de todo lo creado, nuestra señora, propiciación segura y defensa firme, fuente de gracia y refugio del mundo es María». Y en otro lugar: «Guarda a tus siervos, oh Señora y esperanza del mundo».
Consiguientemente nosotros debemos ser siervos y apóstoles de María:
Siervos de María Reina de los Apóstoles : «Debes servir a la Madre de Dios en tu vida, si quieres vivir con María en su reino después de tu muerte» (Ricardo de san Víctor). Cumplir la voluntad de María para hacer más perfectamente la voluntad de Dios: son no dos, sino un único querer.
San Ildefonso habla así de María: «Qué ardientemente deseo ser siervo de esta Señora! ¡Cuánto deseo servirla fielmente; cuánto quiero que mi servicio le agrade, para merecer sus gracias, para continuar mi servicio en el cielo!».
Óptima explicación de este perfecto servicio la tenemos en las preciosas obras de san Luis Grignion de Montfort.
Apóstoles de María.
a) Dar a conocer a María con la voz y con las ediciones. La predicación, los catecismos, las conversaciones, las cartas, las hojas, los escritos, el cine y la radio... De María nunca se dice lo suficiente.
b) Inculcar la imitación y la servidumbre filial a María; ilustrar sus virtudes; explicar la
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vida de unión con María; dar ejemplo de amor... es verdadera devoción a María.
c) Difundir las oraciones y la devoción a María, para que todos la invoquen como Madre, modelo, mediadora de gracias. En cualquier circunstancia de la vida, en toda iniciativa, en cada tentación, invóquenla especialmente los enfermos como consoladora de los afligidos, como refugio de los pecadores, como puerta del cielo, como salud de los dolientes.
Siempre y en todo lugar rezar la Salve Regina .
María bendecirá al apóstol. Y con su Hijo lo coronará en la gloria.
Se venera, en la iglesia de san Apolinar en Roma, una antigua y milagrosa imagen de nuestra señora Reina de los Apóstoles. La Virgen está representada en el trono mientras muestra el niño Jesús a los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Bajo la protección de María Reina de los Apóstoles se pusieron estas obras por las vocaciones sacerdotales:
En Roma en el Palacio del Vicariato;
en Mondoví por iniciativa del obispo mons. Ressia;
en Volterra por iniciativa del obispo mons. Munerati;
en Bolonia por iniciativa del card. Nasalli-Rocca;
en Milán la obra del card. Ferrari;
en Italia la Pía Sociedad de San Pablo y las Hijas de San Pablo, que tienen el apostolado de las ediciones y son Institutos de derecho pontificio.
La invocación Regina Apostolorum...1 está enriquecida con 300 días de indulgencia.
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En Brasil hay capillas, asociaciones, pías uniones en honor de la «Regina Apostolorum» promovidas por obispos y los padres Palotinos.
El beato Vicente Pallotti, llamado «el apóstol de Roma», fundó, en 1835, la Pía Sociedad del Apostolado católico con el fin de reavivar la fe y la caridad cristiana entre los fieles, y encenderla entre los paganos y los herejes. Consta de sacerdotes, religiosas y laicos. La congregación de los padres Palotinos, conocida por el nombre de Pía Sociedad de las Misiones, tiene dos mil miembros entre profesos y novicios.
En Baviera, el P. Kronscher S.J. fundó una asociación mariana titulada a la «Regina Apostolorum» para los universitarios de Munich.
Hay también una congregación de religiosas misioneras con este título de la santísima Virgen; tienen su casa madre en Vinissieux (Francia).
Pío XI, el gran papa de las misiones, varias veces ilustró el título Reina de los Apóstoles. En la Exposición Misionera de 1931 se pudo admirar un bonito cuadro representando la Reina de los Apóstoles: a los pies de María estaba el apóstol Pablo indicando a una interminable muchedumbre de misioneros que se dirigieran a María.
Pío XI en la encíclica sobre las misiones pone la gran obra apostólica en las manos de la Reina de los Apóstoles. Dice: «María, Reina de los Apóstoles, sonríe con amor materno a nuestros deseos: habiendo acogido en su corazón de madre a los hombres que le confió su Hijo Jesús en el Calvario, ama y protege no sólo a quienes ignoran haber sido redimidos por Jesucristo, sino también a quienes ya gozan felizmente de los frutos de tal redención».
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«Augusta Señora de los cielos y Reina de los Apóstoles, ruega siempre por nosotros para que todas las gentes conozcan que el Señor es el verdadero Dios, y no hay otro fuera de él. Acógenos, oh Madre y Reina; ruega a tu Hijo, Señor de la mies, que mande obreros a la mies» ( Oficio litúrgico de la Reina de los Apóstoles ).
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1 Regina Apostolorum, ora pro nobis.